Hasta el siglo XVII existían en toda España unas cofradías que se dedicaban a pedir por las ánimas, y en las Islas algunos pueblos adoptaron esta costumbre. Su objetivo era mantener el culto piadoso por las personas fallecidas. El rancho iba por las calles cantando y recogiendo dinero, que luego entregaba a la Iglesia, con el fin de que se celebraran unas misas en su nombre. En Fuerteventura pronto se empezaron a organizar ranchos de ánimas en diversos lugares. Fueron muy conocidos el rancho de Betancuria, el de La Oliva o el de Tetir, aunque ya hace más de 50 años que estas agrupaciones interrumpieron su actividad como cantores de ánimas, siendo el de Tiscamanita el único conservado durante el proceso de las últimas décadas. Felipe Bermúdez Suárez, doctor en Teología, ha estudiado en profundidad las claves de la permanencia en el tiempo de esta lejana costumbre y desgranó meses atrás, en el marco del Campus organizado en paralelo al Festival Internacional de Folklore de la Villa de Ingenio (Gran Canaria) algunas curiosidades e ideas que dan cuenta del valor de esta expresión tan singular y de conservación.
El profesor Bermúdez acercó a las personas asistentes, como introducción, el fenómeno de los ranchos de ánimas y de pascua en general y, en particular, el caso concreto del de Tiscamanita. “Los ranchos procedentes de las cofradías de ánimas se crearon en la mayoría de las parroquias del Archipiélago a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII, según se ha documentado ampliamente por muchos investigadores y publicaciones”, explicaba. Como novedad, el teólogo e investigador de las fiestas canarias (en las que se basó su tesis doctoral) adelantó los datos inéditos referidos al origen y momentos claves del Rancho de Tiscamanita en su historia de 223 años. “Todo ello lo estoy investigando mientras preparo un próximo libro sobre este asunto”, reveló Bermúdez.
Único rancho ininterrumpido en Fuerteventura. El Rancho de Ánimas de Tiscamanita cuenta con más de dos siglos de antigüedad y es el único que mantiene su actividad de manera ininterrumpida en Fuerteventura. Como ocurre con todo el patrimonio inmaterial de una comunidad, la supervivencia no ha sido nada fácil y tiene nombre y apellidos. “En los doce ranchos que todavía continúan en el Archipiélago, su supervivencia es fruto de una serie de circunstancias que los han salvado, al igual que nuestro rancho, de la desaparición”, relata Bermúdez. “En nuestro caso, no le afectó la emigración, porque siempre se garantizó el relevo. También ha sido decisivo el amor que nuestro pueblo ha tenido por conservar sus tradiciones. A pesar del empeño del pueblo de Tiscamanita, cierto es que el rancho estuvo inactivo una década del siglo pasado (1978-1988). Sin embargo, “un grupo de jóvenes lograron rescatarlo, recuperando algunos componentes antiguos y las letras, melodías e instrumentos del grupo original”.
Inalterado también es el ritual que mantiene vivo el Rancho de Ánimas en su deambular por las calles de la localidad. La salida de la comitiva, que se mantiene desde tiempo inmemorial el día 7 de diciembre, víspera de la Inmaculada, por lo que se le conoce como Rancho de la Inmaculada, “consiste en recorrer las casas del pueblo tocando y cantando en ellas, con el agasajo de la vecindad, que les brinda bebida y comida”, describe el investigador. Entre los aspectos curiosos de esta antigua procesión, Bermúdez detalla varias anécdotas: “Antes se recorría el pueblo completo a lo largo de toda la noche y se terminaba en la misa o función del día de la fiesta. Hoy, al ser el pago tan largo, se hace en dos zonas, alternando cada año. No se visitan todas las casas, sino aquellas que lo piden o lo acuerdan”. El rancho expresa: Con las puertas abiertas / y la luz encendida, / así es como se recibe / a la Virgen María.
Con frecuencia, se unen varias vecinas y vecinos para hacer la parada en una sola casa. Todo el pueblo acompaña y el brindis en cada casa se hace al rancho y a todas las personas que lo acompañan. "También viene gente de fuera a participar”, añade. Quizá el ritual más antiguo y llamativo es cuando se llega a una casa determinada y el mayordomo pregunta: ¿Aquí se canta o se reza? Según conteste la dueña de la casa, se canta una canción o se reza una oración. “Esto ocurre porque a veces hay algún luto reciente y la familia no ve bien que se cante”, aclara el el teólogo. En algunos casos, la vecina contesta: Aquí se canta y se reza”, y el rancho hace las dos cosas. Luego siempre viene el brindis.
La evolución del Rancho de Tiscamanita. A pesar de su larga pervivencia, casi ininterrumpida en el tiempo, el Rancho de Ánimas de Tiscamanita ha sufrido una profunda transformación desde su nacimiento, en época del obispo Verdugo. “Nació como Cofradía de Ánimas en la parroquia de Tuineje en 1800. Hacia 1878, ya empieza a llamarse Rancho de Ánimas y no Cofradía, y cambia de estar centrado en la parroquia de Tuineje a estar vinculado con la ermita de Tiscamanita". Igualmente, empieza a centrar sus intervenciones en torno a la Virgen Inmaculada (copatrona de Tiscamanita) y no en las ánimas. En momentos determinados, incluso se ha llegado a llamar Rancho de la Purísima. Estas modificacions, evidentemente, se relacionan con diversos motivos religiosos, económicos y sociales del contexto de aquellos tiempos.
La realidad es que el caso de Tiscamanita es una de las escasas excepciones que se han dado en Canarias con respecto a estas tradiciones que han ido desapareciendo de manera progresiva o transformándose de forma distinta en cada caso. “Los tres ranchos que se conservan de Gran Canaria, por ejemplo, siguen manteniendo la referencia original a los difuntos, aunque también cantan en Navidad”, explica Bermúdez. “Los siete de Lanzarote y el de Tetir se han transformado en ranchos de pascua, que cantan solo la Navidad y el rancho de Tiscamanita ha sufrido una evolución original, transformándose en un rancho de la Inmaculada”.
Una vinculación personal. “Hace 23 años, en el 2000, me casé y me vine a vivir al pueblo de mi mujer, Tiscamanita”, revela Bermúdez Suárez al ser preguntado sobre su especial interés en el estudio del rancho majorero. “Me he vinculado a la Fundación Manuel Velázquez Cabrera, que tiene su sede en el pueblo, institución sociocultural de la que fui gerente muchos años y de la que actualmente soy su secretario”. Esta relación comunitaria forjada a través de la fundación derivó en una vinculación al Rancho de Ánimas, a la Asociación de Vecinos El Tabaibe, a la Fiesta de San Marcos, a la parroquia de San Marcos Evangelista, en cuyo Consejo Pastoral participa, e incluso al Equipo Tiscamanita Club de Fútbol. “Tiscamanita es un pueblo con una fuerte valoración de lo comunitario y con el arraigo de muchos colectivos de la sociedad civil. Como dije antes, eso explica, en gran parte, la pervivencia del rancho, nuestro patrimonio más valioso”, concluye.
Bermúdez durante su charla en Ingenio
Sobre Felipe Bermúdez. Felipe Bermúdez Suárez (Las Palmas de Gran Canaria, 1944) es doctor en Teología por la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid). También es profesor emérito del Centro Teológico de Las Palmas (actual ISTIC), del cual fue director entre 1987 y 1992, donde fundó y coordinó la revista Almogaren y el departamento TERECA (Teología de las Realidades Canarias). Fue gerente de la Fundación Manuel Velázquez Cabrera, con sede en Tiscamanita, de la cual actualmente es secretario. Sus publicaciones están centradas en los ámbitos de la Teología, la Antropología cultural y la Historia, y destacan sus libros Fiesta canaria. Una interpretación teológica (1991 y 2001), Asamblea Majorera. 25 años de historia (2003, con Carmelo C. Torres Torres), La Cooperativa Agrícola de Gran Tarajal. 60 años de historia (1946-2006) (2007), El defensor de la isla. Manuel Velázquez Cabrera [1863-1916] (2010), El huerto de la memoria. La represión del Maestro Carámbula (1876-1951) (2019) y Hacia una teología canaria. Reflexiones metodológicas para hacer teología desde Canarias (2022).
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