Revista nº 1040
ISSN 1885-6039

No nos olvidemos que no somos los únicos.

Martes, 21 de Abril de 2020
Redacción BienMeSabe.
Publicado en el número 832

Artículo de divulgación por Esther Martín-González.

 

En estos días he podido ver algunos documentales sobre ciencia que se han ido reponiendo en televisión, y que además de entretener y enseñar, también ayudan a reflexionar. Son muchos los investigadores que se están dedicando en este momento a conocer mejor la adaptación psicológica del ser humano a una situación tan estresante como es el confinamiento, y todo los cambios individuales y colectivos que ello supone, y cómo nos deberemos adaptar al nuevo orden social que imperará una vez podamos volver a las calles, tanto en el ámbito familiar como en el laboral. Pero de ello se encargan y encargarán otros especialistas, mientras que el trabajo de los biólogos ambientalistas es observar cómo se enfrenta la biodiversidad a este brusco y obligado cambio en las costumbres de los humanos.

 

Durante los 4500 millones de años que tiene nuestro planeta se han sucedido numerosos cambios, algunos más drásticos que otros, que han producido cinco grandes extinciones. Cada uno de esos eventos extremos, donde han podido llegar a desaparecer más del 75% de las especies vivas en cada momento, se ha debido a diferentes causas. Quizás la más conocida de esas pérdidas masivas de biodiversidad haya sido la última, producida al final del Cretácico, hace 65 millones de años, en la que se produce la extinción de los grandes saurios, aunque también de grupos de organismos marinos como los ammonites. Según la opinión más extendida, esta extinción se debió a los efectos colaterales producidos por la caída de un gran meteorito en el golfo de Yucatán (tsunamis, nubes de cenizas, invierno global, etc).

 

Después de cada una de estas grandes extinciones, aparece una nueva explosión de formas de vida a partir de los escasos supervivientes. Es decir, ante drásticos cambios ambientales, unos organismos desaparecen masivamente, pero unos pocos logran adaptarse a las nuevas condiciones, sobrevivir y variar. Después de la última extinción, la del final del Cretácico se produce la gran diversificación de los mamíferos, aunque ya habíamos aparecido en la Tierra mucho antes, hace unos 208 millones de años, siendo un floreciente grupo que había desarrollado casi todos los rasgos fundamentales que los caracteriza, a excepción del pelo y una menor talla. Sin embargo, la desaparición del grupo de los dinosaurios, con los cuales compartían quizás de forma desventajosa los diferentes ambientes, y unas condiciones climáticas óptimas propiciaron en éxito considerable de los mamíferos.

 

Hace unos 55 millones de años en el límite Paleoceno-Eoceno, se produjo un enorme efecto invernadero que provoco una subida de la temperatura global de entre 6 y 8 grados centígrados, en un evento que nos recuerda muchísimo lo que ocurre en este momento. Los grandes casquetes polares desaparecieron, propiciando que la vegetación tropical se expandiera hasta el interior del Círculo Ártico, haciendo que la diversidad de los mamíferos fuera aún mayor, permitiendo la migración de grupos procedentes del viejo continente hacía nuevos territorios. Y es el momento en el que también aparecen los verdaderos primates, teniendo que esperar hasta hace 5 a 7 millones de años para la aparición de los primeros homínidos.

 

Son muchos paleontólogos y biólogos evolucionistas los que coinciden en que actualmente estamos en plena Sexta Extinción, aunque con una característica fundamental que las diferencia de las anteriores, y es que está siendo propiciada por la acción de la especie humana. Según diferentes trabajos de investigación, la tasa de extinción de los últimos siglos se ha incrementado en 100 veces con respecto al ratio natural. Es decir, sin la actividad humana, harían falta 10000 años para acabar con la biodiversidad eliminada en sólo un siglo.

 

La pandemia que azota en este momento al mundo no sólo ha dejado drásticas imágenes, mucho dolor, desesperanza y desesperación. Pero aunque pequemos de frivolidad, muchos hemos sido los que hemos podido observar el mundo natural que nos rodea, desde el amanecer luminoso sobre los riscos, hasta atardeceres sobre el azul límpido del mar; hemos podido respirar aire puro en las grandes ciudades, por el descenso brusco de los niveles de contaminación; hemos escuchado el quehacer de las pequeñas aves que preparan sus nidos para las nuevas vidas que llegan; hemos visto, aunque sea a través de las pantallas, como los delfines y ballenas se acercan a nuestras costas; y tras la lluvias de estos días, como las flores y frutos se desbordan. Estamos siendo testigos de la grandeza de la biodiversidad y de que es capaz de sorprendernos como se adapta a nuestra ausencia. ¿Seremos nosotros capaces de adaptarnos si ellos desaparecen?

 

Esther Martín-González

Conservadora de Paleontología y Geología

MUNA, Museo de Naturaleza y Arqueología

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