A sus casi 79 años, Nieves Ortega Ortega aún conduce a las cuatro de la mañana dos o tres veces a la semana desde Valsequillo hasta Mercalaspalmas para comprar las frutas, las verduras y otros productos que ofrecerá en las estanterías de su tienda de Las Vegas, una venta que ya cumple 54 años abierta al público. "Yo empecé con muy poquito. La surtí con 6000 pesetas de las de antes y compré de todo un poco", explica esta mujer que de muy joven, mientras trabajaba en las empresas empaquetadoras de tomates de Telde, soñaba con tener su propio negocio. "La intención mía era poner una tiendita de verduras, que no la había aquí, pero se fue incrementando y fui poniendo de todo, aunque lo más que vendía antes era piensos y mucho gofio a granel, y aquí sigo, atendiendo a los clientes todos los días con buen semblante", explica esta valsequillera.
Nieves Ortega, que desayuna leche con café y gofio "para no entretenerme", pertenece a una generación de mujeres a las que sus padres las sacó del colegio a edad temprana para colaborar en la economía familiar. "Había que trabajar. Me mandaban a comprar huevos y quesos que luego mi padre vendía en la plaza del mercado de la capital. Vengo de una familia muy luchadora y negociante. Yo todavía saco las cuentas de memoria", asegura.
Pan, carbón, prensa, laterío, embutidos, bebidas, frutas, hielo y verduras son algunas de las ofertas de la tienda de aceite y vinagre de Nieves, "y también vendo las entradas de las giras para los bailes de las personas pensionistas y velas del santísimo". Reconoce que entre la mercancía que acumula aún tiene botellas de coñac que pueden superar los 30 años.
Nacida y criada en Las Vegas de Valsequillo, habla muy bien de sus clientas y de sus vecinos. De la época de antes echa de menos la seriedad de la gente, "no como hoy. La palabra de una persona de las de antes vale más que cualquier firma de las de ahora. A mí me gusta la seriedad y las personas honradas. Yo no le debo un duro a nadie”, sentencia Nieves Ortega.
Ella sabe que ya tiene edad para retirarse, "pero me gusta tener energía y estar activa. Siempre le pido a Dios que me dé fuerza para seguir atendiendo en la tienda. Aquí siempre estoy alegre, además yo me conformo con poquito y aquí siempre me ven con buen semblante, a menos que me vengan a pedirme fiado algunas personas que tengo marcadas", afirma.
Con retranca hace referencia a los senderistas que a veces llegan fatigados a la tienda pidiendo algo fresco y algún enyesque. "Mire usted, esa gente camina por vicio. Yo de niña andaba sola por esos barrancos y los subía y bajaba hasta dos veces al día, y nunca me quejé porque había que hacerlo y punto”.
Entre las anécdotas de su vida recuerda que de niña, cuando cargaba huevos, la mordió un perro y se le rompieron, "pues amarraron al animal a la sombra y le dieron agua mientras a mí me sangraba la pierna. Le cortaron un manojo de pelos, los quemaron y me le pusieron en la herida. Aún conservo la cicatriz de la mordida, pero así se hacían las cosas antes. Se imagina que eso pasara ahora, me llevan al hospital y no se qué hubiese pasado con el perro”.
Nieves Ortega es la prueba de que el espíritu emprendedor no es algo nuevo. Ella tuvo un sueño cuando las cosas no eran fáciles. Se hizo realidad en las medianías de Gran Canaria y ha sido y es su vida, la misma que comparte a diario con cualquier persona que entre a su tienda, "siempre bien surtidita".
Fotografías de Mónica Trejo. Publicado en crónicasgc (oct-nov 2019).