Revista n.º 1073 / ISSN 1885-6039

Bertila, maestra sedera y de la vida.

Jueves, 17 de diciembre de 2009
Juan de la Cruz Rodríguez
Publicado en el n.º 292

El mes pasado nos enterábamos de la triste noticia del fallecimiento en la isla de La Palma de Dña. Bertila Pérez González, maestra artesana de la seda. Hablar del fallecimiento de cualquier maestra artesana, ya conlleva implícita la pérdida de muchos conocimientos y saberes que, a pesar de haberlos trasmitido a sus discípulos, en este caso sus hijas y muchos alumnos de los varios cursos que impartió, son imposibles de enseñar.

Doña Bertila, maestra de la seda, en un telar.

 

 

Las experiencias de toda una vida ejerciendo un oficio con plena dedicación, dominando todos los secretos de una modalidad artesana rara, anacrónica y casi única en Europa, difícilmente se pueden transmitir a pesar de la cualificación e idoneidad de las recogedoras del testigo.


Dña. Bertila era manipuladora de seda y tejedora. Esto dicho así, suena a un oficio más dentro de las muchas modalidades artesanas exquisitas que, afortunadamente, todavía se dan en isla de La Palma; pero ser manipuladora y tejedora de seda como se hace en esta isla, implica haber heredado el testigo de una manera de trabajar la seda que se implantó en nuestro archipiélago durante la colonización, que se trabajó en varias de nuestras islas (Tenerife, La Palma y La Gomera principalmente), y tan sólo se ha mantenido fosilizada en la mencionada isla. Los métodos de obraje de esta materia se han perpetuado sin apenas cambios tal como se realizaban hace ya más de 500 años. A su vez reproducen los mismos sistemas que introdujeron los pueblos invasores norafricanos en el siglo VIII en la Península Ibérica, a los que les habían llegado a través de la Ruta de la Seda desde lejano Oriente, donde se trabajaban hacía ya varios miles de años. Estos conocimientos, que un tiempo estuvieron subdivididos en varios oficios dentro de la industria de la seda, dada la complejidad que supone cualquiera de sus facetas (criadores de gusanos, hiladores de los capullos, torcedores, tintoreros, urdidores y tejedores), eran atesorados por Dña. Bertila, que los ejercitaba con maestría, a excepción del hilado, que era ejercido por Dña. Nieves Jiménez, su gran amiga y compañera.

 

Dña. Bertila, en la década de los años ochenta, devanando seda

 

 

Pero su maestría como tejedora no se limitaba a la seda, que representa la perfección y máxima dificultad dentro de la tejeduría manual artesana de Canarias, sino que también procesó y tejió el lino, las colchas de lino y seda o lino y lana, las traperas y en general todo lo inherente a este oficio.


La industria de la seda estuvo extendida por toda La Palma, pero desde las primeras décadas del siglo XX quedó refugiada en el municipio del Paso, concretamente en los barrios de La Rosa y El Barrial, donde se ha mantenido como reliquia y testigo inmutable de un quehacer único, sustentado en las últimas décadas principalmente por esta saga familiar. El haber mantenido la industria siendo conscientes de ser los últimos artesanos que la ejercitaban, conlleva una carga adicional, tal vez más difícil de llevar en un oficio que tanta entrega, dedicación, paciencia y, en definitiva, amor difícil de medir y calificar, requiere. Por sus manos pasaron millones de metros de seda que hoy, convertidos en pañuelos, gasas, bufandas, chales, corbatas, trajes, etc., algunos lucimos con el orgullo de sabernos poseedores de una cosa única, y otros ostentan ignorantes de tener una reliquia manufacturada con métodos de obraje milenarios.


Conocí a Dña. Bertila a finales de la década de los años sesenta cuando mis empeños por aprender el oficio me llevaron a La Rosa de El Paso, donde fui acogido con una generosidad y un afecto que creo no haber vuelto a encontrar. Todavía vivía Dña. Maruca, su madre, que por aquella época dirigía el taller familiar en medio de difíciles circunstancias económicas y personales. Pero, pese a ello, las puertas de su casa siempre estuvieron abiertas para cualquiera de los forasteros que, como yo, nos acercamos a intentar descifrar los mil secretos que el oficio de tejedor tiene. Dña. Bertila siguió con el mismo espíritu afectivo y generoso de su madre, y su casa ha seguido siendo, hasta hace poco, el referente señero de una de las modalidades artesanas más exquisitas de Canarias. Su talante emprendedor, su extraordinaria memoria, su charla amena y su generosidad a la hora de trasmitir sus conocimientos y de brindar todo lo que poseía, hicieron que buscase su compañía en cuanto tenía ocasión. Con ella aprendí un oficio pero también la responsabilidad de saber que había que trasmitirlo para que se perpetuase, y otros muchos valores que adornaban su persona y que, ojalá, yo sea capaz de poseer.

 

La maestra de la seda Doña Bertila y su familia.

Dña. Bertila con sus hijas Ángeles Rosa, Blanca y Elena, herederas del oficio de su madre

 


Su marcha nos deja un vacío que difícilmente lograremos rellenar. La Palma y Canarias han perdido a una de sus más admiradas maestras artesanas dentro y fuera de nuestra región. Sirvan estas líneas como un sentido y sincero homenaje no sólo a Dña. Bertila, sino también para Dña. Maruca su madre, Dña. Adela Calero y todas las artesanas que, en otros tiempos, dedicaron su vida a cualquiera de las labores relacionadas con el obraje de la seda, y que permitieron que este legado cultural precioso y único llegara a nuestros días.


Descansa en paz, querida maestra y amiga.

 

Valle de Guerra, 9 de noviembre de 2009

 

 

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