El sonajero, también denominado sonajero de romero, sonaja o sonajilla, es un artefacto fruto de una adaptación tecnológica como instrumento musical de percusión. Atendiendo estrictamente a la clasificación organológica de los instrumentos musicales tradicionales de Canarias, se enmarcaría dentro del tipo idiófono sacudido ya que el sonido que emite está directamente relacionado con el material con el que está elaborado. Los idiófonos se clasifican en percutidos, entrechocados, punteados, frotados y sacudidos, dependiendo de la manera de manipular el instrumento a la hora de hacerlo sonar.
Se trata de un instrumento construido en base a una tabla y placas circulares cóncavas metálicas (chapas), pero con infinitas variantes ya que tanto el tamaño del soporte como la cantidad de chapas y su distribución dependen de la disponibilidad del material y la creatividad del autor del sonajero en cuestión.
La pieza protagonista de nuestro REGISTRO DE SALIDA de hoy tiene unas dimensiones de 28.2 cm de largo, 8.5 cm de ancho y 4.2 cm de alto y se ha creado a partir de un soporte de madera con forma irregular. La parte en la que están las chapas es rectangular con borde lobulado coincidiendo con la curvatura de éstas. El sonajero presenta en una de sus caras doce discos metálicos, organizados en seis pares, unidos al soporte mediante un tornillo en cada par. Del eje central se extiende el mango, decorado con seis motivos grabados con forma estrellada. El extremo del mango presenta un agujero para facilitar el atado de un cordón. Este sonajero fue adquirido en la Feria de Pinolere en 1996. Se fabricó en la localidad de El Palmar, en Buenavista del Norte (Tenerife), por Benjamín González Acevedo y pasó a formar parte de la colección de instrumentos musicales del Museo de Historia y Antropología de Tenerife.
La sonaja es un objeto omnipresente en nuestro patrimonio marcando el ritmo de nuestra vida cotidiana, no solo como juguete presente desde nuestra infancia, sino también a través del ámbito folclórico popular.
Hay constancia en el registro arqueológico de la presencia de sonajeros infantiles en el antiguo Egipto (ca. 1360 a.C.). El Museo Horniman conserva buen número de originales, procedentes de ajuares funerarios infantiles. El análisis a través de la comparación etnográfica atribuye a estos objetos la “protección” del lactante ante las enfermedades. Asimismo, el sonido que emite la sacudida del instrumento alrededor de la cuna podía tener la finalidad “mágica” de ahuyentar a los malos espíritus. Se elaboraban en variados materiales (vainas vegetales secas, madera, arcilla), así como representando diversas formas zoomorfas. Según la tradición popular, el sonido metálico espanta los malos espíritus.
En algunas comunidades confiaban en hacer sonar estos instrumentos para favorecer determinadas condiciones climáticas como, por ejemplo, propiciar la lluvia y así aumentar la fertilidad y prosperidad de las cosechas. Algunos sonajeros antiguos constituyen verdaderas piezas artísticas, tanto por los materiales usados como por la ornamentación.
La presencia y uso de los sonajeros está presente en todas las culturas, tanto con fines ceremoniales, mágico-religiosos, ritos de paso, musicales, como bajo la función de juguete para estimular los sentidos del bebé.
En Canarias, además de su uso en el ámbito infantil, forma parte del grupo de instrumentos usados en gran parte de las expresiones musicales tradicionales, como por ejemplo en los ranchos de cantadores o también denominados Ranchos de Ánimas (Gran Canaria) o Ranchos de Pascua (Lanzarote). Los ranchos tenían la misión de recaudar fondos para celebrar misas de difuntos, sobre todo en el primer caso. Empezaban el día de Todos los Santos (1 de noviembre) hasta el 2 de febrero, día de la Candelaria, cerrando un ciclo de carácter lunar en el que se celebran muchos rituales culturales, fruto del sincretismo pagano-cristiano que se ha ido consolidando a lo largo de los siglos. Algunas referencias como las de Navarro y Pastrana (1895) o Bethencourt Alfonso (1901) testimonian el uso de sonajas o sonajillas al son de otros instrumentos como guitarras, bandolas, panderos, panderetas, castañuelas, espadas y triángulos, portados por tocadores y cantadores, que iban de casa en casa con el objetivo de recaudar para la novena a las ánimas. Un ritual que aúna procesos de socialización, comensalidad y cohesión social de la comunidad.
Estamos ante un artefacto de nuestro patrimonio cultural cuya dimensión, material e inmaterial, deja manifiesta la complejidad de usos y significados que transmiten objetos tan sencillos y complejos a la vez, de nuestra vida cotidiana.
-Para saber más:
Bethencourt Alfonso, J. (1985): Costumbres populares canarias de nacimiento, matrimonio y muerte. Publicaciones científicas del Excmo. Cabildo Insular de Tenerife, Museo Etnográfico, num.1. Litografía A. Romero, Santa Cruz de Tenerife.
Izquierdo, E.G. (Coord), (2015): En torno al Atlas del Patrimonio Cultural Inmaterial de Canarias. Santa Cruz de Tenerife. Gobierno de Canarias.
López Izquierdo, J. (1996): Clasificación organológica de los instrumentos musicales tradicionales de Canarias. Feria de artesanía de Pinolere. Museo de Antropología de Tenerife. Organismo Autónomo de Museos y Centros del Cabildo de Tenerife.
Pérez Vidal, J. (1986): Folclore infantil canario. Ediciones del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria. Imprenta Taravilla, Madrid.
VV.AA. (2008): Rancho de Ánimas de Arbejales-Teror. Guardianes de una tradición centenaria. Anroart Ediciones. Las Palmas de Gran Canaria.