¿Existió en Gran Canaria ese ambiente de caos social y político que adujeron los golpistas de julio de 1936 y sostienen historiadores reaccionarios de ahora?
El período del Frente Popular fue uno de los más convulsos en la isla, hasta ese momento, por las agitaciones desatadas entre finales de abril y principios de junio de 1936, durante alrededor de “cuarenta días tormentosos”. La segunda parte del mandato del gobernador civil Manuel Ramos Vallecillo, enfermo del corazón, dio lugar a un elevado número de huelgas y alteraciones públicas de variada índole. Los propios dirigentes de las izquierdas expresaron su disgusto ante la incapacidad del representante gubernativo para frenar tales desórdenes y forzaron su dimisión.
A partir de la primera semana de junio quedó la conflictividad prácticamente extinguida, limitada a niveles incluso menores que los registrados desde mediados de febrero a últimos de abril. Con la llegada de dos inspectores del Ministerio de Trabajo se restablecieron y aceleraron los mecanismos de arbitraje y conciliación, imponiéndose desde la visita del ministro de Comunicaciones, Bernardo Giner de los Ríos, un panorama cercano a la paz social terminante. La única huelga de relieve declarada en este tramo, hasta el levantamiento anticonstitucional del 17-18 de julio, sería la declarada por los trabajadores mercantiles de la capital provincial con poca antelación, receptora también del apoyo de las derechas. Ningún escenario caótico reinó en Gran Canaria mientras las tramas golpistas, militares y civiles, fraguaron en el mes y medio anterior a la sublevación facciosa.
Los brotes conflictivos de mayores impactos fueron los rurales, incursos en una dinámica inédita hasta allí. Arucas dejó de ser la exclusiva jurisdicción grancanaria donde el incipiente sindicalismo agrario acometió interrupciones laborales y otros expedientes reivindicativos. Desde el foco de Sardina del Sur, los anarcosindicalistas impulsaron las movilizaciones de los aparceros del tomate que paralizaron fincas de varios distritos. En tres explotaciones de la capital y de Telde, las demandas sindicales incluyeron ocupaciones pacíficas de fundos resueltas de inmediato por la Guardia Civil, y las teldenses promovieron una huelga general del 19 al 20 de mayo en toda la demarcación. A finales de mes, los paros casi absolutos de Arucas y de Telde, dirigidos por socialistas y comunistas, envolvieron los principales trastornos campesinos. Si bien las reclamaciones presentes eran de naturaleza moderada, los terratenientes solo estaban acostumbrados a la mansedumbre de jornaleros y medianeros, así que las patronales del sector reaccionaron con dureza.
Sindicalistas concentrados ante la Federación Obrera de Arucas en la huelga general del 28 de mayo de 1936
(La Provincia, 29-V-1936, p. 1, El Museo Canario)
Las maniobras para “justificar” el levantamiento contra la legalidad republicana, según planteas, incorporaron algunas falsedades evidentes.
En efecto, los actuales voceros de las críticas despiadadas al Frente Popular no han dudado en añadir a sus registros pretendidas acciones que ni siquiera mentaron los propagandistas del “Alzamiento Nacional” por aquellas fechas. Uno de esos imaginarios incidentes abarcó el supuesto atentado con bomba que afectó a las instalaciones del diario La Provincia en la tarde del 17 de junio, con el luctuoso balance de dos criaturas de corta edad muertas y dos mujeres heridas de pronóstico reservado. Se trató a la verdad de un accidente en la planta alta del edificio, ocupada por la redacción y los talleres, al explotar un motor eléctrico en malas condiciones y producir múltiples destrozos. El mismo padre de los críos, el administrador Eduardo Carqué Gil, se refirió exclusivamente a una “fatalidad” cuando agradeció las condolencias de todo el espectro político. ¡Ya es manipulación transformar un percance circunstancial en un acto terrorista e imputarlo sin fundamento alguno a las izquierdas! En cuanto al único artefacto que estalló en un café de las afueras de Gáldar en la noche del 16 de mayo, la Benemérita encaminó fundamentalmente sus pesquisas hacia abonados a la Falange en la localidad.
Se han exagerado, desde iguales motivos, los conatos de incendios en templos parroquiales de Las Palmas de Gran Canaria. Apenas los sufrieron las iglesias de San Francisco el 25 de febrero y de San José el 10 de marzo. En torno al inicial, el gobernador civil interino, el letrado Nicolás Díaz-Saavedra y Navarro, lo imputó a “personas bien vestidas” y puso el acento en reprochar los desórdenes incitados por la gente “de orden”. Una nota condenatoria emitida por el comité del Frente Popular señaló las responsabilidades de “elementos provocadores” y las autoridades arbitraron medidas a fin de proteger todas las instituciones religiosas. La segunda tentativa resultó igualmente asignada a una provocación, aunque no puedan excluirse las intervenciones de espontáneos, deseosos de pasar factura a un párroco muy activo en la campaña electoral de la CEDA desde el mes de enero.
¿Qué nos dices sobre las perturbaciones y violencias ocasionadas por el fascismo y las derechas progresivamente escoradas hacia esta opción?
Los entusiastas del 18 de Julio han omitido sistemáticamente cualquier referencia a tales actuaciones. Jóvenes falangistas agredieron a otros de izquierdas en la capital el 1.º de Mayo y, cinco días después, otros montaron allí mismo un alboroto de inspiración monárquica. Asimismo en la Fiesta del Trabajo, afines suyos acometieron al corresponsal de La Voz Obrera en Agaete. A la semana, el líder joseantoniano de Teror amenazó con un arma de fuego y maltrató al síndico del ayuntamiento. Poco después originaron los fascistas un pequeño tumulto en Bañaderos y dos de ellos iban armados. El 30 de mayo y el 2 de junio produjeron sus correligionarios de Santa Lucía escándalos violentos contra el alcalde, repetidos el día 20 en oposición a la enseñanza laica. En las fiestas de San Juan en Telde hubo riñas tumultuarias entre elementos juveniles de Falange y del Frente Popular, esgrimiendo su revólver uno de aquella filiación. Matones ultras de Tafira Baja, cuyos gerifaltes afirmaban pasarse “por los cojones” las leyes y autoridades de esa “República de mierda”, atacaron furiosamente a dos socialistas el 28 de dicho mes.
Tres personajes de la oligarquía efectuaron los primitivos disparos de la etapa, en medio de las huelgas generales de Arucas y de Telde. Otros hicieron en Marzagán el 3 de junio los esquiroles empleados por el cacique borbónico José Mesa y López en su hacienda de Mondalón, dos de ellos falangistas de Arucas y dependientes de la Sociedad Agraria. Como guardia pretoriana de las clases dominantes, los seguidores de José Antonio Primo de Rivera realizaban prácticas de tiro en diversas fincas de reconocidos oligarcas por Guanarteme, Tafira y otros puntos, entre ellas varias pertenecientes al industrial tabaquero Eufemiano Fuentes Cabrera, exconsejero del Cabildo y padre de un próximo criminal de las brigadas del amanecer. He detectado un total de trece individuos objeto de maltratos físicos en los cinco meses de la gobernación del Frente Popular, contusionados o heridos leves, de los cuales seis fueron víctimas de las derechas. Ningún historiador serio puede ocultar semejantes episodios.
Piquete de trabajadores a finales de mayo de 1936, junto a un redactor del diario Hoy, en una de los accesos a la carretera del Sur
durante la segunda huelga general de Telde (Hoy, 5-VI-1936, p. 13, El Museo Canario)
Una de las cuestiones que abordas en el libro es la pervivencia de las formas antiguas del conflicto social en la Segunda República.
La atención de los estudiosos de la fase 1931-1936 se ha centrado ante todo en las expresiones “modernas” de la conflictividad, asociadas al movimiento obrero: huelga, manifestación, boicot, etcétera. No se han analizado como merecen las persistencias de los recursos “antiguos” o tradicionales, del tipo de los motines faltos de organización previa y de jefaturas estables, cuyos ingredientes ideológicos no son tan definidos. En el transcurso de la Segunda República se perpetuaron en Gran Canaria estos modelos de lucha extraños al sindicalismo, antes en los contextos rurales que en los urbanos. Además ocurrieron fenómenos que participaron de ambas directrices, como en el asalto y saqueo de los almacenes centrales de Molina y Compañía Limitada el 25 de mayo de 1936, que acordó y ejecutó el Sindicato de Parados de Guanarteme (San Lorenzo).
Los disturbios causados por los Heredamientos o Comunidades de Regantes y por multifundistas privados dieron lugar a diversas rupturas del orden público. Aparte de los sumarios incoados por usurpaciones de aguas en la Vega de San Mateo y en Santa Brígida, desde noviembre de 1931 hasta diciembre de 1934, ofreciendo pequeñas algaradas en Utiaca y La Angostura entre marzo-noviembre de 1932, irrumpieron motines en Carrizal de Ingenio en septiembre de 1933, en Santa Lucía de Tirajana en agosto-septiembre de 1934 y, coetáneamente, en Teror contra la Sociedad Hidráulica. Las revueltas más destructivas de 1936 se desarrollaron en la Villa Mariana el 15 de abril y el 24 de mayo contra la Comunidad de Alumbramientos de Quiebramontes, inmersas en un tortuoso litigio con otros altercados menores que procedía de diez años atrás. Fue trasversal la participación en tales sacudidas, implicándose tanto la derecha como la izquierda.
Grupo de izquierdas ocupando el salón de sesiones de las casas consistoriales de Las Palmas de Gran Canaria el 5 de junio de 1936,
en protesta por la reposición de algunos funcionarios derechistas y particularmente del exinspector de la Guardia Municipal
(La Provincia, 6-VI-1936, p. 3, El Museo Canario)
¿Hubo alguna deriva revolucionaria en la isla de febrero a julio de 1936 y cuál fue la situación económica presente?
Jamás se vio Gran Canaria envuelta en un proceso revolucionario de cuño socialista o anarquista a lo largo de esa coyuntura, pese a las embaucadoras letanías de la reacción. El Frente Popular solo aspiró a reemprender el camino de la República de Abril, el de la revolución democrática acorde a las pautas reformistas del primer bienio republicano, sustentadas de igual forma por la Federación Provincial de Sindicatos Obreros y hasta por el Sindicato de Trabajadores Manuales e Intelectuales de la CNT.
La singladura económica permaneció envuelta en una aguda crisis, debido a los quebrantos de las exportaciones plataneras y de las escalas de buques en el Puerto de La Luz, aquí escoltados por los de suministros de carbones y petróleos o aceites crudos. Los volúmenes del paro total o parcial aumentaron notablemente en la capital y en los municipios más poblados. A todo ello se agregó un alza en los precios de artículos de primera necesidad, inflación que expuso a las familias humildes a un estado de graves penurias. En muchos hogares proletarios, la falta de ingresos suficientes trajo consigo el hambre y la desesperación. El radicalismo de algunas movilizaciones sociales procedió de estas circunstancias tan angustiosas, no afrontadas abiertamente por las derechas cuando ejercieron la gobernación del país.
Los ejecutivos del Frente Popular exhibieron una gran sensibilidad ante los problemas canarios. Las alternativas proyectadas en la asamblea palmense de las “fuerzas vivas” el 25 de mayo, en los debates del Congreso entre el 18-19 y 23-24 de junio y en el foro del Centro Canario-Peninsular, también en Madrid, unos días más tarde, expusieron un ambicioso programa de actuaciones que tuvo abundantes precedentes, aunque ahora dotado de apuestas mejor estructuradas y con orientaciones sociales inéditas. A pesar de los engorros burocráticos, las subvenciones gubernativas y los auxilios municipales contribuyeron a la reanudación de obras públicas y al despegue de otras, suficientes para aminorar el desempleo. Casi todas las organizaciones empresariales boicotearon las disposiciones en favor de los jornaleros y la regulación de los mercados de trabajo, implicándose en la estrategia de la tensión para liquidar la democracia.
El gestor comunista teldense Francisco Santana Casimiro Brito, dirigente de los albañiles de la Sociedad de Trabajadores,
fotografiado en septiembre de 1935 (La Provincia, 12-IX-1935, p. 16, El Museo Canario)
Agustín Millares Cantero profundiza con rigor histórico en la historia de los movimientos sociales grancanarios y desmonta los mitos que durante la larga noche del franquismo se impusieron. Canarias cuenta con una historia propia de la guerra civil, al ser uno de los primeros territorios en caer en poder de las fuerzas sublevadas, pero las argucias para justificar el golpe de estado y la represión nos suenas cercanas. Es preciso desmontarlas y qué mejor forma de hacerlo que con un trabajo impecable, que agota la consulta de las fuentes disponibles y ofrece un relato ameno de un momento dramático de la historia de España.
Del prólogo de Enrique Santiago Romero, abogado y secretario general del Partido Comunista de España.
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