Se detuvieron las aguas
que poblaron mis espacios.
La brújula de destinos
daba falsos testimonios.
Mi cuerpo peregrino
por el eco del insomnio
oliendo crepitaciones,
palpando otras soledades.
Algo de ti siempre queda
en mis frágiles arrecifes,
como un presagio legendario
impenetrable en su afán.
En otra dimensión
u otros puertos conocidos,
mis poros fueron tu piel
tus sales, mis manantiales.
Dialogué con el destino
siempre oculto para muchos.
Te conocía de antaño
incluso de tu nacimiento.
Como un iniciado más,
sentí el roce de los siglos
cabalgando entre mis costas.
El viento ya no era el mismo.
Las mareas, los desiertos
el sendero quedo solo por un instante.
Después: todo lo abarcabas tú.
No es la ausencia, no, título del poema al que pertenecen estos versos. Luis Morera Felipe, que recibe esta noche el Drago de Honor instituido por el Centro de Iniciativas y Turismo de Icod de Los Vinos (Tenerife), sigue dialogando con el destino, aunque esté oculto, aunque no muestre sus pliegues inexplorados.
Ese diálogo es un proceso de búsqueda permanente, de inquietud constante, de sólida sensibilidad expresada a través del arte, de la música, de la escultura, de la pintura y de la dirección artística de los espacios arquitectónicos. Para eso Luis es el artista plural, el palmero que supo transmitir su creatividad al inconformismo y a la reivindicación social. Luis es una de esas personas que, aunque el viento ya no sea el mismo, es un celoso y fiel centinela de recuerdos y acontecimientos, con la voluntad de enseñarnos lo importante que es no olvidarnos nunca de quiénes somos.
El pintor, ilustrador y coaching artístico Santiago Jorge, buen conocedor de la trayectoria de Morera, escribió que “es inevitable retroceder a principios de los 80 para entender la esencia de lo que fue La Palma (la isla) en esa época. La falta de iniciativas, el aislamiento cultural y una juventud aturdida; todo pintaba un panorama muy poco motivador. En toda esta apatía, surge el colectivo ecologista y cultural La Quinta Verde para dar una inyección de optimismo e ilusión a una sociedad palmera somnolienta y aburrida”. Así asomó Luis Morera, que fue el guía, y la música de Taburiente era el himno de una lucha pacífica y constructiva, dicho por Santiago Jorge.
De repente todo se iluminó y surge la defensa del patrimonio histórico, la naturaleza, el pacifismo, las inquietudes artísticas fraguadas en el primer grupo organizado de artistas: Nueva Generación era su nombre y la creatividad su bandera, todo era ebullición y a veces rechazo por algunas mentes almidonadas. “La identidad canaria -concluye Jorge- era el sendero a seguir, la búsqueda de nuestros orígenes, el amor incondicional por nuestra naturaleza, la defensa de todo lo defendible, no había límites y sobraba energía”.
Ahí asomaba el Morera inquieto, el luchador, el indesmayable, el artista poliédrico capaz de prodigarse en la defensa de unos mismos ideales, siempre desde distintos ángulos. Embajador de Buena Voluntad de la Reserva de la Biosfera de La Palma, Hijo Adoptivo de Gran Canaria pero nacido en Santa Cruz de la Palma, en 1946, el periodista y consultor español, especializado en Asuntos Públicos en el Reino Unido, amante del arte contemporáneo y coleccionista José Antonio Llorente, premio SABRE de honor por la Consecución Individual de Objetivos Extraordinarios, dijo de él que “tiene alma de artista del Renacimiento a quien ninguna disciplina le es ajena. Pero si alguna le ha hecho más popular es ser la voz, desde su creación, del grupo musical Taburiente, perfecta tribuna para cantar a su isla natal, reivindicando sus derechos y denunciando los atropellos de la contaminación y la especulación de su suelo”.
Caminó por las mismas veredas que César Manrique, las veredas de sentimientos, del amor a la vida, al paisanaje, al ADN de nuestra tierra, a la defensa del paisaje. En todo eso se identificó con el genio lanzaroteño, un genio universal, sin ser una copia uno del otro. La vida le dotó de una voz para cantar. César tuvo la suya para denunciar, con la valentía que le caracterizó. Luis se sube al escenario y puede decirlo con la misma fuerza apoyado en la poética de la música. O, sin hacer mítines, comentando lo que piensa, porque la parte guerrera no la ha perdido nunca.
Ahí sigue pisando la huella de la Quinta Verde, la que quedó en la Declaración de Bien de Interés Cultural (BIC). Es otro ejemplo del luchador empedernido que no quiere más nominaciones sino seguir ejerciendo un trabajo con el que dejar constancia de su fructífero paso por la vida. Lo dice él mismo: “El ser humano no puede pasar de largo sin dejar semilla: debe afirmar su huella. No solo en el arte, sino en su buen hacer. Que le recuerden como ciudadano y no muera su nombre olvidado en el polvo”.
Hace dos años Luis Morera confesó en la prestigiosa revista de debate Escritura Pública, editada por el Consejo General del Notariado, que se reconoce igual en la plástica que en la música. “Si me levanto y digo: me apetece pintar, me siento y lo hago; si tengo ganas de cantar, interpreto mis temas con la guitarra”, fue su respuesta. “Mi vida es toda creatividad. A veces me señalan como despistado, y no lo soy, aunque debo de estar en un vuelo galáctico diferente: no camino en la misma dirección. Mi mundo no es tan terrenal como el de los demás. Contemplo las cosas con un espíritu más crítico. Las calles, cuando veo las caras de la gente, con sus inquietudes, su amargura, no me provocan el mismo interés que cuando me meto en un barranco. Ahí está el ser que se encuentra con la Naturaleza”.
Esos son, entre otros, los rasgos definitorios de un Luis Morera, que se acerca esta noche al Drago milenario que inspirara música chincanayra, la creatividad investigadora de Álvaro Fajardo, las voces de Carmelo Socas y su hija Fabiola, o de los músicos Tino Aguiar y Jerónimo de Francisco. Él sabe que siempre estarán ahí los versos de Emeterio. Y el realismo mágico de los cuentos de Ariel Azor. Y la intrigante novela Centinela 62 del historiador Adrián Díaz Mesa. Y la periodista Andrea Abreu López, autora de varios trabajos en revistas digitales especializadas, siempre fresca en su Primavera que sangra porque sigue siendo la Mujer sin párpados.
Morera, el artista plural, va a recibir el Drago de Honor que, junto a su canto y a su arte, distingue al paisaje de las Islas, ennoblece su geografía y distingue su identidad. Javier Huerta ha acabado una composición llena de simbología original que entrega Antonio García Fleytas, presidente del CIT icodense, con la vitola de reconocimiento tan afectuoso como latente. Es el reconocimiento al talento artístico y a la lucha social de un palmero que se ha ganado, por méritos propios, el respeto, la estima y la admiración de todos los canarios.
Luis Morera sigue allí, levantándose del abismo y abriéndose en el cielo, primeros versos de su canto "A la Caldera de Taburiente", donde los muros se desbordan en colores por su cuerpo.
Corazón donde se une
el Universo con la tierra,
donde se desprende el alma
para andar por las estrellas.
Catedral del sol,
canto del amor
a la naturaleza.
Fortaleza azul, canto natural
que emerge de la tierra.
Qué paz existe en ti
que por ríos de plata
se ve bajar la luna
a beber de tu fuente.
Donde vuela alto la graja
para verte entre la bruma,
y el invierno te despierta
con el arco de colores.
Catedral del sol,
canto del amor
a la naturaleza.
Fortaleza azul, canto natural
que emerge de la tierra.
Morera seguirá considerándose un artista libre, no obligado a publicar por las casas discográficas sino cuando ha hecho un trabajo serio y sostenible. Su propio sello, su impronta a la hora de expresarse. Y es que, tal como él mismo dice: “La personalidad la da la propia tierra”.
Este texto fue leído días atrás por su autor en el curso del acto de entrega del Drago de Honor, instituido por el Centro de Iniciativas y Turismo (CIT) de Icod de los Vinos, al artista palmero Luis Morera.