En los días de intenso calor, cuando se llegaba a casa, después de una laboriosa jornada en el campo, nada resultaba más reconfortante que dirigirse al tallero, introducir el jarro en el bernegal y beber agua fresca y pura.
Con el suministro de agua de abasto doméstico a partir de la década de 1950, los talleros dejaron de construirse y de tener aplicación práctica al estar purificada el agua con el empleo de cloro desde los depósitos de distribución y también por el empleo de purificadores o filtradores caseros o consumirse envasada, consiguiéndose su conservación y frescura en las neveras.
A modo de presentación. Este trabajo de recopilación etnográfica se fundamenta principalmente en la observación del autor durante muchos años en su casa y en distintos hogares de Ingenio (Gran Canaria), complementado con anexos debidamente contrastados a través de su propia experiencia y fuentes históricas, además de localización geográfica de los distintos lugares donde se extraía el material rocoso para la elaboración de las pilas.
El tallero. El tallero es un conjunto de recipientes para agua, distribuidos en una especie de hornacina repujada de argamasa y culminada en un arco de medio punto, en general fabricada en el hueco de una pared de mampuesto, o bien, construida en un solo bloque independiente o tallada en madera, normalmente de tea, adornado en muchos casos de bellas filigranas. No suele superar los dos metros de alto y 40 cm de ancho, pero sometida a multitud de variantes constructivas en función del lugar donde esté ubicada y del gusto de los constructores. Está dividida en tres partes o compartimentos con sus bases: superior con un hueco donde está encajada la PILA o DESTILADERA; mediana, donde descansa la TALLA o BERNEGAL; inferior, donde se suele depositar alimentos o bebidas para que se mantengan frescos.
El Diccionario Diferencial del Español de Canarias lo define como “mueble donde se pone la talla”, vocablo propio de Fuerteventura, Gran Canaria y La Palma. El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua no recoge esta acepción.
Ubicación. En general, los talleros se construyen en los patios interiores de las casas, en lugares bien ventilados, procurando que los rayos del sol no incidan sobre el mismo a ninguna hora del día.
Sobre un testamento
El 20 de enero de 1900, ante el notario Agustín Millares Cubas, compareció Juana Cruz Estupiñán, natural y vecina del Ingenio en el pago del Carrizal para celebrar testamento en el que lega a su hija Juana la alcoba y sala de su casa con su servicio correspondiente de excusado, patio y pila.
La pila. Es un receptáculo tallado en roca porosa (arena compactada) de configuración semiesférica en forma de cuenco, más o menos alargado, terminada la parte superior por un borde cuadrangular para poder asentarse en las paredes o tablones del tallero. Tiene por finalidad filtrar y limpiar de impurezas y por decantación en un proceso de destilación conseguir la máxima pureza. En sí, la pila hace de filtro natural para purificar el agua.
Debe diferenciarse la roca sedimentaria llamada arenisca de las llamadas dunas fósiles. La primera, formada durante millones de años, principalmente por granos de arena compactada por un cemento de una cierta dureza, empleada mayormente en la construcción de sillares para la construcción. La dunas fósiles están formadas por la acumulación de montañas de arena que con el tiempo se han ido compactando sin alcanzar el grado dureza de la arenisca por no contener cemento y, por tanto, desprenderse la arena con facilidad con el solo raspado, a la vez que suele contener restos de moluscos marinos y terrestres fosilizados y material rocoso diverso.
Curado de la pila. Cuando la pila es depositada por primera vez en el tallero, se realizaba el proceso de curar la piedra, consistente en depositar agua en la pila y esperar a que se destile por completo sobre un recipiente para volver denuevo a la misma operación por espacio de varios días hasta que se considere completamente limpia de impurezas impregnadas en el interior de la primitiva roca.
Otras acepciones del término pila. Aparte del uso generalizado de la acepción pila, aplicado a un receptáculo de distinta forma y tamaño para almacenar agua, llama la atención la “pila para agua bendita” en el interior de los templos católicos. Así, en muchos asientos bautismales se emplea la expresión fue llevado a la pila en relación al sacramento del bautismo. En el mismo sentido se indica que un luchador de lucha canaria es de un determinado lugar, aplicado a la parroquia donde nació: pila del Ingenio… pila de Telde.
Otra acepción de uso común en el lenguaje popular que se ha empleado en Ingenio es la referida a la cría y comercialización de cochinos. Reciben el nombre de pilas los recipientes móviles o fijos donde se depositan las “fregaduras” (sobras de las comidas) y agua para alimento de los cochinos estabulados en los chiqueros. Suelen ser de forma cilíndrica con agujero semicircular labradas en roca dura (basalto generalmente) para que el líquido no pueda filtrase y poder desplazarse y voltear. Se han aprovechado en algunos casos trozos de tubos con fondo de cemento o a través de un molde de hormigón, o bien de forma permanente como una especie de pileta adosada al suelo y pared del chiquero
El DRAE recoge pila (apìlar) a un montón de objetos y también al dispositivo eléctrico, pero que no tienen aplicación en este trabajo.
Musgo y culantrillo. Una vez la pila puesta en funcionamiento se impregna en su exterior un trozo de musgo que previamente se había extraído de las zonas húmedas de los barrancos o de otra pila. Su crecimiento lento apenas sobrepasaba unos milímetros y mantenía verde la pila.
El culantrillo (Adiantum capillus-veneris) es un helecho (planta colgante) que se cría en zonas húmedas, llegando a alcanzar los 50 cm. Se suele encontrar en la roca de los nacientes hasta donde alcanza la humedad, al igual que en los alrededores de acequias, charcos y estanques. Su utilidad es conservar la humedad exterior de la pila, evitar la evaporación y mantener fresca el agua, consiguiéndose además un bello efecto estético.
Para que el musgo y el culantrillo peguen y se desarrollen se hace necesario crear un microclima de iluminación y ventilación, aparte de la composición de la roca que no siempre se consigue, por ello en muchos talleros se observa solamente la roca viva. Era necesario que el labrante escogiera la roca de mejor consistencia para tallar la pila y lograr que se produzca la destilación cayendo las gotas de agua filtrada con suma lentitud, procurándose así una mayor pureza.
La talla o bernegal. El segundo de los elementos de un tallero es la talla o bernegal. Se trata de un recipiente de elaboración artesanal de barro cocido y horneado en forma de esfera deformada, más o menos ovalada o achatada, terminada en su parte inferior en una base, y una apertura en la parte superior de igual circunferencia, ensanchada en su centro. Suele ser de distintas dimensiones, construida por los artesanos alfareros desde tiempo inmemorial. Algunas aparecen con resaltes o adornadas. Tiene como finalidad recoger el agua destilada desde la pila a través de la abertura superior. Está tapada con un plato también de cerámica, de loza o metálico, con uno o varios agujeros donde está depositado un jarro de los mismos materiales, donde cae el agua destilada que al rebosar se desparrama por el plato y a través de los agujeros cae en la pila. Algunas definiciones indican que la talla es alta y estrecha y el bernegal más redondeado.
Canteros y canterías de pilas. El tallado de una pila era relativamente sencillo ya que no se requerían dotes escultóricas especiales por la tosquedad de la obra y tratarse un material muy fácil de esculpir, así como la mano de obra ofrecer pocos costes. Existían en el pueblo especialistas en esta materia que solían trabajar por encargo. Recuerdo de niño la figura de Juanito Pérez, que vivía en Los Molinillos, transportando a hombros las pilas que había tallado hasta los lugares donde había recibido el encargo.
La cantera de pilas de Vargas. Esta cantera abandonada se encuentra al final de la ensenada de Vargas en el término municipal de Agüimes, a pocos metros de la desembocadura del barranquillo que toma su nombre (barranquillo de las Pilas), de corto recorrido (especie de cañada), donde comienza la falda norte de la montaña de Arinaga, atravesando un humedal con tarajales y plantas halófilas. La tradición oral nos indica que se cortaba en bruto un trozo de roca para luego transportarse al pueblo de Agüimes, donde los labrantes en sus casas le daban la forma adecuada a la pila. A sus alrededores, hacia el mismo litoral marino, aparece una gran zona desmantelada y revuelta, producto de ls constantes extracciones de arena y broza usadas para hormigones y morteros hasta hace bien pocos años.
Barranco de las Pilas (península de Gando). Un segundo topónimo conocido también por barranco de las Pilas se encuentra en la península de Gando muy cerca de La Punta (término municipal de Telde). Su recorrido es cortísimo debido a la estrecha configuración geográfica de dicha península, por lo que no pasa de ser una simple cañada con una pequeña ensenada en su desembocadura. En su margen izquierdo se encuentra una cueva artificial horadada en el material compactado de lo que pudo haber sido una duna fósil, casi desmantelada por la acción humana y la extracción de piedra de cal a sus alrededores, de la que dan testimonio dos hornos de cal y viviendas en ruinas en el lugar construidas con cantos rodados que un día sirvieron de hogar a los trabajadores de los hornos. No tenemos constancia oral ni documental de la extracción de material en ese lugar para la construcción de pilas pero el topónimo y la configuración geológica da a entender que en tiempos pasados fue utilizado para tal fin.
Cantera de los Rajones o Ancón. Se encuentra situada en el paraje costero de pequeños acantilados de barlovento conocido por El Ancón (término municipal de Telde), terminología usada por los habitantes de Telde o Los Rajones por los de Ingenio. Azotado constantemente por las olas y la maresía y frecuentado en tiempos pasados por vecinos de Ingenio que se desplazaban para la práctica del marisqueo y pesca de pulpos, morenas y viejas. En el lugar existieron en el pasado unas cuevas naturales en la arena compactada conocidas por las cuevas de Juanico Martín, en un terreno completamente desmantelado por la acción humana en la extracción de arena. Se aprecia en la cantera los cortes efectuados a modo de las canteras de basalto en un material bastante consistente pero fácil de labrar.
Está suficientemente documentado que Eufemiano Fuentes, en la década de 1930, concretamente en 1933, explotaba unas canteras muy cerca del Lazareto de Gando con una cuadrilla de diez hombres, lo que da a entender que pudiera tratarse de sillares o cantos labrados para la construcción, sin descartar que pudieran llegar a labrase pilas. En ambos casos se aprecia en sus cercanías pequeños conos volcánicos y suelo de piedra caliza con presencia de multitud de hornos de cal abandonados.
Barra de Las Canteras y Mar Fea. Hay referencias orales y documentales de la extracción de material geológico para fabricar pilas en estos dos lugares de la costa del término municipal de Las Palmas de Gran Canaria. En ambos lugares se aprecia la alteración de la primitiva formación costera por la acción humana. La primera batida por el oleaje con formaciones de rocas sedimentarias de arenisca que emergen en la bajamar en lo que se vino en llamar popularmente La Barra, y la segunda en un gran corte producido en los acantilados de la Mar Fea.
El agua. En el caso del pueblo de Ingenio, el agua se transportaba desde la acequia principal del heredamiento (Acequia Real de Aguatona) en recipientes de metal que las mujeres llevaban sobre la cabeza y los hombres mediante unos ganchos, artilugio compuesto por un palo y dos baldes, colgando de sus extremos, atravesado sobre los hombros. Normalmente se efectuaba en el espacio comprendido entre la puesta y la salida del sol, ya que durante el día el agua solía discurrir muy sucia por el lavado de ropas y el arrojo de toda clase de desperdicios. Una parte se depositaba en bidones (los que disponían) para las comidas y el aseo y otra se vertía en la pila del tallero. Cuando pasaba un cierto tiempo había que vaciar la talla por completo y proceder a su limpieza pues solía criar una lama en el fondo. Todos bebían del mismo jarro depositado en el plato, aunque en algunos casos existía otro jarro a un lado de la talla.
Sobre la existencia de la cantera del barranco de las Pilas en Vargas (Agüimes)
El 21 de enero de 1898, ante el notario de Las Palmas Isidoro Padrón, se celebró una venta judicial, establecida en virtud de las leyes desamortizadoras de bienes del Estado en la que el juez de primera instancia D. Celso Torres vende al comerciante de Telde, José Hernández Santana, como único postor en la subasta, por 10 825 pesetas, unos terrenos denominados El Jable con una superficie 675 fanegadas 4 celemines, 3 cuartillos y 3 brazas, abarcando un terreno con piedra de cal de 70 áreas con canteras para pilas de filtro completado con terrenos para la cría de ganado de segunda y tercera clase. Toda la finca linda al naciente desde el Risco que llaman el Cuervito, ribera del mar adelante hacia el sur hasta la punta que dicen “el Negro”, poniente montaña que llaman de “El Infierno”, Las Lagunas y barranquillos del Lomo de la Peña, norte terrenos llamados “Vargas” de la propiedad de Antonio Naranjo y Navarro y al sur desde dicha punta de “El Negro” hacia el poniente que sigue la cordillera o filo de las montañas de Arinaga a dar a las mencionadas Lagunas y cuyo límite lo divide otros terrenos llamados también “Jable de Arinaga” de la propiedad de D. Juan Monzón Benítez.
Calabaza de agua. En las ya extinguidas labranzas, en tierras de regadío, se solían plantar en los asientos de los terrenos dedicados a otros cultivos (millo o papas) las calabaceras, utilizando, cuando la tierra estuviera en sazón, un palillo (punta cónica) en vez de una palilla (punta plana), para que la semilla quedara muy cerca de la superficie y pudiera germinar. Una vez iba creciendo, al ser una planta trepadora, se iba extendiendo por las orillas, donde se procuraba no pisar sus hojas pues se podían ajorrar. Había tres tipos de calabazas: de millo, de color amarillento, especialmente para el cultivo de calabacines que se empleaban en las comidas caseras; de trastón, de mayor tamaño, que se cortaban cuando iban cambiando de color exterior con consistencia rojiza en su interior; las de cabello de ángel, apenas se cultivaban, siendo su empleo exclusivo para postres por su sabor azucarado. Las calabazas de agua no tenían aplicación culinaria y solo se empleaban como recipientes para agua y, en el menor de los casos, por artesanos en la construcción de cajas de resonancia para una especie de timple, sirviendo también de adorno en las casas por su especial configuración.
Había que esperar a que estuvieran completamente secas para proceder a separarlas de la mata, o bien esperar un tiempo que se secaran colgadas. Pasado este tiempo se procedía a cortar una pequeña parte de la zona superior que hacía de agujero de entrada y se procedía a sacar las semillas y restos de pulpa seca de su interior, empleando un objeto punzante, después de removerla continuamente, para luego taparla con un tapón de corcho o un tarugo de madera adaptado al agujero, que podía estar suelto o amarrado con un hilo que se ataba a la parte estrecha de la calabaza.
La operación terminaba con el curado, consistente en llenarla de agua y después de sacudirse arrojarla y volver a llenarla varias veces hasta que iba perdiendo el sabor de la calabaza. La calabaza de agua, al estar herméticamente cerrada y por la naturaleza de su material vegetal, conservaba el agua fresca y servía de cantimplora en los desplazamientos de los labradores. El empleo de calabazas de agua como flotadores en los brazos, según aparece en algunas publicaciones, no se acostumbraba en estos lugares. La especie de tipo alargada solo se empleaba como adorno. En otras latitudes se emplean en variados instrumentos musicales y se repite la imagen del peregrino al Camino Santiago con su concha marina y calabaza. Todavía es costumbre en las reuniones familiares o amistosas emplear una calabaza de agua para introducir y mezclar las bolas del bingo, juego al que tradicionalmente se le dio el nombre de lotería.
El porrón. En muchos lugares de la Península, el término porrón se aplica a un recipiente de cristal o cerámica en forma de botella abombada con fondo achatado con un largo pitorro acabado en punta para la salida del líquido (agua o vino), y otro en el lado opuesto para introducirlo, que sirve a la vez de asa para sostenerlo cuando se bebe. Nuestro porrón tradicional es el clásico botijo peninsular usado para matener el agua fresca para beber. Elaborado de barro cocido, en general es de color blanco, con cuerpo abonbado y achatado, con un un asa circular en la parte central superior, y dos cortos pitorros a sus extremos, uno de mayor abertura donde se llena y otro con orificio fino por donde se bebe. Solía ponerse en las entradas de las casas o labranzas o talleres artesanales. En verano solía cubrirse con un trozo de saco de esparto húmedo. Para curarlo se llenaba y vaciaba varias veces hasta que perdía el sabor característico a barro, si bien se manetení a mucho tiempo con ese regusto. La forma de usarlo, elevándolo por encima de la cabeza y mateniéndolo un tanto alejado, evitaba los posibles contagios. Por su fragilidad, los porrones se ponían fijos en un lugar evitando así las posibles roturas.
Aljibes. Las labranzas disponían de aljibes para consumo humano y animal, y se solían llenar de forma periódica en las dulas del heredamiento con agua del propio labrador, generalmente en el turno de noche, al discurrir sin impurezas. Solo unas pocas casas de propietarios pudientes disponían de un pequeño aljibe y, en el menor de los casos, de un bidón en la azotea. Se llenaban transportando en recipientes el agua desde las acequias. Para tomar el agua para beber en los aljibes, se disponía de un pequeño cacharro atado a un hilo para salvar la profundidad. En algunas casos, en aljibes dispersos en tierras de secano, se empleaba una pala de tunera deformada como recipiente para beber.
Rafael Sánchez Valerón es cronista oficial de Ingenio.