Revista n.º 1065 / ISSN 1885-6039

Las “semillas de la nación canaria”: sobre Cándido Hernández y la editorial Benchomo (II).

Viernes, 6 de octubre de 2023
Pablo Estévez Hernández
Publicado en el n.º 1012

El investigador conocido como Hupalupa, Hermógenes Afonso, lo contacta para publicar unos cuadernos de cultura canaria en 1979, de los cuales uno sobre nombres guanches obtiene bastante éxito. Sobre esos años, algunos libros sacados con su editorial fueron censurados: “Me censuraron ¡Vacaguaré...!"...

Cándido Hernández con un número de ROA.

 

 

(Viene de aquí)

 

 

Tuve que pasar del ron a las cuartas de vino tinto, que venían casi de dos en dos, para aguantar y escuchar el cuento al completo. Desde entonces he mantenido una amistad cercana con Cándido Hernández, quizá no tanto por la cualidad de la coincidencia (creo que esa noche no dormí por lo fortuito que fue encontrarlo así), como porque él mismo se hizo a gentes y lugares comunes. Se había mudado hace poco a Los Realejos y ahora frecuentaba el bar a donde va mi padre a echar café y le deja un cacho de un terreno que compró en arriendo a dos de mis mejores amigos para sus trabajos de agricultura ecológica. Cándido está presente siempre en la calle. Así que un buen día simplemente salí a caminar por el barrio, me lo topé y le dije: “¡Oye!, yo creo que esta historia merece contarse…”.

 

Como cabía esperar, el cuento de Cándido se iba haciendo grande conforme bajaban las cuartas de vino. Ya no era sólo ROA o Quintana o la BOC, sino también los orígenes de un maestro de escuela, la vida rural creciendo en Vilaflor en tiempos difíciles, y el llegar a llevar una editorial propia, antes de que se formalizara la Benchomo que yo conocí. Hay un dicho que dice: “¡Chasnero y burro negro, de cientos hay uno bueno!”. Es difícil saber si Cándido es parte de la excepción o de la regla. Nació en la Escalona (Vilaflor de Chasna), el barrio de sus padres, donde tenía el soporte familiar para el alumbramiento, pero vivió en la Era Verde sus primeros años. Al tiempo la familia se muda al sur, a la costa, donde un comerciante, Fulgencio Díaz Bernal, tenía una finca con vacas. Ahí el padre de Cándido se encargó del cuidado de los animales. Pasaron luego a otra finca cerca de Los Cristianos, propiedad de los Mejías de La Laguna, donde se atienden faenas agrícolas nuevamente. Cándido era entonces un niño que pasaba todo este tiempo sin escuela, pero en este último emplazamiento recibió unas clases particulares de una señora que daba sesiones de diez minutos al día.

 

Sin duda esos fueron los primeros pasitos, pero tuvieron que pasar muchos años, varias historias, diferentes oficios (como cuando fue camarero en el bar Cañadas) y atravesar muchos sitios para que Cándido se viera estudiando en La Laguna. En ese contexto, sobre los años setenta, ya Cándido tenía una conciencia política situada. Por entonces conoció a Víctor Ramírez y a Rafael Franquelo, escritores y maestros de Gran Canaria. “Los conocí a través del sindicato STEC del que fui fundador”3. “… Y se hacían unas jornadas en verano, donde los maestros se reunían en escuelas de verano, en Tenerife… Lo hicimos en montón de sitios. Hacíamos un montón de talleres y ahí conocí a Víctor y a Franquelo”. Este contacto fue previo al de su compañero editorial. A Pablo Quintana lo conoció algo más tarde, pero “Pablo ya conocía a Franquelo y a Ramírez, por otro lado”.

 

“La idea de llamar a la editorial Benchomo no fue mía… fue de Franquelo”, me comenta Cándido. Pero la editorial ya estaba en pie de alguna manera. Hay que retrotraernos un poquito antes de este encuentro de maestros, escritores y editores… Cándido había sacado una revista donde se juntaron un grupo abigarrado de autores. Apenas había un tema en común. “Era un revista rara”, pero al no hablar de política pasó como una revista ilegal sin problemas, sin encontrarse con la censura. Ya eso supuso una experiencia con la edición y la publicación, pero el antecedente más claro lo comenta Cándido así: “Cuatro o cinco amigos quisimos sacar un libro, un librito, no recuerdo si se llamaba Identidad [se para un segundo a dudar si el título del libro era ese o si era el de uno de los cuentos], que cada uno poníamos un relato, un cuento, entonces se iba a imprenta y en la imprenta me dicen que falta un depósito legal; tienes que dar todos los datos tuyos, de la persona responsable”. “¡Pero yo no tengo ninguna empresa!”, respondió Cándido al entregar la copia al inicio del proceso, en la sede del Ministerio de Cultura. Entonces simplemente puso su nombre y apellidos: Cándido Hernández, editor y su número de teléfono. ¡Y claro! Cuando las copias del pequeño librito hecho entre amigos empezaron a circular, el teléfono de Cándido no paró de sonar con las peticiones de posibles publicaciones: “me llama el otro, y me llama el otro, y me llama el otro…”.

 

Primera revista de Cándido Hernández.

Portada de la primera revista editada por Cándido Hernández (cortesía suya)

 

El investigador conocido como Hupalupa, Hermógenes Afonso, lo contacta para publicar unos cuadernos de cultura canaria en 1979, de los cuales uno sobre nombres guanches obtiene bastante éxito. Sobre esos años, algunos libros sacados con su editorial fueron censurados: “Me censuraron ¡Vacaguaré...! [de Secundino Delgado, publicado en 1980] y otro libro que saqué sobre la Batalla de Acentejo”. También secuestraron las copias de los apuntes biográficos que preparó Manuel Suárez Rosales: “Lo que les llamó la atención [al Ministerio de Cultura] fue la portada (…). Vino [una] orden de secuestro por dos vías: Gobierno Civil y Capitanía (…). Éramos cinco acusados: el de la portada, el que escribió el libro, el editor, el que hizo la introducción que era Oswaldo Brito y el impresor”. La historia de estas censuras y del secuestro de libros merece una investigación aparte, por ahora precisamos conocer el inicio del tándem que dio forma a Benchomo tras estas tensiones. Una noche en Pedro Álvarez (Tegueste), en unas tertulias donde se reunía mucha gente, “apareció por ahí Pablo Quintana y empezamos a hablar. Yo el único material que tenía [en ese entonces] era la revista (…) y él la alabó como una cosa novedosa, una cosa que le había llamado la atención porque tocaba todos los palos, pero que no se habían tocado aquí; no era una revista literaria ni tampoco era etnográfica [solamente], tenía de todo un poco… y así seguimos en contacto por medio de un teléfono y quedamos”.

 

¿Cómo era el proceso técnico de Benchomo? He aquí algunos datos sueltos: “La fotocomposición sólo había una empresa que la hacía: La Portuguesa… que era una empresa en Santa Cruz que vendía productos de broma y de magia. Pero se le ocurrió a este hombre, al portugués [dueño de la empresa], meter abajo, en un sótano, un (…) ordenador que era más grande que la nevera esa, una cosa enorme (…) la mecanografía se pasaba a eso (…) y se hacía como una película. Tenía un K [kilobyte] de memoria, así que podías escribir como cinco folios. De eso pasamos a usar disquetes, que eran carísimos; para una ROA [un número] tenías que usar treinta disquetes”.

 

 

Nota

3. Entrevista a Cándido Hernández, realizada por el autor el 14 de abril de 2023, Los Realejos. A partir de este punto, los fragmentos de Cándido aparecen entrecomillados, a no ser que se especifique otra fuente al pie de página.

 

 

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