Todo espacio sagrado implica una hierofanía, una irrupción de lo sagrado que tiene por efecto
destacar un territorio del medio cósmico circundante y el de hacerlo cualitativamente diferente
Mircea Eliade
La Punta del Hidalgo, en Tenerife, forma parte del Macizo de Anaga, es la más saliente de la isla de Tenerife y abarca una amplia plataforma costera cerrada por el Roque de los Dos Hermanos. Este espacio tuvo una especial significación en época guanche, tal y como se deduce a partir de las evidencias arqueológicas que se conservan hoy en día.
Desde La Punta, los guanches tenían una extraordinaria vista panorámica de este extremo de la isla, que se caracteriza por una orografía abrupta, de elevados y puntiagudos picos que fueron venerados por ellos pues, entre otros elementos de la naturaleza, los guanches rendían culto a las montañas. Las montañas fueron las referencias que permitieron conectar el cielo con la tierra cuando los guanches necesitaban establecer contacto con sus divinidades, el sol (Magec) y la luna (Achuguayo). Al igual que sucede en otras zonas de la geografía canaria, los guanches encontraron poderosos vínculos con las montañas y con los fenómenos celestes, especialmente en los momentos claves del ciclo solar: los solsticios y los equinoccios.
Fue en el año 2016 cuando Eduardo Pérez Cáceres y Ana B. García Sánchez dieron a conocer por vez primera las evidencias arqueológicas que se conservan en este extremo de la isla de Tenerife, en particular, la estación rupestre de cazoletas de mar de La Punta del Hidalgo (número 8 de la Revista Iruene). No obstante, no fue hasta 2019 cuando se publicó la investigación (número 11 de la Revista Iruene). Este último artículo representa el primer trabajo de interpretación que recoge el carácter sagrado que el Roque de los Dos Hermanos tuvo para la población indígena.
La plataforma marina de La Punta constituye un escenario donde encontramos más de una docena de estaciones rupestre, en particular de cazoletas de mar, talladas sobre el duro basalto. Se diferencian dos sectores bien definidos por la acentuada presencia del número de cazoletas: I) Puntilla Las Furnias-El Charcón, con unas 180; y II) Punta del Güigo-La Laja, con unas 230. Nos movemos, por tanto, en unas cifras totales que superan las 400 cazoletas de diferentes tamaños, lo que evidencia la especial significación que este espacio tuvo en época guanche.
Dentro de esta amplia zona arqueológica, se documentan tres estaciones rupestres que tienen como referencia el Roque de los Dos Hermanos: la Fajana, la Punta del Güigo y la Punta del Trujillo. Esa triple conexión fue ritualizada en sintonía con la observación de fenómenos astronómicos relevantes como son las posiciones extremas del sol (solsticios), intermedias (equinoccios) y la parada menor Norte de la luna llena de invierno (lunasticio). En la misma base del Roque se emplaza La Fajana, una ladera que ha sido modificada con la construcción de bancales y muros de piedra que forman parte de una antigua finca abandonada. En ella perviven cuatro conjuntos de canales y cazoletas sobre sendas rocas destacadas en el terreno.
Los canales y las cazoletas fueron realizadas para acoger la comunión, convivencia o reciprocidad entre los seres humanos y las deidades. El ritual consistía en depositar simbólicamente algunos alimentos en las cazoletas y derramar líquidos. Estas prácticas debieron ir acompañadas de rezos, plegarias y otros gestos que no conocemos, pues forman parte de prácticas que no figuran descritas en detalle en las fuentes etnohistóricas y que no han pervivido a partir de la tradición oral. Su memoria se ha perdido en el tiempo, fruto del etnocidio al que se vio sometida la población indígena de Canarias, tras la conquista y colonización.
La investigación arqueológica ha permitido evidenciar cómo la ubicación de estos yacimientos no es azarosa: obedece a una norma ancestral de orden que llevó a los indígenas canarios a “construir” el espacio, tanto el percibido como el imaginado, desde su pensamiento simbólico y cósmico. Es decir, la geografía condicionó la plasmación material de su ideología y la manera de entender el mundo que les rodeaba. Por eso La Punta del Hidalgo es un territorio que fue entendido ancestralmente como lugar de proyección y de significado.
A partir de esta premisa, en la zona de La Fajana y desde el primer conjunto de cazoletas y canales se observa cuándo llega el solsticio de verano, que se manifiesta con la primera aparición de la luz solar por detrás de la cima norte del Roque de los Dos Hermanos. A su vez, la luna llena del lunasticio de invierno extrema menor Norte, también despunta por la abertura del Roque, hecho éste que sucede cada 18 años y que se corresponde con una de las fases del ciclo lunar.
La otra estación de canales y cazoletas de La Fajana está dispuesta intencionadamente en un lugar desde donde se puede observar la salida del sol por la destacada Peña del Rayo, cercana al roque sur de los Dos Hermanos, determinando el preciso instante intermedio del ciclo solar (los equinoccios indígenas). En la Punta del Trujillo, distante más de siete kilómetros del Roque de Los Dos Hermanos, se documentan, sobre la plataforma marina, 220 cazoletas. Esta alta concentración de cazoletas evidencia el importante carácter sagrado de este espacio, desde el que se puede observar la aparición de la misma luna llena de invierno menor Norte, por detrás del Roque de los Dos Hermanos.
El tercer espacio que fue también religado por los guanches con el Roque de los Dos Hermanos se localiza en la plataforma marina de El Güigo. Se trata de un sitio igualmente muy especial para el imaginario espiritual indígena, pues en él los guanches elaboraron 200 cazoletas distribuidas en tres grupos, separados entre sí por dos brazos de mar.
En este espacio convergen los tres planos cósmicos (cazoletas, sol del invierno y puerta del Roque): durante el solsticio de invierno, el sol, en su recorrido vital, llega a su final (simbolismo de la muerte) y al amanecer, asciende por el vértice que separa el Roque de los Dos Hermanos en su cúspide, proyectando la primera luz del invierno sobre el conjunto de cazoletas. En este sentido, el sol “renace” por el referido vértice que, a modo de puerta abierta, canaliza la salida del sol y su ascenso al amanecer para para comunicar con el cielo.
Otro elemento natural a tener muy en cuenta es el mar, que fue venerado por los guanches. Sus propiedades tenían la capacidad de sanar, limpiar y purificar. Es sintomático al respecto que, en el denominado Charco de Las Ovejas, contiguo al del Güigo, se llevara a cabo antiguamente el llamado Baño de las Cabras, práctica esta de la que se conserva su recuerdo a partir de la tradición oral y que, probablemente, tuvo un origen guanche, vinculado a los solsticios. Esta práctica está igualmente constatada en otros puntos costeros de la isla y del Archipiélago Canario.
Asimismo, la Ermita de San Juan, cuya festividad se celebra coincidiendo con el solsticio de verano, se emplaza a escasos metros del Charco de Las Ovejas. Todo apunta, por tanto, a que la zona mantuvo su especial significación con el paso del tiempo, pero produciéndose un fenómeno de etnocidio cultural: los conquistadores reprimieron, deslegitimaron y exterminaron los rasgos y las prácticas culturales de los guanches, aunque sus miembros sobrevivieran como individuos. Bajo la advocación de San Juan y tras la conquista, este espacio ritual así concebido por los guanches antes de la conquista, fue perdiendo su significación originaria para dar paso a una nueva realidad impuesta por la asimilación forzosa.
Uno de nuestros objetivos, como investigadores del pasado, implica el estudio y la documentación de aquello que los guanches vieron a su alrededor para dar sentido a sus prácticas culturales. Solo así consideramos que es posible conectar con la significación originaria que este extremo de la isla tuvo y sigue teniendo para nosotros/as.