La que sería una difícil y turbulenta relación acaba con el marido internado en un psiquiátrico. La escritora decide marchar a Madrid, en donde vivirá unos años en los cuales participa activamente en la vida intelectual del Ateneo y de la Residencia de Estudiantes. Es secretaria de redacción de la revista Los Ciegos y colabora, al propio tiempo, en Prensa Gráfica, Lecturas o La Acción. Se integra en la Liga Internacional de Mujeres. Se relaciona con destacados escritores del momento, con Ramón Gómez de la Serna, Ortega y Gasset o Carmen de Burgos, quien propondrá a la escritora para un ciclo de conferencias sobre salud e higiene, organizado por la Universidad Central. Habla allí sobre “El divorcio como medida higiénica” y ello precipitará su exilio, por negarse a contemporizar con la vida oficial de la época, durante los años de la dictadura de Primo de Rivera. A aquellas circunstancias se referirá mucho más tarde, en un artículo (“Río Abajo”) publicado en Los Jueves del Excelsior. Abandona Madrid, con sus tres hijos y con su abogado, Rubén Rojo. Pasa un tiempo en Lisboa, en donde fallecerá su primogénito. De allí viaja a Montevideo, en donde contraerá matrimonio con Rubén Rojo y desarrollará una notable actividad pública: colabora en la revista Mundo Uruguayo y en el periódico El Día; da conferencias, invitada por el gobierno uruguayo; funda la Casa del Estudiante, tribuna por la cual pasan escritores como Tagore, Pirandello o Alfonsina Storni; publica la revista Vida Canaria y funda la Compañía Teatral de Arte Moderno, en la cual es actriz, directora y asesora literaria. Viaja con ella por diversos países de Sudamérica. En 1933 pasa a Chile y, al año siguiente, está en Cuba, piensa regresar a España, pero lo impide el comienzo de la guerra civil. Da conferencias y organiza ayudas para la España en guerra y para los judíos huidos de la persecución nazi. Reside en la isla hasta 1943 y, cuando muere su segundo marido, decide fijar su residencia en México. Allí, colabora en el Excelsior y se convierte en referente cultural. Reúne sus artículos en el volumen Ventanas de colores. En México, además, se interesa por el cine. A partir de los años cincuenta, regresa de modo intermitente a España: en 1953, pronuncia una conferencia sobre arte contemporáneo en el Círculo de Bellas Artes de Tenerife; en Madrid, donde residen y trabajan sus hijos actores, será actriz invitada en El coleccionista de cadáveres (1966) y en Días de viejo color (1967). Aunque, en su juventud, había publicado un libro de poemas, Brisas del Teide (1921), su obra literaria mayor verá la luz durante sus años americanos: Él (hay edición facsímil de 1989) aparecería en 1926, y se anuncian entonces, como de próxima publicación, la novela Don Jacobo y la obra teatral Una mujer; también la colección de semblanzas Mujeres interesantes del Uruguay. En 1930 aparece Un señor cualquiera, otra de sus obras teatrales; y durante la estancia en Chile, 1934 (hay edición de 1969), se publica Ella, novela que, como la primera, toma su fondo argumental de la dolorosa peripecia del primer matrimonio de la escritora. En 1940 publica un nuevo libro de poemas, Cantos de muchos puertos, y de 1949 data su ensayo La emoción de Montevideo. Y de 1950 es El alma grande del pequeño Juan. En 1953, cuando ya reside en México, Él servirá de base al guión que Luis Buñuel escribe para una de las películas de su época mexicana. Más alto que el águila (1968) fue su último poemario. En 2003, la profesora Alicia Llarena*, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, que publica por entonces un estudio biográfico-crítico de la escritora, Yo soy la novela. Vida y obra de Mercedes Pinto, inicia con esa obra la Biblioteca Mercedes Pinto, con el fin de recuperar toda su obra.