El fin de año es algo distinto a los días anteriores, pues ese día es para que disfruten los jóvenes y mayores con los bailes que se daban en todas las sociedades del municipio. Y los que no querían o no podían, por diversos motivos, asistir a esos bailes se iban a pasear a la Plaza o con toda la familia, incluidos los más pequeños, a la de San Juan para que los niños pudieran disfrutar con sus juegos en aquel amplio recinto; sin olvidar las salas de cine, dos, el Cine Díaz y el Cine Viejo, o Teatro Cine anteriormente.
La gente tenía la misma ilusión que hoy en día para despedir el año viejo y recibir el nuevo, aunque con las limitaciones propias de la época. Por diversas circunstancias: economía, potencia de luz, mentalidad, costumbres pocas arraigadas..., por las calles de la ciudad apenas se notaba algún signo externo de iniciativa municipal que dijera que la Navidad estaba ya en el ambiente. Eran los comercios los que le daban sabor a la Navidad a través de sus escaparates.
Pero, a pesar de todo, la gente quería pasarlo bien y se echaba a la calle para ver el ambiente, paseando, oyendo los cánticos alegres que salían de los bares, cantinas, plazas, parques...; aunque igualmente se veían grupos de chicos por las calles cantando muy alegres las canciones propias de la época, o sea, que la alegría y las ganas de divertirse no faltaban nunca, todo sin que apenas hubiera ningún tipo de incidente. La gente apenas salía del pueblo para desplazarse a otros sitios ya que muy pocas personas disponían de coche y tampoco la economía, muy escasa, daba para tomarse ciertas alegrías fuera de lo común.
Hasta principios de los cincuenta se celebraba la única misa del gallo de fin de año en el colegio La Salle, por autorización expresa de la autoridad eclesiástica, y ya sabemos (los que fuimos alumnos del colegio) cómo era don Marcelino Quintana, su capellán, que era quien la oficiaba. Por aquellos años el colegio estaba todavía en la carretera de La Montañeta y allá se iban muchos alumnos, padres y familias enteras, además de otras muchas personas que, sin estar en el entorno del colegio, les gustaba asistir por el ambiente tan bonito que se vivía en esa noche, con el coro de hermanos y alumnos cantando villancicos en la pequeña y acogedora capilla del centro escolar.
Otro grupo importante de personas se iban a celebrar la despedida del año en las distintas sociedades de recreo existentes en el municipio, y así vemos en el anuncio que la Sociedad Atlántida (casco de Arucas) puso en la revista Arucas de diciembre del año 1946, comunicando Grandes Bailes en sus salones para los días 31, por la noche, y el 1 por la tarde, todos ellos amenizados por una Gran Orquesta.
Publicidad en la revista Arucas (diciembre, 1946)
No se quedaban atrás el resto de las existentes sociedades (Bañaderos, Círculo de Labradores Cardones y Círculo Agrícola Comercial, conocida por el Casino, en el casco de Arucas), que también anunciaban por distintos medios grandes bailes para despedir el año en sus salones, y los socios se apresuraban a preparar las mejores galas que disponen para asistir a esos bailes oficiales que se prolongaban hasta altas horas de la madrugada.
La gente joven, con menos de 18 años, no tenían entrada a dichas sociedades por imperativos legales, y esto se llevaba a rajatabla, por lo que procuran hacer reuniones familiares en pequeños locales, garajes o en la propia casa de alguno de ellos, donde realizaban bailes con la ayuda de un tocadisco y con los pocos y restringidos discos de 45 r.p.m. que se podían disponer por aquellos tiempos difíciles, que cada uno de los que concurrían a la fiesta llevaban para animar la misma.
Avanzando los años cincuenta ya se hacían con más profesionalidad, y cada uno de los que querían asistir tenía que poner una cantidad para ayudar a sufragar los gastos y hacer la clásica sangría para alegrar la velada, que duraba hasta que la autoridad competente lo permitiera o el buen sentido común, ya que se consideraban fiestas de ámbito familiar, que podía durar hasta las dos y las tres de la madrugada.
Todos los días previos al 31, noche de despedida del año, continuaba el movimiento por el centro del pueblo para hacer las últimas compras. La gente siguen felicitándose por las calles ante la llegada del nuevo año.
Dentro de esas últimas compras que decimos también incluimos la visita obligada, para muchos, a la calle Francisco Gourié número once, donde se encontraba la Librería Henríquez, única existente durante mucho tiempo en Arucas que, a cargo de Yaya y su hermana Gloria, atendían con suma amabilidad a los clientes que se acercaban para adquirir las últimas novedades.
Allí se podían comprar las ediciones extraordinarias de Navidad de muchas de las publicaciones semanales o mensuales, que aprovechaban las fiestas para dedicar sus números especiales a un tema monográfico referido a la Navidad: el pavo, el aguinaldo, la paga extra, las cenas familiares, el exceso en las bebidas, fiestas, bailes, despedida del año viejo, recibimiento del nuevo, Papá Noel, Santa Claus, árbol de Navidad, nacimientos, Reyes Magos, la nieve y el clásico muñeco de nieve, el frío, etc.
Jóvenes aruquenses en los años 40 del siglo XX. Imagen del fotógrafo Ascanio
Los que ya peinamos canas recordamos con la nostalgia de los niños que fuimos en aquellos años disfrutando de la lectura de la variedad de publicaciones humorísticas a todo color que se editaban por entonces: Pulgarcito, Tebeo, Jaimito, DDT, Can Can..., y ya de adultos con “la revista más audaz, para el lector más inteligente” que, como subtítulo de La Codorniz, se publicaba todas las semanas (conservo más de cien ejemplares todavía), para pasar el rato en los muchos momentos libres de que disponían ya que venían cargadas de buen humor. Por supuesto que hacían las delicias de los más pequeños, y de los adultos, pues estaban tan bien editadas que podían ser leídas o vistas por toda la familia.
El día primero para muchos amanecía con tranquilidad, pues dado el ajetreo de la noche anterior, que se prorrogaba hasta altas horas de la madrugada, muchos se permitían el lujo de estar en la cama casi toda la mañana, levantándose a la hora del almuerzo, para después de la siesta asistir, una vez recuperadas las fuerzas, al baile de Asalto que se daban en las distintas sociedades en horas de las siete de la tarde, y que se prolongaba hasta las once y pico de la noche, pues el cansancio de la noche anterior no permitía seguir mucho más allá.
... y que usted lo pase bien y el nuevo año le traiga salud y bienestar para toda la familia...
Este texto es parte del libro Desde mi solana (I). Estampas aruquenses de los años 40, 50, 60 y los 70 del siglo XX, del maestro y memorialista de su pueblo Rafael Álvarez, publicado en 2021 por Benginbook y con la colaboración de BienMeSabe.org. La foto de portada pertenece a la Fedac (fotosantiguascanarias.org).