Revista n.º 1044 / ISSN 1885-6039

Santa Lucía. Parroquia de Nuestra Señora de La Encarnación.

Viernes, 11 de diciembre de 2009
José Guillermo Rodríguez Escudero
Publicado en el n.º 291

Una talla preciosa custodiada en un magnífico retablo que debería tener una celebración anual en la ciudad de Santa Cruz de La Palma, auspiciada, por qué no, por la ONCE y por el barrio de La Encarnación, tan orgulloso de tener a la Patrona de los Ciegos entre los tesoros de su histórico templo. El próximo 13 de diciembre es la onomástica de esta Santa.

Santa Lucía en la ermita de La Encarnación de Santa Cruz de La Palma.

 

 

En 1548 se inventarió por primera vez una Santa Luzía de bulto, vestida con una saya de tornasol con faxas de razo colorado y vn sayo del mismo razo vna camyza de lienço blanco de Ruan y vna gorgera de redecilla, labrado el cabezón de negro y tocada con vna cofia de rred con vna frangida de oro y vna toca de seda, della pendiente vn joyel de plata sobredorado con vna piedra azul en medio. Así lo recoge el profesor don Jesús Pérez Morera en su trabajo sobre la segunda iglesia en antigüedad de La Palma. Sin embargo, el Alcalde Constitucional don Juan Bautista Lorenzo Rodríguez, en su obra Noticias para la Historia de La Palma, nos confirma que la imagen original ya estaba entronizada unas dos décadas antes del inventario mencionado. Así, cuenta que la imagen de Santa Lucia que se puso en su retablo en 1537…


El inventario realizado en el templo en la visita del 13 de julio de 1550 se hace una lista de los objetos robados durante el saqueo del hugonote francés Pata de Palo, como una joya de plata sobredorada con una piedra azul en medio de la imagen de Santa Lucía que se hurtó; unas cuentas de plata de la misma imagen que se la hurtaron… Así consta en el Libro I de Cuentas de Fábrica de la ermita.


Hasta nuestros días, Santa Lucía ha presidido el altar del lado del Evangelio, frente al de San Lázaro (escultura popular y colorista entregada a la iglesia en 1568 por don Amador Rodríguez) y Santa Bárbara, más tarde del mártir San Pedro Bautista (talla de 33 pulgadas del religioso franciscano martirizado en Japón, colocado en el templo en 1712 y que, según la tradición, era de Puntallana, por lo que se convertía así en el primer santo canario. Más tarde quedó desechada esta hipótesis).


En 1568 consta que la Santa de Siracusa estaba dentro de un tabernáculo similar al de San Lázaro, que se cerraba con dos puertas pintadas con las imágenes de San Cristóbal y San Felipe, patronos respectivamente de sus donantes, los bachilleres don Cristóbal de Llerena y don Felipe Pérez.


Don Pedro de Brito Fleitas, en unión de los restantes escribanos del número de la isla (por esa época el número ascendía a doce en toda ella), don Cristóbal Alarcón, don Gaspar Simón, don Tomás González, don Andrés de Chávez y don Andrés de Armas, suscribió una escritura pública de compromiso ante don Cristóbal Alarcón en 1643, por la devocion que nuestros antecesores han tenido y nosotros tenemos todos los años de hacerle a la bienaventurada Santa Lucia que esta en su altar de Nuestra Señora de la Encarnación, una misa solemne con sus vísperas, sermón y procesión con toda solemnidad. La celebración la hacía cada año uno de los escribanos, por turno, de forma rotatoria. Así se recoge en el Archivo de Protocolos Notariales de la capital palmera, firmado por don Andrés de Armas en 1621.


La onomástica de la Patrona de los Ciegos, el 13 de diciembre (su martirio se produjo ese día del año 303), se celebraba también, como hemos visto, por devoción de los escribanos públicos, que la tenían por patrona del oficio, si bien en la ermita de La Encarnación los festejos más importantes tenían lugar al día siguiente, 14 de diciembre. Es posible que se haya hecho así para evitar la coincidencia con las Fiestas de Santa Lucía de Puntallana, a la que acudían muchos romeros en rogativas desde todos los puntos de la isla.


Hacia 1680, según escribe el licenciado don Pinto de Guisla, los escribanos trasladaron esta función a la iglesia del Hospital de Dolores, auiéndose hecho ymagen de talla de la santa que se colocó en dicho hospital. Con esta afirmación, se confirma que esta magnífica talla del Hospital, que aún existe, no es la misma escultura original de La Encarnación, como se pensó durante mucho tiempo.


El célebre poeta Poggio Monteverde (1632-1707) es autor de un romance satírico dedicado a la Señora Santa Lucía, en la función que le hacen los escribanos por abogada de los ojos. Allí se burla de la avaricia de estos profesionales -los mencionados Antonio Ximénez y su compañero Juan de Alarcón-, que sólo dejan de estar “ciegos” a la vista del dinero: Virgen, si eres protectora/ de las luces oculares,/ los escribanos nos quitan/ los ojos por celebrarte…


En 1700 consta que el bulto de madera antiguo de Santa Lucía había sido sustituido por hallarse defectuoso por una nueva imagen de candelero hecha por los devotos. El Mayordomo Vélez y Cubillas solicitó licencia para vender la retirada del culto, porque puede ser que alguna persona que para formar de ella otra ymagen quiera dar alguna limosna. Así consta en las cuentas de 1706, donde se anotan unos veinte reales que le dieron de limosna por una hechura duplicada de Sancta Lucía que estaua en la hermita y se dio para un navío.


La bellísima nueva imagen parece obra de artistas locales, inspirados en modelos flamencos. En su mano lleva una palma de madera de viñátigo dorada, regalada en 1820 por el teniente coronel don Miguel de Monteverde y Molina, mayordomo. Es simbología habitual de los santos mártires el ser representados con una palma en su brazo derecho.

 

Exvotos de Santa Lucía

 


La actual imagen de candelero de la Santa siciliana (martirizada por orden del emperador Diocleciano a principios del siglo IV), está suntuosamente vestida como “una dama de siglo”. Esta costumbre de revestir y engalanar las imágenes con toda suerte de vestidos, jubones, sayas, cofias, tocas, pechos, alzacuellos, joyas, gargantillas, etc., motivó la condena de algunos obispos. Éstos criticaban el hecho de que se vistiera a las imágenes de Nuestra Señora y algunas sanctas tan profanamente como mujeres del siglo (…) por tanto mandamos que las imágenes que estuvieren hechas de talla con su ropaje y enmatiçadas bien y decentemente que no se uistan ni se les ponga otra vestidura encima…


Este mandato fue anterior a esta imagen, concretamente decretado por don Francisco Martínez Ceniceros el 29 de noviembre de 1602, pero también se repite igualmente en 1794, siendo obispo don Antonio Tavira y Almazán: Siendo la mayor parte de Ymagenes que hay en esta Iglesia de una talla hasta regular es cosa incongruente y que desdice mucho que por una deuocion mal regulada y de puro capricho les sobrepongan mantos de tela y ya que se toleran por una especie de necesidad con harto dolor nuestro Ymagenes vestidas quando no tienen mas que cabeza y manos…


Tiene una larga cabellera de pelo natural, donado por devotas, y una guirnalda de flores en su cabeza, como las santas más ilustres. Su cuidado rostro reitera el modelo arquetípico en el que, como en otras obras, la influencia flamenca es muy acusada. Su atributo personal es un platillo o fuente de plata donde están depositados sus dos ojos. Es extraño, pero ni siquiera en las antiguas pasiones ni en la Leyenda Áurea se habla del tormento de sacarle los ojos: al parecer el atributo no tiene otro fundamento que su nombre derivado de luz.

 

Santa Lucía de la ermita de La Encarnación de Santa Cruz de La Palma.

 


Nos recuerda el desaparecido historiador palmero Fernández García: Le hizo el amor un destacado señor de su pueblo que admiraba sus virtudes y estaba cautivado de sus bellos ojos, pero la Santa no quiso corresponder a los deseos de su enamorado que insistentemente seguía en sus propósitos y optó por hacerse algo en su cuerpo que fuera desagradable a su galanteador. Es aquí cuando la muchacha se arranca sus dos ojos y se los envía en un plato al caballero. Su hagiografía continúa contándonos cómo El Eterno le restituyó la vista como premio a su amor a Dios, razón por la que el pueblo la invoca siempre como abogada de la vista. De esta tradición histórica han tomado los artistas la forma de interpretar a la Santa. La representan con un plato en las manos y sus ojos dentro.


Una talla preciosa custodiada en un magnífico retablo que debería tener una celebración anual en la ciudad de Santa Cruz de La Palma, auspiciada, por qué no, por la ONCE y por el Barrio de La Encarnación, tan orgulloso de tener a la Patrona de los Ciegos entre los tesoros de su histórico templo.

 

 

Bibliografía

 

DE LA VORÁGINE, S., La Leyenda dorada, vol. 2, Alianza Editorial, Madrid, 1982.
FERNÁNDEZ GARCÍA, Alberto José. «Santa Lucía en Puntallana. Su historia y festividad», El Día (23 de diciembre de 1972).
FERRANDO ROIG, Juan, Iconografía de los Santos, Ediciones Omega, Barcelona, 1950.
LORENZO RODRÍGUEZ, Juan Bautista, Noticias para la Historia de La Palma, La Laguna, 1975, t. I, p. 119.
MARTÍN RODRÍGUEZ, Fernando G., «Historiografía del Arte en La Palma», en I Encuentro de Geografía, Historia y Arte, Santa Cruz de La Palma, 2000.
PÉREZ GARCÍA, Jaime, Casas y Familias de una Ciudad Histórica: La Calle Real de Santa Cruz de La Palma, Madrid, 1995.
PÉREZ MORERA, Jesús, Magna Palmensis. Retrato de Una Ciudad, CajaCanarias, Tenerife, 2000.
- Ídem: Bernardo Manuel de Silva, Biblioteca de Artistas Canarios, nº 27, Santa Cruz de Tenerife, 1994.

 

 

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