Revista n.º 1061 / ISSN 1885-6039

Cuentos contextualizados XXVIII: La comunicación intervecinal. Los nombretes.

Jueves, 1 de diciembre de 2022
Manuel García Rodríguez
Publicado en el n.º 968

Esta comunicación discurría entre personas mayores o gente adulta que poseía un sobrenombre o nombrete. El caso variaba cuando el destinatario del mensaje aún no había sido bautizado con su sobrenombre correspondiente. Entonces, para identificar al destinatario del mensaje, había que relacionarlo con alguien.

El Planto.

 

 

Años atrás, especialmente en el medio rural, las comunicaciones entre conocidos y vecinos eran muy necesarias y frecuentes. Por ello, la actividad comunicativa era casi a diario. Una de las razones que propiciaba tal fluida comunicación íntervecinal estaba ocasionada, fundamentalmente, por la ausencia del teléfono como medio de comunicación habitual. A esta carencia del teléfono se sumaba, por supuesto, la radio, que también brillaba por su ausencia en los medios rurales de escaso poder económico, como eran la mayoría, por no decir todos, los hogares de mi barrio y de la ciudad capital, Santa Cruz de la Palma.

 

Contribuía grandemente también a esta ausencia de medios de comunicación la falta de medios de transporte. El coche, elemento habitual e imprescindible hoy en cada hogar, en aquellos tiempos era algo impensable. Solo algunos adinerados señores de la época poseían un automóvil para su uso personal. Por otro lado, los transportes públicos casi eran invisibles y los pocos que había no cubrían ni tan siquiera, pienso yo, el cincuenta por ciento de necesidades de la época.

 

Situados ahora dentro de este contexto, no es de extrañar que, allá por los años cuarenta y parte de los cincuenta del pasado siglo, las gentes (principalmente las que, como yo, vivíamos en el medio rural) sintieran la imperiosa necesidad de abandonar el hogar si queríamos comunicarnos con amigos y vecinos.

 

Otra situación, un tanto penosa, era la provocada por la enfermedad. En estos casos, no se podía salir de la casa y había que esperar a que amigos, vecinos o conocidos viniesen a visitarle, si la enfermedad no era contagiosa, y te trajesen noticias sobre lo que sucedía en el pueblo y en sus alrededores. Digo alrededores porque la comunicación procedente de otras zonas de nuestra Isla de La Palma no era muy abundante y, por supuesto, ya era caduca cuando se recibía. No díganos de recibir noticias de allende los mares...

 

El recado, lo que hoy llamamos mensaje, no se transmitía vía telefónica, ni vía postal, y menos por el móvil o e-mail si es escrito. Para emitir un mensaje era necesario salir al camino público, esperar a que alguien conocido pasara para decirle a la vecina o vecino mensajes tales como “mañana matamos el cochino” o “Juan está enfermo”, o “murió Pedro”, o que el viernes “hay misa”, o una larga serie de etcéteras que contenían necesidades de la época y de urgente traslado comunicativo al vecino o vecinos.

 

Cuando se había de transmitir la noticia o comunicación oral, ya que la escrita apenas existía, en condiciones climatológicas normales, el portador o portadora del mensaje gustosamente aprovechaba la ocasión para a su vez recibir otro mensaje que hacía llegar a la parte emisora. Al mismo tiempo digamos que disfrutaba de un paseo por el pueblo, barrio o la ciudad para “enterarse de cosas no habituales ocurridas en el cotidiano vivir”; para él, a su vez, comunicarlas a sus vecinos. 

 

La situación cambiaba mucho cuando era necesario ser portador de un urgente mensaje en una  oscura noche, de agua y viento, y máxime cuando el destinatario de la mala noticia,  como ocurría en la mayoría de los casos, vivía a varios kilómetros de distancia. Provistos de un viejo farol o candil, andando por caminos mal adoquinados, resbalón aquí y allá, soportando a veces frio y lluvia, son recuerdos de aquellos tiempos, y de una tragedia de las que te dejan huella...

 

Salir al camino, como decía, o estar en el camino esperando, era necesario si queríamos “saber de los demás o que los demás supiesen de nosotros”. Este ir y venir de las gentes de aquella época, por los caminos, era aprovechado por algunos para enviar un mensaje al vecino que vivía a unos kilómetros más abajo o más arriba. No era, pues, de extrañar escuchar diálogos como este:

-Y… ¿pa dónde vas?

-Voy a El Planto a casa de…

-Mira, ¿me quieres hacer un favor?

-Por supuesto, faltaba más. Dime de que…

-Cuando pases por casa de Manolo.

-¿De qué Manolo? -era la pregunta clave-.

 

Había que concretar a qué Manolo se refería la persona que solicitaba el favor. Así que la otra decía, sin dar tiempo a contestación: "… de... de Manolo el…" y rápidamente salía el sobrenombre mote o nombrete… Obligados a usar esta “situación de comunicación oral”, se hacía necesario e imprescindible concretar a qué Manolo se referían, de entre todos los Manolo que existían en la comarca. Lo mismo ocurría con Pepa, Juana, Luisa, etc.

 

Generalmente esta comunicación intervecinal discurría entre personas mayores o gente adulta que poseía un sobrenombre o nombrete. El caso variaba cuando el destinatario del mensaje aún no había sido bautizado con su sobrenombre correspondiente. En estos casos, para identificar al destinatario del mensaje, había que relacionarlo con alguien. Para ello el pueblo previamente identificaba a todos, o a la mayoría de las familias del barrio. Así nacieron las familias de las Grajas, de los Cuervos, de los Boleros, de los Borrayos, de los Faramallas, etc. En muy raras ocasiones se identificaba a las familias por sus propios apellidos.

 

Identificada previamente la familia, la explicación al portador del mensaje ya era más inteligible. Ahora, nuevamente se repite el diálogo: "Hombre, a Manolo el Kíkere... por ejemplo". De esta manera, exigidos por la imperiosa necesidad de comunicación verbal Intervecinal, a mi manera de ver, nacen una serie de motes o nombretes.

 

No pienso yo que la colocación del sobrenombre fuese siempre para hacer la burla o mofa de quien lo recibía, como algunos opinan, sino que, la mayoría de veces, era producto de una rápida y concisa identificación de la persona a quien se dirigía el mensaje. Lo que sí era cierto es que, en algunas ocasiones, el sobrenombre o mote hacía mención o describía, en pocas o en una sola palabra, la personalidad, el rasgo físico o las características de quien lo recibía. Ejemplo de ello lo tenemos en Pollo del Pacifico. Se refiere a un señor que tiene una condición física de atleta y lo del Pacifico porque su vida se la ha pasado en el mar Pacifico pescando.

 

Otros sobrenombres son heredados de padres a hijos. Tenemos el caso de Felipe el Gorgojo, persona que en la actualidad no tiene nada de gorgojo, pero sí lo tuvo su padre, don Santiago el de La Molina, que manipuló granos en la postguerra llegaban a nuestra Isla con habitantes gorgogianos.

 

Revisando la vida pasada, en un barrio donde todos y todas nos conocíamos, traigo a mi memoria una serie de sobrenombres, motes o nombretes con la sana intención, por un lado, de no dejar en el olvido a aquellas personas ya desaparecidas que con orgullo debieron llevarlos en su vida; y, por otra parte, para dar a conocer a las actuales generaciones cuál era el contexto vivencial en que se desarrollaban las situaciones de comunicación oral entre vecinos de una comarca como, en aquel tiempo, era la mia y… la tuya.

 

Ruego a los posibles lectores su colaboración en la aportación de nuevos sobrenombres, cosa que pienso agradecerán aquellas familias y personas que merecen ser recordadas, bien porque ahora siguen viviendo entre nosotros o porque les tocó vivir en una situación y dentro de un contexto que, por suerte, hoy ya ha pasado a la historia.

 

En el escrito original, después de exponer el sobrenombre o mote, hay una explicación detallada de la persona portadora del mismo; más por razones obvias aquí se omiten.

1.- Andrés “Burro Viejo”.
2.- Manolo ªMalpeloª. Familia.
3.- Manolo “La Dalia”.
4.- Octavio “Caga fuego”.
5.- Julia “Caga Listones”. Familia.
6.- Cristina ”Mantequita”. Familia.
7.- Andrés “Peladilla”. Familia.
8.- José Luís “El Pica”.
9.- Nicolás “Trinca el Pedo”. Familia.
10.- Pepa “Pantanera”.
11.- Pepe “Garabullo”.
12.- Pedro “Carruco”. Familia.
13.- Álvaro “Cochero”.
14.- Chano “Boqueta”. Familia.
15.- Julián “Pelos de Diablo”.
16.- Julián “Gurgurita”. Familia.
17.- Agustín “Barbiquín”.
18.- María “Caga la Gaveta”.
19.- Rafael “Coronel”.
20.- Manolo “Katruca”.
21.- Manuel “Cebollino”.
22.- Miguel “Campanario”.
23.- Bernardo “Remolino”.
24.- Fernando “Cabezudo”.
25.- Manolo “Cabeza de Hierro”.
26.- Manolo “El Gato”. Familia.
27.- Carlos “Chocho”. Familia.
28.- Pancho “Gallo Viejo”.
29.- Pancho “Gallina”.
30.- Andrés “Refolín”.
31.- Pedro “Gato Amarillo”.
32.- Juan “Pajarito”. Familia.
33.- Antonio “El Pollo”.
34.- Manolo “El Kikere".
35.- Vicente “El Alemán”.
36.- Vicente “El Mago”.
37.- Mariano “Mañunco”.
38.- María “La Cleiga”.
39.- Dolores “Bolera”. Familia.
40.- Juan “Babita”.
41.- Miguel “El Ciego”.
42.- Manolo “Cañón”.
43.- Juana “La del Bocio”.
44.- Manuel “Foquera”.
45.- Juana “ La Graja”. Familia.
46.- Pepa “La Cigarra”.
47.- Nena “ La Manzana”.
48.- Rosario “La Perica”.
49.- Juan “Margaro”.
50.- Juan “Patantun”.
51.- José “El Cuervo”. Familia.
52.- Manolo “El Ñengo”.
53.- Daniel “Borrayo”. Familia.
54.- Nieves “La Capotina“.
55.- Pepe “La Rubia”.
56.- Clemente “Querela”.
57.- Nicolás “Calderón”.
58.- Rosendo “Caballito”.
59.- Manuel “Faramalla”. Familia.
60.- Manolo “Pistola”.
61.- Javier “El Ligón”.
62.- Manolo “Cachimba”.
63.- Pepe “El Mudo”
64.- Horacio “El Cangrejo”.
65.- Felipe “.El Gorgojo”.
66.- Antonio “Ratón”.
67.- Antonio  “Burgaño”.
68.- Angelito “La Mula”.
69.- Pepe “El Noño”.
70.- Toribio “Caneco”.
71.- Agustín “Serrador”.
72.- Matías “Barriga de Bicho”.
73.- Bernardo “ La Verga”.
74.- Ernesto “El Pollo del Pacifico”.
75.- Julián “Pimporra”.
76.- Miguel “Kachi Kachi”.
77.- Manuel “Alas Mojadas”.
78.- Pepe “Soba”.
79.- Maria  “Rugina”.
80.- Maria “Coca”.
81.- Pedro “Marrón”.
82.- Pancho “Gallego”.
83.- José Antonio “Diablo Fuerte”.
84.- Antonio “Contarete”.
85.- Blas “Cajalera”.
86.- Antonio “Contarete”.
87.- Antonio “la Oveja”.
88.- Antonio Pantantum”.
89.- Francisco “El Pelao”.
90.- Aroldo “El Rabioso”.
91.- Amancio “Pargeta”.

 

 

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