Parece que don José de Viera y Clavijo no tuvo a mano la Cuarta parte del Templo militante de don Bartolomé Cairasco de Figueroa, pues no lo cita al tratar de las “Piedras de los ojos”. Cairasco cita las “piedras de ojo de Canaria” en un catálogo de virtudes, vegetales y minerales, que transcribo.
En el libro Novelerías sobre Bartolomé Cairasco de Figueroa (2019), reseñé las referencias que muchos autores hicieron de la obra de Cairasco, como fuente de lo que trataban, como autoridad, en temas de Religión o de Historia. Allí aparecen las referencias que presenta don José de Viera y Clavijo sobre Cairasco, en las páginas 174-182. Dichas referencias se pueden leer en Noticias de la historia general de las islas de Canaria. También cita a Cairasco en el Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias, en la entrada “Montaña”. Se refiere a la montaña de Doramas: “Hállase situada entre los pueblos de Teror, de Moya, y Guía, distante cuatro leguas de la ciudad capital; y de ella se han hecho pomposas descripciones, sobresaliendo las poéticas del célebre D. Bartolomé Cairasco”. Donde más cita a Cairasco Viera y Clavijo es en Extractos de las actas del Cabildo de la Catedral de Canarias (1514-1791), donde aparecen reseñadas muchas de las actuaciones del canónigo Cairasco en aquella institución.
José de Viera y Clavijo, en Noticias de la historia general de las islas de Canaria (tomo primero, Madrid, 1772), en el Prólogo, cita a Cairasco1 de la siguiente manera:
-“Ninguno de estos historiadores, aunque numeremos entre ellos a Don Bartolomé Cairasco de Figueroa y a Don Cristóbal Pérez del Cristo; aquel por los muchos y elegantes versos que compuso en elogio del clima canario, de sus ilustres conquistadores y de sus acciones prodigiosas; y este por su erudito tratado de las Excelencias de nuestras Islas, ninguno de estos, digo, tuvo noticia de la plausible historia francesa de Juan de Bethencourt el Grande, y de sus heroicos compañeros, que hicieron las conquistas de nuestras cuatro Islas menores”.
-En el Libro primero, párrafo “VII. Descripción que hace Plutarco de ellas” (pp. 21-22), Viera acaba el párrafo del siguiente modo: “todo esto no hay duda que se halla en las Canarias, y que nuestro Don Bartolomé Cairasco supo en el Arco de la Fama, combinar la fábula con la verdad”. Una llamada nos lleva a pie de página, donde transcribe, las octavas 79-80 del Canto XV de la traducción hecha por Cairasco de la Jerusalén libertada de Torcuato Tasso2.
-En el Libro segundo de Noticias de la historia general de las islas de Canaria (tomo primero, Madrid, 1772), párrafo “I. Origen fabuloso que los historiadores atribuyen a los primitivos habitantes de las Canarias” (p. 120), al hablar Viera de la opinión de haber venido a las Canarias “algún destacamento de aquellas diez tribus de Israel”, hace una llamada a pie de página, donde afirma: “Don Bartolomé Cairasco de Figueroa en su célebre Canto a la Venida del Espíritu Santo, se tomó la gran libertad poética de contar a los antiguos habitantes de nuestras Islas entre los judíos, dispersos por las naciones, que se hallaron el día de Pentecostés en Jerusalén”. Cita a continuación los versos 1-2 de la octava 70 de la Fiesta de Pentecostés, indicando solamente que se encuentran en “Templ. Militant.”3.
-En el libro segundo, párrafo “III. Sus figuras” (p. 126), afirma Viera que lo “naturales de la Gran Canaria parecían bien hechos, llenos de un brío noble y de una sólida marcialidad; y aunque las personas del otro sexo eran trigueñas, no dejaban de ser hermosas y tenían los ojos negros y rasgados”. Una nota a pie de página dice escuetamente “Cairasc. pág. 283”, que se corresponde con el canto titulado “Canaria”, de la fiesta de san Pedro Mártir, que cita varias veces Viera. Se refiere a los versos 19-21 de la estancia quinta (p. 284): “Eran de mucha gracia las mujeres, / algo morenas, bellas y piadosas, / honestos ojos, negros y rasgados”.
-En el párrafo siguiente (“IV. Su carácter”, p. 128), afirma: “Por el contrario, los canarios parecían alegres, ágiles, ingeniosos, complacientes, bravos, de una veracidad inexpugnable, según Cairasco”. Se vuelve a remitir a “Cairasco, pág. 283”.
-En el Libro segundo, párrafo “VII. Digresión sobre el Árbol del Hierro” (pp. 144-145), escribe Viera: “Y véase aquí también por qué nuestro Don Bartolomé Cairasco, que era Poeta, hablando del Árbol del Hierro, no quiso usar de expresiones más pomposas que de las siguientes. Transcribe a continuación parte del verso 6, el 7 y el 8, de la octava 34 de “La Purificación de Nuestra Señora” (“… y el Hierro la postrera, / donde destila hoy día el árbol santo, / que los antiguos veneraron tanto”), anotando que están tomados de “Cair. Templ. Milit. Día 2 de Febr.”. Continúa Viera: “Dijo que destila hoy día, porque Cairasco escribía en 1602, y la ruina del Árbol no sucedió hasta diez años después, en que un recio huracán robó a los Herreños, y a todas las Canarias aquella preciosa posesión”.
-En el Libro segundo, párrafo “XXII. Descripción de la Montaña de Doramas” (p. 207), comienza Viera del siguiente modo: “No hicieron tan conocido a Doramas estas cualidades ilustres, como la agradable selva donde fijó su habitación, cuyos primores describió nuestro Don Bartolomé Cairasco de Figueroa en sus esdrújulos”. Remite a una nota a pie de página que dice: “En Carta al Lic. Matheo de Barrio, vecino de la Isla de la Palma4; y en una Comedia dedicada a la venida del Ilustrísimo Don Fernando de Rueda, Obispo de Canaria año de 1581”.
-En el tomo segundo (Madrid, 1773), en el Libro séptimo, párrafo “XLVII. Última rendición de la Gran Canaria” (p. 97), Viera habla del día de san Pedro de Verona, cuando ocurrió el hecho que narra, “por cuya circunstancia, y la de llamarse Pedro el General, se puso toda la Isla de la Gran Canaria bajo el Patronato de aquel mártir”. La llamada a pie de página dice: “Para celebrar todos los años la memoria de este ilustre acontecimiento, van los Cabildos Eclesiástico y Secular al Convento de los Religiosos Dominicos, donde se hace una Procesión, en que se lleva el mismo Pendón que usó durante la Conquista la gente de a caballo. El Poeta Cairasco lo cantó así”. Siguen los versos 72-84 (13 versos) de la estancia 5 del canto “Canaria”, de la fiesta de san Pedro Mártir, tomados del “Templ. Milit. Día 19 de Abril, pág. 283”. Vemos que pone “19” en lugar de “29”; los versos se encuentran en la página 285 (no en la 283, que es donde comienza el canto “Canaria”) de la edición de 1613 y de 1615 (en la de 1609, están en la página 75).
-José de Viera y Clavijo, en Noticias de la historia general de las islas de Canaria (tomo tercero, Madrid, 1776), en el Libro decimotercio, párrafo “II. Idea del estado de la Gran Canaria, Palma y Tenerife, a principios del siglo 16. Sus Gobernadores, sus Ciudades y Pueblos” (p. 112), comienza: “Ya la Gran Canaria se envanecía de aquellos ilustres apellidos de sus Conquistadores y Pobladores, de que llenó después su famoso Templo militante el Divino Cairasco, hijo y poeta suyo”. Remite, en nota, a la página 283 de la obra de Cairasco5.
-En el Libro decimotercio (tomo tercero), párrafo “XXIII. Del Gobernador de Canaria Alonso de Alvarado: Invasión de Drake en aquella Isla: resistencia gloriosa” (p. 174), dice: “Tal fue la honrosa defensa de Canaria, de que dio cuenta a Felipe III la Real Audiencia, y que celebraron en sus Poemas dos Autores ilustres, Lope de Vega en su célebre Dragontea, y nuestro Don Bartolomé Cairasco en su no menos célebre Templo militante”. Una nota a pie de página nos aclara que Cairasco habla del tema en “Templ. Milit. pág. 283”. Hay que aclarar, como en el párrafo anterior, que se trata del canto titulado “Canaria”, de la fiesta de san Pedro Mártir, que se halla en la Segunda parte de la obra de Cairasco.
-En el Libro decimotercio (tomo tercero), párrafo “XVI. La Gran Canaria invadida por la Armada de Holanda: circunstancias de este suceso” (p. 184), Viera refiere que para responder a las demandas de Vanderdoez se nombraron dos diputados: “el célebre Don Bartolomé Cairasco, Canónigo Dignidad; y Antonio Lorenzo, no menos célebre capitán de Milicias. Cairasco encontró a Vanderdoez alojado en su propia casa, que era donde está hoy en día el convento de Santa Clara".
-José de Viera y Clavijo, en Noticias de la historia general de las islas de Canaria (tomo cuarto, Madrid, 1783), en el Libro decimosexto, párrafo “XLV. De Don Francisco de Ceniceros trigésimo-cuarto Obispo” (p. 106), acaba un elogio del obispo con estas palabras: “Varón célebre y hombre preeminente le llama Cairasco”. En nota a pie de página señala que así se le llama en “Templ. Milit. part. 2, pág. 101 y 184”. Habrá que entender, para el primer apelativo, Primera parte, p. 34; y para el segundo, Tercera parte, y en la página que indica.
-En el Libro decimoséptimo (tomo cuarto, Madrid, 1783), párrafo “XXV. Noticias de la Iglesia Catedral de Santa Ana de la Gran Canaria” (p. 285), señala Viera y Clavijo que la catedral es “verdaderamente magnífica y hermosa, si estuviese concluida”. Hace una llamada a pie de página, donde transcribe los versos 21 al 24 de la estancia 10 del “Discurso segundo” de la Primera parte del Templo militante6.
-En el Libro décimo-octavo (tomo cuarto, Madrid, 1783), párrafo “LII. Fundación del Convento de Religiosas Bernardas de Canaria” (pp. 440-441), al hablar del monje benedictino fray Pedro Basilio de Peñalosa, dice Viera: “el mismo que, intitulándose Calificador del Santo Oficio de Canaria, fue uno de los Aprobantes del Templo militante del Divino Cairasco, deudo suyo, y de quien hizo este Poeta singulares elogios en aquella obra. En nota a pie de página transcribe Viera once versos, que se corresponden con los versos 1-9, y 12-13, de la estancia 6 del Discurso Segundo de la Primera parte del Templo militante: “Disc. 2, pág. 10”. En las ediciones de 1613 y de 1615, los versos se encuentran en la página indicada (en la edición de 1602, los versos están en la página 19r; y en la de 1603, en las páginas 30-31). No indica Viera que se leen en la Primera parte. El verso 9 lo acaba con la palabra “Evangelio”
-En el Libro décimo-octavo (tomo cuarto, Madrid, 1783), párrafo “LXII. Fundación del Convento de Santa Clara de Canaria” (p. 457), cita a Cairasco, al señalar que dicho convento se instaló en 1664 “en las casas que fueron del célebre Canónigo”.
-En el Libro décimo-octavo, párrafo “LXXVI. Del Venerable Pedro de Betancourt, y pretensiones de fundar en Canarias los Betlemitas” (p. 497), al hablar de Villaflor7 de Tenerife, anota Viera a pie de página que el nombre de la población es transcrito de esa manera por Núñez de la Peña, “pero Don Bartolomé Cairasco lo llamaba Miraflor, y da la razón en estos versos”8.
-En el Libro décimo-octavo (tomo cuarto, Madrid, 1783), párrafo “LXXVIII. Apéndice sobre las Fiestas públicas” (p. 507), habla Viera de los funerales reales; de los celebrados en honor de Felipe II, dice: “Lo mismo se practicó a la letra en las [honras fúnebres] del referido Monarca Felipe II en Abril de 1599”. Al pie de página transcribe los cuatro primeros versos del poema “Escurial”, que se leen en la Tercera parte del Templo militante, como un apartado del canto a san Laurencio. Y lo hace señalándonos dos cosas: cómo debe leerse la última palabra del primer verso (“lugúbre” y “no su usual pronunciación esdrújula, “lúgubre”), y que los endecasílabos blancos del canto tienen rima interna. Dice Viera en el texto: “Lo mismo se practicó a la letra en las [honras fúnebres] del referido Monarca Felipe II en Abril de 1599”; y en la nota a pie de página:
Las Honras que la Catedral de Canaria celebró en la muerte de Felipe II tienen asegurada su perpetua memoria en el Templo militante del Divino Cairasco, quien las cantó en la parte 2 [sic], pág. 181, con aquellos versos que empiezan:
Canto la funeral pompa lugúbre
Que a todo el orbe cubre = de lamento:
Y el Sacro monumento = suntuoso,
Que en tono lacrimoso = y pena varia
Levantó Gran Canaria = al Gran Monarca,
Felipe, que en la barca = etc., etc.
-Dedica Viera y Clavijo, en el Libro decimonono de sus Noticias (tomo cuarto, Madrid, 1783), un primer apartado a la “Biblioteca de los autores canarios”. En las páginas 535-540 se encuentra la entrada “Cairasco de Figueroa”: “Autor bien conocido en el mundo literario y Parnaso español por el renombre de divino poeta, y primer inventor de los esdrújulos”. Da datos sobre su vida y sobre las actuaciones en los ataques de los piratas, su actividad de músico (“tan diestro, que cuando tañía la guitarra, se dice que suspendía a los oyentes”); y poeta. Referencia las ediciones del Templo militante; habla de los elogios poéticos que se encuentran en los preliminares de la Primera parte del Templo militante, debidos a Bernardino de Palenzuela Jiménez, Gabriel Gómez de Palacio, Gonzalo Martín de Flores y Antonio de Viana (que transcribe). Continúa hablando de sus otras obras: la citada por Gil González Dávila: Relación que escribió… sobre la invasión de Francisco Drake en Canaria; la traducción de la Jerusalén libertada de Torcuato Tasso, aludiendo a “la bella adición que el Traductor creyó debía hacer a aquel Poema original en el canto quinto” [sic, por decimoquinto] de las octavas dedicadas a Canarias. Pasa luego Viera a reseñar el elogio recibido por parte de Cairasco de Miguel de Cervantes. Acaba del siguiente modo: “En fin, fue Cairasco un poeta dotado de ingenio, facilidad, abundancia y fuego; pero no conoció gusto, lima ni precisión. En los esdrújulos fue feliz, y sin embargo a veces era como Sanazzaro, que estropeaba, o inventaba vocablos para salir de sus apuros”.
-En otras obras cita también Viera a Cairasco. Espigaré en algunas. En Los vasconautas (1766), cito por la edición de José Miguel Pérez Corrales (Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2012), encontramos el nombre de Cairasco en la octava 45 (en el Canto III): “al divino Cairasco en un paseo, / de esdrújulos oí la voz sonora” (Vasco es acompañado por Doramas a su Montaña). Al hablar de la Montaña de Doramas, en Los meses, escrito en 1796 y publicado póstumo (véase edición de José Miguel Pérez Corrales, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2012), en “Diciembre. Canto X”, hace una llamada a pie de página en el verso 115, al nombrar a “las nueve hermanas”, donde recuerda que la Montaña de Doramas fue “celebrada por el ilustre poeta don Bartolomé Cairasco”. Sigue en los tres versos siguientes: “en cuyos frondosísimos andenes / se paseó, del numen agitado, / el divino Cairasco tantas veces”. En los Sermones publicados por Julio Sánchez, no cita Viera a Cairasco. Entre los libros citados en su testamento no aparecen obras de nuestro poeta.
Por lo que se ve, Viera y Clavijo conocía la obra Cairasco, pues lo cita como autoridad en diversas ocasiones. Sin embargo, no lo hace cuando en su Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias habla de
Piedras de los ojos (Lapides chelidonii, Bomar). Son unas piedrezuelas, que los naturalistas llaman piedras de golondrina, en francés, pierres d’hirondelle. Son pequeñitas, de media figura lenticular, parecidas a las que nombran ojos de cangrejos, sumamente lisas y tersas, de color anaranjado. Encuéntranse en las arenas de la isla de Lanzarote, y de la isleta de la Alegranza. Se les ha dado el nombre de piedras de los ojos, porque metidas bajo los párpados, los limpian de cualquiera cuerpecillos extraños que los incomodan, cuya propiedad consiste en la gran pulidez de su superficie, que deslizándose por el globo del ojo con toda suavidad, lleva consigo los más ligeros átomos. Esta virtud ophtálmica, conocida en Lanzarote, tiene desde lo antiguo la misma reputación en los países de la Europa, donde dichas piedras no dejan de ser raras. Valmont de Bomare asegura que no se hallan en Francia sino en las grutas de la montaña de Sassenaje, junto a Grenoble en el Delfinado. Los naturalistas no están convenidos sobre la naturaleza de esta producción. Wallerio las miraba como unos granos finos de ágata, pero otros, con más verdad, las reputan por unas de aquellas conchitas, conocidas con el nombre de opérculas. Plinio, y otros antiguos, creían que solo se encontraban en el estómago de ciertas golondrinas, de donde les ha venido el nombre.
Cairasco cita el elemento de otro modo: “piedra de ojos”, en la estancia n.º 5 de la dedicatoria al Duque de Lerma de la Cuarta parte del Templo militante, dentro de un extenso catálogo de virtudes, a quienes asocia un vegetal y un mineral. Treinta y una son estas referencias. Transcribo las estancias 2-5 de la dedicatoria, que es una presentación de la Cuarta parte, y, a su vez, del primer santo de este libro, san Remigio:
2 Entraron las católicas virtudes9
en su sagrado templo, el primer día
del mes de otubre, cuando ya las nubes
comienzan a esparcir perlas y aljófar,
que purifican la región del aire,
y fertilizan de la tierra el seno.
Entraron adornadas ricamente
de extraordinarias nuevas invenciones,
de galas y bordados nunca vistos.
Llevaba cada una una guirnalda
sobre el rubio cabello que hace ultraje
al oro, que la Arabia feliz cría10,
compuesta, con gran arte, de las hojas
del árbol apropiado a cada una;
y entre las mismas hojas iban piedras
de incomparable precio, que así mismo
representaban sus efectos varios.
3 La caridad llevaba una corona11,
como reina de todas las virtudes12.
De la amorosa yedra eran las hojas13,
todas bordadas con perfiles de oro,
y en medio un gran rubí de cada una.
La fe, porque sin ella no hay victoria,
iba de blanca palma coronada,
y en cada punta de las hojas blancas
resplandecía un lúcido diamante.
La elevada esperanza lleva puesta
del siempre verde lauro laureola14,
con áurea cinta llena de esmeraldas,
porque espera alcanzar el oro eterno,
que en el empíreo cielo resplandece.
4 Mostrose la justicia laureada
con las hojas de til, árbol más alto
después de la alta palma, y más derecho
que tiene la gran selva de Doramas.
Llevaba en la guirnalda un gran carbunco,
que de noche da luz; que a la justicia
no la ha de obscurecer nublado alguno.
Coronose de roble fortaleza,
que de todas las plantas es más fuerte.
Prudencia, de las hojas del manzano,
que del bien y del mal la ciencia arguye15,
está con una cinta de zafiros,
cuyo color imita al de los cielos,
con otra, aquella de pantarbes finas,
cuya fuerza a sí atrae las otras piedras16.
Compuso de las hojas del naranjo,
porque templa la cólera su fruto,
la sobria temperancia su guirnalda,
y en cada hoja puso una amatista,
que es contra la embriaguez imperiosa17.
5 Mostrose la constancia laureada
de las hojas del fresno siempre verde,
con la elitropia, amiga de constantes18,
y llevaba la ciencia una guirnalda
de celidonia, que la vista esfuerza,
con el jacinto, que el ingenio aviva;
la cristiana osadía, una diadema
de la yerba artemisa, y, por medalla
la piedra jaspe, que el vigor augmenta.
La castidad y cándida pureza19
de blancos lirios iban coronadas,
hojas de palo blanco entretejidas;
asidas al cabello las coronas
con ricos hilos de orientales perlas20.
Y la conformidad y la concordia,
con hojas de olmo y parra encadenadas,
bordadas de finísimos granates,
que es símbolo de entrambas la granada.
Iba la vigilancia cuidadosa
con laura de las hojas amarillas,
que están del mirasol a la redonda,
do por medalla va la piedra acates.
Ciñen las sienes de la penitencia
las hojas de aquel árbol que destila
la mirra amarga, y en alguna de ellas
la piedra nicolaus de color pálido,
que a quien la trae aflige y entristece.
Del terebinto, que sus ramos tiende21,
la liberalidad hizo guirnalda,
y una piedra de sangre puso en ella,
por ser el liberal siempre sanguino.
La humildad hizo laura del hisopo,
yerba la más humilde, y fue la piedra
la imán, que siempre está mirando al Norte.
La nocturna oración de buenas noches,
que dan la blanca flor, hizo diadema.
Y la diurna de los buenos días,
que dan las flores de color celeste,
aquella la adornó de piedra lumbre,
y esta de piedras de ojo de Canaria22.
La victoria del árbol de la vida
adornada salió, y la piedra cándida23.
Y en medio de ella escrito el nuevo nombre,
que dice Joan en el Apocalipsi.
Salió la buena fama coronada
de las hojas del bálsamo y amomo,
y la turquesa en ellas engastada,
que es piedra que preserva de caídas;
coronada de encina la paciencia,
con la piedra de toque en la guirnalda.
La abstinencia del drago trae las hojas,
árbol que sin substancia se sustenta,
y el pálido topacio en ellas puesto.
La suavidad, dulzura y mansedumbre
llevaban las guirnaldas de pimpollos
de cañas dulces, con azúcar piedra.
Lleva la soledad yerba de risco
por laura, con diamantes de la roca,
porque resiste a grandes tempestades.
Memoria de la muerte el ciprés lleva,
con memorias de oro entretejidas24;
y la sabiduría, todas cuantas
hojas y piedras quedan referidas.
Y la perseverancia, finalmente,
de las hojas del cedro en la corona
llevaba un crucifijo por empresa,
que en fin la más perfeta piedra es Cristo.
Los versos que acabo de presentar (endecasílabos blancos, o sea, sin rima alguna) forman un catálogo de virtudes, vegetales (plantas y flores), y minerales (piedras de valor). De las 45 virtudes que cantan en la Cuarta parte del Templo militante, solamente seis aparecen en este catálogo (abstinencia, temperancia, concordia, ciencia, perseverancia y mansedumbre). De la Primera parte (con 36 virtudes cantoras), hay 10 virtudes en este catálogo (triunfo de la fe, caridad, paciencia, vigilancia, suavidad, mansedumbre, pureza, castidad, constancia, prudencia y soledad). De la Segunda parte (con 61 virtudes cantoras), hay 11 en este catálogo (fortaleza, prudencia, fama, justicia, esperanza, sabiduría, humildad, triunfo de la fe, abstinencia, penitencia y perseverancia). De la Tercera parte (con 68 virtudes cantoras), hay 8 en este catálogo (caridad, penitencia, osadía, fama, dulzura, dichosa osadía, soledad y constancia).
Notas
- Las citas de versos de Cairasco son más largas en el borrador de la obra. Cioranescu y Régulo Pérez, en la Introducción de la edición de la obra de Viera, dirigida por Elías Serra Ràfols (1950), indican que han considerado útil reproducir lo que no aparece en la edición de Viera (p. CXVIII de “VI. Historia del texto y normas de edición”).
- El considerar que “el Arco de la fama”, que Abreu Galindo prometía a Cairasco, era una obra del canónigo es error de Viera. Este error lo corregirán Luis Maffiotte, Somar (anagrama de Ramos: Rosendo García-Ramos y Bretillard) y Cioranescu, entre otros.
- "Getulia, Mauritania, Berbería / las Islas Fortunadas importantes”. “La gran libertad poética” parece que es de Alonso de Ercilla. Véase La Araucana (Segunda parte, 1578), Canto doceno, oct. 38: “Mira por el Oceano bajando / entre el húmido Noto y el Poniente / las Islas de Canaria, reparando / en aquella del Hierro especialmente; / que falta de agua la natura obrando / las aves, animales y la gente / beben la que de un árbol se destila, / en una bien labrada y ancha pila”.
- En la edición de la obra de Viera, dirigida por Serra Ràfols, se transcribe entera la canción italiana en esdrújulos (pp. 184-185). Le siguen los 32 versos de la comedia dedicada a la venida del obispo Rueda (“Este es el bosque umbrífero…”), precedidos de lo siguiente: “El mismo poeta retocó en otra parte el mismo cuadro, hablando en persona de Doramas”.
- Se refiere al canto “Canaria”, de la festividad de san Pedro Mártir, que se lee en las páginas 283-287 de la Segunda parte del Templo militante, en la edición de 1615.
- Indica que los versos están tomados del Templo militante, “Disc. 2, pág. 10”. En las ediciones de 1613 y de 1615, los versos se leen en la p. 11. El verso 21 lo transcribe con una variante: “Y desde nuestro norte a los antípodas”, en lugar de “que desde…”.
- En la edición de la obra de Viera dirigida por Serra Ràfols se transcribe el término como “Vilaflor”.
- Transcribe Viera los versos 6 a 8 de la estancia 12 de “Nivaria” (introducción al canto de la Virgen de las Nieves), de la edición de 1609 de la Tercera parte del Templo militante, donde efectivamente se lee “Miraflor” (en la de 1618, aparece “Villaflor”).
- El grupo “las católicas virtudes” acaba un v. en la Segunda parte y en la Tercera, y tres vv. en la Cuarta. Comenzando por “entraban”, este v. 1 del grupo 2 de la dedicatoria de la Cuarta parte al Duque de Lerma es igual al v. 2 del grupo 6 de la introducción del Canto de San Mateo (Tercera parte, p. 310). Véanse los vv. 1-2 del grupo 4 de la introducción del Canto de San Josef (Primera parte, p. 262): “Ya por las puertas del sagrado templo / de dos en dos entraban las virtudes”.
- Véase “Manuel Correa del Campo”, “Al autor”: “Ninfas del sacro Betis dilatado... // Oíd a Félix, fénix transformado / en las llamas del Sol, a quien Talía / más que el ave que Arabia Feliz cría / raras plumas vistió de oro inflamado” (en la p. XXXVI de los prelimininares de Soliadas de D. Diego Félix de Quixada y Riquelme dedicadas en 1610 a Don Francisco de Gusmán Marqués de Ayamonte. Publícalas el Excmo. Sr. D. Manuel Pérez de Guzmán y Boza Marqués de Jerez de los Caballeros, Correspondiente de la Real Academia de la Historia. Sevilla, 1887).
- Para el valor de las piedras, véase Jerónimo Cortés, Tratado cuarto de los secretos de naturaleza y efectos maravillosos della (en el Libro de phisonomía natural y varios efetos de naturaleza, el cual contiene cinco tratados de materias diferentes, no menos cuiosas que provechosas, 1598).
- Véase fray Luis de Granada, Tratado del amor de Dios. Segunda parte: “Tercer aviso del cuidado que se debe tener de todas las virtudes. Cap. XIX”: “Porque como la caridad sea Reyna de todas las virtudes, y tenga general señorío y mando sobre ellas (como ya dijimos), conviene que todas estén a punto, para obedecer sus mandados”. Para Cicerón, la reina de todas las virtudes era la justicia (De officiis, VI).
- Véase la entrada núm. 88 del Códice 22.028 de la Biblioteca Nacional de Madrid, en Poesías de fray Melchor de la Serna y otros poetas del siglo XVI, 2001, ed. de José J. Labrador Herraiz, Ralph A. DiFranco, Lori A. Bernard): “[OCTAVAS]”, la tercera octava comienza: “¡Laureles, sauces y otras arboledas / de la amorosa yedra rodeadas”.
- Véase Miguel de Cervantes, Viaje del Parnaso, Cap. III: “Hecho, pues, el sin par recebimiento, / do se halló don Luis de Barahona, / llevado allí por su merecimiento, / / del siempre verde lauro una corona / le ofrece Apolo en su intención, y un vaso / del agua de Castalia y de Helicona”; Poesías sueltas: “Dos sonetos inéditos, dirigidos a Bartolomé Rufino de Chamberí; primer soneto: “¡Oh cuan claras señales habéis dado, / Alto Bartolomeo de Rufino, / que de Parnaso y Ménalo el camino / habéis dichosamente paseado! // Del siempre verde lauro coronado /seréis, si yo no soy mal adivino, / si ya vuestra fortuna y cruel destino / os saca de tan triste y bajo estado”.
- Para la referencia de este v. 11, véase Génesis, 2, 9.
- Véase Historia ethiópica de Heliodoro (1554), Libro VIII: “Porque el nombre de la piedra Pantarbe significa el que todo lo teme; y con todo estos versos os mandan que no tengáis miedo de la violencia del fuego... en el engaste del cual hay una piedra que se llama pantarbe, con algunas letras santas escritas, las cuales (a lo que yo pienso) tienen alguna virtud milagrosa, que da fuerza a la piedra de echar el fuego de sí, y que guarda a los que la traen que el fuego no les puede dañar”; Diccionario infernal (Collin de Plancy, 1842): “Piedra fabulosa a la cual algunos doctores han atribuido la propiedad de atraer el oro, como el imán al hierro. Filostrato en la vida de Apolonio refiere muchas otras maravillas. Dice que su brillo es tal, que hace parecer de día en medio de la noche; pero lo que es más maravilloso aún, es que esta luz es un espíritu que se esparce por la tierra y atrae insensiblemente las piedras preciosas; cuanto más se dilata esta virtud, tanta más fuerza tiene, y todas aquellas piedras de las que se forma una cintura la pantarbe, se parece a un enjambre de abejas que rodea a su rey”.
- Comienza como este v. 20 del grupo 4 de la dedicatoria al Duque de Lerma de la Cuarta parte el 2 de la octava 30 del Canto primero de San Bartolomé, Apóstol (Tercera parte, p. 237): “que es contra la embriaguez. Violeta y rosa”; véase también el v. 5 de la misma octava: “Y contra la embriaguez del pueblo ciego”.
- El término “elitropia” no aparece en el Diccionario de la Lengua Española. Es italianismo. Se trata de una piedra parecida al ágata, símbolo de la constancia. Cairasco la volverá a emplear en el v. 4 de la estrofa cuarta de la Canción sexta de la Candelaria (Esdrujuleas de Cambridge y de EMC). Se lee en obras de la época de Cairasco, como en Lorenzo Sepúveda, Comedia de Sepúlveda (1565); anteriores, como fray Vicente de Burgos, Traducción de El Rerum de Bartolomé Anglicus (1404); o posteriores, como Pedro de Solís y Valenzuela, El desierto prodigioso y prodigio del desierto (c. 1650, tomo II, ed. de Rubén Páez Patiño. Bogotá, 1984, pp. 200-264 de la “Mansión XVIII”, en la que don Pedro lee un “Sueño piadoso” que tiene escrito sobre san Bruno, que consta de 1178 vv. distribuidos en 44 est., en los que se pueden rastrear los temas, grupos de palabras y los términos principales de los 175 vv. de Cairasco distribuidos en 7 grupos de vv.): “llevando por corona / de til una diadema que la abona, / pues más alto que palma es árbol fuerte... // Llevaba la prudencia por memoria / por corona una palma cuyos giros / con engarces pendientes de zafiros / formaba con primores / cada punta una estrella de colores... // De una malla vestida, / de un acerado escudo prevenida, / de cedro coronada, / mas de bellos pantarbes recamada / la triunfante diadema / era de su pretexto el justo tema, / pues siendo varonil, fuerte y hermosa / cuanto más belicosa, / conociendo de Bruno la grandeza, / se rinde a su valor la fortaleza. / ... // Pues que hoy se corona / de celidonia; solo que eslabona / un precioso jacinto, / que en sangre y oro tinto, / es del temor de Dios divino emblema, / llevando rubricado aqueste tema: // La humana y divina ciencia / tiene el principio, Señor, / en tu divino temor. // Del árbol que vistiendo de esmeraldas / sus pimpollos y faldas / a la vista recrea / y al olfato con ámbar lisonjea; / que en bellos rosicleres peregrinos / de granos de oro, hermosos como finos, / de azahar con quien juega, / en una y otra refriega, / el céfiro admirado / sale aromatizado. / La grave temperancia, / con flamante arrogancia, / coronada venía, / prestando luces al candor del día, / pues ostentaba airosa, a letra vista, / engarzado en cada hoja un amatista / que bien Bruno merece / el triunfo que le ofrece, / sirviendo contrapuntos / a este concepto y versos todos juntos. // Templando Dios las pasiones / de este cisne celestial, / hoy le corona inmortal. // En un risco del mar siempre azotado, / con lanzas de cristal siempre herido, / y con globos de vidrio fatigado, / y con olas de espumas sumergido, / pues tantos golpes con vigor resiste, / ya del uno o del otro que le embiste / la constancia constante coronada / con diadema de fresno bien labrada, / haciendo viene de constancia copia. / Mas la piedra elitropia, / que en sus manos ostenta su arrogancia, / nos afirma que viene la constancia. // ... / cuyos rizos penachos esparcidos, / ya topacios lucidos, / ya rubíes, carbunclos o esmeraldas, / si le tejen guirnaldas, / si le forman coronas imperiales, / tantos rayos esparcen celestiales... // En la timbre del arco en fin venía, / aunque al alba en candores parecía / la castidad, tan cándida paloma / que a no ser tan viviente, fuera poma... // A su lado venía... / a publicar su amor la continencia, / ... Traía por diadema una corona / de un fúnebre ciprés que más le abona, / pues reinando tristezas, / la continencia inquiere más grandeza... // ... / La concordia venía, / la cristiana osadía, / el amor, la dulzura, la paciencia, / la oración laureada, / de hermosos girasoles coronada, / con la perseverancia, la abstinencia / y la memoria, en fin (por preeminencia / de la muerte, que gozan en su anhelo / los que a la gloria aspiran desde el suelo”.
- Muy parecido a este v. 10 del grupo 5 de la introducción dedicatoria al Duque de Lerma de la Cuarta parte del Templo Militante es el 5 de la octava 25 del Canto segundo de la Fiesta del Corpus (Segunda parte, p. 230): “si a castidad y cándida pureza”.
- Véase Jorge de Montemayor, Los siete libros de la Diana (1559), Libro segundo: “Venían vestidas de unas ropas blancas labradas por encima de follajes de oro. Sus cabellos, que los rayos del sol escurecían revueltos a la cabeza, y tomados con sendos hilos de orientales perlas, con que encima de la cristalina frente se hacía una lazada, y en medio della estaba una águila de oro, que entre las uñas tenía un muy hermoso diamante”.
- Para este v. 28, véase Eclesiástico, 24, 22-23.
- “arbol”, en el v. 41 de este grupo 5, se refiere a la Cruz. José de Viera y Clavijo habla de la “Piedra alumbre” y de las “Piedras de los ojos (Lapides chelidonii, Bomar)”, en su Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias. Viera no cita a Cairasco en esta ocasión; sí lo hace en la entrada “montaña”.
- Entiéndase que la victoria salió adornada del árbol de la vida, o sea, de la cruz, y de la piedra cándida, o blanca. Véase Fray Diego de Madrid, El Cesar, o nada y por nada, coronado César, San Félix de Cantalicio, del Orden Seráfico de Menores Capuchinos de N. P. S. Francisco. En sus nadas sus grandezas. Su portentosa vida recopilada, aplaudida, entretejida, y coronada de varias Coronas de Oraciones Evangélicas, Morales, y Panegíricas. Tomo tercero, y último. Que incluye en diez y seis nadas, diez y seis Grandezas, con diez y siete Coronas de Oraciones, a diferentes asuntos dichas, Coronadas. Dedicado al Taumaturgo de la Iglesia San Antonio de Padua (1732): “Oración dicha en el día del dulcísimo nombre de Jesús, en Fiesta del Santísimo Cristo de la Salvación, que se venera en el Convento de San Antonio de Capuchinos de Madrid”.
- Cairasco emplea la acepción 14 de “memoria” del Diccionario de la Lengua Eespañola: “f. pl. Dos o más anillos que se traen y ponen de recuerdo y aviso para la ejecución de algo, soltando uno de ellos para que cuelgue del dedo”. Sería un caso de polisemia. Covarrubias, Tesoro de la Lengua Castellana o Española, al final de la entrada “MEMORIA”, apunta: “Memorias, dos anillos juntos, que se traen en el dedo por memoria de alguna cosa”. Don Luis de Góngora nos ayuda con el v. 14 de su “Fábula de los amores y muertes de Píramo y Tisbe, que no acabó” (n.º 157 de la ed. de Antonio Carreira): “Era Tisbe una pintura / hecha en lámina de plata, / un brinco de oro y cristal, / de un rubí y dos esmeraldas; / su cabello eran sortijas, / memorias de oro y del alma”.