Agradezco al amigo José Antonio Godoy, y a los organizadores de estas Jornadas, la invitación a venir a decirles algunas palabras sobre el que es considerado padre de la literatura canaria, don Bartolomé Cairasco de Figueroa, cuya familia tuvo tanto que ver con este lugar de Gran Canaria llamado Agaete.
La familia Cairasco poseyó aquí propiedades, en las que se dedicaban a la elaboración del azúcar. La familia se enriqueció con los ingenios azucareros. Todo el mundo conoce cómo del fruto de esa industria se trae desde Flandes quizás una de las cosas más preciosas que posee Agaete, el llamado Tríptico de las Nieves, obra del pintor Joos van Cleve. Todos ustedes conocen el libro de don Julio Sánchez Rodríguez, don Enrique Pérez Herrero y don Juan Gómez-Pamo sobre el tema, o también el folleto de Sebastián Jiménez Sánchez, Apuntes históricos. La Villa de Agaete y su Virgen de las Nieves (Las Palmas de Gran Canaria, 1945). Allí leemos cómo Antón Cerezo adquirió para Agaete el Tríptico. Su hijo, Francisco de Palomares, levanta la ermita de las Nieves junto al mar para instalar allí la obra de arte. No pudo ser entonces por no estar la ermita totalmente preparada para colocarla. Francisco Palomares casa con Constantina Cairasco, hija de Mateo de Cairasco, genovés, poseedor de ingenios en Guía y Gáldar, y hermana del canónigo poeta, Bartolomé. La historia nos dice que en 1559 cantó allí su primera misa a los 21 años el canónigo don Bartolomé Cairasco de Figueroa.
Por entonces don Bartolomé había estado residiendo fuera de la isla, formándose, y conociendo mundo. Sabemos que estuvo en un colegio de Sevilla de pequeño, en Salamanca, quizás en Coímbra, y que viajó por Italia, donde visitaría a su familia de Génova. De sus viajes se trajo un bagaje cultural, que le valió para ser un personaje influyente en la sociedad de su época. Por Viera y Clavijo, en sus Extractos de las Actas del Cabildo de la Catedral de Canarias (1514-1791), nos enteramos de los oficios que allí desempeñó: como músico, encargado de relacionarse con los mejores autores españoles de la época para conseguir partituras de sus obras, como encargado de la fábrica de la catedral (“obrero mayor”), como el escritor al que se acudía para que elaborara obras de teatro para las fiestas del Corpus o para el recibimiento de los nuevos obispos, y como interlocutor de almirante holandés Pieter Van de Does en su ataque a Gran Canaria en 1599, y como defensor de su tierra ante los ataques de Francis Drake, por 1595. Allí también nos enteramos de su carácter pronto a la discusión con compañeros de institución por alusiones a familiares.
Al cantar y hacer historia de la festividad de la Virgen de las Nieves, en la Tercera parte de su Templo militante (1609), recuerda Cairasco a su familia reunida en el acto de celebrar su primera misa en la aludida ermita. El recuerdo está en las tres primeras octavas del Canto de la edición madrileña de 1609 (por Luis Sánchez). Resulta que esas octavas desaparecen en la edición lisboeta de Pedro Crasbeeck de 1618, que no pudo controlar Cairasco, fallecido en 1610. En un escrito que publiqué en la revista Vegueta (n.º 14, 2014) intento dar una respuesta a dicha supresión: el albacea de Cairasco, el canónigo Juan Bautista Espino, estuvo en juicios contra los herederos de Francisco Palomares, por no atender a los obligados gastos para el mantenimiento de la Capilla de Santa Catalina de la Catedral, donde está enterrado don Bartolomé. La rabia del canónigo Espino se manifiesta en la supresión de las octavas tercera, cuarta y quinta del Canto de Nuestra Señora de las Nieves: al final de la octava tercera aparece “el noble caballero Palomares”; en la octava cuarta narra cómo Palomares fabricó la ermita; y en la quinta, habla de la “imagen milagrosa” que está en la ermita.
La alusión a la obra del “noble caballero Palomares”, obviada en 1618, no la pudo borrar Espino, el censor de la edición de la Tercera parte de 1618, del manuscrito del Goffredo famoso (la traducción de Cairasco de la Gierusalemme liberata de Torquato Tasso). Esta obra permaneció, desgraciadamente, inédita hasta que el profesor Cioranescu nos la presentó en 1967 con el título de Jerusalén libertada. El manuscrito se puede consultar en la página web de la Biblioteca Nacional de Madrid. Al final de la octava 61 del Canto XV, una de las numerosas insertadas por Cairasco en el poema del Tasso, la “bella Fortuna” dice al “par famoso”, Ubaldo y Reinaldo, enviados desde Ascalona y Gaza a las Islas Fortunadas para libertar a Goffredo de las redes amorosas de la maga Armida:
Una alta torre en sitio acomodado,
al occidente de Canaria veo,
obra del generoso Adelantado
que a los ilustres Lugo da trofeo.
No lejos de ella, junto al mar, fundado
se verá el soberano mausoleo
de aquellos caballeros militares,
que el nombre han de ilustrar de Palomares.
No puedo dejar de citar un hecho que me llenó de asombro y alegría. Un amigo me presentó un día a don Juan Godoy Barroso como uno que se dedicaba a la obra de Cairasco de Figueroa. Nombrar a Cairasco fue como un resorte que obligara a don Juan a espetarme las primeras octavas de Cairasco del Canto de Nuestra Señora de las Nieves: “Aquella voluntad pura y honesta, / princesa de los ángeles, María”...
NUESTRA SEÑORA DE LAS NIEVES.
Aquella voluntad pura y honesta,
princesa de los ángeles, María,
que en mí de celebrar la ilustre fiesta
de tu cándida Nieve estar solía,
a pesar de la edad y nieve opuesta,
que por sus asperezas me desvía,
está y estará en mí tan enlazada,
cuanto del cuerpo el alma acompañada.
Y no pienso que estoy, Reina del cielo,
obligado a cantarte solo en vida;
que, con la lengua muerta y hecha un yelo,
se moverá la voz a ti debida.
Libre mi alma del corpóreo velo,
por la región celeste conducida,
cantando irá tu celestial divisa,
a donde yo canté la primer misa.
Está de verdes pinos coronado
en Gran Canaria, un alto monte ameno,
a cuyo abrigo hace el mar airado,
con majestad quieta, un largo seno.
Aquí, por ser lugar acomodado
para quien huye el tráfago terreno,
fabricó mausoleo y sus altares
el noble caballero Palomares.
Junto a las olas fabricó la ermita,
enriquecida de aparato y renta;
ermita, mas gran templo, en cuanto imita
la casa original que representa,
de mil curiosidades sobrescrita.
Al tiempo largo ha hecho ilustre afrenta,
y a la Reina del cielo es consagrada,
que tiene por blasón la nieve helada.
Reside aquí su imagen milagrosa,
que exceden los del iris sus colores,
más blanca que la nieve, y más hermosa,
que el prado por abril lleno de flores.
Aquí responde, pura y amorosa,
a cualquier petición de pecadores;
que, entre tantos retratos, nuestra dea
parece que con este se recrea.
Con las cinco palabras, a mis manos
aquí bajó el eterno Rey piadoso.
Alzar le vio con ojos soberanos
de Mateo y María el par famoso.
Y viéronle sus hijos, mis hermanos
Constantín, Serafín, Félix brioso,
Constantina, Alejandra, damas bellas,
que en virtud y beldad han sido estrellas.
En el Discurso segundo de la introducción de la Primera parte del Templo militante se presenta un parlamento de la Fe, donde habla de cómo encontró la historia de los santos de Cairasco. No aparece el nombre de Agaete, pero lo que se describe allí es Agaete, desde donde se ve el Pinar de Tamadaba. Dice así:
Vagando yo por este mundo esférico,
como acostumbra mi ánimo solícito,
por ver las cosas dignas de memoria,
rompiendo de la mar las aguas prófugas,
con blando soplo, Céfiro y Favonio
a un puerto me llevaron de Canaria,
que está a la parte do Titán clarífico
en el Ocaso baña el carro espléndido.
Hace en aqueste puerto el mar cerúleo
un ancho seno, y sale un promontorio,
gran trecho por las ondas del Océano,
en cuya memorable cumbre altísima
de muy lejos se ven teosos másteles,
con acopada verde gavia umbrífera,
de do, para ganar fama perpetua,
solía precipitarse gente bárbara.
Aquí mandé lanzar al hondo piélago,
para firmar mi nao, tenaces áncoras
a la parte do está la peña cóncava
de un gran hombre marino albergo prístino,
de donde se parecen las reliquias
de la primera torre de los vándalos.
Acordé de pisar la tierra flórida.
Y entrando en el esquife, las nereidas
salieron de la mar acompañándome,
hasta llegar a un templo, do los túmulos
están de ilustre gente cristianísima,
dedicado a la Virgen de las vírgenes,
que derramó en agosto nieves cándidas.
En la dedicatoria del Templo militante al Rey Felipe III, lo primero que le dice es que lea el libro, pues verá el azúcar que se fabrica “en un ingenio de este Reino Atlántico”:
Volved las sacras lumbres a este cántico,
David guerrero, Salomón pacífico,
Alejandro novel, César católico,
y el azúcar veréis, fruto magnífico,
que en un ingenio de este Reino Atlántico
a pesar se fabrica del diabólico.
Desde joven se le conocían a Bartolomé Cairasco sus habilidades para el verso, sobre todo las composiciones estrafalarias en esdrújulos. De todos es conocida su canción juvenil “En tanto que los árabes / dilatan el estrépito / de su venida con furor armígero”, que encontramos en muchos manuscritos de la época diseminados por Europa, y que imitó don Luis de Góngora y Argote al presentar la traducción de Os Lusiadas de Camoens hecha por Luis Gómez de Tapia en 1580, con el primer poema que de él conocemos, que comienza “Suene la trompa bélica / del castellano cálamo, / dándoles lustre y ser a Las Lusíadas”, en la que imita la estrofa y algo más de la célebre canción de Cairasco Por cierto, Cairasco en su canción nombra a Terore y a Santa Brígida (“bajando de Terore a Santa Brígida”). Debemos recordar cómo Dámaso Alonso llama a Cairasco de Figueroa “maestro” de Góngora. Saben cómo costó mucho tiempo que esto se pudiera decir en los libros de nuestros estudiantes canarios. El afán por esdrujulizar todo le valió también unos versos de Cervantes en el Canto de Calíope, 1585, y las puyas de otros escritores españoles, como Lope de Vega. Por cierto, hay otro poema de Góngora que también suena demasiado a otro de Cairasco, como intento demostrar en mi publicación de la Vita Christi de Cairasco. Ya que he nombrado los esdrújulos, les diré que en breve se publicará una edición de las Esdrujúleas que se conocen de Cairasco, colección de poemas compuestos en versos esdrújulos.
Cairasco, tan denostado en todas las épocas, como poeta pesado, obsesivo con los esdrújulos, autor de temas de santos, etc., sin embargo, ha dejado muchas huellas en nuestra tradición literaria. En su obra hay algo que llama la atención. Siempre que se le ofrezca un pretexto nombra a Canaria, habla de su tierra, nombra a Doramas y a su selva. Presenta a los canarios en situaciones inverosímiles, como sucede en el Canto de Pentecostés. En Jerusalén hay canarios que comprenden la predicación de los apóstoles. Esto lo copia de La Araucana de Alonso de Ercilla. Siempre que aparece un paisaje ameno, lo referencia con el de Canaria. Hasta hay una “piedras de ojo de Canaria”, expresión que se le escapó citar a Viera y Clavijo, que está atento siempre a lo que dice Cairasco, y lo nombra para reafirmar lo que historia. El eslogan “la eterna primavera” ya lo expresa en el Canto XV del Goffredo famoso:
Aquí los frescos aires, las mareas,
el toldo de las nubes relevadas,
de los floridos campos las libreas,
los verdes bosques, aguas plateadas,
el temple, sanidad, ricas preseas,
los cantos de las aves variadas
en sagrado silencio, en paz entera
conservan una eterna primavera.
La Fama, en su discurso de San Pedro Mártir, dice: “y respirando un céfiro suave, / conserva una perpetua primavera”.
Otro poeta canario, anterior en unos diez años a Cairasco, José de Anchieta, que se educó en Portugal y marchó de jesuita al Brasil, donde ejerció una labor con el pueblo tupí, del cual escribió una gramática, y mucho teatro para que intervinieran los indios; y que escribió muchísimos versos, no encuentra ningún recodo para nombrar a su tierra natal, Tenerife.
Antes nombré a Viera y Clavijo, que siempre que puede ejemplifica con versos de Cairasco, como autoridad de lo que trata. No es el único historiador que recurre a citas de Cairasco para autorizar su trabajo; tengo un libro por ahí, Novelerías sobre Bartolomé Cairasco de Figueroa, donde se pueden leer muchos ejemplos del caso. En el siglo XIX, le ocurre lo mismo a Graciliano Afonso. Agustín Millares Torres se empeñó en que todo canario conociera el Templo militante, y publicó en forma de folletín en un periódico, durante 1861 y parte de 1862, al menos la Primera parte y gran parte de la Segunda (32 Cantos, de los 49 de que consta). Si buscan en la página BienMesSabe.org, verán allí cómo don José Franchy y Roca lo defendía de las opiniones del catedrático de la Universidad de Madrid Sánchez Moguel. Conocemos cómo don Benito Pérez Galdós imitaba los esdrújulos de nuestro poeta. En su obra se pueden rastrear frases a lo Cairasco. A finales del XIX, Elías Zerolo habla largamente sobre Cairasco en su Legajo de varios. Cairasco de Figueroa y el empleo del verso esdrújulo en el siglo XVI... (1877).
En el siglo pasado, don Agustín Millares Carlo, en su Biobibliografía de escritores naturales de las Islas Canarias, sintetizó sus publicaciones y mostró documentos importantes acerca de su vida y obra. El profesor rumano Alejandro Cioranescu nos transcribió de los manuscritos las comedias de Cairasco; nos habló de su vida y su obra; publicó una antología de la misma; también transcribió y publicó el manuscrito de la Jerusalén libertada de Torquato Tasso. La profesora María Rosa Alonso se empeñó, además, en mostrarnos la personalidad de don Bartolomé, algo molesta por la mejor parte que el poeta dedica a Gran Canaria, en detrimento de Tenerife. Posteriormente apareció otra antología en la Biblioteca Básica Canaria, y los trabajos del profesor Sánchez Robayna, donde muestra las deudas con los poetas de nuestro Renacimiento. Últimamente don Julio Sánchez Rodríguez presenta, en 2011, otra antología del Templo militante. En 2017, otro doctor publica otra más grande. En todos los empeños de ofrecer textos de Cairasco se escapan lecturas curiosas que no tienen nada que ver con lo que aparece en el texto del que se copia. Es el caso del último antólogo citado, que lee “el azúcar veris” lo que se debe leer “el azúcar veréis”.
La generación canaria de autores y artistas alrededor del Modernismo siguen las huellas de Cairasco. Recuerden “Tarde en la selva” de Tomás Morales. En el poema de Alonso Quesada “En las rocas de las Nieves” de El lino de los sueños, asistimos a un recuerdo de lo aprendido de sus profesores en el Colegio de San Agustín:
Allá, por nuestros primeros años de colegio,
¿no recordáis los imanados montes
adonde una galera arribó misteriosa
porque una mano extraña le desvió la ruta?
Posteriormente ha sucedido lo mismo. Nuestro homenajeado artista agaetense se ha inspirado también en el aura cairasquiana.
Yo empecé con Cairasco al ver que siempre encontraba en lo que se decía de él algo que me llevaba a consultar las fuentes, y encontraba que no se le transcribía bien, o que se le despreciaba... La mayoría de los críticos solamente han leído de nuestro poeta los versos que están en el tomo 35 de la Biblioteca de Autores Españoles, titulado Romancero y cancionero sagrados. Colección de poesías cristianas, morales y divinas sacadas de las obras de los mejores ingenios españoles, elaborado por don Justo de Sancha (Madrid, 1855, pp. 299-304, 309-310); y en las llamadas “Definiciones poéticas, morales y cristianas de Bartolomé Cairasco de Figueroa”, tomadas de las obras de Cairasco por el bibliotecario residente en Cádiz Luis de Igartuburu, que están en el tomo 42 de la Biblioteca de Autores Españoles (el segundo tomo de Poetas líricos de los siglos XVI y XVII, Madrid, 1857, pp. 449-499). Esas dos obras están plagadas de malísimas lecturas de los versos de Cairasco, incluso con falta de versos. Sobre esos textos caen críticos que hablan mal de la obra de nuestro poeta. Por eso me decidí a hacer una especie de machada, una edición anotada del Templo militante, que parece que por fin va a publicar dentro de poco el Servicio de Publicaciones de la ULPGC. Siempre he oído a nuestros profesores, escritores, historiadores hablar de la obra de Cairasco, pero la obra más importante y extensa de Cairasco no se la encuentra en ningún sitio. Solo hay antologías, como he dicho. El teatro sí lo podemos leer ya, con la edición de Tamaimos. En las bibliotecas están las antologías y lo publicado por Cioranescu y otros.
Cairasco es un autor para leerlo a sorbos, con tranquilidad y curiosidad. El Templo militante está escrito como si fuera una serie de historias, las vidas de los santos, empleando los métodos que usaban los autores de las novelas de caballerías. Uno de sus objetivos es precisamente el cambiar los gustos lectores de la época. Es una reacción que había surgido ya en Francia, como nos recuerda el profesor Cioranescu.
Cairasco, en el Templo militante, se basa en los escritos de otro hombre que en su juventud se dedicó al teatro, Alonso de Villegas, autor de la Comedia llamada Selvagia. Luego se dedicó a la vida religiosa y fue capellán de la Capilla Mozárabe de Toledo, y publicó vidas de santos, con el criterio de despojarlas de las historietas medievales. Se basa en el trabajo que llevó a cabo Erasmo de Rótterdam y sus ayudantes para la Europa de la época, con las traducciones de las vidas de santos de la tradición griega, que se presentaban con más visos de verdad que lo que se conocía en Europa por la Legenda aurea de Jacobo da Voragine.
Esto se va alargando... Solo me resta decirles las veces que Cairasco escribe el nombre de Canaria en el Templo militante. Sin mucho rigor, contabilizo 15 veces en la Primera parte, 31 en la Segunda, 14 en la Tercera y 15 en la Cuarta. Otros elementos que se repiten también tienen que ver con lo canario; por ejemplo, cita dos veces a Doramas en cada una de las tres primeras partes; ocho veces en la Cuarta. Si le echan un ojo a “Nivaria”, la introducción del citado Canto de Nuestra Señora de las Nieves, en la Tercera parte del Templo militante, se asombrarán del preciso catálogo que hace de los pueblos de Tenerife.
Donde se pasa Cairasco hablando de la Virgen es en las “Diecisiete canciones esdrújulas de Cairasco en alabanza de la sacratísima imagen de Nuestra Señora de Candelaria y de su famoso templo y convento de la orden de predicadores, en la Isla de Tenerife, una de las Canarias”, de las Esdrujúleas de Cambridge y de El Museo Canario, que no han llamado la atención de los estudiosos, a pesar de su interés. El problema es que están en versos que acaban en palabra esdrújula, y que son muy largas. Esta obra, como les he dicho, parece que se podrá leer impresa en breve.
Muchas gracias por la atención, y atrévanse con Cairasco.
El presente texto fue leído semanas atrás en unas jornadas dedicadas a Pepe Dámaso y celebradas en Agaete (Gran Canaria).