Revista nº 1040
ISSN 1885-6039

Presentación del Poema. Vita Christi por D. Bartolomé Cairasco de Figueroa.

Miércoles, 15 de Junio de 2022
Antonio Henríquez Jiménez
Publicado en el número 944

Estas son las palabras leídas por el autor de la edición de Vita Christi, de Bartolomé Cairasco, días atrás, en la presentación del libro en la Biblioteca Insular de Gran Canaria.

 

 

Buenas tardes noches. En primer lugar tengo que dar las gracias a esta Biblioteca Insular y a sus responsables por hacer posible que se realice en ella la presentación de este libro. También doy las gracias a quienes me rodean en esta mesa [Luis Regueira y Juan Gómez Pamo] y a cuantos se han molestado por hacerme compañía hoy aquí.

 

Después de cinco meses de aparecer en las librerías, ahora tenemos ocasión de presentar en público esta obrita de don Bartolomé Cairasco de Figueroa, que Ediciones Tamaimos ha tenido la valentía de publicar. Muchas gracias por el empeño. También van las gracias al diseñador y maquetador don Sergio Hernández Peña, que en su cubierta está interpretando los versos 7-8 de la octava segunda del “Canto tercero. La circuncisión del Señor”: “cuando por liberar a los esclavos / lleve cruz, sienta espinas, sufra clavos?”, alegoría tan presente en el Templo militante, y en la literatura religiosa del XVI.

 

Como pueden ver, se trata de un librito que parece ser un ensayo de la obra grande en que se empeñó el canónigo Cairasco de Figueroa, el Templo militante. No sabemos exactamente cuándo se escribió, ni hemos podido ver el manuscrito del cual lo transcribió el incansable don Agustín Millares Torres. Estaba en la biblioteca de la Casa Condal de la Vega Grande, entre los papeles y libros que logró juntar el polifacético don Juan del Castillo Westerling; más exactamente, al final del manuscrito de la Esdrujúlea de Cairasco. El manuscrito que contenía esta obra desapareció de la biblioteca citada. Parece que don Agustín Millares Carlo logró fotografiarlo hacia el año 1934, y por eso tenemos la portada de la Esdrujúlea en la página 143 del tomo II de su Biobibliografía de escritores canarios (Siglos XVI, XVII y XVIII). El carrete del manuscrito se estropeó en la cajetilla que lo preservaba en El Museo Canario.

 

La concomitancia de algunas expresiones y modos de distribuirlas con el poema de don Luis de Góngora y Argote dedicado a san Hermenegildo, fechado en 1590, y que he colocado como "Apéndice" al final del libro, nos vuelve a aquellas reticencias de admitir en los programas de bachillerato la observación de que Cairasco fue maestro de Góngora, cosa que ya se columbraba en los comentarios de Dámaso Alonso de 1935 (“Góngora sufrió el influjo del prolífico Cairasco”, en La lengua poética de Góngora), y que reafirmó el profesor José María Micó por 1990 (La fragua de las Soledades). Entonces se trataba de considerar la imitación que el cordobés hacía de una canción juvenil de Cairasco (“En tanto que los árabes / dilatan el estrépito / de su venida con furor armígero...”) en los preliminares de la traducción de Os Lusiadas de Camoens publicada por Luis de Tapia por 1580 (“Suene la trompa bélica / del castellano tálamo...”). El poema de Góngora a san Hermenegildo es de diez años posterior a este. ¿Quién influye sobre quién en esta ocasión? Someter los versos de Cairasco a la máquina de internet da con estas evidencias.

 

Sea lo que fuere, parece normal que Cairasco intentara elaborar una síntesis de la vida de Cristo antes de embarcarse en la grandiosa obra del Templo militante, que comenzó a gestarse, creo, por los estímulos del Flos sanctorum nuevo de Alonso de Villegas, que se publicó por 1583. Cairasco tendría entonces cuarenta y cinco años. Habría que indagar por qué presenta solamente doce estampas, refiriéndose las cuatro últimas a temas de la pasión y muerte. Hay que decir que el número doce es el segundo más repetido en el Templo militante (unas 153 veces; el siete se repite unas 208). En el Canto de san Pedro de la Segunda parte se hace un repaso del número doce a través de la historia sagrada, y en él aparece 36 veces el número alegórico.

 

Como verán al leer estos versos, sigue Cairasco la tónica de los poemas narrativos, salpicados de ráfagas líricas aquí y allá. Como en el Templo militante, no tiene empacho en introducir referencias alejadas de lo tratado en los poemas, como es nombrar a personajes de la mitología grecorromana, tal “Apolo” (Canto séptimo, verso 4 de la estancia 5), “el Dios de Faetonte” (verso 4 de la estancia 2 del Canto octavo), “el ardiente rayo de Timbreo” (verso 1 de la estancia 9 del mismo Canto octavo), “las estigias potestades” (verso 6 de la estancia 14 del mismo Canto), el nombrar a la Virgen María como “divina Hipólita” (verso 11 de la estancia 1 del Canto noveno), o el traer a colación a “los cíclopes de Lípara” (verso 2 de la estancia 8 del Canto noveno). También están presentes aquí, como en el Templo militante, las alusiones negativas a la raza judía. Estas notas apuntadas no son exclusivas de Cairasco, sino que se encuentran también en otros autores de la época.

 

La única gran novedad de esta obra para el que ha leído a Cairasco es que no se nombra Canaria por ninguna parte, uno de los sellos de identidad de la producción de nuestro poeta.

 

El libro es una mezcla de versos sencillos –los más– junto a otros estrafalarios, por el uso exagerado de cultismos y de versos acabados en palabra esdrújula, prácticas por las cuales Cairasco fue objeto de alabanzas y de burlas en su época, y posteriormente. Hay que decir que solo está con versos acabados en esdrújulos la estancia tercera del “Canto octavo. La negación de san Pedro” (catorce versos) y las doce estancias del “Canto noveno. Los azotes” (ciento cincuenta y seis versos, a trece por octava). El Marqués de Montesclaros, en una “Canción a la Esdrujúlea” que le había dedicado Cairasco, comenta sobre estos versos: “la autoridad grandífica, / composición heroica, / con que cantáis de Cristo la evangélica / vida, sincera y célica”. A mí me admira que alguien como el citado Agustín Millares Torres, o su yerno, José Franchy Roca, dos mentalidades “abiertas” de la España del siglo XIX, hablaran con tanto respeto y tan positivamente de estos poemas, y sobre la obra de Cairasco. No se olvide que el primero sacó en la prensa diaria de Las Palmas, como folletín, la Primera parte y parte de la Segunda del Templo militante.

 

No suele leerse mucho a Cairasco porque trata de cosas de religión. Pero es nuestro primer gran poeta, y habrá que esforzarse en comprender lo que dice y cómo lo dice. Muchos creadores nuestros han bebido de sus versos. Dio mucho que hablar, y su manera de decir las cosas era reseñada por los que hacían libros en su época y posteriormente. En mis notas a las ediciones anotadas del Templo militante y del Goffredo famoso queda la evidencia de su importancia, también en mi Novelerías sobre Cairasco de Figueroa, y en la edición de su Teatro conocido. De nuevo nombro internet, a cuyos ojos he sometido verso a verso la obra de Cairasco. Parece que Ediciones Tamaimos tiene en pensamiento la valentía de sacar a luz el año que viene la Esdrujúlea. Yo espero ganarme la lotería para sacar lo gordo de nuestro poeta, sobre todo el Templo militante...

 

El libro ha tenido la suerte de tener dos lectores de excepción, que han publicado una reseña del mismo: José Miguel Perera, en la revista Almogaren, y ahora en la revista digital trasdemar (léela pinchando aquí), y Javier Campos, en la revista digital BienMeSabe.org (enlace inferior en "Noticias relacionadas"). Desde aquí les agradezco su trabajo.

 

Gracias de nuevo.

 

 

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