Revista nº 1040
ISSN 1885-6039

El hombre que susurra a los burros.

Martes, 16 de Mayo de 2023
Pedro Socorro Santana (Cronista Oficial de la Villa de Santa Brígida)
Publicado en el número 992

Fernando García Alba, natural de Icod de los Vinos y vecino de Tejeda, es el hombre que susurra a los burros en el Centro de Recuperación y Mejora de la Raza Canaria de Tejeda y quien, acompañado de un grupo de amigos y vecinos, este sábado 20 de mayo celebra la XXV Feria Equina.

 

 

Desde que fueron introducidos tras la conquista castellana, o capturados durante el siglo XV en las razias realizadas en el continente vecino de África, los burros comenzaron a impregnar sus huellas en las tierras de labor y en los caminos reales de Gran Canaria. En la cumbre ayudaron a los campesinos a transportar sobre sus lomos las cargas más variadas: leña para los ingenios, carbón o jaces de pinocha, la nieve desde los pozos cumbreros envuelta en mantas y pajas para conservar el frío hasta las neveras de la Catedral, mientras que desde Ingenio acarreaban serones atiborrados de cochinos chicos para su venta por los pueblos de la isla antes de las Navidades. Pero también colaboraron con su bravura en las labores del campo, tanto a la siembra de las papas o arando las tierras de labor hasta el borde de los riscales.

 

La industria molinera atrajo también a estos resistentes animales en las tareas de tiro, haciendo girar las ruedas de los molinos y las norias, aunque su tarea principal era el transporte de los productos de la tierra, si bien a veces iban tan cargados (los había más bestias que el burro) que algunos de estos animales perdían el último aliento, de ahí que en el siglo XVIII surgiera el topónimo Cuesta de Mata asnos entre La Lechuza y Las Lagunetas de la Vega de San Mateo. Su fuerza y obediencia le convirtieron en el ser más cercano a la vida cotidiana de los arrieros y labradores, vendido a pie en las ferias de ganado de los pueblos. Era un puntal decisivo en la economía agrícola, por tal razón el número de ejemplares colmaban en el pasado la cabaña insular. Según los datos recogidos por Webb y Berthelot en su Historia Natural de Las Islas Canarias, en el año 1804 existían en Gran Canaria 3200 asnos contra solo 30 camellos, 100 mulos y 1200 caballos.

 

 

Era normal que en cada casa campesina existiera la figura de un équido, pues el burro era el medio de transporte casi exclusivo de los campesinos, sobre todo los más pequeños o majoreros, con su característica cruz sobre el lomo, por su mayor ligereza y porque se adaptan mejor al terreno, y soportan las temperaturas fuertes, para cruzar los barrancos, caminos y veredas. A mediados del siglo XX la cosa cambió. La tecnificación de la agricultura y el uso de los tractores en las labores agrícolas obligaron al burro isleño o burro majorero a dejar las albardas y la vida acabó por reducir su población y dispersarlos a la sombra de los alpendres. Los pocos que quedaron en la Cumbre fueron relegados a la atracción turística en la Cruz de Tejeda, pero a lo largo de la historia han formado parte de  nuestro patrimonio, de nuestro paisaje rural y de su cultura.

 

Fernando García Alba, natural de Icod de los Vinos y vecino de Tejeda, es el hombre que susurra a los burros en el Centro de Recuperación y Mejora de la Raza Canaria de Tejeda y quien, acompañado de un grupo de amigos y vecinos, este sábado 20 de mayo celebra la XXV Feria Equina, la más importante del Archipiélago, donde además de los burros se citan decenas de caballos y mulos de la isla en un certamen que premia los ejemplares más destacados de cada raza, con la colaboración del cabildo y del ayuntamiento de Tejeda.

 

 

El origen de esta celebración se remonta a 1995 cuando se organizó por puro amor al burro aquel acto como uno de los actos principales de las fiestas de Fátima del pago tejedense de La Culata, por lo que este año hubiera sido la feria número 28 si no fuera por el parón de tres años forzado por la pandemia y la muerte de la hija de Carmita la del frangollo, una colaboradora de la Asociación Equina de la Culata, creada los pocos años. La feria de La Culata es también un homenaje anual a estos peculiares animales que no pasan por su mejor momento, un ejemplo más de los encuentros tradicionales que luchan por mantener vivas las antiguas costumbres, cultura y tradiciones. Al mismo tiempo pusieron en marcha el Centro de Recuperación y Mejora de la Raza Canaria en los Llanos de la Pez y Pargana, un lugar que promueve la puesta en valor y la conservación, el refugio, la protección de esta especie animal que siempre ha destacado por su fortaleza, dócil, nobleza y buenas maneras para las faenas del campo, pero en vía de extinción en plena era tecnológica. Allí, actualmente, son criados y consentidos un total de 25 burros que son conocidos por sus  nombres, como Ángela Channing, la villana más famosa de la tele, que porta una burra de carácter.

 

Pero también el centro ha servido como campo de experimentación de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, pues el sábado 5 de abril de 2018, nació Esperanza, la primera burra majorera por inseminación artificial en Canarias gracias al proyecto de fin de grado del veterinario Aníbal Vega Santana de la Escuela de Veterinaria, bajo la supervisión del catedrático de reproducción Animal y Obstetricia Anselmo Gracia Molina. Antiguamente, el centro donaba majoreros puros a personas con referencias a fin de que no se perdiera la raza. La labor de Fernando García Alba y su equipo en el cuidado y protección del burro es inconmensurable, sensible y respetuosa. A ver si el ayuntamiento de Tejeda nombra Hijo Adoptivo de Tejeda este platero icodense que se esfuerza cada día por hacer de este mundo un lugar mejor para esos leales animales de grandes orejas, que saben más de lo que creemos y que a veces cuando miramos al cielo grancanario y aparece nublado nos acordamos de ellos porque vemos su panza.

 

 

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