También en la ciudad condal inicia su vida literaria, en torno a las actividades del Ateneo y en algunos periódicos de la época. Cuando regresa a las Islas, se vincula a los círculos literarios y artísticos de Las Palmas de Gran Canaria. En la década de 1960, comienza a colaborar en el diario La Provincia, periódico en el cual firmará durante treinta años su columna Nuestra Ciudad. Por la evocación histórica y las notas líricas y de personajes de la vida local, relacionados en particular con la cultura y el arte, que hace en esos artículos, será nombrado Cronista Oficial e Hijo Predilecto de la misma. En 1977 es nombrado miembro de la Asociación Española de Cronistas Oficiales. En 1993 se le concede el premio Humanidades del Rotary Club de Las Palmas de Gran Canaria. Es autor de los siguientes libros: Islas Afortunadas. Retablo pintoresco de vida colonial (1944 y 2000), Las nubes y el tiempo. Elegia Serena (1945 y 1999). En Nuestra Ciudad (1988) recoge una amplia selección de la columna diaria que, con ese mismo título, publicara en el diario La Provincia.