En Gran Canaria, la poesía de Juan Sosa Suárez* podría ser la más próxima a la actitud juvista; si bien José Quintana S.* adjudica tal carácter a la poesía del cuerpo de Domingo Rivero*. El juvismo que, al decir de Sebastián Padrón Acosta, tiene reminiscencia de las poéticas orientales, busca la desnudez del verso, su pureza, como consecuencia de una actitud de personal despojamiento por parte del poeta. Acercamiento íntimo a la naturaleza, a veces con espiritualidad franciscana, a veces con un impulso panteísta, el juvismo exalta las fuerzas del espíritu; y el poeta se convierte en un médium de la emanación de la divinidad que se halla implícita en las vibraciones espirituales que penetran el universo. No en vano Bethencourt Padilla se reconoce vinculado a las corrientes teosóficas del tránsito entre los siglos XIX y XX. La poesía, al tiempo que es reflejo de un yo superior, debe ser también fuente de felicidad, para ayudar al hombre en la revelación de Dios por la gracia del Verbo. Así lo explica el poeta: "La poesía es una emanación de la divinidad y a Ella debe afluir, por la misma ley natural que hace que los arroyos tornen al mar de del que proceden. Siendo la más expresiva de las artes, humanamente, la poesía ofrece una posibilidad más inmediata para la realización de lo divino. De aquí la responsabilidad del poeta como representante de la Belleza Universal (...). Sacrifiquemos nuestro orgullo personal -continúa Bethencourt Padilla-. Purifiquemos el espíritu antes de dar un paso en el sendero del Arte, para que luego nos asista el derecho a purificar. No sea nuestro lema: el Arte por el Arte, sino el Arte por la Humanidad, el Arte por Dios".
Foto: Pedro Bethencourt Padilla