Revista nº 1036
ISSN 1885-6039

Alfredo Kraus.

Viernes, 04 de Mayo de 2018
Redacción BienMeSabe.
Publicado en el número 729

Romanzas de Zarzuelas inolvidables. Belter 22.677. B. 40812/72.

 

CARA A

1. El cantar del arriero. (Salida de Lorenzo) (S. Adame- A. Torrado- F. Díaz Giles)
2. La Calesera. (Racconto de Rafael) (E. G. del Castillo- L. M. Román- Alonso)
3. El caserío. (Romanza del tío Santi) (F. Romero- G. Fernández Shaw- J. Guridi)
4. El huésped del sevillano. (Romanza de Juan Luis) (E. Reoyo- J. I. Luca de Tena- J. Guerrero)
5. La parranda. (Canción del Platero) (L. Fernández Ardavin- F. Alonso)
 
 
CARA B
 
1. La canción del olvido. (Canción de Leonello) (J. Romero- G. Fernández Shaw- J. Serrano)
2. Molinos de viento.(Serenata)(L. Pascual Frutos- P. Luna)
3. El huesped del sevillano.(Fiel espada triunfadora)(E. reoyo-J. I. Luca de Tena- J. Guerrero)
4. Los gavilanes.(Salida de Juan)(J. Ramos Martín- J. Guerrero)
5. La del soto del parral.(Romanza de Germán)(Fernández de Sevilla- Carreño- Soutullo- Vert)
 
 
En un lugar próximo a Madrid, se levantó en el siglo xv un palacete para descanso del Infante Don Fernando, hermano de Felipe IV. El edificio acogía principalmente a los personajes de la Corte, antes y después de cele-brar sus habituales cacerías. Poblaban el bosque circundante abundantes zarzas, de cuyo nombre derivó el de «zarzuela».
 
 
Los cómicos de los teatros madrileños solían también trasladarse al palacete, a representar sus comedias, en
las noches en que el rey pernoctaba allí. Felipe IV, ocioso e indolente, gustaba de representaciones teatrales y musicales. Nombrado el Infante Don Fernando embajador en Flandes, aumentaron las visitas reales al palace-te. Dúos, coros y obras teatrales contribuyeron cada vez más al esparcimiento del abúlico monarca. De ahí a intuir que una obra teatral con abundantes canciones podría alcanzar un lisonjero éxito, mediaba sólo un pa-so. Poco después la intuición cobra vida y realidad, al iniciarse las representaciones denominadas «fiestas de zarzuela».
 
 
La primera obra conocida con el nombre de «zarzuela» es «EL GOLFO DE LAS SIRENAS» (1657), original de Calderón de la Barca. No obstante, nueve o diez años antes el propio Calderón había escrito obras tituladas «comedias de música», como «EL JARDÍN DE FALERINA», entre otras, que podían considerarse ya como zar-zuelas.
 
 
El auge de esta modalidad de teatro con música se mantuvo hasta la muerte de D. Ramón de la Cruz, sainete-ro insigne, autor que contó con la colaboración musical de Rodríguez de Hita. La zarzuela, que había vivido momentos de gran esplendor, decayó considerablemente tras el fallecimiento del conocido autor, hasta al-canzar posteriormente el más absoluto de los olvidos.
 
 
El estado letárgico en que se hallaba la zarzuela no se modificó hasta bien entrado el siglo XIX, merced a los esfuerzos de Carnicer, Saldoni y Pedro Albéniz.
 
 
En sus orígenes la zarzuela constaba únicamente de dos actos, pero a partir de 1851 se implanta «la zarzuela grande», con obras en tres y cuatro actos, correspondiendo a Barbieri el honor de iniciar esta nueva etapa de la zarzuela. Fueron éxitos de aquellos tiempos «EL ANILLO DE HIERRO», «EL REY QUE RABIO»,«LA TEMPES-TAD», etc., etc. Estos y otros muchos títulos triunfaron no sólo en España, sino también en la América hispa-na. A la «zarzuela grande» le sucede el «género chico», denominado así por constar de un solo acto (come-dias de una hora como se las llamaba). Surgen con este nuevo género, innumerables compositores que alcan-zan rápidamente la popularidad. Es una época de gran esplendor para la zarzuela, que conoce a partir de este momento días de gloria y también otros de oscuridad.
 
 
A pesar de que hoy en día las generaciones recientes acusan al género lírico español de «demodée», no dejan
de existir apasionados defensores que, al igual que en tiempos pasados, saborean y escuchan con deleite sus más conocidos fragmentos. Se representa zarzuela y, si su escenificación se efectúa con la dignidad requeri-da, no falta el apoyo del público. Aún cuando sea verdad que muchos de los autores que se hicieron famosos
en la época de su máximo esplendor han caído en un total olvido, no es menos cierto que nombres como Lu-na, Guridi, Serrano, Soutullo y Vert, Díaz Giles, Alonso, Guerrero, etc., han resistido inalterables el transcurso del tiempo.
 
 
BELTER se complace hoy en ofrecer al público una pequeña Antologia de las más populares romanzas de ba-rítono, valiosa selección de un género musical que, a pesar de sus similitudes con el «singspiel» germano y la ópera cómica francesa, ha sabido mantener, desde su origen hasta nuestros días, el más genuino sabor de to-dos los rincones del suelo hispano.
 
 
Jaime Mir
 
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