Revista nº 1041
ISSN 1885-6039

Trashumancia en el Valle de La Orotava.

Miércoles, 17 de Junio de 2009
Mundo Rural de Tenerife.
Publicado en el número 266

Los sistemas de pastoreo trashumante unieron un importante papel en el pasado del Valle de la Orotava. A raíz de su retroceso, la Asociación Pinolere Proyecto Cultural ha desarrollado un proyecto de documentación de dicha cultura ganadera y actividades de revalorización del oficio de pastor.


Mirando hoy el Valle de Arautapala es difícil imaginar numerosos rebaños de cabras, cabreros y perros campando ampliamente por sus tierras. Sin embargo, fue así desde tiempos previos a la conquista hasta hace algunas décadas.

La trashumancia, entendida como el desplazamiento de ganado de unas tierras a otras, se enmarcaba dentro de una cultura campesina dedicada al autoabastecimiento. Ésta representaba un juego de sinergias entre ganadería nómada y sistemas agrícolas, basado en una dilatada experiencia en la adaptación al entorno resultado de siglos de coevolución y complementariedad hombre-medio. La búsqueda de espacios para el pastoreo y la optimización de los recursos del territorio eran el motor de estos movimientos ganaderos. El animal que presidía este sistema agrosilvopastoril era la cabra. Precisamente la especie menos exigente al agua y a los pastos, la más resistente a la influencia del clima y la más apta para migrar por tierras tan escarpadas.



El pastoreo trashumante practicado en el Valle de La Orotava era, como en todas las islas montañosas de Canarias, de cumbre a costa. Se trataba de una trashumancia de dirección vertical y su objetivo era el del aprovechamiento de la producción estacional de los ecosistemas. Los rebaños permanecían en invierno en la costa donde hacía más calor y crecía antes la hierba. Los sitios invernales que se frecuentaban eran los de La Luz. Las Candías, La Güina, San Nicolás, San Antonio, el Realejo Bajo, San Vicente y Rambla de Castro, entre otros.

Cuando se iban agotando los pastos costeros y la primavera traía mejores temperaturas, los cabreros y sus animales emprendían un camino hacia la cumbre que a veces se detenía por un tiempo en medianías. Allí, por el frío, las plantas retrasaban su desarrollo y aún conservaban un buen nivel nutritivo cuando llegaban los ganados. Además, era posible aprovechar algún manchón, nombre con el que designan a las huertas destinadas al cultivo de plantas forrajeas, como por ejemplo la avena. Los 'altos' del Valle, las cumbres de la cordillera Dorsal y las tierras pertenecientes a Las Cañadas del Teide representaban los tradicionales pastizales de veraneo, en donde se establecían justo en el momento en que se producía la floración de los suculentos matorrales de cumbre. No obstante, este patrón no era rígido. Había rebaños que permanecían todo el año en la costa; o se movían entre la costa y las medianías: entre las medianías y la cumbre, o incluso, había rebaños que permanecían todo el año en los "altos' del Valle.

Tanto en la costa como en las cumbres se contaban con diversos asentamientos; cuevas, corrales y chozas adaptadas por los pastores para encerrar los rebaños. Los desplazamientos podían suponer un día, a lo sumo dos -en el caso de que se realizaran paradas-, sin tener que emplear semanas o meses como representa la trashumancia en la escala continental.

Los flujos trashumantes se encaminaban por utilidad y tradición a través de una retícula de caminos ganaderos que a su vez unían las poblaciones del Valle, arriba y abajo. Todas estas vías iban de mar a cumbre. De ellas destaca el camino de Chasna, la ruta tradicional que permitía comunicar los pastos del Valle de La Orotava con Las Cañadas, los montes y tierras del sur de la isla. Además, estas vías actuaban como canales de comercialización de los productos ganaderos, cuyo bien más preciado popularmente -aún lo es hoy- era el queso de cabra.

Toda esta cultura pastoril supone un importante patrimonio cultural en vías de desaparición, cuyo retroceso comenzó a mediados del siglo pasado. La declaración de Parque Nacional del Teide en 1954 y la consiguiente prohibición de actividad ganadera dentro del mismo, sumado a la masiva labor de repoblación forestal iniciada en la década de los cuarenta por el Patrimonio Forestal del Estado en las zonas altas del Valle, supuso la expulsión del ganado caprino de sus principales pastizales tradicionales, y el fin de la trashumancia estacional. Esto sumado a la paulatina construcción de núcleos de muy distintas características (turísticos, residenciales de desarrollo ortodoxo, núcleos de trama rural de fuerte crecimiento espontáneo, áreas industriales, polígonos de grandes naves comerciales, etc.), ha llevado a que la práctica totalidad de la extensión del Valle esté salpicada por una densa red de vías que soportan a sus márgenes edificaciones, en detrimento de los espacios para el pastoreo.

UNA ACTIVIDAD DESFAVORECIDA

La trashumancia conecta diferentes agrosistemas y ecosistemas, manteniéndolos y permitiendo el intercambio de biodiversidad. ya que el ganado puede funcionar corno vector de dispersión de semillas. Además, evita los daños que el ganado estante produce al terreno, aguas y arbolado -dado que, al propiciar periodos de descanso, evita el sobrepastoreo-. Así mismo, realiza un aprovechamiento eficiente de subproductos agrarios debido a la movilidad del ganado. El pastoreo trashumante establece un uso alternativo del territorio, lo que contribuye a mantener derechos de paso, favoreciendo el desarrollo social y económico de las zonas e integración de la sociedad urbana y rural. El pastoreo es una de las prácticas más antiguas del ser humano; a ella están ligadas tradiciones, estructuras sociales, técnicas de aprovechamiento, arquitectura popular, toponimia, vocabulario y folclore.



Sin embargo, el pastoreo ha sido repulsado históricamente. El oficio de cabrero siempre fue especialmente menospreciado y considerado corno propio de gentes atrasadas o de comunidades marginales. Nunca ha contado con mucho apoyo popular. En el debate sobre los usos del suelo del Valle, la actividad pastoril ha sido muy presionada y relegada, poco a poco, hasta aquellos lugares donde “no estorba" o carentes de interés para cualquier otra actividad.

En nuestros días aún es posible ver cabreros que, como herencia del quehacer de los antiguos sistemas de trashumancia, pastorean pequeñas “islas de verde” en la inmensidad del Valle de La Orotava.
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Comentarios
Domingo, 29 de Enero de 2012 a las 16:15 pm - Gilberto

#01 ¿Esa gente donde vende sus productos?, es que la mayoría de productos que se compran son de procedencia industrial