Revista nº 1041
ISSN 1885-6039

Don Fortunato Barrios Acosta: in memoriam.

Viernes, 02 de Diciembre de 2005
El Baleo
Publicado en el número 81

El pasado día 3 de noviembre nos dejó otro de esos personajes irrepetibles que han dado carácter e identidad a los campos canarios. Ya no quedan ovejeros viejos en La Laguna, probablemente pocos queden ya en el marco de las Islas. El oficio se va perdiendo al paso de las personas que lo ocuparon.



El pasado día 3 de noviembre nos dejó otro de esos personajes irrepetibles que han dado carácter e identidad a los campos canarios. Eufrasio, natural de La Esperanza, era ovejero, profesión heredada de su padre, su abuelo y su bisabuelo, y que le acompañó hasta el día de su muerte, a los sesenta y cinco años. Una profesión recia, como su carácter, forjado a base de pasar años enteros sin más compañía que la del ganado

La vida del pastor, que vemos a menudo como algo bucólico, está llena de momentos de profunda soledad y mucha dureza. Eufrasio pasaba el día con sus animales y, llegada la noche, dormía con ellos. En los días del invierno, cuando llovía mucho, construía o diseñaba unas garitas con lo que tuviera a mano para no mojarse demasiado. Sus perros pastores dormían junto a él. Era un gran criador y entrenador de estos canes, sus perros eran muy apreciados y no dudaba quien quería comprárselos.



Su mujer y alguno de sus cuatro hijos le subían la comida y ropa limpia por la mañana, mientras ordeñaban el ganado. El ordeño se hacía a mano, al igual que el pelado, la lana de sus ovejas no la aprovechaban, la leche servía para hacer el queso.

Su presencia era continuada en las ferias de ganado y romerías; acompañado de su rebaño de ovejas y de sus fieles perros, pasaba la noche por el camino, normalmente por la zona de La Atalaya, hasta el día de la celebración. Por lo que sabemos le gustaba mucho bailar, y otra forma de vida, quizás más cómoda, hubiera sido impensable para él; así vivió tranquilo, hasta que el año pasado alguien lo molestó en su noche solitaria para intentar robarle, cosas de este mundo cada vez más irresponsable, y decidió que eran tiempos de resguardarse en el hogar.

Durante el año mudaba su residencia cuando el clima se complicaba mucho, buscando lugares más cálidos y con pasto. Su gran rebaño (nunca se supo exactamente cuántas ovejas tenía -solía decir que «más de cinco había»-) no estaba marcado, costumbre muy habitual en otras Islas (caso de El Hierro), puesto que en esta zona las ovejas no pastan solas en la dehesa, sino cuidadas por su pastor.

Ya no quedan ovejeros viejos en La Laguna, probablemente pocos queden ya en el marco de las Islas. El oficio se va perdiendo al paso de las personas que lo ocuparon. Muchas veces, desde esta Revista, quisimos ponernos en contacto con él para hacerle una entrevista, pero su estilo de vida nos impidió que nuestro deseo se realizara. Hoy escribimos estas letras a modo de sencillo homenaje, con la pena imborrable de no haber rescatado de su memoria sus saberes.

Fortunato, Eufrasio, murió haciendo lo que siempre había hecho, lo que le gustaba, por eso creemos que ya nunca dejará de cuidar a su rebaño, allí, desde el cielo de los pastores.


Comentarios
Martes, 06 de Diciembre de 2005 a las 20:59 pm - Cirilo Leal

#01 Pocos días antes de su muerte tuve la oportundidad de entrevistar a Fortuna Barrio para un documental sobre los ovejeros de La Esperanza que se emítirá en enero de 2006 en la serie Señas Culturales de Azul Televisión.