Revista n.º 1064 / ISSN 1885-6039

El rescate de Cecilio Segura, alcalde y maestro represaliado en la Guerra Civil, por Francisco Suárez Moreno.

Viernes, 7 de septiembre de 2012
José Miguel Perera
Publicado en el n.º 434

Ayer jueves se presentaba en La Aldea el primer volumen de la colección Biografías de Anroart, sobre el alcalde y maestro represaliado Cecilio Segura, que sigue completando la bibliografía canaria sobre la Memoria Histórica. Este es el texto del presentador de la publicación.

El maestro y alcalde represaliado de La Aldea Cecilio Segura.

 

 

El libro que hoy presentamos, que trae por título Cecilio Segura, alcalde y maestro represaliado en la Guerra Civil, de Francisco Suárez Moreno Siso, es la narración ordenada de la vida de un hombre. Y, a propósito de esto, me surge ya la siguiente pregunta: ¿puede ser lícito, o acaso de algún interés, escribir la vida de una persona? Y si así lo fuera, ¿por qué biografiar la de unas y no la de tantas otras? ¿Qué hace que un itinerario vital sea más biografiable que otros (si se me permite decirlo de esta manera)?

 

Por supuesto que soy de los que cree que toda vida, la vida particular de cada uno de nosotros (de los que somos y de los que fueron), uno por uno, es biografiable, puede ser llevada a un libro; porque también creo que cada ser humano tiene una marca de importancia que nadie puede sustituir, absolutamente nadie. Y esa señal puede ser comunicada. Al fin y al cabo, lo que intento decirles es que se puede entresacar de cualquier historia personal de vida un paralelismo con esa afirmación que se suele hacer (es ya un tópico) en torno al conocimiento de la historia en general: no repetir los hechos negativos del tiempo que se fue. Por tanto, escribir e interpretar el pasado, sea sobre el tema que sea, nunca será en vano, siempre dará agua.

 

Quiero reincidir, a propósito del libro sobre don Cecilio, en una de las preguntas dichas anteriormente: ¿Qué hace que una vida sea “más biografiable” que otra? ¿Por qué se hacen biografías sobre El Corredera o El Rubio, por poner dos casos canarios más o menos conocidos, y no sobre cualquiera de mis dos abuelas, o de los abuelos de ustedes?

 

Francisco Suárez, el autor del libro que hoy sale a la luz, no es la primera vez que se enfrenta al trabajo arduo y en desnivel ascendente de recomponer una vida que no es la suya. Ya lo hizo con el maestro de obras Simeón Rodríguez y -en menor extensión- con otras vidas aldeanas. Pero ¿es difícil escribir una vida, tal y como él lo ha hecho? Si ya es atrabancado hablar de nosostros mismos, ¿cuán complejo no será fotografiar desde la escritura cómo fue otra persona?

 

Portada de la biografía sobre Cecilio Segura.

 

Sea como sea, para conseguirlo hemos de comenzar por un principio básico: no es posible la radiografía total y perfecta de quien pretendemos hablar. Partiendo de este punto, se trataría de intentar hacer el retrato de la forma más global, y para ello hemos de recurrir a todo documento significativo, personal o colectivo, que pueda ayudarnos. Y cuando hablo de documento no me refiero solo a libro y papel: aludimos también a testimonios orales de cualquier ser hablante, a anécdotas vividas por amigos y familiares, a partidas de nacimiento o a libros de defunción; a historias nunca escritas; a noticias periodísticas, fotografías… y un largo etcétera. De la recopilación de todos esos datos, más la capacidad de orden e interpretación de los mismos, saldrá una más o menos completa biografía. Hay quien se conforma con unos cuantos libros y unos pocos datos para realizarla; pero el proceder de Francisco Suárez es inconformista e intenta ser lo más riguroso posible ante la realidad estudiada. Es el destino, en definitiva, de todo buen investigador.

 

Temas históricos son los suyos, los que trata Siso; y las biografías, como antes dejamos caer, ¿qué son sino discursos de la historia? Es más, ¿no es la narración de una vida determinada la manera más justa de hacer historia? ¿La más creíble? ¿La más palpable? ¿La más sensible y emocionante? Tengo para mí, entonces, que el gran libro de historia, la más entera historia sería aquella en la que no pudieran faltar las biografías completas de todos los miembros de la comunidad historiada. Dicho con un ejemplo cercano: el gran libro de la historia de La Aldea sería el que tuviera en sus páginas el resumen de la vida de todos los habitantes (conocidos públicamente o no) del devenir de este pueblo, fueran agricultores o artesanas, empresarios o maestras...

 

… Pero, claro, esto es imposible… Con lo cual no nos queda otra que elegir. Entonces tendríamos que volver a formular la insistente y recurrida pregunta: ¿Qué hace que una vida sea elegida antes que otras vidas para biografiarla? ¿Y por qué específicamente en este caso que hoy nos convoca Siso ha elegido la vida del maestro y alcalde de La Aldea Cecilio Segura? Es ahora, a partir de su ejemplo, cuando podemos comenzar ya a desocultar algunas de las múltiples respuestas al interrogante.

 

Si bien los motivos de peso para biografiar una existencia tienden a ser tantos, parece que hay dos fundamentales, y que nos vienen de frente en el título del libro que hoy conoce el lector: uno es el oficio o la dedicación del biografiado, y otro es el momento en que le toca ejercer dicha actividad. Pensemos un poco en qué vidas de personajes históricos suelen llevarse a las pantallas, cuáles resultan atractivas o significativas, y obtendremos que no siempre son reyes o ricos del mundo; también aparecen en el listado de los destacados grandes asesinos en serie, funestos tiranos, e incluso emperadores de la venta de droga o de la corrupción política; o personas inmensamente solidarias, o que fueron capaces de hacer frente a una causa injusta, etc. La cosa es que la actividad que realizan nunca queda al margen del momento en el que se llevó a cabo esa dedicación. Tal es así que, si nos venimos ahora al caso de don Cecilio, tendremos que situarnos en el siguiente pensamiento ante la primera parte del título elegido para el libro por el autor, y preguntarnos: ¿es tan relevante, para tomarse en consideración, que alguien sea “maestro” o “alcalde”? En absoluto. Hay dirigentes municipales o trabajadores de la tiza que por sí solos, como parte de un gremio, no suelen ser elegidos por los investigadores para pertenecer al escalafón de “lo biografiable”. Entonces tendremos que fijarnos en la segunda parte del título de este nuevo libro: Cecilio Segura, alcalde y maestro represaliado en la Guerra Civil.

 

Efectivamente, a Cecilio Segura le tocó vivir las inquietudes vitales y laborales que lo marcaron para siempre de forma tajante en un lugar concreto, que fue La Aldea, y especialmente en un periodo clave del siglo XX: el estallido del fraudulento Golpe del general Francisco Franco en 1936.

 

Hasta ese momento, tras su nacimiento en 1897, la vida del pequeño y joven Cecilio había transcurrido en un ambiente más o menos normalizado, en una familia que no era pobre, quizás con el marcado peso de haber fallecido prontamente sus hermanos. Así, nuestro protagonista se convierte en la esperanza de la familia y emprende, siendo uno de los primeros aldeanos en hacerlo, los estudios en Las Palmas para ser maestro. Se casa, tiene cinco hijos y es en 1930 cuando vuelve a este su pueblo natal para hacer hogar cerca del que fuera el espacio de la familia Segura: las inmediaciones de La Plaza. Cuando retorna, ya trabaja como maestro, del mismo modo que sus vecinos y compañeros aldeanos Bibiano Sánchez Ojeda (don Juan) y Josefa Sosa, por poner dos casos conocidos por muchos de ustedes. Su actividad docente fue apreciada pues dicen algunos de sus alumnos que era buen y admirado profesor. Como fue normal en la época, estaba afiliado al Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza y suscrito a algunas revistas de pedagogía. Sin mayor ni gran trascendencia, se situaba en los alrededores de la política, concretamente cercano al Partido Socialista, pero -insisto- sin una gran militancia ideológica. Llega así, en esta época del gobierno de la Segunda República, a ser concejal y (he aquí una de las claves) sobreviene mayo de 1936: por una serie de “juegos” y azares, pasa de ser concejal a ser alcalde, y le toca, como caído del amenazante cielo, el sambenito de estar en el cargo cuando la funesta Guerra Civil explosiona. Un humilde profesor, por el sino del tiempo y del lugar en el que le tocó vivir, pasará a ser a partir de este punto de la historia parte del cuerpo de la desgracia.

 

Cecilio Segura sufrirá a partir de 1936 Consejo de Guerra, se le embargarán sus bienes, será encarcelado y, para más inri, inhabilitado de la docencia. No lo matan, aunque poco le faltó; pero desde ese momento caerá en su injusto destino la dura cárcel en los campos de concentración de La Isleta y Gando, así como el ingreso en la Prisión Provincial de Las Palmas hasta julio de 1941, cuando cinco años después de su arbitraria detención llega el indulto, la rebaja de su fatídica condena. Este “perdón” por parte del Régimen franquista no supuso, sin embargo, la gracia de poder volver a las aulas: su rehabilitación como profesor no fue un hecho real hasta el año 1963, nada más y nada menos, cuando el maestro Segura traspasaba los 60 años.

 

Momento de la presentación de la biografía de Cecilio Segura en La Aldea.

De izquierda a derecha: presentador, autor del libro y alcalde (Foto: www.infonortedigital.com)

 

No tenemos tiempo aquí de describir la cruz que tuvo que soportar nuestro protagonista durante estos años, en medio de su situación fatal; pero habría que decir al menos que a los problemas económicos generados por su circunstancia política se suman unos cuantos duros golpes más en la vida de su familia, entre otros la muerte por tuberculosis de su mujer en 1940, cuando todavía él permanecía sin libertad entre barrotes. Y más: su emigración clandestina a Venezuela durante tres años allá por 1950.

 

Lo peor de todo esto es cuando conocemos el origen del mal. No hago alusión solamente al en sí mismo universo de cáncer social implantado por la fuerza y el miedo en el Franquismo, sino a las circunstancias particulares que llevaron a don Cecilio a la desembocadura de su abismo. El estudio serio, detallado y minucioso de Suárez Moreno lo explicita de forma clara: Cecilio Segura fue condenado a la máxima sanción, encima, por una acusación falsa vinculada a unos explosivos solicitados los primeros días del estallido militar. A la mentirosa acusación se suman los ambiguos informes sobre su persona enviados por determinados vecinos del pueblo (párroco, guardia civil…), asunto este por el que perpetuará una cierta culpa en las cabezas de muchos hasta bien avanzada la dictadura, lo que va a influir en los informes favorables que recibirá en su rehabilitación como docente allá por los años sesenta, como ya dijimos.

 

Todo lo que constreñidamente hemos dicho sobre la vida de Cecilio Segura Bautista, y muchos detalles más, está admirablemente investigado, presentado y descrito por Francisco Suárez que, aparte de exponer los particularizados momentos de la personalidad del maestro, contextualiza su historia en diferentes fragmentos temporales del itinerario del siglo XX por los que don Cecilio rió y rabiosamente sufrió. ¿Por qué? Porque el investigador entiende, y muy bien que entiende en este caso, que las personas no viven al margen de la sociedad, y creo que el personaje que tratamos es un ejemplo transparente: Cecilio Segura, aparte de su vida íntima, o a la vez que su íntima vida, fue hijo (desde su nacimiento hasta su muerte) de todo lo que le rodeó. Por eso, el libro no es sólo un aporte fundamental que enriquece sobremanera la bibliografía de la Guerra Civil en las Islas (ya es la segunda amplia publicación del autor sobre este tema); sino además se acerca en su lectura como un muy buen manual sintetizado para entender la historia social, política y económica de La Aldea y de Gran Canaria (especialmente de la Capital), así como de la educación canaria, durante las tres primeras cuartas partes del todavía reciente clausurado siglo XX: la llegada del plátano y del tomate de exportación, la creación de las carreteras y el muelle de La Aldea, el Pleito socioagrario aldeano, las escuelas del pueblo, sus maestros, los cambios en la ciudad capitalina, la emigración canaria, etc.

 

****

 

Pero ahora, en el final, regresemos al principio: ¿Qué hace que una vida sea “más biografiable” que otra? Yo no sé si después de lo que he compartido con ustedes en este ratito han obtenido respuesta a la dichosa pregunta; lo que sí sé, y estarán de acuerdo conmigo, es que la vida de Cecilio Segura Bautista, la biografía de don Cecilio, es un caso de esos que nunca, más nunca, debemos olvidar. El ejemplo de su injusta condena tendrá que servirnos en el crítico presente para que el triste referente que fue buena parte de su vida no vuelva a ser repetido con ningún otro ser humano. Don Cecilio, como Juan Doreste Casanova en Arucas o Manuel Hernández Quintero en Firgas (maestros y alcaldes también los dos), será a partir de hoy más conocido y, por tanto, su testimonio y su dura vida (de la mano del escritor) no habrán sido en vano. Todo gracias a otro esfuerzo más de nuestro querido y admirado Siso y de la impagable labor de Jorge Liria con su editorial Anroart.

 

Centro Municipal de Cultura

(La Aldea de San Nicolás, jueves 6 de septiembre de 2012)

 

 

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