Las sociedades occidentales europeas de raíces cristianas asimilaron e incorporaron sincréticamente muchos ritos asentados en los lugares donde se extendió el nuevo culto. Entre los elementos precristianos más destacados y longevos se encuentran los relacionados con el bosque o los árboles. Canarias no fue una excepción, pues gran parte de la población europea asentada desde principios del siglo XV atesoraba ese substrato cultural. En las islas más boscosas, los oficios relacionados con la silvicultura se multiplicaron, pues sus productos fueron destinados a la construcción, fábrica de barcos o la leña de los hogares. Este grupo de artesanos fue promotor o partícipe en peregrinar las vísperas de los días de las santas y los santos destacados a sus ermitas o templos para enramar sus paredes, pero también para construir toldos de ramas y palos alrededor del edificio religioso, por donde transcurría la procesión, sobre todo en las advocaciones de verano. Numerosas son las referencias a las fiestas con enramados como el Corpus Christi, Nuestra Señora de la Concepción en Jinámar, la Candelaria en Acusa o San Bartolomé en Fontanales.
En Guía de Gran Canaria, en concreto, las fiestas fueron también celebraciones esperadas por la población, convirtiéndose en momentos destacados al cesar el trabajo cotidiano, establecerse relaciones sociales o fomentarse la cohesión grupal (noviazgos, intercambios de productos). A lo largo del año eran varios los encuentros festivos guienses –San Roque, San Sebastián–, y los vecinos no escatimaban en gastos, dentro de un orden, y se lanzaban a contratar curiosos actos como el toreo de novillas, habitual en las fiestas de San Roque desde el siglo XVI. Las enramadas fueron una constante en aquellas fiestas, así como la elaboración de toldos con horcones, latas y ramas para protegerse de los calores del verano. En el caso de la patrona del lugar, se le hacían dos grandes celebraciones: la del 15 de agosto, coincidiendo con otras similares en las Islas, y en septiembre. En ambas se traían de la Montaña de Doramas “crezidos cortes de pimpollos, latas, rama y leña” para hacer enramados y toldos con el fin de realizar las comedias sacras en honor de la Virgen. El Ayuntamiento de la isla, que otorgaba el permiso para traer dicha madera desde la Montaña de Doramas, subrayaba su destino a “empalizadas de toldos que forman en las plaza de dichos pueblos (Guía y Gáldar) a fin de representar bajo ellos las comedias en las festividades”. De modo que en la víspera de los actos, por la tarde, los vecinos se reunían para hacer los montajes.
Tenemos constancia que de los cortes y traídas de ramas para las comedias en honor de la Virgen se efectuaron desde inicios del siglo XVII, cuando el patronato de la iglesia de Guía pasó de manos privadas –lo poseía Agustín Renchifo de Vargas– a los vecinos, tal como se acordó el 24 de febrero de 1615. Ya a fines de la siguiente centuria, en 1790, la Real Audiencia, la Real Sociedad Económica de Amigos del País y el propio ayuntamiento insular se opusieron al corte de ramas para estos actos por los daños al monte, por lo que se pidió a los vecinos que guardaran la madera que poseían de otras celebraciones para sucesivos años y no la destruyeran porque, advertían, no darían facilidad para su corte. De hecho, ante las entradas en la Montaña de Vergara o Bascamao las instituciones pedían la intervención del corregidor como medio de contener a “los vezinos de Guía para sus enramadas en las comedias que se representan en aquel pueblo en el mes de agosto y septiembre”. Se pedía diligencia en las denuncias y que se nombrara un guarda, pues el 1 de julio de 1790 el vecindario cortó para las fiestas 50 horcones, 200 latas y 50 cargas de ramazón.
Por tanto, la bajada de ramas y madera para las dos fiestas de la Virgen de Guía son anteriores al llamado Voto de Vergara, registrado en 1811, curiosamente en uno de los puntos del término municipal en donde se talaba abusivamente, según las autoridades. Ese año la población de Gran Canaria sufrió graves circunstancias –fiebre amarilla, hambruna, hiperinflación de precios, incertidumbre política, guerra contra los franceses–, que se agravaron en Guía por el considerable conflicto sobre la explotación y parcelación de la Montaña de Doramas. Si bien fue una contradicción exacerbada por las ambiciones sobre dicho terreno de otros vecindarios colindantes, como por la lucha interna de los propietarios guiense por tomar una ventajosa posición en un hipotético reparto de tierras. Recordemos que en Guía, en 1808, se produjo un primer tumulto respecto al uso y reparto de la tierra, al cual superó otra algarada, el 7 de noviembre de 1810, cuando se intentó por la Real Audiencia cobrar las multas a los infractores del monte. De nuevo, los repartos de tierras de 1812 y 1814 fueron inicios de graves conflictos en la zona, por tanto el Voto de 1811 se inscribía dentro de esta conflictividad y fue, verdaderamente, una confrontación reaccionaria contra las autoridades, similar a las registradas en Gran Canaria en esas fechas.
Consideramos que tres fueron las razones que desvirtúan al Voto en su valor sacro y popular a favor de la Virgen: primero, que se efectuó fuera de lugar sagrado, en un monte vedado por las autoridades, como ejemplo de rebeldía, invalidando, según el derecho eclesiástico, cualquier voto sagrado, perpetuo o no; también la promesa y llegada a Guía se hizo con instrumento típicos de las algaradas (bucios, tambores, cajas de guerra), alejados de los festivos, siempre conformados por los de cuerda y aire, lo cual ratifica la vía de presión a las autoridades; y lo que presuntamente se ofrecía a perpetuidad no fue la rama, sino los frutos de la tierra que pensaban recibirse en los futuros repartos, buscando la intermediación de la Virgen en su favor aunque fueran contra los mandatos civiles y eclesiásticos. Por tanto, el mencionado Voto fue acto tumultuoso y reaccionario, debilitador de las órdenes de la Real Audiencia sobre el sostenimiento y replanto de la Montaña de Doramas, además de mostrar la fuerza de la población y sus mentores ante las futuras entregas de datas y la entrada mediante la violencia en la Montaña de Doramas, la lindante con Guía, lo cual socavaba las prohibiciones de la Real Audiencia que, como otras instituciones, estaban siendo defenestradas ante su carácter liberal por la creciente ola reaccionaria fernandina presente en Guía.
Las fotos pertenecen al fondo histórico de la Fedac.