En 1961 un suceso pirático dio la vuelta al mundo. En la madrugada del 21 de enero, el capitán portugués Enrique Galvao —Galvoa— y 60 tripulantes asaltan el barco Santa María, anclado en el venezolano puerto de la Guaira. Dan muerte al piloto, resultando heridos un oficial y el médico. El capitán es apresado y, tras varios días de navegación, atracan en el puerto brasileño de Belén. La prensa internacional recoge este hecho insólito «como piratería del siglo XX». El buque traía desde América un pasaje de 600 personas con destino a los puertos de Tenerife y Vigo. La prensa palmera, en ese año Diario de Avisos, recogió el día a día de esa “aventura” protagonizada por Galvao.
El Entierro de la Sardina del Carnaval de Los Llanos de Aridane hizo suya esta aventura. En ese mismo año, al grotesco pelele de Retamar lo llamaron Galvao: como representación personificada del mal, había de «morir en la hoguera». Los planes del cortejo se vieron truncados, una vez más, por las fuerzas del orden público, acompañados por el Alcalde y el párroco, y la burlesca manifestación fue disuelta entre carreras, pérdida de alpargatas, retención de un mulo «sin dueño», detenciones personales y alguna que otra multa que aún se recuerda amargamente. Con anterioridad a 1961 la memoria del barrio recuerda otros entierros de la sardina, siempre utilizando machangos.
La comitiva de la Sardina cogió la calle Francisco Fernández Taño abajo, alumbrada con teas encendidas, candiles y gomas de alpargatas, y con gritos de ¡Ya apareció Galvao!, en dirección a la plaza de España. Al llegar al cruce con la calle Ángel la esperaban tres municipales y, como nos decía Juan Hernández Pérez, uno de los protagonistas, el reguero fue tremendo de candiles, de jachos y gomas de pantuflas, todo por el suelo, todos corriendo. Con la burra sólo se quedó Nicolás, el Gato. En el rebumbio y “esparrameo” una mujer, que no tenía donde esconderlo, se metió un candil en el seno y se quemó. Nos querían poner a todos presos pero no cabíamos en la cárcel municipal. Nos multaron a cada uno. El machango tenía “atributos” que se los puso Benjamín, y en el entierro iba diciendo: “esperen un momento que tiene que hacer sus necesidades”, y después continuaba.
Galvao en el Retamar (Los Llanos de Aridane)
Según testimonio del por entonces párroco Marino Sicilia González, desde Retamar llamaba por teléfono Pepe Viña avisando de la salida del “cortejo” y reclamando, para que la “fiesta fuera total”, la presencia del Alcalde, en este año Manuel Pérez Acosta, y el cura. Al parecer “todo un montaje” para que el esparrameo o reguero de la gente fuera total, a la vista de la autoridad civil, eclesiástica y las fuerzas de orden público municipales.
Galvao se preparó en casa de Antonio, el Guisio, con ropas de este y relleno de pinillo, y con la participación de la burra propiedad de José Francisco Álvarez Pérez. En esa tarde-noche del Carnaval la burra, que cuidaba Nicolás Hernández Pérez el Gato, se había perdido. Ya al atardecer encontraron al buscado animal, y la broma y la parranda, alegrada con tintillo, dio nombre a la sardina de ese año. ¡Ya apareció Galvao!, gritaban refiriéndose a la burra, que por suerte la había aparecido. La “amenaza” de prisión terminó con una multa de 10 duros a cada uno de los identificados.
Efectivamente pasó talcual. En el Libro de Multas, que se custodia en el Archivo Municipal de Los Llanos de Aridane, figura la relación de los vecinos, todos ellos con domicilio en Retamar, sancionados con 50 pesetas por actos de mal gusto el 16 de febrero de 1961, y la denuncia del guardia municipal Jesús Francisco Ríos. Ese año el Miércoles de Ceniza recayó el 15 de febrero. La relación de los infractores fue la siguiente: Francisco Álvarez Pérez, José A. Pérez Pérez, Francisco Benítez Reyes, José Viña Lorenzo, José D. Hernández Pérez, Marcelino Luis Hernández, Domingo Hernández Pérez, Nicolás Hernández Pérez, Wenceslao Sosa Pais y Martín Fernández Barreto. Los dos últimos, además de por los actos de mal gusto, se les sanciona también por excitación a las órdenes, con un total de 100 pesetas por las dos infracciones. Las mujeres que participaron en este peculiar Entierro de la Sardina no fueron objeto de sanción. En nuestra opinión, los varones sancionados serían las personas a las que lograron identificar entre el nutrido grupo del cortejo de Galvao. Las notificaciones de la resolución municipal de la multa tuvieron lugar el 27 de febrero y cada uno de ellos fue abonándolas en fechas diferentes, según consta en el mencionado libro.
Libro de Sancionados (1961)
En este mismo año de 1961 se autoriza oficialmente en la provincia de Santa Cruz de Tenerife las llamadas Fiestas de Invierno. El Gobierno Civil marcaba las pautas a seguir para la celebración de este carnaval encubierto con pomposo título. La prensa de la provincia publicaba un comunicado del gobernador civil Manuel Ballestero. En referencia al entierro de la sardina determinaba: El poder público no ignora que el 15 del corriente mes de febrero de 1961, los cristianos celebran el poner la ceniza en la cabeza, en señal de penitencia al comienzo del periodo cuaresmal. El debido respeto a las tradiciones cristianas del pueblo español y el fuero personal de cada uno ”(…) no permite alteraciones del orden de la vida pública cristiana (…) por lo cual, y para el buen orden, se dispone: 1.= Cualquier acto que pueda recordar la mascarada medieval conocida con el nombre de Entierro de la Sardina, será reprimido por los Agentes de la Autoridad.
El Carnaval, aunque prohibido por el franquismo, se continuó celebrando a la callada. Prueba de ello es el recordatorio anual de la prohibición y la tolerancia de la celebración en los recintos cerrados de las Sociedades de Recreo. En 1951 la Delegación del Gobierno en La Palma publicaba una nota informativa, firmada por el Delegado del Gobierno Fernando del Castillo Olivares, en la que prohibía toda clase de disfraces en la vía pública y todo beodo que se encuentre en la vía pública, por solo hecho de estarlo, sufrirá arresto (…). Asimismo se hace saber a todos los vecinos de la Isla que el Miércoles de Ceniza no podrá celebrarse el llamado entierro de la sardina, bajo conminación de severas sanciones.
Con la recuperación del Carnaval posfranquista se fue incorporando la figura de una monstruosa sardina al cortejo burlesco del llamado entierro, cuando en realidad desde muy antiguo, aunque con el nombre genérico de Entierro de la Sardina, lo que realmente se enterraba el Miércoles de Ceniza era un machango o pelele.
Testimonio de la participación de un pelele en el Carnaval canario lo recoge el 24 de abril de 1887 el periódico tinerfeño El Abejón, en una columna titulada “El entierro del monigote”. Allí el cronista manifiesta: como en cualquier pueblo de la cristiandad, guardan la inveterada costumbre de enterrar la sardina el miércoles de ceniza. Y este año salió, como siempre, el tradicional monigote, caballero en su rucia [caballo o bestia], por las calles de la ex cabeza del ex batallón de Abona. Un considerable gentío, en el que dominaba el elemento imberbe, acompañándolo con bucios, cencerros, pitos, cacharros y demás instrumental del caso, formando una algarabía de mil … fusionistas.
También el periódico herreño El Deber, el 28 de febrero de 1921, nos aporta otra noticia del tradicional muñeco: El entierro de la Sardina también resulto una buena nota de entrenamiento, pues después de recorrer las principales de calles de la Villa [Valverde], terminó la parranda, ya oscurecido, en el pico denominado Asabranes, con la reducción a cenizas del muñeco artísticamente arreglado al efecto.
La participación de un pelele en el Entierro de la Sardina la describe el escritor y periodista madrileño Ramón de Mesoneros Romanos (Madrid 1803-1882) en su obra Escenas Matritenses. Recoge textualmente: Sostenida en hombros de los más autorizados, y un grotesco ataúd, se elevaba una figura bamboche formada de paja, y con vestido completo, el cual pelele era una vera efigies por su traje y hasta sus facciones del señor Marcos, marido y conjunta persona de la Chusca, a cuya ventana había estado expuesto de cuerpo presente en los tres días de Carnestolendas (…). En la boca del pelele, y casi sin que nadie lo echase de ver, una mísera sardina. Da fin al machango manifestando: el pelele tío Marcos ardió ostentosamente encima de una elevada pira…
El pintor aragonés Francisco de Goya (1746-1828) dio cabida en su obra a escenas costumbristas, y entre ellas la representación del Entierro de la Sardina de la villa y corte, descrito con detalle por el madrileño, y además coetáneo del pintor aragonés, al que hemos hecho referencia, Mesoneros Romanos (1803-1882). Se trata de un cartón destinado a la Real Fábrica de Tapices y ejecutada entre los años 1812 y 1819. También Goya pinta un pequeño cuadro, que se conserva en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), con el protagonismo de un elegante pelele, manteado por cuatro mujeres.
Han pasado 50 años de aquel recordado Galvao del barrio de Retamar en Los Llanos de Aridane. Desde hace unos años un grupo de amigos lo han recuperado en unos festejos particulares, terminando con la quema del machango en la plaza del barrio aridanense. Este año Galvao volverá a cabalgar sobre una rucia por las calles de Retamar, con la colaboración del Ayuntamiento aridanense.
Se prepara un programa especial, para el 12 de febrero, en conmemoración del 50 aniversario de este peculiar, auténtico y ancestral Entierro de la Sardina y su definitiva quema en la plaza de la Cruz de la Paloma.