Revista n.º 1044 / ISSN 1885-6039

Recuerdos de la Noche de San Juan.

Martes, 23 de junio de 2009
María Victoria Hernández
Publicado en el n.º 267

La Noche de San Juan, la que dicen es la más corta del año, es también la más intensa, plagada de innumerables supersticiones y ritos. En este artículo se nos presenta cómo la celebran los palmeros.

Foto Noticia Recuerdos de la Noche de San Juan.

 



En La Palma, sin que nadie se lo propusiera, las ancestrales tradiciones de la "noche de San Juan" se han ido perdiendo. Ya la isla "no arde" como antaño. Alguna verbena, la festividad del calendario en Puntallana a su patrón San Juan, aisladas hogueras seguida de cerca por la unidad de Medio Ambiente y en los últimos años "la danza de las brujas" en la playa de Puerto de Naos y bailes en Remo, en el término municipal de Los Llanos de Aridane son los pocos ejemplos de la importante y rica cultura popular, que fue, la noche de San Juan palmera. Las hogueras que se hacían en las vísperas del bautista, San Pedro, La Patrona (Nuestra Señora de los Remedios) y otros santos han ido desapareciendo ante el peligro de los temidos incendios forestales.

 

Gracias al recordado José Pérez Vidal las viejas tradiciones '''sanjuaneras'' palmeras permanecen documentalmente. Una misma versión contada por diferentes informantes siempre aporta un nuevo y curioso dato, hecho este último propio de la cultura popular. En el barrio aridanense de La Laguna el investigador Marcelino Rodríguez Ramírez ha ido recogiendo muchas de ellas que nos las ha facilitado para este trabajo.

 

Por estas fechas los jóvenes, en la mayoría de los casos mujeres, recorrían los campos recogiendo brazados de "cardos y abrepuños secos'" para arrojarlos sobre el fuego de su hoguera. Por esas fechas estas plantas no estaban totalmente secas lo que obligaba a recorrer a pie, a campo traviesa y de mar a cumbre las zonas conocidas donde crecían estas plantas. Sin embargo para la víspera de fiestas de la Patrona -1 de julio- ya abundan.

 

El resultado de los cardos y abrepuños arrojados a la hoguera era el estallido sonoro de estos arbustos y las consecuencias brillantes de "los efectos" por la vieja maestría de preparar el pilón de la hoguera. Otra consecuencia, no deseada, era los consecuentes arañazos en los maltrechos brazos de las alegres y jóvenes recolectoras.

 

Los conjuros de los tres deseos; pétalos de rosas rojas para encontrar el amor; papelitos con los nombres de los candidatos a novio; la clara de huevo; las tres papas, reflejo del rostro en agua clara; las formas del plomo derretido; y grano de sal en previsión de lluvia son algunas de las costumbres de más arraigo en el Valle de Aridane.

 

Para realizar "el conjuro de los tres deseos de la noche de San Juan": Se pone en un recipiente de barro un puñado de tierra, un poco de agua -a poder ser de una fuente- y un papel doblado en el que se escribe tres deseos, cada uno de ellos en tres tintas; roja, verde y azul. A las doce de la noche se enciende la hoguera y se coloca el recipiente y su contenido sobre las llamas. No se sacará hasta que se hayan consumido los papeles. Según la creencia popular uno de los tres deseos se cumplirá antes de que llegue la noche de San Juan del año siguiente.

 

Tres rosas rojas son necesarias "para encontrar un amor". En un jarrón con agua se pone tres rosas rojas. En un papel se escribe el nombre de la persona amada y se pone, a buen resguardo, debajo del jarrón. Se enciende una vela verde, con fósforos de madera, y cuando las rosas están secas se ponían en una bolsita también verde y las guardaban debajo de la almohada. Hay quien las seguía guardando como amuleto y otros las arrojan a las hogueras de San Juan.

 

Otras encomiendas se pronunciaban solicitando de San Juan el oficio de la pareja después de poner una clara de huevo en un vaso con agua. Dos versiones se han recogido: "San Juan bendito y glorioso de mi Dios el mensajero, en este huevo me pongas el oficio de mi compañero" y la segunda: "San Juan bendito y glorioso, entre los Santos nacido, quiero que en este vaso me pongas el oficio de mi marido". Si la clara formaba un martillo el futuro esposo sería carpintero, si por el contrario una guitarra le gustaba la parranda y la fiesta, un cofre sería símbolo de riqueza, un barco sería marino.Entre las más comunes y generalizadas costumbres se encuentra la de escribir en tres papeles el nombre de "tres candidatos" y se ponen en un recipiente con agua, al rocío de la noche de San Juan. Por la mañana el nombre que aparezca en la papeleta que esté bien abierto ese será el futuro esposo. En el momento de poner el recipiente al rocío la joven casadera decía: "San Juan bendito y glorioso de mi Dios el mensajero, sí nací pára ser casada dime quien será mi compañero".

 

El cableado de las viejas instalaciones eléctricas estaba recubierto de plomo. Con este plomo, en esta noche mágica, se predecía el destino de la persona. Para ello se derretía el plomo en un calderito o cacharro y en estado líquido se derramaba en un recipiente con agua. El metal se solidificaba al contacto con el líquido formando caprichosas "formas", interpretadas como "el destino que le esperaba a la persona que realizaba el rito". Si se veía un cofre significaba "tesoro", la persona sería rica. Si por el contrario era un ataúd, la muerte rondaba a la familia.

 

La seguridad económica del matrimonio era otras de las inquietudes que tenía la joven casadera. A estos efectos se tiraban tres papas debajo de la cama. Una de ellas totalmente pelada, otra peluda -con toda la cáscara- y otra a medio pelar. Por la mañana se coge una con los ojos cerrados. Si resulta ser la totalmente pelada es que el futuro esposo será muy pobre, si es la medio pelar "es regular" y si por el contrario es la "peluda" es que rico. Esta costumbre nos hace deducir que posiblemente el dicho que hay hoy al decir que una persona está totalmente "pelada", en señal de que no tiene un céntimo, venga de esta tradición sanjnanera.

 

Agua y fuego se conjugan en la mágica la noche de San Juan. El predecir la vida y la muerte también tenía un apartado por San Juan. Si en la mañana el rostro de una personase reflejaba perfectamente en el agua de un aljibe, palangana, balde o en una charca de rocío vivirá, al menos, hasta la próxima festividad del bautista.

 

Una lavadera con agua y pétalos de rosas blancas se ponía a recoger el rocío de la noche de San Juan. Al amanecer, con esa agua la mujer se lava el rostro. Se dice que esa costumbre hoy continúa y los rostros de esas mujeres se han conservado tersos y joviales.

 

La predicción de lluvias también tenía un apartado importante como este curioso ejemplo. Se preparan doce cascos de cebolla -uno por cada mes- a los que se le coloca un grano de sal y se dejan en el exterior de las viviendas al rocío de la noche sanjuanera. A la mañana siguiente comienza el recuento de cada uno de ellos. Si se observa que los cascos "están sudados", es decir el grano de sal se ha disuelto totalmente es síntoma de que ese mes habrá abundantes lluvias. Según la intensidad del "sudor" habrá más, menos o "seca" (lluvia) en cada mes.

 

El "paso del niño herniado por el mimbre" ocupa, aún hoy, gran parte de las costumbres de San Juan. Según testimonios se sigue practicando en Tijarafe o al menos hasta fechas recientes. Una mujer llamada María y un hombre llamado Juan eran los maestros de ceremonia de esta tradición universal de la cultura occidental.

 

El rito tenía lugar en una frondosa y abundante plantación de mimbre, desde el amanecer del día de San Juan hasta el atardecer. Cuando el niño herniado se encontraba en este lugar se elegía una recta y larga vara de mimbre a la que se abría, sin arrancarla, un gran ojal por donde pudiera pasar el menor. Mientras se pasaba al niño se decía por parte de los ceremoniantes:

Juan: ¿Qué traes María?
María: un niño quebrado
Juan: San Juan y la Virgen te lo vuelvan sano.


 

Otra encomienda, mientras se pasaba por el mimbre al niño, decía:

Juan: ¡María!
María: ¿qué quieres Juan?
Juan: yo te entrego este niño quebrado y rendido para que la Vírgen María y San Juan bendito me lo entregue sano.


 

Terminado el paso del niño por el mimbre la vara se liaba bien, como si fuera un injerto, y se marcaba para no confundida con las de otro niño. Si al año siguiente estaba perfectamente cicatrizada era señal que la hernia estaba curada. Por tres años era necesario pasar al niño por el mimbre y combatir el mal de la hernia. Aún hoy se pueden ver las cicatrices inconfundibles del rito en mimbreras de La Palma.

 

 

María Victoria Hernández es cronista oficial de Los Llanos de Aridane.

 

 

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