De los romances y los clásicos pasaría a Baudelaire o Mallarmé, a Darío, Nervo o los postmodernistas hispanoamericanos. Publica sus primeros poemas en la revista Donostia. Hacia 1920, pasa a Valencia, en donde recibirá lecciones del artista paraguayo Ángel Campos Cervera (Julián de la Herrería), con el cual habría de casarse en 1927. El matrimonio se establece en Paraguay y la escritora se aficiona a la cerámica. Colabora también en diversos medios. En 1930 están de nuevo en Valencia. En 1931 ambos exponen en el Ateneo de Madrid. De nuevo en Paraguay, la escritora se entrega a su actividad literaria. Funda la revista Proal. Jefa de redacción de El Liberal. Impulsa, junto a Roque Centurión Miranda, la creación del Teatro Nacional. Escribe y dirige teatro. De nuevo en España (1934), pero la guerra civil y la muerte repentina de su marido la obligan a regresar (1938) a Paraguay y fijar allí su residencia. Ejerce la crítica literaria, funda una escuela de cerámica, colabora en los diarios La Nación, La Tribuna y El Orden. Escribe teatro y es profesora en el Escuela de Arte Escénico. Junto al novelista Augusto Roa Bastos y el poeta Hérib Campos Cervera, encabeza el movimiento renovador de la poesía paraguaya. Con Olga Blinder, Lili del Mónico y José Laterza crea el grupo Arte Nuevo. Miembro de la Academia Paraguaya de la Historia y del Instituto Hispánico Uruguayo. En 1981 fue nombrada doctora Honoris Causa por la Universidad de Asunción. Y en 1994 recibe la Medalla al Mérito en Bellas Artes. Por esos mismos años, fue propuesta por su país para el premio Cervantes y el premio Príncipe de Asturias de las Letras. Obra poética: El precio de los sueños (1934), La raíz y la aurora (1960), Rostros en el agua (1963), Invención de la muerte (1965), Satélites oscuros (1966) o El polvo enamorado (1968). Es autora, también, de la novela La mano en la tierra (1963) y de las obras teatrales Episodios chaqueños (1944), en colaboración con R. Centurión, o Historia de un número (1968), entre otras. Escribió narraciones cortas, diversos ensayos sobre los españoles en el Paraguay o la emigración africana a América, así como una monografía sobre la obra cerámica de su marido (Julián de la Herrería, 1954). Salvo aquella memoria suya del bautizo mantenida, es de suponer, por relatos familiares, no parece que la escritora haya tenido ninguna otra relación Canarias. El simple hecho de nacer en las Islas no supone que debamos considerarla propiamente una escritora insular; habida cuenta, además, la trayectoria de su obra y su vinculación personal a la literatura paraguaya.