En la primera acta del nuevo ayuntamiento constitucional, el 10 de mayo de 1820, se constata la necesidad de dotar al pueblo de una Escuela de primeras letras, conforme a lo establecido para todas las poblaciones del reino en la Constitución de 1812. Así surge la Escuela de niños n.º 1, cuyo primer titular fue el presbítero Pantaleón de los Ríos (hasta entonces Francisco Lorenzo y Vázquez), y que tuvo su primera sede en un cuarto del lado sur de la iglesia.
Después, en 1837, se crearía la Escuela de niñas nº. 1, cuya primera maestra fue Isabel de Medina y Zapata. Ella siempre contaría con una dotación y prestaciones inferiores, tanto en lo que se refiere a la maestra (cobraba la mitad que el maestro), la llamada amiga o amiguita de niñas, como a las alumnas.
Algo más tarde se creó la escuela del campo, que atendía a los niños de Juncalillo, Barranco Hondo de Arriba y Barranco Hondo de Abajo. Las razones dadas por el ayuntamiento fueron la lejanía y la considerable población que en ese entonces habitaba en aquellos pagos. Pero a nadie se le escapa que también era una forma de aplacar los deseos de anexión al pueblo de Artenara, cuando no de constituirse en municipio independiente. Deseos alentados desde Guía con el fin de disminuir la superior población galdense, una de las razones esgrimidas por esta municipalidad para ser cabeza de partido.
Hubo que esperar al siglo XX para que se creara la Escuela n.º 2, o del extrarradio, cuya primera sede estuvo en el Lomo de San Antón, que con los años sería la n.º 2 de San Isidro. El maestro, en este caso, recibía como sueldo la mitad que el del pueblo y, como curiosidad, encontramos una petición del mismo, en 1920, Juan Rodríguez, que secundan los padres de los alumnos, en el sentido de que se vuelva al horario corrido, suspendido recientemente en favor de la jornada partida, con el fin manifiesto de que los niños pudieran ayudar durante la tarde a los padres en las labores agrícolas y ganaderas ligeras.
Con el desarrollo de los diferentes núcleos poblacionales del barranco, la escuela se trasladó a diferentes ubicaciones, como Marmolejos, hasta que definitivamente, fue a parar a San Isidro. También hubo, posteriormente, una Escuela de niñas de Taya, que mantuvo esta denominación hasta después de encontrarse ya en el barrio labrador, que vino a conformarse como hegemónico conforme avanzaba el siglo.
El advenimiento de la II República supuso un intento de revolución en la enseñanza. Se proyectaron miles de escuelas por todo el país. En el caso de Gáldar, en 1931, se aprobó la construcción con prioridad de un grupo de dos escuelas de niños y dos de niñas en San Isidro, además de otras en Sardina, La Montaña, Saucillo, Caideros, Barranco Hondo o Juncalillo. En 1934 se presentaron los planos, firmados por el arquitecto Fernando Delgado de León, de las escuelas de San Isidro, pero con la sublevación franquista y la Guerra de España, todos estos proyectos se pararon durante más de una década. A fines de los cuarenta, con los mismos planos, se inician las obras, y en 1952 se inaugura el grupo escolar junto a la plaza, que en alguna publicación oficial llaman todavía de Taya. Previamente, los maestros habían impartido sus clases, como era común, en casas particulares, como fue el caso de doña Josefa, en la carretera, donde después habitaron Juan Diepa y mana Pepa.
De estos primeros tiempos, la maestra más recordada es doña Josefa Suárez Taisma, de quien se dice que enseñaba mucho, que era muy seria y estricta. También se recuerda con admiración su capacidad de trabajo personal y su don para implicar a todo el barrio en proyectos simbióticos con la escuela. El coto escolar, en terrenos cedidos por el ayuntamiento donde hoy está la guardería municipal; la rondalla, que posteriormente, con la participación capital de Santiaguito Machín, dio lugar a dos que aún perviven: Santa Cecilia y Harimaguadas; el cuadro artístico, en el que también participaban algunos niños, que llevó por la geografía insular la puesta en escena de obras populares en la época y otras cuya autoría corresponde a la propia maestra, son algunas de las realidades que complementaron la enseñanza elemental y sirvieron de asueto y cohesión a los habitantes del entonces joven y pujante principal barrio del municipio.
Don Francisco Vega Pérez impartía sus clases en una dependencia de la Casa CIEL, discreto, bondadoso y con algunos métodos particulares que desvelaremos. Y sus quejas al ayuntamiento porque llevaba un mes sin agua y no podía repartir la leche en polvo… Don José Rodríguez Quesada es recordado con un nombrete que se perpetuó por generaciones, quizá ignorantes ya de su origen, un término de uso poco común en la zona al que era muy aficionado, de palabra y de obra.
El coto escolar estaba en el barranco de la Anconada, frente al corral de Juan Yepa (Diepa), un huerto rodeado de tarajales, ahora moribundos, junto a la fábrica de bloques. Y su finca de El Palomar, donde los chicos recortaban garepa y los grandes entrastaban…Chiquillos sentados en el suelo o en bancos que traían de la casa, pizarrines, palilleros y rosario los sábados por la mañana… Después se hicieron las cuatro escuelas nuevas, a ambos lados del barranquillo. Algunos de los maestros de esta época son José Juan García Batista, que comenzó a dar clases de bachiller hasta que se abrió el Instituto de Gáldar, secundado después por Margarita Machín Mateos, Mari Delia Bolaños Oliva y Juan Vega Mateos, artífice del triunfo como Campeonas de España del equipo de baloncesto femenino en 1970.
Más tarde, con el aumento de la población, vinieron las aulas dispersas por garajes y salones, hasta que se inauguró el Colegio del Roque. Imposible recordar aquí a todos los maestros que en estas últimas etapas formaron a tantas generaciones de chiquillos, desde Barrial hasta El Agazal.
Y, por último, la separación en tres colegios: Los Quintana, San Isidro y Barrial. Pero esto es ya historia reciente y actual.