El pasado año asistí, muy de mañana, al Día de Las Nieves. Dentro de la parroquia celebraban misas por algunos pueblos de la isla. Asistí a dos... Terminada la misa, salí a la plaza. Me quedé sorprendido, disgustado, añorando el pasado. Allí en la plaza no había nada... Pero “nada de nada”. Y, disgustado, me senté en un muro en la plaza y comencé a recordar...
Otrora la fiesta de Las Nieves... Recuerdos y admiración para aquellas humildes señoras que con sus cestas llenas de azucarados marquesotes y otros dulces, se pasaban la noche de vísperas sin moverse, sentadas allí, en la plaza, junto a la cesta de sus dulces, y a la luz del candil o del carburo. Vigilando sus azucarados marquesotes...
La gente pasea por la plaza. Se saludan unos a los otros. Intercambian información familiar. Fuegos de artíficio. Ya son doce de la noche...
Amanece el siguiente día, y poco a poco se anima la plaza. Comienza la actividad. Unos vociferan aquí y otros más allá; aquel otro que con su ruleta sortea unas figuras de yeso, que casi se rompen solas... Veo por allí al fotógrafo que desde el amanecer, metido bajo una negra manta, introduce su cabeza dentro de una caja de madera en el interior de la cual él tiene su laboratorio fotográfico. Nos sacaba una foto que allí mismo revelaba, en la plaza, dentro de su oscura caja, y orgulloso después la mostraba al público en el lateral de su abultada máquina. Así que tú te retratabas y luego, al rato, pasabas junto a la maquina fotográfica y te veías allí pegado a aquel cajón, secándote bajo el radiante sol de la mañana de ese agosto.
Ahora son ya casi las doce de la mañana. La banda de música con Perico Daranas, o la de don Gumersindo o la de Julio, al frente, amenizaba con sus animados pasodobles todo aquel agradable entorno de Las Nieves... Repican las campanas, y al momento, sale la procesión.. Voladores muchos, muchísimos. Un olor a incienso y a pólvora quemada envuelve todo el ambiente que, irremediablemente, se respira.
Son las doce, y sigue la procesión. Paso entre paso, la Virgen es llevada a hombros. Como siempre, hace su recorrido alrededor de la plaza y repite su acostumbrada parada. Aquí mirando a Velhoco y allí mirando a La Dehesa. Todos quieren cargarla. Especialmente las mujeres. Con ayudas, algunas lo logran, y las que no pueden se agarran o aferran fervorosamente a sus andas. Termina la procesión. Dejan de sonar las campanas.
Recorro toda la plaza. Unos venden churros, otros carne de cochino asada, otros sortean lo que tienen y a veces lo que no tienen. El típico olor a churros, a carne asada y a vino tinto de Mazo se respira por doquier. Es un olor especial que solo se percibía allí el Día de las Nieves... Llega la hora del almuerzo. La gente que de lejos han venido se retira con sus cestas repletas de comida a almorzar. Unos bajo los pinos anexos, otros junto a la iglesia y otros donde encuentran sitio.
La esperada tarde ya está aquí. Son las cinco, comienza el paseo de las chicas alrededor de la iglesia. Arrimado y apoyado en el muro, las ve pasar, las contempla con detenimiento, una a una. Todas están guapísimas este día. Van vestidas con los mejores trajes. Pero hay una que a él le llama poderosamente su atención. Es Elvira, la que después de años sería su mujer, la que le acompañó a lo largo de toda su vida. Paciente, espera para -a la segunda vuelta del paseo- acompañar a Elvira. Es el momento... Otra vez la ve pasar, pero no se atreve a dirigirse a ella. Le tiemblan las piernas. Está muy nervioso. "La veré en la fiesta de la Concepción, dentro de diez días…", y se conforma a sí mismo.
Todo este torbellino de vivencias, de recuerdos y más recuerdos fluyen en su mente de forma rauda, velozmente y tras unos siguen otros de fiestas, de muertes, de alegrías y de tristezas. A veces no quiere ni recodar el pasado. Por un momento quiere olvidarlos, pero su mente está viva y llegan y fluyen, aun con mucha viveza. Muchísimas imágenes aunque él no quiere ver...
Cae la tarde, la gente se retira paulatinamente; unos por el sur, rumbo a Las Breñas o a Mazo, y otros por el norte, que quieren llegar a Los Sauces. La fiesta terminó y ahora a esperar otro año. Unos volverán y otros nunca más volverán...
Agosto de 2023