Hace más de un año anunciábamos la gran noticia de la aparición pública, tras haber sido escrita casi cuatro siglos y medio antes, de la Comedia que se hizo al obispo don Cristóbal Vela, año 1576. Ediciones Tamaimos se convertía en parte activa de este acontecimiento, si bien a la par fue también publicada, como cuaderno de montaje, la edición que –coordinada por José Antonio Ramos Arteaga– había puesto en escena años atrás, desde el marco de la Universidad de La Laguna, la Agrupación de Teatro de la Facultad de Filología, a mi juicio un colectivo poco reconocido en la impagable labor que lleva realizando, hace décadas, con diversas representaciones del teatro histórico de Canarias, por ejemplo las dramatizaciones de los dos recibimientos conservados de nuestro literato fundador, Cairasco de Figueroa.
Recordemos que la figura protagonista, Bartolomé Cairasco de Figueroa (1538-1610), fue canónigo del Cabildo Catedral de Las Palmas desde muy joven y figura clave de la literatura canaria e hispánica de estos años. Parte de una familia bien posicionada en la sociedad insular del quinientos, de origen italonizardo, hará estudios en tierras peninsulares, de donde regresará para convertirse en un personaje central de la sociedad insular de finales del XVI y comienzos del XVII; momentos en los que llevará a cabo sus producciones literarias principales, entre las que hay que destacar las obras de teatro, las primeras gestadas con nombre de autor –que sepamos hasta ahora– dentro de la historia literaria del Archipiélago.
Precisamente la demorada y definitiva difusión desde el pasado año, por partida doble, del recibimiento al obispo Vela –su publicación había sido anunciada tiempo atrás, aunque nunca se materializó–, animaba e inflamaba mucho más la demanda y las ganas de emprender una ansiada edición del teatro completo del grancanario (entiéndase el teatro conservado y reunido a día de hoy); pues si bien se ha reeditado en varias ocasiones la significativa Comedia del recibimiento ofrendada al obispo Rueda, carecíamos de un volumen en condiciones, y accesible para todos, de las otras creaciones dramáticas cairasquianas (el lejano tomo preparado por Alejandro Cioranescu, de las entonces obras inéditas –que supuso un salto importantísimo en la difusión de Cairasco–, data de 1957). El corpus configurado por las cinco obras conservadas es el que modela este libro que, otra vez, alarga Ediciones Tamaimos como compromiso firme por sacar a la luz la literatura de esta silueta ineludible y tan peculiar del arte y de la historia canarias, de la que incomprensiblemente siguen permaneciendo ocultos no pocos textos; y no solo –por cierto– para el común de los mortales. La presente edición (con dos versiones: una impresa y otra digital profusamente anotada), por este y otros motivos que diremos a continuación, marca un antes y un después en el conocimiento de la literatura de Bartolomé Cairasco de Figueroa, y específicamente de su teatro.
Manifestamos, asimismo, en el texto anunciador aludido, que el investigador Antonio Henríquez Jiménez anda desde hace más de diez años en el perseverante empeño de completar, en la medida de sus impenitentes posibilidades, la radiografía del escritor y músico isleño. De este trabajo, del que he sido y sigo siendo testigo privilegiado, van saliendo poco a poco –a pesar de los quiebros y requiebros de la historia para con el grancanario– algunos frutos de tantos años de labor con la finalidad de que podamos advertir con mayor precisión, y por infinidad de aspectos, quién fue y qué escribió el canónigo. Es muestra evidente de lo que decimos el escasamente difundido Novelerías sobre Bartolomé Cairasco de Figueroa (2019), pero todavía se vierte más palpable en las ediciones anotadas inéditas de la práctica totalidad de sus creaciones (Templo militante, Vita Christi, Esdrujúleas...), que tiene preparadas desde hace tiempo Henríquez Jiménez y que de nuevo queremos dejar constatado como testimonio de un trabajo que, pase lo que pase en el futuro, habrá de conocerse –deseamos que más pronto que tarde– a través de las vías oportunas.
El notable esfuerzo del investigador para profundizar en Cairasco, así como la imprescindible fijación de textos a partir de la documentación custodiada a la que se ha podido acceder, donde la herramienta de internet ha sido imprescindible (contrastes minuciosos de las diferentes versiones de las obras; búsqueda interminable de fuentes que llevan a un análisis comparativo de textos, con lazos y puentes hacia autores anteriores influyentes y hacia autores posteriores influidos), propician que subrayemos –decíamos– la necesidad indubitable del volumen que presentamos. Tal y como se puede comprobar en la versión digital de esta edición, también accesible para quien adquiera el ejemplar impreso (como se explica en la página de créditos), la sucesión de versos de cada una de las cinco historias ha sido elaborada con minuciosidad a partir de los manuscritos conservados, descritos con holgura en cada nota. Además, se han tenido en cuenta todas las ediciones anteriores (la de Cioranescu y la de Labrador-DiFranco sobre todo; pero también otras, incluso la nombrada del equipo de Ramos Arteaga para mejorar y corregir algunas cuestiones), discutiendo y contrastando con ellas para llegar a la elección adecuada de cada línea, de cada palabra, de cada sílaba, de cada letra o de cada signo de puntuación.
Pero la relevancia no solo queda en eso. Si bien es imposible afirmar que algo es definitivo en el ámbito de la investigación histórica y de la fijación de textos a partir de manuscritos, lo que sí parece claro es que la ardua tarea ejecutada por Henríquez Jiménez nos ilumina en un alto grado numerosos rincones nebulosos hasta ahora, y especialmente nos ayuda a aproximarnos muy significativamente a la fotocopia ideal de los textos escénicos de Cairasco. Esto puede ser posible, entre varios factores notorios, porque el investigador hace tiempo fue persuadido por todas las letras cairasquianas, que en el presente maneja con familiaridad, comenzando por el central Templo militante, y conoce como muy pocos el tremendo arsenal de cultura, literatura, arte, filosofía, teología... que conforma la galaxia escritural del canario. Todo ello lo lleva, pongamos por caso, a atreverse a reconstruir un verso inexistente en el manuscrito de la Comedia del alma; todo ello lo arrima a ser capaz de precisar, aproximadamente, las fechas de creación y representación de la comedia aludida o de la Tragedia de Santa Susana. Sus interminables inmersiones en la obra completa de nuestro poeta lo ilustran para precisar malas lecturas o pasajes brumosos de los documentos, pero también lo preparan para aportar nuevas cuestiones sobre los esdrújulos o la teatralidad general de todo Cairasco. A lo que hay que sumar, como otro aspecto sobresaliente, la soltura de conocimiento que posee de las lenguas clásicas, tan importantes en este contexto, y un ejemplo elocuente de ello es su lectura microscópica e inesperada del término huergo, y no huerco, en la Tragedia de Santa Susana.
Así, se torna clave el trabajo ilimitado por parte del investigador de las fuentes de Cairasco de Figueroa, concretamente en su dramaturgia, de la misma manera que el contraste primordial (sea para la precisión de términos o para entender mejor algunas escenas) con multiplicidad de textos escritos y leídos en la época del grancanario. Un modelo nítido de lo expresado es la patentización de Alonso de Villegas y su Flos sanctorum nuevo en la Tragedia de Santa Caterina, que incluso deriva móvil de precisión para posibles fechas de composición. En este cauce, los innumerables y sorpresivos rastreos de Antonio Henríquez abultan unas cuantas más logradas campanadas: nadie se había percatado, que yo sepa, de que Néstor Álamo publicó en una interminable nota a pie de página, en su Thenesoya Vidina y más tradiciones, siguiendo la edición de Cioranescu, la Comedia del recibimiento a Rueda; nadie nos había hablado de la más que curiosa cercanía biográfica del propio obispo Fernando de Rueda y san Juan de la Cruz; ni de las relaciones que tuvo, asimismo, con el fundamental humanista renacentista Benito Arias Montano y los avatares de su Biblia Regia, tan importante para el entendimiento del contexto de la literatura de Bartolomé Cairasco; nadie, en fin, se había atrevido a sugerir que la ocurrencia de nuestro dramaturgo de hacer aparecer a Doramas en escena pueda estar influida por la interesantísima obra de teatro Las cortes de la muerte, de Micael de Carvajal y Luis Hurtado de Toledo.
Estos y tantos otros ramales dan a entender, a grandes rasgos, el peso que decíamos que aquí, en este conjunto de obras, se sopesa. Lo que nos queda a partir de ahora es leer el teatro de Cairasco de Figueroa: tanto los que lo hagan por vez primera como los que lo realicen por segunda o tercera, sean profanos o especialistas, descubrirán desde esta nueva edición distintos matices, muchas sugerencias y tantas ideas generadas a partir del verbo singular del poeta. No es momento de pormenorizar las representaciones ejecutadas del teatro del traductor de Tasso (tras su muerte, y que sepamos, solo han sido escenificados los recibimientos a Vela y a Rueda); ni las diferentes interpretaciones de contenido que se han hecho de estas obras de teatro; pero sí de constatar que todavía quedan otras muchas interpretaciones por pensar, sobre todo si no perdemos de vista que la profundización en el entendimiento de cualquier estilo deviene de un conocimiento robusto de la totalidad de la obra de un autor. Por eso es que reiteramos nuestro deseo mayúsculo de que el enorme esfuerzo y el paso firme dado para hacer realidad este volumen del teatro de Bartolomé Cairasco ayuden a seguir concretando en otros tomos la posibilidad de tener a nuestro alcance, por primera vez en la historia, la completa obra de un intelectual especial en el mundo hispánico de los siglos XVI y XVII, el poeta fundador de la literatura canaria, tras haber pasado más de 400 años desde su muerte.