Acaba de publicar (bueno, eso creo) Antonio González Croissier su tercer volumen: El libro de las ex-cusas (Tepermaquia Ediciones, Gran Canaria, 2018). Y lo ha hecho de manera sigilosa, sin molestar. “Ahí está, ahí lo dejo para ustedes”, parece querer decir el autor. Y no solo le hemos hecho caso sino que le hemos dado la vuelta al derecho y al revés: en el sillón de orejas, en la mesa de trabajo, en el sofá, donde el ordenador (“en el palomar”) y, como casi siempre, con la almohada detrás. No cabe la menor duda de que Tony González es una persona “de muchas palabras”: las tiene de todo tipo: desde las que contemplan un cuadro, y se convierten en nuestros ojos, a las que escuchan una canción (sí, sí: “palabras escuchantes”) o las que viven permanentemente en una tormenta, a veces personal, con las que poder llegar a la ansiada calma.
Es Tony González un escritor de mirada distinta y detenida, de lenguaje profundo y lleno de luz, capaz de vibrar y remover al lector que se alonga en sus páginas. Sabe que algunos de sus poemas, o prosas poéticas, se han de leer despacio y repetidas veces. Y también es muy consciente de que las setenta páginas de esta tercera entrega dan mucho más de sí. Tengo para mí que se multiplican indefinidamente. En cada lectura que realizamos logramos adivinar, o imaginar, nuevas interpretaciones, que, seguramente, no coincidirán con las del autor. Y eso está bien. Es lo que tiene la Literatura. Y es de notar cuando “deja caer las ideas”, como refugiándose en metáforas originales y nuevas, que revolotean incesantemente, cual “desinquietas” mariposas primaverales, en su genio creador. Si la Poesía es un camino difícil y angosto, hace tiempo que Tony González transita en él y conoce los atajos y las veredas por donde avanzar. Y provocar. Porque los escritores han venido a sacudir las conciencias y a poner delante de nosotros el criterio y la reflexión. En su afán de encontrar la belleza, nuestro escritor no solo lo consigue sino que, además, agita el pensamiento, que solo se detiene para recrear o interpretar lo leído.
Bien es verdad que “estas excusas” son las suyas, pero también hay un poco de todos porque su mirada, además de universal, está asentada en la realidad y no en una torre de marfil inalcanzable, tremendamente compleja, y de difícil acceso. No, no es el caso.
Dice nuestro autor en una de sus propuestas que “todo ocurre después de los libros”. Y efectivamente así es. Después de Trozos (Editorial Devenir el otro, Madrid, 2014) y Una azotea para Alejandro (Multiverso Editorial, 2018), este último libro bulle, “lleno de excusas”, en nuestro interior y todavía descansa en la mesa de noche, donde continúa aportándonos consideraciones nuevas y donde vamos añadiendo significados distintos a las palabras de siempre. Y el lápiz en nuestra mano no para de subrayar frases y versos. Y de anotar ideas en los espacios en blanco (ya ven: hasta los espacios despejados y libres están sugeridos). Ya dijimos al principio que Antonio González Croissier está lleno de palabras.
¡¡Y las que nos quedan por conocer!!
¡¡Y descubrir!!