El sábado 28 de junio de 2025, en la novena edición del festival Artebirgua Literario. Letras en las Cumbre (Juncalillo, Gran Canaria), se estableció una mesa de investigación literaria bajo el nombre de Poética femenina canaria (segunda edición, en colaboración con la Academia Canaria de la Lengua-ACL). La iniciativa es acercar de manera divulgativa a tres mujeres poetas de diversas épocas, desde las más antiguas a las más actuales. Entre los participantes, José Miguel Perera, colaborador de la ACL, centró su intervención en la autora Fernanda Siliuto; Cecilia Domínguez Luis, académica de la institución, abordó la figura de Pilar Lojendio; y, junto a ellos, Sandra González Reina (conocida artísticamente como Margullito) acercó la poética de la artista lanzaroteña Lana Corujo.
A continuación, aportamos el texto de esta última intervención con el objetivo de seguir dando hueco a voces jóvenes canarias de interés, como es el caso de Corujo, y concretamente sobre una de sus vetas creativas: la poesía.
Dentro de este encuentro sobre Poética femenina canaria vamos a tratar la figura de Lana Corujo, artista nacida en 1995, ilustradora, autora, editora y promotora cultural de Lanzarote, concretamente del municipio de San Bartolomé, que cierra este bloque literario como la voz más joven de la mesa. En esta ocasión, resaltaremos su faceta como poeta a través de su primer poemario Ropavieja, publicado en 2021.
Antes de adentrarnos en esta obra, por hacer un repaso chico sobre su biografía, podemos decir que a los dieciocho años Lana deja la isla de Lanzarote –como tantos jóvenes canarios que se encuentran en esta misma situación– para formarse como ilustradora en Madrid y en Francia. En 2020 participa en la antología Diarios del encierro, una recopilación de textos escritos durante el confinamiento. En 2021 vuelve a Lanzarote donde trabaja como diseñadora en el llamado Estudio Gofio y crea una pequeña editorial de literatura escrita por mujeres denominada La Carmensita. En ese mismo año se publica el poemario que hoy abarcaremos, un año después Nueve dos ocho y, finalmente, este año 2025, su primera novela, la exitosa Han cantado bingo.
Ahora sí, Ropavieja (Editorial Dieciséis), su primer poemario, aunque –como hemos dicho– se publica en 2021, se escribe en 2020, una fecha que, como todos sabemos, está completamente marcada por la pandemia. Y precisamente menciono la pandemia porque esta obra habla de la enfermedad y, sobre todo, de los cuidados. Además, lo hace desde la persona que cuida y no tanto desde la que es cuidada. Lana explora el cuidar desde los límites en los que habita ese sujeto cuidador, en este caso una hija que atiende a su madre enferma. Digo límites porque muchas veces no se fija la mirada en los cuidadores ni en el cariño que también necesitan por la propia dureza del acto de cuidar. Suelen ser unos personajes invisibilizados, relegados a un segundo plano, fuera del foco de atención, y este aspecto es uno de los hechos que interesa del poemario.
Los poemas de Ropavieja, de la mano de los cuidados, tienen como protagonista la enfermedad que se convierte en un personaje cuyo nombre es Caraperro. Lana lo construye teniendo como punto partida una enfermedad muy concreta; pero, realmente, Caraperro puede ser cualquier enfermedad, ya sea física o psicológica.
Por otra parte, Corujo, en su entrevista Canarias, una hora más para leer, comenta que los personajes de este poemario se le aparecían como imágenes en su cabeza. De hecho, la idea inicial de esta obra era que viese la luz en formato cómic, pero ella misma reconoce que la imagen que podía aportar no alcanzaba para representar lo que pretendía, y ahí fue cuando acudió a la palabra. A pesar de esta decisión, creo que es importante hacer hincapié en que Lana Corujo, dicho por ella misma, es una artista que piensa en imágenes constantemente a la hora de crear, por lo que, por mucho que encontremos un poemario, este existe pegadito a la imagen, a pesar de no aparecer de forma ilustrada como en otras ocasiones. Podemos decir que la imagen, sea mental o ilustrada, es una de las señas de identidad de nuestra autora sin ninguna duda. De hecho, el personaje aludido de Caraperro fue una de las ideas que planteó Lana con intención de ilustrar, pero volvemos a la idea del poder y la capacidad que tiene la palabra, pues muchas veces interesa mucho más no definir del todo las creaciones que se proponen y que el lector, por su parte, rellene esos huequitos.
Por otro lado, tal y como afirma nuestra autora a través de la Revista Popper, podemos resaltar también que el poemario está escrito en primera persona para poder definir precisamente las contradicciones que experimenta el yo poético cuidador. No obstante, es solo un recurso literario en este caso y no hay rasgo autobiográfico. Pero sí que es interesante cómo el foco de la cuidadora, desde la primera persona, permite contar la historia de forma mucho más cruda sin que se entienda como un juicio externo y egoísta, como sí que podría ocurrir si estuviera escrito en tercera persona.
Igualmente, este poemario, aunque se establece así de forma clara, es verdad que se entiende como una especie de fábula o cuento, ya que la autora atrapa rasgos propios de la narrativa (personajes, una historia más o menos lineal) y los lleva al terreno de la poesía. Así surge este experimento en el que nace una obra poética concentrada e intensa que cuenta una historia clara sobre una vivencia muy dura dentro de la enfermedad. Corujo la compara con un buchito fuerte de café solo y creo que es una comparación muy acertada con la que definir la fuerza de Ropavieja.
Esta lectura nos abre una puerta común donde muchas enfermedades se pueden ver reflejadas. Lana Corujo destaca y describe un punto compartido en las enfermedades graves: todas nos preparan para la marcha, para irnos, para despedir y para transitar el dolor de lo que sucede. Por eso también la memoria juega un papel fundamental aquí, ya que la cuidadora –hija, en este caso– lucha por que los recuerdos de su madre –persona a la que cuida– no se le pierdan, pues ve cómo esta última va desapareciendo poco a poco a causa de la enfermedad. Esa necesidad de guardar la memoria y conectar a su vez con su madre se materializa a través de diferentes elementos de la vida cotidiana, como es, sin ir más lejos, la comida de la ropavieja. Este momento de unión a través de algo tan normalizado como es la comida se convierte en un elemento muy valioso dentro de la obra, y es además –nos parece– una decisión preciosa.
Otro aspecto interesante es la inversión de los roles entre madre e hija. Ropavieja, como vuelve a aclarar Corujo en su entrevista en Revista Popper, desmitifica la idea que tenemos de los padres –y, sobre todo, de las madres– como personas todopoderosas que no van a tambalear en ningún momento, pero ahí está la vida y los golpecitos de realidad que nos da en este tipo de situaciones. De igual modo, parece que una mujer cuando comienza su maternidad ya solo es madre y el resto de los aspectos de su identidad quedan diluidos en un segundo plano; por lo que es interesante también ver reflejado en este libro cómo las madres fueron hijas de otras madres y cómo siempre buscamos, en cadena, independientemente de la generación, a nuestras madres. Y aún más cuando estamos malitos o en una situación límite como la que se presenta en este caso. Buscamos a nuestras madres, por lo general, para que nos salven, pero las madres también necesitan ser salvadas. Otro aspecto llamativo es cómo no tiene tanta importancia, por otro lado, la edad que posee la hija en la obra poética, pues la tristeza que experimenta es completamente adulta y su rol es, muchas veces, el de una madre para su madre.

Como muestra de lo dicho, y para cerrar nuestro comentario, acerco dos poemitas chicos que representan precisamente este sentimiento de hija-madre que se adentra en la tristeza y madre que también fue hija y, de alguna manera, siempre lo será:
Ahora sé que la adultez
también consiste en aceptar
la vejez de mis padres.
Sé que por las noches, cuando no puedes dormir
te levantas abatida
y buscas a tu madre sin encender las luces
porque no olvidas cuando tú también
fuiste hija.
Y este otro que resulta clave en la obra precisamente por recoger muchos de los aspectos que hemos ido comentando:
Caraperro llora en el salón
y nada consigue domar su pesar.
Caraperro ladra al aire y entonces yo salgo:
acabo frente al moral
meto mis manos, aparto las ramas
y aunque me pincho, tras mi mano meto mi cuerpo
y entro en su interior donde yo también lloro
con mis manos tapando la boca para engullir el dolor.
El moral me acoge, pero también me devuelve, me hace salir
y entonces voy al salón donde Caraperro vomita a mi madre
siendo una niña
que tomo entre mis brazos.
Mi madre llora, pero encuentra en mí un lugar
donde sostener su dolor.
Entonces me mira y sus ojos de bebé-viejo
me dicen
que ahora es ella
la que vive en la palma de mi mano.
Bibliografía
Alfonso Mareschal (2022, 16 febrero). Lana Corujo: «Mi pasión por la literatura viene de las anécdotas que me contaba mi abuela». Revista Popper. https://revistapopper.com/2022/02/16/entrevista-lana-corujo-ropavieja/
Biblioteca de Canarias | Lana Corujo. https://www.bibliotecadecanarias.org/escritores-as/lana-corujo
Letras Canarias | GobCan (29 de mayo de 2025). Canarias, una hora más para leer (T2/E3): LANA CORUJO. [Archivo de Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=AGneaYiIfXo
