Revista n.º 1064 / ISSN 1885-6039

El hardcore canario. «Notas isleñas» sobre el turismo, la clase social y la identidad. (I)

Miércoles, 13 de marzo de 2024
Pablo Estévez Hernández
Publicado en el n.º 1035

Desde los noventa del siglo pasado el hardcore, una música electrónica movida por turistas a Tenerife, se hizo un hueco significativo en la cultura popular canaria. Su aceptación como algo más que una mera moda musical revela las complejas influencias culturales canarias ante las diversas coyunturas socioeconómicas.

JB pinchando en Tenerife.

 

 

Por los caminos de la canción se llega igualmente a las islas. Y del mismo modo, por esos caminos,

las islas salen al encuentro del viajero. Son caminos anónimos (…). Caminos musicales que tienen la virtud

de acortar las distancias. (…) Caminos abiertos por el pueblo a lo largo de los siglos ¿Cuántos?

Lo ignoramos. Pero, en todo caso, viejos caminos perdidos entre la niebla impalpable del pasado.

Notas isleñas que solo la gente isleña sabe desentrañar. Pero, de cualquier forma,

son los caminos más cortos entre las islas y el resto del mundo. Caminos que acaso no conducen

a un fin cierto, mas por los que es hermoso perder los pasos.

Luis Álvarez Cruz

 

Pa´ la gente de… En muchas de las sesiones de música hardcore grabadas en raves, discotecas, radios, garajes, cuartos o clubs se puede escuchar al dj, o a un mc, acercarse al micro para gritar: ¡pal techo!, o para dedicarle un tema a un/a colega. Sin embargo, lo más normal es que se dedicaran los temas de hardcore a personas y sus barrios o a barrios o zonas enteras. Una vez me dio por recortar y mezclar una pequeña muestra de esto:

Para la gente de María Jiménez / y este pa´ la gente de Barrio Nuevo / y este para el ‘Hueso’ de Añaza / y pa´ toda la gente de La Palma de parte de dj Hanfry / y este pa´ la gente de la Cuesta Piedra / y este pa Aroncito de la Cuesta Piedra / y pal Lope del Sobradillo / dj Cuto, y éste para la basquita de Tacoronte / y este para la gente de Barrio Nuevo, de María Jiménez, de Santa Clara, de Santa Cruz...

Para quien sepa algo de los barrios capitalinos de Tenerife, los nombrados son aquellos que se sitúan en los márgenes, lo que antiguamente se conocía como barrios obreros. Puede resultar curioso este localismo, esta insistencia, este orgullo de señalar el origen. Curioso si tenemos en cuenta que la historia del hardcore parece, en principio, una que desborda toda localización, que tiene que ver con viajes y desplazamientos. Una música electrónica sin un origen estable, presumiblemente mezclada en grandes metrópolis británicas, y movida a Canarias en vuelos chárter. Y de esos aviones salía disimuladamente a enclaves turísticos, lugares cerrados y ajenos a la cultura canaria. Es más: lugares tan artificiales que repelen cualquier componente nativo, a no ser que se trate de nativos y nativas para servir y trabajar. Por eso es que pudiera ser plausible esta música en el sur de Tenerife (en discotecas de las Verónicas, en lugares como Fever, Busby, Bananas o como en Atracciones del Sur), donde la artificialidad llamaba a la artificialidad: una música apenas sostenida por un beat, o por una caja, tal como se le denominó aquí: una música que samplea infinidad de melodías. ¿Cómo fue posible que esta música, en estos lugares cuasialienígenas, llegara a los barrios?

 

JB en la discoteca Tramps.
 
JB en la discoteca Tramps. Cortesía de John Brown

 

So pure… Es más, ¿cómo es posible que en estos barrios hubieran elegido esta música no sólo como banda sonora de la vida cotidiana, ni como mera moda, sino como forma de expresión que sobrepasa el sentido musical? Hay toda una estructura de sentimiento en torno a esta música que permite comprender el mundo desde sus parámetros, desde lo que se aprende y se hace tradicional. La gente local, en discotecas y otras zonas del sur de la isla, encontró justamente eso: cultura, con sus reglas, que respetaban pero también cambiaban, y con un canal de comunicación con gente distante que no depende sólo del idioma hablado y escrito.

 

A veces, incluso en espacios tan ajenos, inaccesibles y otros como son los enclaves turísticos, ocurre la magia de lo inesperado. Lo inesperado fue, en verdad, la historia de los últimos seiscientos años de estas islas: la historia de la transculturación. Pese a que muchos comentaristas (entre ellos antropólogos como yo) dicen que del turismo de masas no puede esperarse ninguna mezcla, la gente de los barrios demostró otra cosa: que, incluso ante el turismo, la cultura nativa da sus pasitos de baile; que cualquier código es factible si lo que transmite tiene una emoción y un significado, incluso uno que puede transformarse en local. Y así, el hardcore, aquí, es una música transcultural, que se recubre con nuevos significados asociados a lo que implica ser de la isla o ser de Canarias; o mejor aún: ser de la Canarias más pobre. Y con esto, con la posibilidad de que la cultura siga, ¿no es entonces posible, paradójicamente, que la resistencia de la cultura canaria, en estas décadas de globalización acuciante, esté en estos encuentros y sus conflictos y negociaciones?

 

JB pinchando en Tenerife.

JB pinchando en Tenerife. Cortesía de John Browne

 

¿Es por eso que el hardcore es, por lo general, una música a la cual se le niega reconocimiento académico, político e institucional en Canarias? Quizás con la flexibilidad de las nuevas estrategias políticas —y su capacidad de subsumir todo el rédito— se acabe por hacer acopio del legado del hardcore (¿quién sabe si incluso yo estaría contribuyendo a algo semejante, como creo que problemáticamente estoy?). Pero, siquiera si esto fuere así, antes habría una pequeña risa que evitaría una entrada limpia del hardcore en cualquier canon. Esta risa es una reacción a algo. ¿Demasiada mezcla? ¿Demasiado artificial? ¿Demasiado barrio? Yo supongo que esa risa, con la que me he topado, es algo así como un órgano sin cuerpo que materializa una frontera, una forma de hacer hegemonía cultural en Canarias, salvaguardando en un búnker todas esas cosas que son tan puras, tradicionales y locales de la contaminación “moderna” y de factores extranjeros “inadmisibles” (sobre todo lo extraeuropeo y lo que no está vinculado a las movilidades marcadas por la historia imperial española); y estas cosas puras son, en verdad, tal como lo es el hardcore, pura mezcla… So pure, como decía Baby D.

 

Sweet Harmony. Pero el hardcore no sólo viajó de las discotecas del sur a las del norte (y esta geografía no es precisa, tan solo intento nombrar el traspase de lo turista a lo nativo). Mi amigo Javichu me dice que el hardcore es algo más que una música que se escucha entre varios estilos oídos en la isla. Para él, el hardcore es la “música de baile popular de Tenerife”. Tal cual. Una chica, tras una sesión de una de las fiestas más importantes de esta música en Canarias, subió a Instagram una foto de Jonay, a su vez organizador, dj y todo un referente de la escena, con el siguiente pie: el autentico folklore canario. La música crea algo que llega a las células más sentimentales del cuerpo para rendirlas. El hardcore es esa música que aún puede hacer mover y gritar de emoción a toda una discoteca, o a una sesión online, o una a fiesta al aire libre. Este jeito es casi un ritual que se repite en una historia de, a su vez, muchas costumbres y ceremonias. Con el hardcore miles de pies brincaron entre lo público y lo privado, entre lo legal y lo ilegal, entre lo moderno y lo ancestral, entre lo local y lo global. Esta no es otra que la historia de la cultura rave de Canarias, de los hechos que hablan de la búsqueda de espacios en los márgenes, de verdades al límite de alucinaciones; de drogas y otros placeres y peligros; de amores de segundos eternos. De la única historia con la que crecí… y resulta que es todo mito. Por eso mi proceso de investigación está siempre fracasando. Para que me ayudaran a encontrar algo documental en todo esto hablé con algunos djs de la “vieja escuela”, quienes me advirtieron del mito, pero que a su vez me enseñaron carteles, fotos, vinilos... La prueba material de que algo de esto pasó en una Canarias en transformación con el turismo de masas y las nuevas posibilidades de la globalización.

 

Dj bola.

Dj bola. Cortesía de Jesús Pérez

 

De Gran Bretaña al sur turístico. Del sur al barrio. Del barrio a Canarias y de Canarias al mundo. Así es como la sweet harmony del hardcore, sentida y entendida dulcemente en lo local, viajó nuevamente fuera, de nuevo a esa cosa inexacta y no localizable que es lo global. Pero quizá esta deslocalización sí que sea un verdadero mito. La ficción muy real de una cultura que no está en ningún sitio, a la que hemos llamado cultura global. El hardcore no viene de ahí, como tampoco viene de Europa, sea lo que sea “Europa” a día de hoy1. Cuando uno de esos djs veteranos, dj Lucas, me contó que el hardcore es principalmente la caja y que la caja viene de allá, de la música afroamericana, pero que, de alguna manera, aquí ya esperábamos esa caja por nuestras influencias africanas y carnavaleras, entonces todo el mapa de influencias del hardcore se me cambó. En sus significativas palabras:

… Estamos hablando de los noventa, y ahí ya poníamos cajas, era el principio del hardcore, ya lo conocíamos como hardcore. Y en ningún sitio te dejaban pinchar hardcore, porque era demasiado loco […]. ¡Claro! Es que eran las cajas, era esa percusión diferente que nos gusta mucho a la gente de aquí por el tema de las congas y es otro tipo de percusión, ¿no? Mis amigos de la Península me decían que es música africana […]. Era como la música negra pero puesto al doble de velocidad […]. Nosotros somos de cajas, lo tengo comprobadísimo. Un cencerro carnavalero, a la gente de aquí, en un disco, se vuelven locos. No sé por qué, si será o por las influencias que tengamos2.

¿Dónde está, pues, el origen de esta música? ¿Es música guiri venida de Gran Bretaña con un beat americano? Sí y no… y la cosa es que ya no importa mucho. Por decirlo de una manera menos críptica: el hardcore es un palimpsesto de ritmos y samples que atraviesa muchas historias del Atlántico y del resto del orbe. El turismo británico sólo lo envolvió en algo consumible y lo movió aquí, pero quizá su origen siempre fue este lugar, estos barrios, esta gente que lo supo entender, porque había lo que yo llamo una predisposición del gusto. El movimiento de la música no sólo tiene que ver con la dirección que toman los aviones o los barcos, ni tuvo que ver con esto que va de lo global a lo local, o de lo turista a lo nativo, ni tampoco de los ambientes urbanos a aquellos más “rurales”, donde también aparece y se reproduce.

 

Notas

1. Estévez Hernández (2020): “Hardcore vibes. Más allá de la civilización de los hombres atlánticos inteligentes”. En el catálogo de TEA: Europa, ese exótico lugar. Exposición comisariada por Gilberto González.

2. Entrevista del autor a dj Lucas, abril de 2017.

 

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