Revista nº 1040
ISSN 1885-6039

Fuerteventura y Unamuno. Entrevista a F. Ynduráin.

Martes, 01 de Octubre de 2019
J. J. Laforet
Publicado en el número 803

Va a ser en Fuerteventura donde Unamuno descubra el mar. Él, a pesar de ser de un puerto mar, vivió más bien la vida íntima de Bilbao. Nos añade Ynduráin que este mar fue una apelación a la eternidad, un motivo más de reflexión en todo su drama espiritual y religioso. Fue más un mar metafísico que un mar físico.

 

 

Para Gerardo Mesa Noda, presidente del Cabildo insular de Fuerteventura y de la comisión ejecutiva del homenaje, la breve estancia de Miguel de Unamuno en esta isla, durante los meses de su destierro, fue suficiente para que su genio creador y su pasión hispana dieran origen a prosas y versos que son ya antología obligada en la Literatura de Lengua Española. Así, cuando ya han transcurrido más de cincuenta y cinco años del paso por Fuerteventura de este gran intelectual de la generación del 98, diversas instituciones y organismos públicos se han decidido a rendirle un homenaje que comenzará el día 21 del presente mes en la isla, y se clausurará el próximo 1 de diciembre, con una conferencia de Sebastián de la Nuez Caballero en la Universidad de Salamanca. Entre estas dos fechas habrá diversos actos en Fuerteventura, Las Palmas y La Laguna, recogidos todos ellos en un cuidado catálogo editado para esta celebración, y reproducido en el n.° 5 de EL PUNTAL.

 

Entre los asistentes al homenaje se contará con Francisco Ynduráin, catedrático de Literatura de la Universidad Complutense y Rector Honorario de la Universidad Internacional de Santander. Vocal de la comisión ejecutiva, será portador de las palabras de Dámaso Alonso, presidente de la Academia de la Lengua, a quien le es imposible asistir como estaba previsto, a la vez que pronunciará una conferencia, en torno a la personalidad de Unamuno, en el Paraninfo de la Universidad de La Laguna, este mes. Con él hemos podido conversar, acerca del homenaje, días antes de su salida hacia nuestras islas.

 

Francisco Ynduráin, como catedrático, es un hombre al que le gusta estar siempre al pie del cañón. De esta manera, nuestra conversación tuvo por marco su lugar de trabajo, la Facultad de Letras, ante dos tazas de café en una fría mañana del otoño madrileño. Su voz, pausada y vital, es quizás hoy una de las más autorizadas para hablar sobre la personalidad de Unamuno. La tarde del 30 de Diciembre de 1936 —al día siguiente moriría el gran escritor— la pasé con Unamuno en una conversación intensa y dramática, ante la circunstancia del país en esos momentos. Profesor auxiliar de la Facultad de Letras de Salamanca, cuando Unamuno era rector, su relación con él es frecuente en esos años, lo que marca ya, de modo definitivo, su visión del personaje. Es el conocimiento personal el que influye mi manera de ver a Unamuno. Por esto, tanto en su vertiente como profesor como en la de lector apasionado, hay una mezcla de emociones que se resiste a dejar de lado.

 

1924 es el año de su destierro en Fuerteventura. En la isla forjará una serie de obras y recuerdos, muchos de ellos recogidos en la serie comentada de sonetos, De Fuerteventura a París, publicada en 1925. Unamuno tuvo siempre una gran simpatía por Canarias, por los canarios y por lo canario. El ya conocía las islas, donde estuvo por primera vez en 1910 para unos juegos florales. Incluso prologa la obra de un canario, la de Alonso Quesada.

 

Su maestría para el comentario creador y la visión crítica y artística del paisaje, que de verdad gusta, le lleva a dar detalles tan exquisitos y agudos como el dedicado a La Laguna, en la que detecta un aire de rigodón monástico, adecuado al suave tono de tristeza, soledad y silencio, a la vez que de elegancia dieciochesca de la ciudad de Los Adelantados; y es que Unamuno es muy sensible al entorno. Se llega a contar que, en la continuación de su destierro en Francia, se acerca hasta Hendaya para escuchar la campana de la iglesia mayor de Fuenterrabía, como un grito de amor que se escapa de sus Vascongadas hacia él. Pero no será hasta sus meses de estancia en Fuerteventura, cuando de verdad descubra el alma y la condición del ente isleño, en la peculiaridad de la roca desnuda y seca, para el Ruina de volcán esta montaña, o Desnuda la montaña en que elcellano / buscando entre las piedras flor de aulaga / marca en el cielo su abatido cuello. Su descripción se vuelve sobria, precisa y definida, quizás como un diseño de Durero: La aulaga es un esqueleto de planta; la camella es casi esquelética, y Fuerteventura es casi un esqueleto de isla.

 

Va a ser en Fuerteventura, también, donde Unamuno descubra el mar. Él, a pesar de ser de un puerto mar —claro que condicionado por estar dentro de la profunda ría de Bilbao—, vivió más bien la vida íntima, interior, de esta ciudad. Es en las horas calladas y tristes del destierro, cuando siente el mar en toda su plenitud: En Fuerteventura descubrí el mar, y eso que nací y me crié muy cerca de él. Para él, como nos indica Francisco Ynduráin, el mar tuvo todo un efecto de aplacamiento, de sosiego, con su color cambiante, color de forma, a pesar de que fue muy irritado por un destierro tan estúpido como injusto. En las rocas isleñas, frente al mar, evoca el hogar y los más entrañables recuerdos. Nos añade Yndurain que este mar fue una apelación a la eternidad, un motivo más de reflexión en todo su drama espiritual y religioso. Fue más un mar metafísico que un mar físico.

 

Todos los homenajes quedan, en la mayoría de los casos, en una serie de actos sin continuidad de futuro. Para Fuerteventura, este dedicado a Unamuno puede suponer un importante logro cultural si se le da una proyección hacia los años venideros. Francisco Yndurain, como miembro del comité ejecutivo, piensa que esto sí va a ser posible pues entre otros actos, con tal finalidad, se va a tener un concurso, para alumnos de enseñanza media, de trabajos sobre la obra de Unamuno; se repartirá un ingente lote de libros, con las obras de autor homenajeado, en los colegios e instituciones de la isla, según promesa del ministerio de cultura, así como la remoción de la inquietud cultural y la propaganda -en el más noble sentido de la palabra-, que habrá, al ser la obra de nuestro autor un resonador de Fuerteventura. Y es que si fue Unamuno quien descubrió esta isla para la poesía, quizás sea hoy su obra la que nos impulse a descubrir los ricos matices y detalles, en todos los terrenos —así como su terrible situación social—, que posee la isla de Fuerteventura.

 

 

Fotografía de Unamuno a lomos de un camello, publicada en el libro de Sebastián de la Nuez Unamuno en Canarias, y su autor es J. Naranjo. El artículo fue publicado en la sección de Cultura de la revista El Puntal (n.º 6). 1980.

 

 

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