La historia antropológica es la historia del cambio y no hay dudas de que en la Era del Silicio uno de los mayores cambios ha sido la creación de una nueva red de información, la Inteligencia Artificial. Parecerá que la IA es una herramienta solvente con la capacidad de ayudarnos en un trabajo de clase o en curar a personas enfermas; pero la realidad es que esta nueva forma de inteligencia ajena a la naturaleza humana no es una herramienta, sino un agente en el que está concentrada la mayor cantidad de información que se ha reunido jamás. En este nuevo orden mundial, la información es verdad y la verdad es poder.
Ciertamente, la Inteligencia Artificial está muy lejos todavía de cobrar conciencia de sí misma. Sus capacidades son inferiores, o al menos diferentes, a las humanas. No cree en dioses, no tiene gustos musicales, no llora arrodillado frente al Jardín de las delicias del Bosco ni padece enfermedades terminales, y es por ello que esa constante conexión entre el ser humano y la tecnología nos puede hacer perder nuestro mayor valor, el propiamente humano, ese que ama, sueña, padece y sufre.
Otra de las encrucijadas de la Inteligencia Artificial está en el ámbito artístico. ¿Se puede considerar arte todo aquello que es generado por un ente incapaz de sentir? Si el arte se crea a partir de la necesidad de expresión sentimental del autor, la IA es incapaz de producir arte: simplemente lo fabrica y lo capitaliza.
Y al hilo de la representación teatral de la pieza incompleta de Pino Ojeda, puesta en escena días atrás en el Teatro Cuyás, creemos que la manipulación anacrónica de la obra de una artista no debería estar permitida: es una cuestión ético-vital. La sincronía existente entre la escultora y la escultura, la pintora y la pintura o la poeta y el poema está en la inflexión que tienen las unas sobre los otros, simultáneamente. La vida de Pino Ojeda seguramente tuvo un motivo y una repercusión para que esos manuscritos nunca recibiesen su punto y final. Por tanto, otorgárselo, y más de una forma tan pavorosa y tremebunda como el uso de la IA en el arte, le confiere un aura de despotismo y desprecio hacia la artista y su obra.
La realidad es que estamos más cerca de descubrir una de las grandes preguntas universales: a dónde vamos... Cada día que pasa somos un poco menos humanos, un poco más máquinas, controlables y adulterables. Estamos ante el comienzo de una nueva era, esa era de la desinformación que se venía anunciando y que se terminará convirtiendo en la creación de la mayor religión que conocerá la historia de la humanidad, la de las ciencias informáticas; sin dios para no aparentar arcaicos, pero igualmente con capacidad de manipulación y control a través de los dispositivos electrónicos, y cuyo libro sagrado ya nos lo han dado a conocer: la Inteligencia Artificial.
Por lo tanto, sería prudente tenerle respeto a este nuevo artefacto que ha empezado a ocupar y a adueñarse de nuestra vida pues, aunque solo fuera una novela ficticia, Origen, el libro de Dan Brown, ya confirmaba que el fin del Homo sapiens está en la tecnología y en estos momentos la tecnología con mayor potencial es la IA. Pareceré negacionista, antiprogresista, pero yo solo estoy dando la "malvenida" al final de la historia antropológica, por mucho que pese decirlo.
Llegará el día en que los rayos del sol al alba dejen de deslumbrarnos, en el que el nacimiento no sea un hito de la naturaleza, en el que los libros de Kafka no hagan reflexionar y las lapidarías frases de Oscar Wilde sean eco de un cantautor incomprendido, en el que no nos deleitemos con la comida ni bailemos al compás de "Knockin’On Heaven’s Door" y en el que los poemas de Pino Ojeda suenen forasteros incluso para nosotros los isleños. Llegará el día en el que no diferenciemos el sol de la luna, el día de la noche, el amor del odio, al héroe del villano, a mí de ti, y será entonces, cuando sea suficientemente tarde, cuando nos convertiremos en artilugios plagados de cables, plástico y algoritmos y dejaremos de ser tan bellamente humanos.
El autor es alumno de 2.º de Bachillerato del IES Doramas (Moya, Gran Canaria) y realizó el presente posicionamiento crítico como ejercicio de clase tras asistir, el pasado 23 de octubre de 2024, a la iniciativa de fomento de la cultura del Cabildo de Gran Canaria llamada El poder de la palabra. El último Pinojeda. En el acto fue representada la obra incompleta de la artista grancanaria con título Morir una sola vez, a la que se le dio un posible final con las herramientas de la Inteligencia Artificial.