1. Generalidades sobre La noche y otros textos
La noche y otros textos de Jonathan Allen es una publicación que engloba nueve relatos cortos escritos de una forma personal en donde se recoge una gran diversidad de hechos imaginados y vividos en primera persona (algunos en compañía de su esposa Alma Álvarez), recuerdos de juventud, secuencias, evocaciones y conversaciones pasadas y actuales; es decir, un fleje de pequeñas historias que se centran unas veces en los senderos más brillantes y oscuros de las relaciones humanas y otras en la memoria de seres extraviados en el éter del tiempo, pero que siguen estando presentes gracias al milagro de la literatura. Jonathan Allen se presenta en este nuevo libro como un maestro en fundir escenarios y mover personajes a través del tiempo. Personajes, casi todos ellos genuinamente normales, que no han participado, salvo en un caso concreto, en grandes gestas, sino que se han visto en esta vida interferidos por dudas cotidianas, por malentendidos, por disensiones diversas, por pequeños problemas de salud o tocados por determinadas obsesiones e, incluso, por ¡el insólito reconocimiento popular en la vida de un escritor!
Estos cuentos o relatos breves amalgaman diferentes planos autobiográficos, pero sin duda resurgen de la inspiración de biografías concretas e inexistentes, de imágenes de paisajes neorrurales y decadentes cascos urbanos, escenas de la vida cotidiana, crítica social, poesía e historia local, arte, música, lectores, librerías y libros, formando un completo caleidoscopio de grata y fácil lectura.
La variopinta temática de estos cuentos, nacidos antes, durante y después de la terrible pandemia que acabamos de superar recientemente, nos presenta a un autor creativo, tranquilo, de vida calmada, en la cima de su madurez intelectual, cuyos escritos se sitúan entre una amplia e imprecisa gama de géneros literarios que hacen casi imposible su definición exacta y, mucho menos, su adscripción taxonómica. Estilo, cadencia rítmica, riqueza y calidad del lenguaje apartes, considerando solamente el conjunto del contenido temático de este libro me inclino por clasificarlo dentro de un género híbrido entre narración, autobiografía y ensayo, no sin ciertas reservas subjetivas por mi parte debido a las constantes insinuaciones líricas de muchos de sus pasajes.
Igualmente aprecio en este nuevo libro aromas característicos de la escritura diarística, que es una variable literaria que, en general, se fundamenta desde tiempos remotos a partir de una mirada peculiar frente a la cotidianidad del día a día. Este enfoque me resulta sugerente como forma, entre tantas otras cosas, de almacenar conocimientos, revivir momentos y sensaciones, pero, también, como un espacio genuino donde positivar ideas y todo aquello que bulle caóticamente en el mundo interior del escritor.
Pero en este último caso, nuestro autor también hace sociología, aunque no quiera, al estudiar al chófer de la guagua, a las mujeres que viajan en el transporte público, pasajeros ensimismados, jóvenes firguenses contentos por el final del confinamiento, la dependienta de la librería, el dueño del restaurante Casa Conchi, la joven atlética que viste ropa deportiva llamativa, la viejita que observa desde una ventana, el pintor teldense José Arencibia y su hijo Luis... Son todos ellos seres físicamente corpóreos, auténticos tipos humanos que, con sus correspondientes comportamientos y sus biografías, pueblan el entorno formando parte de nuestra sociedad. Por lo tanto, desde mi punto de vista, todas las anotaciones que toma el escritor antes de pasar a los textos escritos son sociológicas porque de ellos emanan pensamientos críticos, políticos, humanísticos, estéticos, melancólicos y literarios, en donde es difícil distinguir la vida del autor de la gran vida que bulle en el espacio geográfico exterior y en el transcurso del tiempo.
A todo lo dicho hasta aquí añado otro matiz que estimo relevante: en La noche y otros textos hay también autoficción. Entiendo por autoficción no solo el relato de la propia vida, sino aquel en que lo vivido se transforma bellamente en literatura para cobrar su pleno sentido o trascendencia cara a merecer el respeto y el reconocimiento del lector. Considero en este particular caso que la autoficción no es narrar cualquier pasaje vivido en momentos anteriores para darse importancia o para justificarse, al estilo de las memorias autobiográficas que circulan por las librerías; sino relatar aquellos hechos auténticamente significativos que sólo pueden ser contados en virtud de su delicada reelaboración en un texto literario propiamente dicho que, con primor artesanal, el autor realiza con todos ellos. Con una correcta aplicación de la autoficción, como es el caso, los lectores quedan suficientemente recompensados sin que eso signifique que los cuentos o relatos cortos deban tener siempre un final feliz, sino que cumplen con su elevada misión de hacer sentir al lector o lectora la sensación de que están ante una propuesta honesta y original, que le hace sentirse importante y pensar de forma diferente cuando los acabe de leer, tal como lo entiende Alessandra Selmi (2024): "cuan más leo, más me conozco"1.
A mi juicio, Allen, en este nuevo libro, ha dado visibilidad a pasajes de su propia vida que solo él conoce y nos lo hace ver de manera diáfana a sus lectores, pero también nos habla de hechos que siempre han estado a la vista de todos, pero que no hemos sido capaces de ver. Ha concentrado simbólicamente un caudal imaginario y visual para ver muchísimo más allá de nuestras tediosas rutinas. En esta ocasión, su trabajo literario ha consistido en transmitirnos su particular forma de ser y de mirar en tanto en cuanto se ha centrado en penetrar en las capas opacas de lo visible. Pero en la vida de todo escritor, como en la de cualquier mortal, hay contrastes entre momentos sosegados y tiempos de sobresaltos. La eterna lucha entre lo apolíneo y lo dionisiaco. Aunque no siempre coinciden, imaginario y sensibilidad dialogan con la razón, músculo rocoso donde los haya, por lo que se crea un nuevo gusto hacia la elevación de lo popular y la búsqueda de lo sublime en las pequeñas cosas, de forma muy especial, para darles una vida más trascendente y epifánica.
La evocación a los campos decadentes de las medianías y el estado de semiabandono de los cascos históricos de nuestras ciudades, las continuas alusiones a los atardeceres grises, la obsesión por la oscuridad de la noche, por las tormentas que dejan los cielos desasosegados o el delicioso sonido de los nocturnos con su característica melodía, confieren a nuestro autor una ligera vis romántica (o gótica, como dirían nuestros jóvenes), pues nos presenta estos fenómenos acompañados de instantes fugaces y momentos oníricos con ruiditos enigmáticos, apariciones de amenazantes harpías y musas con cuerpo de niña, cuando no es la misma muerte la que se insinúa desde sus páginas. Del mismo modo que Alfred Hitchcock incluía en sus films sus célebres McGuffin, como recurso narrativo para generar suspense, Allen introduce en sus relatos apariciones sobrenaturales casuales o efectos un tanto inexplicables parecidos para sorprender al lector, sin retorcer artificialmente el desenlace natural del relato ni mermar un ápice de su engañosa credibilidad.
Es verdad que, a veces, nos cuesta creerlo, pero nuestro entorno está lleno de seres invisibles, de voces inaudibles, de formas misteriosas y de espectros fantasmales que sobrevuelan en los alrededores de nuestra imaginación. Algunos deambulan dentro de las casas, por las calles, en las plazas públicas, en las bibliotecas y en medio de los libros, o proyectan sus sombras pegajosas en los edificios, y hasta llegan a emitir unos sonidos inquietantes que sólo captan ciertas almas sensibles. Muchos de esos seres prodigiosos residen en el subsuelo y suelen aparecerse en fechas señaladas o cuando las circunstancias lo permiten. Hay espectros que prefieren confundirse con las nubes y vagan por esos espacios siderales hasta que alguien los llama, o ellos mismos deciden evidenciar su existencia protocolariamente tocados con el emblemático bicornio del Emperador. Se cuenta que hasta el legendario poeta grancanario sufrió la fulgurante aparición de una joven musa que le sirvió para culminar sus obras completas y que él mismo identificó con su antigua novia.
Algunos de los aparecidos en estos cuentos proceden del pasado, otros vienen del futuro, los hay también creados por nuestros propios miedos, deseos y frustraciones, pero también nos encontramos con curiosos seres sobrenaturales que no han existido ni existirán nunca; aunque se nos aparecen inesperadamente en nuestras peores pesadillas y en momentos coyunturales aprovechando un desvanecimiento, entre la turbidez atmosférica creada por el polvo del siroco o por un simple bajón glucémico. Los más atrevidos vienen a visitarnos sorpresivamente cuando nos asaltan ciertas convulsiones emocionales o cuando se producen cruentos encontronazos entre conocimiento, memoria y demás perturbaciones propias de la dura existencia.
Estas apariciones se suelen prodigar en ambientes especiales, casi siempre en el trascurso de una tormenta, entre los celajes del anochecer, al atardecer en el momento en que empiezan a cerrar los cementerios o cuando el estrés y los estados febriles agitan seriamente el ánimo del creador. En La noche y otros textos encontramos, en efecto, viajes extracorpóreos y apariciones en otra dimensión que persiguen al autor en forma de ecos y sombras, pero también en vivencias que generaron en su cosmovisión escenas poéticas, ficticias o reales, que pueden pasar por idílicas unas veces y otras como manifestaciones cargadas de nostalgia.
Reitero, La noche y otros textos nos habla de historias pasadas y actuales, de hechos singulares y personajes absorbidos por la lectura, la música o la pintura. Igualmente cabe incluir en ellos el recuerdo de escenas, conciertos, pinturas y paisajes que en su día cautivaron con intensidad al autor y permanecieron arrinconados en su subconsciente como acontecimientos inolvidables que entran y salen de la memoria cuando la famosa magdalena de Proust los activa. El gusto por la soledad de la noche y la ensoñación resultan compatibles con sumergirse en la realidad, el vivir intensamente la experiencia de la cotidianeidad, la evocación del pasado, la acumulación de recuerdos y la celebración del arte a través de la música, la pintura o la fotografía; lo que le da una impronta irrepetible a este nuevo libro de Jonathan Allen en tanto en cuanto visibiliza su particular concepción de la estética y la adopción de un estilo personalísimo, su incondicional amor a la libertad y la naturaleza, la defensa de los sentimientos, la exaltación del individuo y de lo subjetivo.
2. Sinopsis sucinta de estos relatos cortos
La mayoría de los cuentos fueron escritos entre 2019 y 2023, por lo tanto, alguna influencia de la pandemia por remota que fuera andará tristemente revoloteando entre estas páginas. El sentido de pertenencia al paisaje, la amistad, el amor al arte, la inexorabilidad de la muerte y la trascendencia del más allá se nos presentan a través de una serie de paseos por las calles de Las Palmas, Arucas, Firgas y Telde provocando descripciones eruditas de los lugares visitados y desatando estados mentales que conectan con la memoria, la historia y el pensamiento.
En el primer cuento, "Nocturno. Marlborugh. Inglaterra", se evocan diferentes peripecias de la etapa colegial del autor, que transcurre entre Inglaterra y Gran Canaria. Allí aparece una serie de datos y hechos vividos con especial intensidad que van cincelando la futura personalidad del autor, sus gustos y aficiones.
En el segundo cuento, "Arucas. Gran Canaria", se recogen diversas vivencias y escenas populares de la vida cotidiana que van dando pie a reflexiones sencillas sobre urbanismo, distancias o movilidad, encadenados con reflexiones más elevadas relacionadas con evocaciones y recuerdos que confieren a la noche su sentido simbólico y real como la atmósfera ideal para el ejercicio de la libertad plena. A partir de estos dos primeros cuentos vamos a ir percibiendo en los restantes cómo en las tardes, cuando el sol se oculta y, sobre todo, cuando la oscuridad de la noche se impone, nuestro autor aprovecha para transgredir la ligera cortina que separa la consciencia propia de la vigilia y pasarse al subconsciente o estado onírico en donde transita hacia otra dimensión paralela, con el nocturno de John Field como banda sonora.
La brillantez que luce la atmósfera, y el estado en que queda el entorno urbano en los intervalos que ofrece una tormenta con lluvias intensas, genera momentos mágicos que hermanan a Las Palmas de Gran Canaria con Nueva York, en un tercer cuento titulado "Paseo Tomás Morales. Las Palmas de Gran Canaria", cuyo origen arranca de una cajita de rica madera de altísima densidad que, por su carácter intensamente orgánico, emana enigmáticos alientos animistas generadores de estados anímicos metasensoriales que le transportan a escenarios y paisajes remotos donde habitan viejas amistades, personalidades del mundo de la política y el arte.
El cuarto texto, "Firgas", está centrado en un itinerario por este municipio de las medianías del norte de Gran Canaria. Allí nuestro autor y su esposa recorren el conjunto parroquial, la plaza principal y las casas consistoriales junto a la ancestral Acequia Real, con sus típicos lavaderos, solemnizada por una estructura arquitectónica labrada en piedra de Arucas y la escultura de una lavandera. Dicha escultura es una metáfora que simboliza el esfuerzo de las mujeres por sobrevivir, pero encierra también la castigada imagen de sufrimientos y diferencias sociales lacerantes, tal como fueron pintadas por Nicolás Massieu. El sonido del agua en su discurrir, su musicalidad arrullante, evoca los riachuelos subterráneos que circulan en Roma y Knosos. Las acequias, además de su funcionalidad primaria (llevar el agua a los cultivos), contienen otros valores tales como alimentar el espíritu y la contemplación. Su conservación debería ser un imperativo público al ser instalaciones salutíferas, generadoras de paisaje, de vida vegetal espontánea y de favorecer ecosistemas avifaunísticos únicos.
La visita incluye un recorrido por la avenida Islas Canarias donde el autor percibe espacios de variada morfología, desde donde reflexiona sobre la transición del campesino tradicional al hombre del campo contemporáneo o neorural, cuya expresión más conspicua es la casa garajera con su impacto disruptivo en el paisaje actual. Al final del cuento, se incluye una serie de alusiones vinculadas al relato más largo del libro, "El homenaje" (44 páginas), y con el siguiente titulado "La casa de la Poesía". Estos tres relatos cortos presentan, desde el punto de vista temático, una evidente continuidad entre ellos.
Un supuesto poeta grancanario llamado Eladio Doramas Hernández es el principal protagonista de la parte al final del cuento IV ("Firgas, Gran Canaria"), del V ("El homenaje") y del VI ("La Casa de la Poesía"). Dicho personaje es retratado como un poeta legendario que gozó de una insólita popularidad, tan grande como el tamaño de sus opositores. El veterano juglar es en efecto muy querido por la población, por su cercanía y por el volumen de su obra. El quinto relato profundiza en su imaginaria biografía contada por el autor, que hace las veces de secretario o ayudante, en la que se describe con sarcasmo e ironía los diferentes lances de su vida, sus obras, sus amores frustrados, sus fantasmas y sus obsesiones. En la semblanza personal del curtido vate aparecen la luces y sombras que jalonaron su vida, en la que se ponen de manifiesto los riesgos y limitaciones que encuentra todo escritor isleño que quiera dedicarse enteramente a las letras sin salir de su isla. Eladio Doramas, al final de sus días, tiene la lucidez y la generosidad de dejar su legado en forma de biblioteca, junto a una magnífica mansión situada en Firgas, para que la habiten aquellos escritores que fuesen seleccionados por la Fundación en virtud de sus justificados méritos. El viejo poeta que en esa casa se refugió al final de sus días así lo dispuso porque él creía que aquel era el lugar ideal para la lectura y la escritura. Pero muchas más son las razones de su desprendida actitud, algunas difíciles de explicar racionalmente, como la existencia en dicho espacio de una joven musa que ejerce de “fantasma de la casa” y que al parecer recuerda a su amadísima Esther.
Hemos visto hasta aquí que los temas relacionados con el agua, la noche, el paisaje, el paisanaje, la vida cotidiana, los libros y la música han gozado de un notable protagonismo en la mayoría de estos cuentos, pero a partir de los relatos siguientes ("El abrigo", "Las sombras" y "Las librerías") la relación con la muerte, el más allá, los aparecidos, las almas en pena y las brujas ocupan un lugar importante, añadiéndose a las mismas preocupaciones.
Un halo beckeriano parece haberse soltado sobre el cementerio civil de Vegueta cuando se marchan los turistas en un atardecer prematuro en el mismo instante en que ya no hay casi nadie en el recinto funerario, y los funcionarios del ayuntamiento se disponen a cerrar las puertas del campo santo. En este escenario lúgubre discurre el séptimo cuento titulado "El abrigo", en donde la muerte en su acepción más misteriosa está presente, pero no de forma amenazadora, sino más bien anunciadora de lo que nos puede pasar después de la última despedida. La acción transcurre en la cámara o cripta del mausoleo familiar en donde un pariente va a inspeccionar el estado del mismo y se ve sorprendido por la extraña aparición del elegante cuerpo de su tía fallecida, con la que entabla un amigable diálogo.
Los dos últimos cuentos ("Las sombras" y "Las librerías") representan, simbólicamente, una travesía por diversas calles del casco histórico de la ciudad de Telde. En el primero de ellos encontramos una aparición agresiva de unas harpías mal vestidas que se produce cuando el autor ha traspasado una vez más “cierto umbral entre lo familiar y lo desconocido”, en medio de un asfixiante siroco que se adensaba mientras anochecía. "Las librerías" trata sobre los libros de segunda mano, el destino de los libros y su importancia en la vida del autor, el milagro de la existencia de personas que leen, un trasunto que ya fue objeto anterior en la novela A los que leen (2017)2. Montañas de libros reunidos por todas partes; estanterías repartidas por toda la instalación repletas de libros de los más diversos asuntos. ¡Cuánta gente se dedica a escribir! ¿Habrá lectores para tantos libros?3 A estas y otras reflexiones consigue sobreponerse nuestro autor, que aún saca fuerzas de flaqueza para destinar la mitad del espacio de este relato al recuerdo de un gran lector como fue Napoleón Bonaparte4. A igual que en los anteriores, en esta última exposición vemos también una simpática insinuación a las míticas brujas teldenses en al menos tres pasajes que discurren por las calles más emblemáticas del casco histórico.
3. Conclusiones
Con estos ligeros comentarios a los nueve pequeños relatos que ocupan 229 páginas, que constituyen el último libro que Jonathan Allen publica con Ediciones Idea, doy por terminada esta intervención no sin concluir con dos apreciaciones personales que me han surgido después de la lectura atenta de La noche y otros textos:
a) Siempre me gustaron los relatos cortos o novelas miniaturizadas de extranjeros y españoles. Especialmente me impactaron en su día autores como Ana María Matute (Algunos muchachos y otros cuentos), Azorín (Tiempos y cosas) o Camilo J. Cela (Café de Artistas y otros cuentos); a los que podíamos seguir añadiendo muchos autores más como Delibes (Un año de mí vida) o Umbral (Spleen de Madrid). Todos ellos editaron libros de relatos cortos, muy personales, que venían a ser como destilados esenciales, pequeñas gotas concentradas, de la gran literatura en donde sus autores dieron muestras de su bien probada maestría con la que descendieron al fondo de la subjetividad, el desgarro y la soledad.
b) Obviamente, en La noche y otros textos Jonathan Allen eleva el cuento, que construye mundos en pocas palabras, al lugar que se merece. La noche y otros textos le convierte en un inspirado autor de cuentos y leyendas breves, escritos con enorme respeto, en los que muestra historias fascinantes que entretienen, deleitan y hacen pensar a los lectores. No siempre se puede disponer de publicaciones perfectamente producidas, editadas y localizadas en nuestra tierra, tan bien cuidadas y con tanta calidad como la que estamos presentando. Por todo lo cual recomendamos vivamente su lectura y felicitamos efusivamente a su autor.
Ramón Díaz Hernández
Arucas a 24 de mayo de 2024
Notas
1. Autora, entre otros, del reciente libro traducido y editado en España (2024) por la editorial Planeta con el título de El sueño de la familia Crespi.
2. ALLEN HERNÁNDEZ, Jonathan Andrew (2019): A los que leen. Ed. Idea.
3. Ya lo aventuraba el gran Julio Cortázar: "Como los escribas continuarán, los pocos lectores que en el mundo había van a cambiar de oficio y se pondrán también a escribir": en Fin del mundo del fin. Cuentos completos/1(1945-1966). Alfaguara, Madrid, p. 449.
4. ROBERTS, Andrew (2019): Napoleón: una vida. Ed. Arpa. Barcelona.