Todo prólogo se convierte, de acuerdo con la opinión generalizada, en un texto que se sitúa al comienzo de una obra, realizado en la mayor parte de las veces por persona distinta del autor o del compilador, con comentarios o notas referentes a la obra misma y al escritor. El prólogo, por tanto, se convierte así en los preliminares que sirven para expresar o mostrar algunas circunstancias importantes sobre la obra, que el responsable quiere destacar o desea enfatizar. Se intenta con ello acercar la obra a los lectores y darle a conocer aquellos aspectos que a juicio del prologuista pueden ser determinantes y relevantes dentro del conjunto de la obra. Por ello, y siguiendo a Manuel Picar, “la misión del prologuista es explicar el libro, hacerse solidario con él, presentarlo al público y decirle, pongo por caso, “lo que dice el autor es verdad, las páginas que ha escrito están chorreando razón”.
Por tanto, lo que buscamos es enfatizar con este prólogo una de las obras, hasta ahora inéditas, de Pedro M. Quintana y a la vez hacer, en la medida de lo posible, la presentación del autor y de la obra, así como los puntos esenciales que se deben identificar con el fin perseguido: Correcciones a la Historia de Canarias de Viera y Clavijo, aportación de Pedro M. Quintana Miranda al certamen literario convocado para conmemorar el segundo centenario del nacimiento de Viera y Clavijo y el cincuentenario de la instalación de la sede oficial de El Museo Canario, con la presentación y los comentarios de Ramón Díaz Hernández.
Ciñéndonos al autor tenemos que decir que Pedro Marcelino Quintana Miranda era oriundo de Arucas, ciudad en la que nace en 1886 y donde fallece en 1952. Desde muy joven estuvo vinculado a la iglesia parroquial de la ciudad pues su padre se traslada al lugar al obtener la plaza de sochantre y sacristán de la parroquia. Quizá esta vinculación es la que le orienta hacia la dedicación a la religión, razón por la cual ingresa en el Seminario, formándose en Teología y Derecho Canónico en la Facultad de Derecho de la Universidad Pontificia de Canarias, donde se licencia en 1910. Al final del verano de ese mismo año se ordena sacerdote a la edad de 24 años, diciendo su primera misa en la parroquial de Arucas el 29 de septiembre. Comienza a ejercer su ministerio en Gran Canaria, vinculado a la parroquia de San Lorenzo, hasta que en 1918 es destinado a la isla de Cuba, para regresar a Canarias en 1921.
A partir de dicho año se establece en su lugar de nacimiento, donde residirá el resto de su vida, salvo algunas ausencias ocasionadas por su salud, haciéndose cargo de la capellanía del Colegio de la Salle de la ciudad, que compatibilizará con la enseñanza y dirección espiritual en el mismo centro.
Además de buen docente, con preocupaciones didácticas para hacer más efectiva la enseñanza, combinó su tarea con la de historiador, poeta y orador, pues tenía en su haber una gran erudición. Asimismo, fue un defensor de las tradiciones canarias y en especial de las de Arucas, pues es reconocido como el impulsor de la recuperación de la tradición de la confección de alfombras para la fiesta de Corpus.
A pesar de su experiencia en la búsqueda de información y en su labor de divulgación, destacó en la literatura, donde abordó casi todos los temas, desde la poesía al ensayo, pasando por la narrativa y los artículos periodísticos y colaboraciones en distintos medios, entre ellos La Voz del Norte, de tal manera que entre los años 1929 y 1932 editó más de 300 artículos de diversa temática, en especial sobre historia y arte, centrándose muchos de ellos en la figura del escultor guiense Lujan Pérez. También la narrativa le atrajo hasta el punto que llegó a escribir más de 20 novelas. Asimismo, dejó escritas varias obras históricas relativas a instituciones religiosas como Apuntes para una Historia de los Jesuitas en Las Palmas de Gran Canaria y una Historia del Seminario Conciliar de Canarias, que se editó en el año 2006. Del mismo modo se debe a su ingenio el diseño y propuesta del escudo heráldico de la ciudad que le vio nacer, presentado en 1946, pero que no fue aprobado hasta años más tarde por el concejal Florencio Santana, que tomó parte de algunas de las ideas originales de Pedro M. Quintana.
Pedro Marcelino Quintana
Una persona que le atrajo fue nuestro polígrafo José de Viera y Clavijo, primero por las anotaciones que hizo al Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias y por las Correcciones a la Historia de Canarias presentadas a un concurso organizado en 1930 por El Museo Canario. Estas últimas son objeto de este prólogo.
No obstante, hay que decir que para que las mismas vean próximamente la luz ha sido ardua la labor del profesor Ramón Díaz, quien se ha interesado vivamente por rescatar toda la obra de Pedro M. Quintana, desde su Historia de Arucas, publicada por su Ayuntamiento en 2003. Asimismo, ha sido gracias a su labor que han visto la luz Cuadernos de notas referentes al pueblo y parroquia de Arucas que han ido apareciendo en publicaciones digitales de la Biblioteca Municipal de Arucas en los años 2012, 2015 y 2019, donde se recoge valiosa información inédita que Pedro M. Quintana fue compilando y redactando entre los años 1926 y 1931 (los dos primeros) relativa a aspectos geográficos y toponímicos, acompañada de información de carácter social y económica, así como genealogías de distintas familias de la isla y especialmente de Arucas; capítulo aparte merece la información relativa al patrimonio y en especial a las iglesias y ermitas del municipio. La publicidad de los Cuadernos ha puesto al alcance de los investigadores material documental de primera mano, desconocido en gran parte.
La recopilación de toda información aguardaba para redactar, quizá, una amplia y ambiciosa monografía sobre la Historia de Canarias, pues ya había hecho algunos ensayos en manuales, escritos a mano, con el fin de utilizarlo como material docente.
El texto que ahora se presenta para su publicación recoge bastante información referida a la Historia de Canarias y especialmente a la obra que en el siglo XVIII redactara el polígrafo tinerfeño Viera y Clavijo, que fue premiado en un corcuso convocado al efecto en el año 1930 por la Sociedad Científica El Museo Canario. En el estudio preliminar realizado por el profesor Díaz Hernández, se desmenuzan las características y los motivos que impulsaron a Pedro M. Quintana a presentarse al concurso y a su vez a conocer la mano que se movía detrás de dicha iniciativa. Para ello, además de otras informaciones recogidas en la presentación, lo que tiene mayor interés es el conocimiento que se tiene de la obra y de sus circunstancias a través del expediente completo del citado concurso conservado en el archivo de El Museo Canario. Una vez visto todo el material disponible y convencido de la importancia y el interés del mismo, se optó por dar a conocer al público tan minucioso trabajo al cual se han dedicado varios años de trabajo para preparar una edición que cuidara el rigor y la actualización bibliográfica.
El concurso, como bien se explicita en el estudio preliminar, se hizo a iniciativa de la Junta Directiva de El Museo Canario, momento en que el autor se moviliza y busca sus contactos, para hacer la presentación sin que mediara sospecha alguna.
La obra presentada tiene en su haber muchos años de trabajo y de recopilación tanto histórica como literaria, así como el buceo en distintas fuentes que van desde las primarias conservadas en archivos y bibliotecas, así como toda la información disponible en artículos de revistas, y en los textos de las principales sinodales celebradas en Canarias por los distintos obispos, como las crónicas de la conquista. Con toda esta información el texto procura poner al día la obra de Viera dos siglos más tarde.
El contenido de las correcciones muestra a las claras la gran erudición de Pedro M. Quintana, en especial al consultar y cotejar tanto la bibliografía clásica como la más reciente a su tiempo. Del cotejo de todas estas fuentes el autor demuestra los errores que cometió en la obra del polígrafo ilustrado, sin desmerecer en ningún momento su valor, y lo va haciendo de manera ordenada en función del repaso de cada uno de los tomos publicados.
Viera y Clavijo
Lo que hemos que destacar de esta obra, en definitiva, es que se trata de un libro que reivindica a un personaje muy particular tanto en su formación como en su vida, pues nos acerca a una figura con una dilatada trayectoria -personal, histórica y literaria-, por lo cual hemos de considerar a Pedro. M. Quintana como una persona preocupada tanto por coleccionar como por escribir sobre asuntos tan singulares, pudiéndolo equiparar con aquellos otros que tenía similares aficiones tanto en España como en Europa. Por tanto, nos encontramos ante un eclesiástico que logró reunir, como buen coleccionista que era, un impresionante número de documentos y textos, así como de libros y correspondencia interesante, que le sirvieron para redactar el trabajo presentado a concurso. A todo ello hay que añadir su fina critica, aunque a la vascón cierta dureza y satírica, convirtiéndose a través de ella en un cronista singular.
Pedro M. Quintana se nos presenta así como una persona no muy conocida en el mundo literario e histórico a pesar de ser muy culto, por lo cual el contenido del texto no dejará indiferente a quien se acerque a conocerle.
En definitiva, consideramos que Ramón Díaz con la edición de este texto ha saldado una deuda consigo mismo y con la sociedad. Por todo ello el interés del libro está más que justificado y en esa línea debemos agradecer al autor que nos haya permitido conocer aún más y mejor al autor de los comentarios a la obra de Viera y Clavijo.