Forma parte de los usos tradicionales trazar una semblanza del autor en las presentaciones de sus libros. En el caso de Antonio Henríquez Jiménez, cuya capacidad como docente e investigador es ampliamente conocida, quizás sea un atrevimiento innecesario. Pero al integrar el ceremonial prescrito para ese tipo de actos, aprovecharé para hacer un ejercicio de memoria sobre la amistad que me une con este incansable trabajador de nuestra cultura. Tengo que remontarme al ya lejano enero de 1991 cuando me incorporé como bibliotecario a la Sociedad Científica El Museo Canario y Antonio Henríquez ya estaba allí.
Sus consultas eran atendidas en la sala de lectura por el competente personal que se ocupaba de ese cometido y que, por su profesionalidad y experiencia, no necesitaba recurrir a aquel joven e inexperto bibliotecario. Muy pronto su nombre se me hizo familiar al escuchárselo con frecuencia a mis compañeros. En aquella primera etapa ningún investigador requería mi presencia en la sala de lectura, así que permanecía exclusivamente en las estancias interiores de la biblioteca, rodeado de los libros que Antonio Henríquez ya conocía y había leído. Podría decirse que la jornada del equipo laboral de la biblioteca se acompasaba a la del infatigable estudioso, a sus consultas y solicitudes.
Algún tiempo después tuvimos ocasión de conocernos personalmente, circunstancia ni extraña ni difícil porque el profesor Henríquez Jiménez pasaba en esa venerable institución más horas que cualquiera. Por ese motivo, si menciono que actualmente su presencia allí es habitual quizás resulte un poco cicatero, es casi faltar a la verdad. La labor de rescate documental que realiza diariamente nuestro autor justificaría, por sí sola, la existencia de la Sociedad Científica El Museo Canario como centro de investigación.
No voy a enumerar su amplia producción bibliográfica sobre la literatura canaria del siglo XX. Sus trabajos acerca de Tomás Morales y Alonso Quesada, por ejemplo, representan aportaciones documentadas, esclarecedoras y decisivas sobre la trayectoria creativa de estos poetas. Si me gustaría mencionar, en relación a la personalidad del editor de este libro, un aspecto que Luis Regueira Benítez conoce mucho mejor que yo, entre otras razones por la cercanía de su despacho a la sala de lectura donde reside Antonio Henríquez. Quiero referirme a las numerosas consultas que otros investigadores, alumnos y personas interesadas en la tradición literaria insular realizan al siempre atento y asequible editor de Vita Christi, en medio de sus largas horas de trabajo en El Museo. Parece que, incluso después de haberse jubilado, la vocación docente del profesor Henríquez Jiménez encuentra tiempo para acomodarse en medio de sus jornadas de estudio e investigación.
Creo que ha quedado claro que la clave principal del magisterio de Antonio Henríquez ha sido su gran capacidad de trabajo, que no se reduce a la lectura y examen del abundante material documental que ofrece El Museo Canario. El propio investigador nos ha referido sus pesquisas en la Biblioteca Nacional, la Biblioteca del Palacio Real y otras instituciones culturales nacionales y extranjeras, con el fin de localizar copias manuscritas de las obras del Divino Cairasco o documentos relacionados con su trayectoria vital y literaria. Algunas de estas búsquedas le han ocupado mucho tiempo y costosas gestiones, pero le han facilitado conocer y estudiar fuentes archivísticas inéditas. De esta manera se ha convertido en uno de los mayores expertos y divulgadores de la obra del primer literato canario.
Bartolomé Cairasco de Figueroa, canónigo de la Catedral de Canarias, vivió en un momento muy significativo de la cultura occidental. Su trayectoria vital está inmersa en el proceso de la Reforma católica, la reacción contra la herejía que representaba la Reforma protestante. Para conseguir la propagación de la fe, la Propaganda Fide, la Iglesia de Roma movilizó las artes, las letras y todos los recursos de la cultura para conseguir la atención y la emoción de los fieles. El resultado, como sabemos, ha nutrido los museos de todo el mundo, especialmente en Europa y América, y ha producido algunas de las obras cumbre de la literatura de los siglos XVI y XVII. Sin ese impulso, la eclosión del Barroco, que tanto debe a Cairasco, no se hubiera desarrollado en todo su esplendor.
El tema de este libro que nos ocupa, la vida de Cristo, resultaba muy apropiado para ofrecer muestras del genio versificador de Cairasco. Al tratarse de un asunto tan conocido, era asequible tanto para los literatos y la minoría cultivada, como para esa gran mayoría que no podía acceder a la lectura ni a los grandes eventos culturales, pero que conocía los momentos principales de la vida de Jesús a través de las representaciones artísticas en los templos, las esculturas, los cuadros, las estampas de devoción, los sermones, el rosario, las procesiones, etc. El hecho de poetizar episodios de la vida de Cristo garantizaba ser comprendido por un público numeroso de lectores y de oyentes.
Antonio Henríquez plantea la duda de la fecha de redacción de la obra, no ha encontrado datos definitivos que la encuadren en los primeros momentos de la producción del autor o en su última etapa. En cualquier caso, Bartolomé Cairasco sale airoso de la prueba. Su Vita Christi podemos leerla ahora, en el siglo XXI, en la cuidada edición que nos ofrece Henríquez Jiménez, con el mismo ritmo y musicalidad que sin duda agradó a nuestros antepasados de los siglos XVI y XVII.
Bartolomé Cairasco de Figueroa gozó de una existencia larga e intensa y nos legó una vasta producción literaria. La dedicación de Henríquez Jiménez al estudio riguroso de su vida y su obra ha sido fructífera. Mencionaré algunos de los trabajos que han nacido de esa tarea, publicados en revistas especializadas y que analizan y desvelan aspectos poco conocidos de la obra cairasqueña (copio el término a Javier Campos Oramas): «La Esdruxúlea de Cairasco de Figueroa (Biblioteca del Palacio Real, Madrid, ms. II/1390)» en el número de 2012 del Anuario del Instituto de Estudios Canarios. En esta misma revista apareció en 2015 «El Canto de Cipriano y Justina del "Templo militante" de Cairasco de Figueroa: un posible eslabón en la línea de "El mágico prodigioso" de Calderón de la Barca». En Vegueta: anuario de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria ofreció en 2014 «Unas octavas de Cairasco sobre Agaete ¿censuradas?». Más recientemente, en 2018, vio la luz en el Anuario de Estudios Atlánticos su trabajo «Menéndez Pelayo y Cairasco de Figueroa».
Este bagaje de investigación y análisis propició que en 2019 acometiera la publicación de una importante monografía Novelerías sobre Bartolomé Cairasco de Figueroa, en la que proporciona numerosas noticias fundamentales para entender la recepción de la obra del poeta desde el siglo XVI hasta nuestros días.
En cuanto a títulos salidos de la mano del Divino Cairasco, se han publicado hasta ahora, fruto de la colaboración de Antonio Henríquez con la editorial Tamaimos y dentro de la colección Náufragos, algunas cuidadas ediciones de textos imprescindibles: en 2019 se imprimió por primera vez Comedia que se hizo al obispo don Cristóbal Vela, año 1576, con transcripción del manuscrito y anotación por Antonio Henríquez Jiménez. Un año después se publicó Teatro de Bartolomé Cairasco de Figueroa, también editada por Henríquez. Este volumen contiene cinco obras dramáticas, una de ellas «la Comedia del recibimiento que se le hizo al reverendísimo señor don Fernando de Rueda, obispo de Canaria, en su iglesia», en la que figuran los célebres parlamentos que el Rey Doramas pronuncia en su lengua.
Ahora se presenta el poema Vita Christi. El texto que se ha utilizado por Henríquez para esta primorosa edición corresponde a la copia manuscrita realizada por Agustín Millares Torres en el siglo XIX y que se conserva en el centro de documentación de El Museo Canario. Esta institución ha reunido numerosos testimonios originales, algunos inéditos, de autores canarios. El que fuera primer secretario de la venerable sociedad científica de Vegueta, Amaranto Martínez de Escobar, mencionó en 1900 que la finalidad de esa colección era formar «una escogida biblioteca de nuestros escritores». Imbuidos de ese mismo espíritu, Antonio Henríquez, José Miguel Perera y la editorial Tamaimos, han emprendido la labor de rescatar y publicar la obra inédita de Bartolomé Cairasco de Figueroa y de realizar ediciones actuales de sus obras impresas hace muchos años y actualmente difíciles de encontrar fuera de las bibliotecas públicas. Su deseo es que ese inmenso legado sea asequible a los lectores del siglo XXI. Precisamente Antonio Henríquez ha señalado repetidas veces que uno de los motivos por los que Cairasco no ha sido bien valorado por muchos especialistas era la inexistencia, hasta el siglo XX, de adecuadas versiones de sus obras, que permitieran apreciar su calidad literaria.
Esta es una más de las razones por las que representa una feliz noticia la publicación por Tamaimos, dentro de su colección Náufragos, de este hermoso libro, Vita Christi, editado y anotado pulcramente por Antonio Henríquez Jiménez. La hermosa cubierta diseñada por Sergio Hernández Peña posiblemente hubiera sido del agrado del poeta, tan amante y conocedor del mundo de los emblemas. La existencia de esta nueva criatura bibliográfica es un enorme motivo de alegría, sobre todo si significa un eslabón en la continuidad de la maravillosa tarea de rescate de la obra del fundador de la literatura canaria.
Este fue el texto leído por su autor en la presentación del libro, el pasado jueves 26 de mayo, en la Biblioteca Insular de Gran Canaria, junto a Luis Regueira Benítez y el editor Antonio Henríquez Jiménez.