Revista nº 1041
ISSN 1885-6039

Don Francisco Javier Hernández González: un centenario de compromiso.

Martes, 06 de Diciembre de 2005
El Baleo
Publicado en el número 82

Don Francisco, cariñosamente conocido como Francisco Chumbo, sobrenombre que le viene de herencia desde sus abuelos paternos, es el personaje de más edad de los entrevistados hasta ahora; el pasado mes de diciembre cumplió los cien años. Con una extraordinaria lucidez nos relató algunos de los apartados más sobresalientes de su vida, llena de trabajo y de ingenio para sobrevivir.




Nació en la Hoya del Camello (La Laguna) en una familia campesina: Mi padre trabajaba en el campo de medianero y también fue carrero (transportaba mercancía en un carro tirado por bestias) y mi madre era gangochera, compraba y vendía, iba a vender a Santa Cruz, a la recova vieja (...), también fue partera y rezadora, curaba la barriga..., se llamaba Socorro, y mi hermana Clotilde estuvo muchos años vendiendo hierbas en la entrada de la recova vieja. De este matrimonio nacieron catorce hijos, en la actualidad quedan cinco vivos: José, María, Concepción, Carmela y yo.


Don Francisco, en la entrada al matadero de La Laguna: un toro de don Bartolo, de unos 500 kilos.

Su lucha por la libertad lo llevó a defender los ideales republicanos en la primera mitad del pasado siglo, lo que motivó un choque frontal con el régimen dictatorial franquista. Esos acontecimientos -envueltos en la más dura represión- están relacionados con la lucha en pro de las libertades, del bien común, llegando a ocupar don Francisco el cargo de Secretario General de la C.N.T a lo largo de unos cuatro años.

En los primeros años de la posguerra fue detenido y condenado: Me hicieron un Consejo de Guerra y escapé, como no me encontraron nada me condenaron a la cárcel de Fyfess (no fue condenado a muerte sino a prisión por sus ideales). También estuve en la cárcel flotante (barco) en Santa Cruz y después me llevaron a Las Palmas; en total unos tres años y medio.

Durante el tiempo que estuvo represaliado coincidió con muchos republicanos amigos y conocidos del municipio de La Laguna, además de personas notables en el panorama político isleño de entonces. Entre ellos destacó la presencia de don Florencio Sosa Acevedo y don Arístides Ferrer.

Don Francisco aprendió a leer y escribir en la cárcel. Así nos lo comentó: Aprendí allí, siempre estaba estudiando, también aprendí contabilidad.... De su estancia como preso político no olvida uno de los acontecimientos más impactantes que quedaron en su conciencia, al igual que la de muchos testigos, como fue el fusilamiento de compañeros: Cogían a un grupito y se los llevaban, allí los fusilaban (...), recuerdo a muchas amistades, unos fusilados y otros desaparecidos.

Para ganarse el pan desempeñó, a lo largo de los años, diferentes trabajos que le fue ofreciendo la vida: Trabajaba en lo que fuera, en el campo como cabuquero en la galería del Boquerón (Valle Guerra) y también fui rematador de la galería; llegué a trabajar de albañil y como criador de pollos, tuve un matadero de pollos. Sin embargo, su última y más prolongada profesión fue la de carnicero, marchante de ganado e importador de carne: Por la mañana en la carnicería y por la tarde iba al campo como marchante, las reses las pesaba al ojo y luego en el matadero las pesaban pa cobrar la contribución (...), siempre trabajamos carne del país, pero en un año de escasez tuvimos que traerla de Argentina.


En la fiesta de San Antonio de la Matanza. De izquierda a derecha: su hija Nina, su esposa doña Concepción, don Francisco y don Belisario, amigo de la familia

Su actividad laboral la mantuvo hasta los 85 años, edad en la que se retiró a descansar. Antes de tener las carnicerías -una en el mercado de La Laguna y la otra en La Concepción, en el contexto de una época difícil, de restricciones, persecución...- se llegaron a matar reses cómo y dónde se pudiera: A veces en alguna casa con un cuarto preparado, luego se limpiaba bien; otras veces en otra casa, le pagábamos a esos vecinos, no siempre en el mismo sitio pa que no sospecharan (...), eso era al estraperlo, matábamos reses grandes, toros y hasta dos vacas y los colgábamos en un colgadizo. Tenía mis vendedores, venían las gangocheras de la carne, Juanita, María la de los Moños, Guadalupe..., y la metían en cestas o en seretas cubiertas con un paño, como cuando llevaban algo de regalo, también !as cubrían con fruta pa bajarla a Santa Cruz; por el fielato no podían pasar carne, estaba prohibido, la pasaban escondida o de noche, por otros caminos, siempre esquivando el fielato, los animales vivos no pagaban (...). Cuando nos perseguían se mataba por fuera, todo se vendía, había mucho estraperlo, si la cogían se la confiscaban. Un día, don Maximiliano, cura de La Concepción, le dijo a mi mujer que nos dejaba un cuarto que estaba vacío en la Casa Parroquial para que pusiera allí la carnicería, yo creo que él quería comer carne fresca.

De ese modo, el negocio quedó instalado en La Concepción durante unos cuarenta años, trabajado por don Francisco y su hija Eloísa, conocida por Nina, ya que su esposa había fallecido por esa época. Una vez estabilizada su actividad, los animales eran sacrificados en el matadero municipal de La Laguna, situado en las proximidades de la recova de la ciudad: Allí el veterinario las reconocía antes de matarlas, si no servían se quemaban en el Barranco de la Carnicería, el que está detrás de la recova."

Las pieles también se vendían a la fábrica de curtidos que había en Santa Cruz: A veces le encargábamos zapatos resbalones y los traían; eran como las lonas pero en zapatos, la parte de arriba era de piel fina, como de cabra o conejo y la suela era de las partes duras de la vaca.

Cuando hablamos con una persona de tan avanzada edad, sentimos curiosidad por saber cómo llegó a conocer a la persona con la que compartió su vida y formó su familia. Don Francisco nos comentó: Conocí a mi mujer bajando leña del monte, era en el Monte de Aguirre, sacando la leña sin camino pa que la recogiera un camión (...), hablé con ella en la misa de doce, en La Concepción, y después fui a hablar con la madre.

Don Francisco nos facilitó una fotografía, de notable valor histórico, donde, en su opinión, aparecen quienes fueron, en el siglo pasado, "los tres carniceros mayores de Tenerife": don Armando Barroso, de Santa Cruz; don Manuel Díaz (conocido por Patarrajada), de Tejina; y el propio don Francisco Chumbo, nuestro personaje de La Laguna.


De izquierda a derecha: don Armando, don Manuel y don Francisco




Este artículo ha sido previamente publicado en el número 25 de la revista El Baleo, editada por la Sociedad Cooperativa El Campo La Candelaria, en junio de 2005.

Comentarios