Revista n.º 1065 / ISSN 1885-6039

El Cura Díaz. Su estatua en el corazón de La Palma.

Jueves, 28 de agosto de 2008
Jose G. Rodríguez Escudero
Publicado en el n.º 224

La persecución contra el párroco palmero, tal y como la percibieron no sólo sus defensores sino otros muchos ciudadanos en todo el Archipiélago, contribuyó a convertirle en un mártir a causa de la libertad, algo que, seguramente, Díaz nunca quiso para sí, puesto que nunca deseó casi nada, salvo el justo reconocimiento de la verdad y de la justicia. Gracias a la iniciativa de la Parroquia Matriz de El Salvador, para el jueves 28 agosto de 2008 se ha fijado la traslación solemne de sus restos -tras ser exhumados- desde el cementerio de esta ciudad al antepresbiterio de dicho templo, donde se enterrarán para siempre. El Cura Díaz -una de las grandes figuras de La Palma- entrará, por fin, de nuevo en su amada iglesia, 145 años después de su muerte, para no salir jamás.

Detalle de la cabeza del Cura Díaz en el cuadro que se conserva en la sacristía de El Salvador (Santa Cruz de La Palma).


Varón ilustre, sabio y virtuoso sacerdote, ornamento de la Iglesia Palmera. Lloremos pues, la memoria del hombre que la muerte acaba de arrebatar á nuestra querida patria, á su familia, á sus compañeros y á sus amigos. ¡Ojalá pudiera yo honrarla como él supo honrar su profesión y sus deberes!

                        Si ha desaparecido de entre nosotros el Sr. D. Manuel Díaz, ¡que su nombre se conserve con todo el lustre y esplendor que reclaman sus virtudes y su mérito! ¡Que su memoria sea eterna!

                                                                                          El Time, 4 de octubre de 1863

 

Plaza de España, en El Salvador de Santa Cruz de La Palma, en una foto antigua.

El Salvador en una foto antigua, donde se ve la escultura al Cura Díaz.

El Time, primer periódico de La Palma, publicó este trabajo fechado en Cuba el 15 de agosto de 1863 donde el anónimo autor -está firmado por Un compañero- habla en términos panegíricos de la figura del célebre personaje. El mismo rotativo traía el 10 de enero del siguiente año la noticia de la colocación en la noche del miércoles 6 del corriente, de un retrato del ilustre fallecido en el Casino-Liceo de la capital palmera, del que había sido socio de mérito. En la publicación del día 17 del mismo mes y año se describía el solemne acto y se decía, además: todos encontramos en él un hecho memorable, que tan alto habla a favor de la cultura de este pueblo, que honra á la Sociedad que lo dispuso y llevó á cabo con tanto lucimiento y brillantez. El número de El Time correspondiente al 3 de abril de 1864 anunciaba la celebración de fúnebres exequias por el aniversario de la muerte de Díaz en la parroquia de El Salvador. Ese mismo día quedó colgado en la sacristía gótica de ese templo un retrato del sacerdote pintado al óleo por el polifacético artista palmero Aurelio Carmona.


De su calidad como orador sagrado y de su influjo en la vida palmera, incluso aún después de muerto, da cuenta su biógrafo contemporáneo, Rodríguez López, al reproducir ciertos fragmentos de sus más brillantes sermones. Decía: el eco de su palabra era demasiado sonoro para que se olvidase… Cuando hablaba á su pueblo desde el púlpito, su voz tenía el doble prestigio de la virtud y de la vejez, y no podía menos de conmover un acento que se escapaba de las cercanías del sepulcro.



La estatua del Cura Díaz en una foto pasada.

Los partidarios absolutistas lo persiguieron y lo desterraron de La Palma en 1824, viviendo en Tenerife hasta 1835 por su condición de advenedizo líder moral y político a favor del cambio liberal y de la supresión de los privilegios estamentales. Entre otras cosas, decía a menudo que un pueblo católico puede ser también un pueblo libre. Siempre se había caracterizado por su crítica al absolutismo y la defensa del liberalismo. Fue el 26 de marzo de 1835 cuando el tribunal eclesiástico de la diócesis de Tenerife absuelve al párroco en la causa criminal seguida con motivo del sermón en la función del juramento de la Constitución del año de 1820. Desde el Puerto de la Cruz y a bordo del barco La Cayetana llegó el Cura Díaz a Santa Cruz de La Palma, siendo recibido en loor de multitud.


La persecución contra el párroco palmero, tal y como la percibieron no sólo sus defensores sino otros muchos ciudadanos en todo el Archipiélago, contribuyó a convertirle en un mártir a causa de la libertad, algo que, seguramente, Díaz nunca quiso para sí, puesto que nunca deseó casi nada, salvo el justo reconocimiento de la verdad y de la justicia. La lucha de Díaz a favor de una Iglesia más próxima al espíritu fundacional, fraterno y austero de las catacumbas fue, sin duda, la mejor herencia de amor para este padre de la Iglesia palmera de todos los tiempos. Inclinado también hacia las artes, se le conocen obras musicales, escultóricas y pictóricas.


En 1897 se erigió -hace ahora exactamente 111 años, justo en el centro de la triangular Plaza de España de la capital de La Palma- una estatua de tamaño natural en memoria del sacerdote Manuel Díaz. Se levantó a pocos pasos de donde el polifacético rector de la Parroquia Matriz de El Salvador (desde 1817) había muerto accidentalmente al caer por las escaleras de ese templo en la mañana de Pascua de Resurrección. Se dice que la piedra con la que se desnucó aún se custodia en la prestigiosa Sociedad La Cosmológica de esta ciudad. Un monumento conmemorativo en su honor, que fue levantado -según ha destacado Manuel de Paz-  por iniciativa de la logia palmera Abora nº 91 y especialmente de su venerable -varias veces- José García Carrillo (grado 33 y a la sazón alcalde presidente del Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma).



Piedra con la que se cuenta que se desnucó el Cura Díaz, expuesta en La Cosmológica.


El 31 de octubre de 1894 dicho edil había propuesto a la corporación municipal, siguiendo el ejemplo de todos los pueblos cultos y civilizados, tanto nacionales como estrangeros, perpetuase la memoria de sus hombres célebres, erigiéndoles estatuas y monumentos que recuerden a las generaciones futuras los hechos y circunstancias que motivan aquella celebridad… También añadía que este tipo de homenajes, lápidas, monumentos que adornan calles y plazas de capitales y lugares peninsulares servirían de estímulo para que otros les siguieran los pasos y cultivasen la virtud, la ciencia y las bellas artes, etc. El culto caballero también había propuesto que se les cambiase el nombre de las Calles de la Cuna y Trasera por los de Díaz Pimienta -General de la Armada y Ejército español que expulsó a los ingleses de la Isla Catalina y Providencia- y Álvarez de Abreu -jurisconsulto distinguido y Marqués de la Regalia- y, en cuanto al Cura Díaz, erigirle una estatua de bronce en la Plaza de la Constitución, frente a la Parroquia del Salvador, donde murió.


García Carrillo también decía que el inolvidable Señor Díaz, cuya fácil y elocuente palabra aún llega a nuestros oídos, sus pinturas y arquitecturas adornan nuestros templos, la carencia de sus caritativas obras es lamentada por nuestros pobres y necesitados y sus concejos y doctrinas se reflejan todavía en la moralidad y buenas costumbres de nuestro pueblo; murió en 1863 a las puertas de nuestro templo del Salvador que dignamente regentó, siendo víctima de su excesivo celo en el cumplimiento de sus deberes como Párroco. Esta propuesta se aprobó por unanimidad y la escultura fue encargada a la fundición artística de Federico Masriera y Campins en Barcelona, casa especializada en la reproducción de obras escultóricas monumentales en bronce. Por la correspondencia entre ambos -García y Masriera- se sabe que la fundición de la obra fue ejecutada en junio de 1895  con felicísimo éxito  y que había merecido los elogios de cuantas personas han tenido ocasión de verla en esta casa. Para dar a conocer previamente cómo iba a quedar la efigie, se habían enviado al alcalde dos reproducciones fotográficas de un boceto en yeso.


La estatua sería colocada en un pedestal. Sería el primer monumento civil erigido en Canarias. Para su construcción se habían presentado varios diseños, concretamente tres. Dos de ellos en forma de base de tronco piramidal y de columna conmemorativa confeccionado por la propia fundición Masriera y el tercero, obra del madrileño Ubaldo Bordanova Moreno (pintor también de los techos de las capillas mayores de El Salvador, Santuario de Las Nieves, ermita de San Sebastián, iglesia de San Antonio Abad de Fuencaliente, etc.). El dibujo de este prestigioso y polifacético artista fue el elegido, aunque se había prescindido de la reja de hierro forjado que rodeaba la base del pedestal. En la cara delantera del mismo, una lápida en mármol lleva esculpidos varios emblemas alusivos al magisterio eclesiástico y a las cualidades del sacerdote fallecido, tanto artísticas como humanas: el laurel, el cáliz, la palma del martirio, la partitura musical, la lira y una inscripción que reza: A Díaz. Su Patria, 1894. En la lápida posterior aparece un relieve del pelícano con sus crías (símbolo eucarístico y cristológico que se repite en el sagrario del tabernáculo del templo) y una inscripción en latín que, traducida, dice así: Que honor y esplendor, cayo muerto en los umbrales del sagrado templo víctima de su celo. También esta inscripción figura en el enorme retrato de don Manuel Díaz -pintado por el sobrino del fallecido, Aurelio Carmona López (1826-1901)- que aún se custodia en la sala capitular de El Salvador.


El profesor Pérez Morera nos informa de que el simbolismo que la palabra templo encierra para los masones -alusivo al de Salomón-, el pelícano que desgarra su pecho para dar de comer a sus hambrientas crías -símbolo de la caridad y la filantropía- es símbolo del grado 18 de la francmasonería (Díaz Cabrera).


Es magnífica su estatua en el centro neurálgico de La Palma. Un exquisito monumento -de los más fotografiados de la Isla por estar en la renacentista Plaza de España-  creado para honrar perpetuamente a un hombre que fue enterrado en el cementerio de su amada ciudad. Una ciudad que -curiosamente- tan sólo colocó sobre su sepulcro una burda lápida de cemento y piedra con una pobre cruz de madera de la que cuelga una tosca leyenda que reza: D.E.P. El Presbítero Beneficiado de la Parroquia de El Salvador. Don Manuel Díaz Hernández. La pobre tumba se halla entre tres fastuosos mausoleos blancos de otros hijos de La Palma. ¡Qué incongruencia!


Sin embargo, siempre hubo alguien que se acordaba de él, puesto que  flores frescas nunca le han faltado.


Gracias a la iniciativa de la Parroquia Matriz de El Salvador, para el 28 agosto de 2008 se ha fijado la traslación solemne de sus restos -tras ser exhumados- desde el cementerio de esta ciudad al antepresbiterio de dicho templo, donde se enterrarán para siempre. El Cura Díaz -una de las grandes figuras de La Palma- entrará, por fin, de nuevo en su amada iglesia, 145 años después de su muerte, para no salir jamás.


 


El Cura Díaz sería recordado siempre como el modelo a seguir a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, y aún después, entre el clero y entre los seglares isleños por esa inteligente elocuencia apostólica suya, acorde con una vida asociada, según sus coetáneos, a dos de los más caros valores burgueses: la virtud y la caridad.

 

                                                                                                          J. E. Pérez Hernández



 















BIBLIOGRAFÍA.


CARBALLO WAMGÜEMERT, B. Las Afortunadas. Viaje descriptivo a las Islas Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1990.

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DÍAZ CABRERA, D. Once cárceles y destierro, Santa Cruz de Tenerife, 1980.

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PAZ SÁNCHEZ, M. de, Historia de la Francmasonería en las Islas Canarias (1739-1936), Santa Cruz de Tenerife, 1984.

-Ídem. La Masonería en La Palma, CCPC, 1998.

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PÉREZ MORERA, Jesús. «Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma. Año 1894. Expediente para la erección de una estatua en memoria del Venerable Sacerdote don Manuel Díaz», en Arte en Canarias (siglos XV-XIX). Una mirada retrospectiva, tomo II, Gobierno de Canarias, 2001.

«Poesía. Recuerdos á la muerte del Venerable Sacerdote D. Manuel Díaz, acaecida en la mañana de la Pascua de Resurrección de N.S.J. del año pasado de 1863», El Time, nº 37, Santa Cruz de La Palma, 3 de abril de 1864.

RÉGULO PÉREZ, J. «El cronista de La Palma Juan Bautista Lorenzo Rodríguez. Época, vida y obra», Noticias para la Historia de La Palma, tomo I, La Laguna, 1975.

«Retrato del Sr. Díaz en el Casino-Liceo», El Time, sección local nº 26, Santa Cruz de La Palma, 10 de enero de 1864.

RODRÍGUEZ LÓPEZ, A. Apuntes biográficos de Don Manuel Díaz, Imprenta de El Time,  a cargo de Pedro Guerra, Santa Cruz de La Palma, 1868.

«Sufragio por D. Manuel Díaz», El Time, nº 38, Santa Cruz de La Palma, 10 de abril de 1864.

«Unas cuantas palabras a la memoria del muy venerable presbítero Sr. D. Manuel Díaz como prueba de gratitud y respeto», El Time, sección local nº 13, Santa Cruz de La Palma, 4 de octubre de 1863.




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