Revista n.º 1105 / ISSN 1885-6039

La calle Perdomo, historia de su verdadero nombre

Miércoles, 16 de octubre de 2024
Pedro Socorro Santana
Publicado en el n.º 1066

Atribuida erróneamente a un célebre médico tinerfeño con ese apellido en 1940, esa vía del barrio de Triana debe su nominación a un conocido capitán de mareantes del siglo XVII

Rótulo del callejero (fondo: F. Baena / P. S.)

Hay rincones de la ciudad que cuentan historias equivocadas. Calles que honran por equivocación a un personaje, mientras que su verdadero protagonista aún busca su acomodo en aquel entorno vital en donde radicó con su familia y dio sus primeros pasos. En diversos trabajos historiográficos y otros libros sobre el callejero de la capital grancanaria se afirma que la calle Perdomo del barrio de Triana fue dedicada a la memoria del médico tinerfeño Juan Antonio Perdomo Bethencourt, un personaje ilustrado nacido en 1737 en Garachico, introductor de la inoculación de la viruela en Venezuela, lo que no se corresponde con la realidad histórica. El nombre de esa vía capitalina aparece ya registrado al menos un siglo antes en las fuentes documentales que se conservan en el Archivo Provincial de Las Palmas Joaquín Blanco.

La vía pública que nos ocupa fue una de las primigenias del barrio de Triana, y ya desde primer tercio del siglo XVI sería conocida por el nombre de Sal si Puede, como también se llamaba a otra calle del barrio de Vegueta, debido a su estrechez y su distribución laberíntica que formaba con el callejón de Laguneta y una pequeña plaza sin salida que servía de patio particular del vecindario1. Callejones cegados, cubiertos de tierra batida, que surgieron sobre los antiguos cercados de cereales. Ya entonces, aquellas vías que partían de la calle real de Triana se van haciendo más anchas, van extendiendo su perímetro, de acuerdo con las directrices del ayuntamiento, y empedrándose con los callaos, traídos del cercano barranco de la costa del mar, para hacerlas más transitables. Y mientras lo hacen, al mismo tiempo, se parcelan solares que, a partir de 1620, ofrece el ayuntamiento destinados al emplazamiento de nuevas construcciones a la sombra del monasterio de San Francisco, fundado en el siglo XV, y que abarcaba también el amplio cercado de Mendo Pino, situado al norte de ambas vías (Laguneta y Perdomo)2. Ya en aquel tiempo aparece viviendo en una de las escasas casas construidas en esa zona la familia del capitán Salvador Perdomo, quien tras enviudar de Melchora de los Reyes, natural de Tenerife, casó en segundas nupcias con Isabel Rodríguez. Era dueño de un barco de pesca con el que faenaba por la costa africana, pero también trabajó como arráez o patrón de barcos con mercaderes europeos, encargado de todas las faenas. Como tantos otros marinos, vivía en el barrio de Triana. Desde su casa veía salir y regresar las fragatas, las barcas de pescas y el oleaje golpeando la caleta de San Telmo en los días de invierno. Sus propiedades en la capital lindaban por un lado con la casa principal de Esteban González, la huerta de María de la Plaza y, por las espaldas, con los corrales de Francisco Benítez. Y allí nacieron y vivieron la mayoría de sus hijos de su segundo matrimonio: Juan (1614), fraile franciscano; Catalina García (1616), Brígida Rodríguez (1619), Francisca y Matías Perdomo, que seguiría el oficio paterno y casó en Las Palmas, en 1646, con Francisca de Villalobos...3. Carecemos de la noción de cuándo se escuchó por vez primera el nombre de la calle del Capitán Salvador Perdomo, si bien sabemos que a la altura de 1640 seguía conociéndose como Salsipuedes, pues la esposa del mílite la cita al fundar una memoria de una misa cantada en el convento de San Francisco de la ciudad4, que impuso sobre sus casas, «notorias y conocidas», junto a otra morada en el patio y que reedificaba a la hora de realizar su testamento el 25 de julio de ese año ante el escribano Francisco de Moya, cuando su marido faenaba en la mar5. Doña Isabel falleció al día siguiente, y su marido le seguiría a la tumba una década después, que otorgó sus últimas voluntades el 4 de enero de 1651 ante Luis de Ascanio6. Pero lo cierto es que poco después su hija doña Francisca Perdomo, casada en segundas nupcias con Juan Lázaro Román, ausente en Indias, comparece el 26 de febrero de 1665 ante el escribano Diego Álvarez de Silva para hacer una donación a Domingo López de la Cruz, hijo de su primer matrimonio, consistente «en una casa en la calle de Triana que dicen del capitán Salvador Perdomo, mías propias que me dio en dote el capitán Salvador Perdomo, mi padre, cuando me casé del primer matrimonio con el dicho Manuel López de la Cruz…»7. Una de esas casas sirvió para darle patrimonio a fin de que se ordenara clérigo de órdenes menores.

Vaya por delante, no obstante, que hacía tiempo que la nominación de esa vía se había popularizado. Sirva como otro ejemplo remoto una cita entre las muchas que se pueden aducir, pues era una constante en aquella centuria, la dote matrimonial que Marina de Vera, viuda de Baltasar de Linares, hace a su hija Gaspara de los Reyes, que casó en la parroquia del Sagrario de Las Palmas, el 28 de marzo de 1639, con el viudo Manuel Correa, hijo de Mateos Correa y Catalina Gómez8, y que otorga ante la presencia del escribano Francisco de Moya de «una casa en la ciudad, en Triana, en la calle que dicen de Salvador Perdomo...»9. La vivienda de la familia Perdomo fue heredada por un hijo primogénito, el también capitán Matías Perdomo, quien impuso un tributo en 1655 sobre esa casa «que quedó por fin y muerte de mi padre el capitán Salvador Perdomo en la calle que dicen de Perdomo»10. Y que ya entonces contaba, incluso, con un puesto de venta de pan, vino, frutas y hortalizas a cargo de la vendedera María Hernández11, lo que demuestra que ya era una arteria de comunicación importante de la vieja ciudad. Son documentos de particular interés que nos ofrecen testimonios de la existencia y el nombre de la vía.

Fotografía antigua de la calle Perdomo en el barrio de Triana

La denominación de las calles de la época obedecía a motivaciones diferentes: oficios (La Carnicería), representación racial o extranjera (genoveses, moriscos), la presencia de un edificio emblemático (san Antón) o simplemente por una acequia; si bien era costumbre general poner nombres a las calles con referencia a personas notorias que en ellas residían, como sucedió con su vecina calle Cano, que debe el suyo al mílite Antonio Fernández de Sosa, apodado el Cano, y no al corregidor Vicente Cano, como afirman algunos autores (eso será motivo de otro artículo). Existía, por lo tanto, esta calle nominada Perdomo desde el primer tercio del siglo XVII y, por consiguiente, podemos afirmar que su nombre no fue debido al paso por esta ciudad del mencionado galeno tinerfeño, que aún tardaría un siglo en nacer, sino a Salvador Perdomo, que vivía en ella, y que se distinguió por su oficio o profesión, experto en el arte de la navegación y probablemente miembro de la cofradía de la ermita de San Telmo, que en aquel tiempo poseía una importante función portuaria. Y es que Triana tuvo desde sus inicios una clara vocación marinera, lugar en donde residían los mareantes, pescadores, que hacían la pesca en Berbería, maestres de navíos, carpinteros de ribera, pequeños comerciantes y gente dedicada a variadas actividades del tráfico y la fabricación naval.

El primero en errar en el verdadero nombre de la calle trianera fue el cronista oficial de la capital grancanaria Carlos Navarro Ruiz en su clásica obra Nomenclátor de calles y plazas de la ciudad de Las Palmas, en su segundo tomo (1943). Allí señalaba que «la calle Perdomo recibió el nombre actual de un médico, don Juan Perdomo, que en dicha calle vivía, muy conocido por su profesión y solicitado por los enfermos»12. Se refería al célebre galeno Juan Antonio Perdomo Bethencourt y Cortés, nacido en Garachico el 15 de septiembre de 1737, hijo del médico Juan Perdomo Bethencourt González, natural de Icod, y de María Cortés González, natural de Sevilla. Tras terminar su carrera en Cádiz, emigró a Venezuela y allí introdujo la inoculación antivariólica en 1766. Fue un científico de ideas liberales, será acusado ante el Santo Oficio por lecturas de libros prohibidos y proposiciones, estando preso en Las Palmas, y al que diversos autores han dedicado diversos trabajos13. Pero lo curioso del asunto es que la memoria del doctor Perdomo suplantó al verdadero protagonista del nombre de esta vía. 

La ocurrencia del cronista Navarro tuvo fortuna inmediata, pues de ella se hace eco Juan Bosch Millares, el médico e historiador de la medicina, que dedicó en 1964 un amplio ensayo titulado «La calle Perdomo y el origen de su nombre», en la revista de El Museo Canario. Dicha vía despertó en el conocido intelectual grancanario «un vivo interés por conocer el origen de su nombre». Y así, apoyándose en la memoria oral, señalaba: «Añadiremos ahora que algunas de las personas que hoy viven, oyeron decir a los eruditos que dicho nombre fue dado en recuerdo de un médico famoso que tuvo su residencia y despacho en la misma durante la segunda mitad del siglo referido, que fue perseguido por el Tribunal de la Inquisición, y muy querido por su numerosa clientela». Bosch trató de buscar en las actas municipales del Ayuntamiento de Las Palmas el nombre de la calle, pero la inexistencia de documentos a causa del incendio del consistorio provocó que su primer paso se perdiera en el desengaño. Pero no así «su entusiasmo», toda vez que se hizo con una acta bautismal «registrada en la Parroquia Matriz de San Agustín de esta capital, de la nacida Lorenza Jerónima Hernández Pineda, vecina de la calle de Perdomo, que tuvo lugar el 12 de agosto de 1749, es decir, pocos años después de la venida al mundo del futuro médico», señalaba. Aun así, gracias a la consulta de un legajo del Archivo de Acialcázar, así como otra documentación de Tenerife y Caracas, «pudo reconstruir, en parte, la vida de este médico a quien se atribuye, como acabo de decir, el nombre de la calle que me ocupa»14. Pero tras realizar una biografía del personaje, Juan Bosch concluyó su trabajo aseverando lo siguiente: «Como vemos, nada tiene que ver el nombre dado a la calle Perdomo con la vida de este médico canario, que murió a la temprana edad de 63 años…»15. Bosch, siempre tan prudente, sospechó que la relación entre el médico y esa calle no era evidente y aún estaba por descubrir.

La calle Perdomo nunca se independizó de la casuística originaria de su denominación, y la conservó hasta el presente. Pero el célebre médico Juan Perdomo se hizo con el registro de su nombre, y tras asentarse con fuerza fue asumido de forma general por la población y, también, por las nuevas publicaciones sobre el nomenclátor de la ciudad de la década de 1990 (J. Barrera Artiles, C. Platero Fernández y M. Ojeda-Deurvan), así como en otros artículos de esa zona emblemática de Triana16. Y todo a pesar de que el nombre de la repetida rúa se debía al popular capitán de los mareantes de la ciudad y no al ilustre galeno, tal y como conocemos a través de documentos notariales y los libros sacramentales. Afortunadamente, para deshacer este entuerto no hay que cambiar el letrero de la calle. El apellido es correcto y sigue allí, a veces con una belleza tremenda y con un valor que pasamos por alto porque de siempre lo hemos estado oyendo. Pero era necesario conocer al verdadero personaje que la nominó y, de paso, desear que el futuro le reserve un mayor reconocimiento del que ha tenido desde hace cuatro siglos.


Notas

  1. Archivo Histórico Provincial de Las Palmas (en delante, AHPLP). Protocolo 35-PN-750 de Hernando de Padilla, del año 1537. Bartolomé Nieto, estante, en nombre de Leonor González Camacho, mujer de Bartolomé Medina, difunto, arrienda por un año, unas casas que son en la calle de Triana a Diego Prieto, mesonero. Lindan con casas de doña María de Herrera, que ahora tiene Rodrigo Felipe, con la calle real y con la calle de Salsipuedes, en dieciocho doblas de oro las arrienda, por dos años. se ha de pagar de cuatro en cuatro meses una paga en pos de otra. fueron testigos: francisco de medina, Pedro Gutiérrez de Padilla y Vasco Martín.
  2. Quintana Andrés, P. C. (2014). Las Palmas: Sociedad, economía y desarrollo urbano en una ciudad atlántica en el siglo XVII. Mercurio Editorial, pág. 140.
  3. Archivo Histórico Diocesano de Las Palmas (en delante, AHDLP). Libro III de Matrimonios de la Parroquia del Sagrario de Las Palmas, f. 88.
  4. AHPLP. Fondo: Conventos de San Francisco de Las Palmas, exp. 87. Memoria de Isabel Rodríguez, mujer del capitán Salvador Perdomo de una misa cantada el día de la traslación de Nuestro Padre San Francisco, limosna de diez reales impuestos sobre las casas de la calle Sal Si Puedes, lindando con la huerta de María de la Plaza, y por el otro la dicha casa en este testamento que di a la dicha mi hija Catalina García en dote; paga el capitán Matías Perdomo, su hijo. En una cláusula de su testamento, Isabel Rodríguez funda una misa cantada cada año en el convento de San Francisco de la ciudad, con diez reales de limosnas
  5. AHPLP. Isabel Rodríguez dicta su testamento el 25 de julio de 1640 ante el escribano Francisco de Moya: Legajo 1198, f. 435.
  6. AHPLP. Legajo 1262, f. 11. Conocemos la referencia del testamento que otorgó el capitán Salvador Perdomo el 4 de enero de 1651, porque aparece relacionado en el índice, pero el primer cuadernillo del protocolo del mes de enero, donde se encontraba el testamento, está muy deteriorado y fue imposible consultarlo.
  7. AHPLP. Legajo 1282, f. 86, del escribano Diego Álvarez de Silva.
  8. AHDLP. Libro III de Matrimonios de la Parroquia del Sagrario de Las Palmas, f. 12 vto.
  9. AHPLP. Legajo 1198, f. 69 vto.
  10. AHPLP. Legajo 1273, f. 422.
  11. AHPLP. Legajo 1284, f. 20. El 10 de enero de 1668, Andrés Rodríguez, alguacil, salió de «fiador de María Hernández, vecina en la calle de Perdomo, y de María Rodríguez, la majorera, en la calle de Triana, vendedoras».
  12. Navarro Ruiz, C. (1943). Nomenclátor de calles y plazas de la ciudad de Las Palmas. Biblioteca Saulo Torón, Tip. Diario, tomo II, pág. 177.
  13. Betancor Gómez, M.ª J. / Anaya Hernández, L. A. (1996). «El proceso inquisitorial al médico d. Juan Perdomo: Un ejemplo de la oposición ilustrada al Santo Oficio en Canarias», XII Coloquio de Historia Canario-Americana. Tomo II. https://revistas.grancanaria.com/index.php/CHCA/article/download/8079/7079; y Béthencourt Massieu, A. (1982). «Inoculación y vacuna antivariólica en Canarias 1760-1830», V Coloquio de Historia Canario-Americana. (1982). Tomo II. https://revistas.grancanaria.com/index.php/CHCA/article/download/7354/6286
  14. Bosch Millares, J. (1964). «La calle Perdomo y el origen de su nombre». El Museo Canario, n.º 1, págs. 56-67.
  15. Ibidem.
  16. Barrera Artiles, J. (1997). La ciudad y sus nombres: calles, plazas y parques de Las Palmas de Gran Canaria. Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria; Platero Fernández, C. (1998). Calles de Las Palmas. Cabildo Insular de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria; Ojeda-Deurvan Artiles, M. (2022). Breve reseña histórica sobre un plano de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria de 1910: comprendida entre el cementerio de Vegueta y el Paseo de Lugo. Las Palmas de Gran Canaria, Imprenta Pelayo; Robaina Rodríguez, A. (1986). Reseñas históricas de las calles de Las Palmas de Gran Canaria (1986). Las Palmas de Gran Canaria, Luisa Herrera, D. L.  R.; Montero, A. / Adzubenam Villullas (2019). La ciudad de ayer. Las Palmas de Gran Canaria, Cam-PDS Editores.

Pedro Socorro Santana es cronista oficial de la Villa de Santa Brígida.

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