De 1671 a 1674 está sin destino; pero vuelve a Moya como cura hasta que, un año después, pasa a serlo en Arucas. Allí destaca por su personalidad intelectual y por su labor cultural: impulsa la finalización del templo parroquial; potencia las cofradías de la Vera Cruz y el Santísimo Sacramento, a la vez que funda las de la Soledad y la de San Miguel; renueva la Semana Santa; cultiva la música y el teatro entre sus feligreses, ayudado por el franciscano aruquense fray Francisco Delgado, autor de loas y autos. Aficionado también a la pintura. Mantuvo siempre su interés por el estudio y la lectura y reúne una amplia biblioteca en donde había obras de filosofía y teología, de oratoria y de moral, de literatura, historia y biografía. De su, al parecer, amplia producción, solo se han podido conservar: Memoria de los curas habidos en Arucas, inédita y continuada por los curas habidos en Arucas hasta el siglo XIX, y De República Christiana, sobre Derecho Canónico, rescatada en 1979 por Francisco Caballero Mujica. Hacia 1841 existía aún una Conquista de las Islas de Canaria con el título: Memorias del bachiller José Mateo de Castro sobre la conquista de Canarias y costumbres de los antiguos moradores.