Antonio José Jara Betancour fue un niño gomero de mediados del siglo pasado, y como todos los infantes de esa época aprovecharon los recursos que la naturaleza gomera (especialmente la palmera) les daba para poder disfrutar de esos juguetes y juegos tradicionales. Hoy, algunas decenas de años después, ya veterano, recuerda la ilusión del niño que lleva dentro y nos explica, como artesano, los procesos de elaboración de juguetes de penca. Aprovechamos la disposición de La Casa de la Miel de Alojera, donde Antonio suele impartir cursos a los colegios que por allí se acercan, para grabar con él este documento didáctico.
Barcos
De pequeño no teníamos los juguetes de hoy y teníamos que hacérnoslos. Nos íbamos a los barrancos, sobre todo en verano, donde había mucha más agua que hoy en día. Había tanques de tierra en los que hacíamos arquetas donde nos poníamos con dos talahagues para aprender a nadar. Hacíamos barquitos inventábamos nuestros propios juguetes, como las pelotas de trapo.
De la palmera se pueden sacar muchos juguetes. Los talahagues, cuando caen de la palmera, tienen las espinas, que hay que quitarle. Es un corcho fácil de cortar y con él se pueden realizar jueguetes como el carro de pirguan, el barquito o la vaca, que amarrábamos con un hilo y llevábamos con la burra... En este caso último, le hacíamos la cola y cortábamos; luego la roldana, que amarrábamos con un hilo y arrastrábamos, como si lleváramos la vaca o la burra... Y para hacer el barco, aproximadamente lo mismo... Buscamos el talahague (entre más grande, mejor), y en vez de hacerle el hueco pequeñito, se lo hacíamos grande, o a veces dos... Los echábamos en el agua, los cargábamos de piedritas y se comprobaba si se virabao no, cuál aguantaba más sin hundirse... En la actualidad se hacen con algunas técnicas modernas, porque ya lo pintas y se le hacen otras cosas similares con una navaja o con una sierrita, lo barnizas para que te dure más...
Flotadores y peces
Entre juego y juego salíamos enfangados de los barrancos, y al llegar a casa la mamá se enfadaba pensando en qué nos íbamos a poner al siguiente día, pues se carecía hasta de ropa... Y el barro estaba donde había agua, y para esos lugares hacíamos flotadores para jugar.
El flotador lo hacíamos con dos piezas abriéndole uno o dos huecos al talahague y con dos hilos bastante largos, que te amarrabas después con el otro atrás, a la cintura, y te botabas para aprender a nadar. Así nos aguantaba y no nos enterrábamos en el agua. Por esa época no había manguitos, flotadores ni nada similar.
También se pueden sacar peces para jugar las niñas y los niños, desde las formas de hocico y cola que trae el talahague...
Aprovechar todo de la palmera
En el presente la palmera se usa fundamentalmente para miel, pero antes se aprovechaba el dátil para el cochino, la penca para hacer esteras, para echarle a la vaca una vez limpias… De las palmeras se sacaban, por ejemplo, las escobas de vara, que a su vez sirven para hacer cestas.
No todo talahague sirve para recortar. Es fácil hacerlo cuando está deshecho y menos duro; con un cuchillo se puede hacer con facilidad. Aunque hoy, con la electricidad, todo sería mucho más fácil con cualquier material.
Aprendizaje oral de mayores
Yo aprendí de mis abuelos. Cuando uno era chiquito me hicieron algunos de estos juguetes y entonces trataba de imitarlo hacerlo mejor. De primera entrada, uno empezaba con los mayores, con los abuelos. La nueva juventud no quiere estos juguetes, claro, ya vienen más modernos... Aunque es bueno que no se pierda lo antiguo, es muy bueno... No es que se vaya a solucionar esto solo haciéndolos aquí, pero es muy bueno también recordar qué se hacía en otros viejos tiempos...
Ahora vienen niños aquí, a La Casa de la Miel de Alojera, y entonces les recorto barquitos pequeños para que los pinten, les pongan la velita, les hagan el dibujo que quieran y lo tengan de recuerdo. Así van apreciando esto, pues de otra manera no sabrían de su existencia...
Cualquiera puede aprender a hacerlos. Uno, además, se entretiene y se divierte un rato. A ver si nos llueve y hay agua en los barrancos para poder volver a disfrutar allí, en la naturaleza, y no solo frente a la tele...