Revista n.º 1066 / ISSN 1885-6039

Recordando a Juan Bosch Hernández.

Miércoles, 26 de julio de 2017
Manuel Herrera Hernández
Publicado en el n.º 689

A finales del pasado año hablé con Juan Bosch Hernández, Académico Emérito de la Real Academia Canaria de Medicina, para confirmar el homenaje que esta Institución científica deseaba tributarle en octubre de 2017. Se alegró pero, con su natural tranquilidad, me dijo que no estaba seguro de llegar a ese mes...

Juan Bosch Hernández.

 

 

... Hace unas semanas, el 24 de junio, llamé a su casa para felicitarle por su onomástica. Ya conocía su mal estado de salud pero me sorprendí cuando su hija Cristina me dijo que estaba «enfermito» y comprendí que a Juan le quedaban pocos días en este mundo. A pesar de todo me causó mucha impresión leer la esquela del Colegio de Médicos de Las Palmas con fecha del 30 de junio comunicando su fallecimiento el día 26. Pienso que Antonio Marrero Bosch temía este final cuando, hace un año, al cumplir Juan 90 años, escribió «querido Juanchu estamos al final de nuestra etapa en la Tierra».

 

Hace 91 años, el 7 de julio de 1926, publicaba en la primera página el Diario de Las Palmas que el Colegio Médico de Canarias Orientales acordaba las nuevas patentes establecidas para los médicos. También se leía la protesta de los alumnos de Marañón ante Primo de Rivera por encarcelarle. Y ese 7 de julio nació en Las Palmas un niño en la calle Travieso esquina con la calle del Cano. Parecía que el recién nacido, hijo del doctor Juan Bosch Millares y doña María Dolores Hernández González, estaba elegido para la Medicina. Los primeros años de su existencia los pasó en la casa natal de la calle Travieso. Me confirma Gonzalo Melián García que, con la proclamación de la Segunda República, se cerró también el Colegio Corazón de María situado en la calle Rabadán. Allí, en 1932, Pedro Cullen del Castillo junto al presbítero Santiago Sánchez Yánez y profesor Juan Melián Cabrera, fundaron el Colegio Viera y Clavijo ante la carencia de centros de enseñanza. Y entonces, a la edad de seis años, Juan Bosch comenzó a asistir al Viera y Clavijo para recibir los estudios de enseñanza primaria.

 

Más tarde, en 1945, sus padres trasladaron el domicilio a la calle Pérez Galdós y, por esto, al estar mi casa frente a Correos, nuestra amistad se hizo más cercana. Recuerda Antonio Marrero Bosch que desde su niñez Juan se caracterizaba por ser «serio, poco hablador, e imponía su autoridad sin pretenderlo, en todos nuestros juegos». Juan Alonso Castellano también recuerda las temporadas de verano en Monte Coello y su habilidad estirando las gomas del tirachinas para disparar acertadamente piedrecitas e incluso romper el tallo de una flor.

 

Después, casi con el comienzo de la Guerra Civil, ingresó en el Instituto Pérez Galdós cursando el bachillerato con matrícula de honor en casi todas las asignaturas junto a sus amigos inseparables Carlos Bosch Millares y Antonio González Quevedo. Al mismo tiempo colaboró en el periódico Spes publicado en el Instituto y, con su dedicación, obtuvo un premio en la Fiesta del Libro de 1943 con un trabajo sobre Cervantes. Y llegó el ansiado final del bachillerato, el 17 de julio de 1943, aprobando con brillante calificación el examen de Estado celebrado en esta capital.

 

A finales de septiembre de 1943 viajó a Madrid para comenzar los estudios en la vieja Facultad de Medicina, situada entonces en Atocha, y se alojó durante todo este tiempo en el Colegio Mayor Ximénez de Cisneros, que no solo se caracterizaba por su localización ideal para cualquier estudiante universitario, sino que también mantenía una buena estructura cultural. En uno de estos veranos conoció a María Cristina en Las Canteras y, más tarde, a mediados de junio de 1949, terminó con el máximo aprovechamiento la licenciatura de Medicina.

 

Terminados estos estudios su padre, el prestigioso doctor Juan Bosch Millares, le aconsejó especializarse con el profesor Carlos Jiménez Díaz, que era el máximo impulsor de la medicina científica en España. Con don Carlos está casi cuatro años aprendiendo en el Instituto de Investigaciones Médicas instalado en la nueva Facultad de Medicina de la Ciudad Universitaria, y asiste también a las lecciones de su Cátedra y Servicio del Hospital de San Carlos y en las Salas del Hospital Provincial. El Instituto de Investigaciones Médicas se unió a la Clínica de la Concepción en 1955 dando lugar a la Fundación Jiménez Díaz.

 

Llegó agosto de 1954 y por la Dirección General de Relaciones Culturales del Ministerio de Asuntos Exteriores le fue concedida a Juan Bosch una beca para ampliar sus estudios de Medicina en Alemania. A esta distinción, después de obtener en su tesis doctoral la máxima nota y opción a premio extraordinario, le siguió el éxito en las oposiciones para la plaza de Médico interno del Hospital Clínico de la Facultad de Medicina de Madrid. Terminaron estos años y, en aquel momento, el doctor Jiménez Díaz manifestó al doctor Bosch Millares que su hijo Juan debía continuar con él porque tenía cualidades de profesor. Pero Juan Bosch decidió regresar y comenzó a trabajar en el Hospital de San Martin y, además, puso su consulta privada con su padre, en la calle Pérez Galdós 18, para después el 1 de junio de 1970 trasladarla a la calle Bravo Murillo 32.

 

El 18 de mayo de 1960, miércoles, ante el altar de la Imagen de María Auxiliadora, de la parroquia de Santa Catalina de Alejandría (PP Salesianos) se celebró el enlace de la señorita María Cristina Esteva Arocena con el joven doctor Juan Bosch Hernández. Bendijo la unión el Rvdo. don José Naranjo Déniz, profesor de Religión del Instituto de Enseñanza Media. Frutos de este matrimonio son cinco hijos (Juan, Orencio, Cristina, Dolores y Ángeles)  y formaron una familia ejemplar. Juan amaba su hogar con un respeto rayano en la reverencia, con necesidad de afecto. Pero la vida, que le golpeó con una nube oscura de tristeza al morir María Cristina el 27 de enero de 1997, le sumió en una depresión que le hizo renunciar a muchas actividades.

 

Junto al historial académico del doctor Juan Bosch Hernández debemos señalar otras actividades científicas como sus numerosas conferencias. Así resumimos las pronunciadas en la Sociedad de Ciencias Médicas de Las Palmas: «Diagnóstico precoz del cáncer hepático», 1958; «Un caso de íleo crónico», 1960; «Sesión necrológica en homenaje al Dr. Carlos Jiménez Díaz», con la participación de los doctores Juan Bosch Hernández, Manuel Herrera Hernández y Luis Valle Benítez, 1967; «Síndrome febril prolongado» en una mesa redonda participando los doctores Juan Bosch Hernández, Manuel Herrera Hernández y Fernando Arencibia ,1968.

 

Y otras conferencias, entre ellas: «Simposio sobre corticoides», Instituto Farmacológico Latino, Madrid, 1969; «Tratamiento de la leucemia», en la Clínica de la Concepción, Madrid, 1970; «Hemorragias digestivas», en Curso de Urgencias en Medicina Rural, Las Palmas,1961; «Régimen dietético en operados del aparato digestivo en clima subtropical», en el Congreso hispano-germano, Las Palmas, 1971.

 

Otros. El Dr. Bosch Hernández publicó diversos trabajos, algunos en colaboración con su padre, como «La enfermedad de Takayasu», 1962; «Primeros casos de leptospirosis (Síndrome de Weil) en Canarias, revista El Museo Canario, 1980; «Tétanos cefálico», Revista Clínica Española, 1951; «El tétanos en Canarias», 1965; «El síndrome de Gardner-Bosch», Cabildo de Gran Canaria,1965; «La Medicina en la Provincia de Las Palmas, desde su Origen hasta fines del siglo XIX», El Museo Canario, 1981.

 

Juan Bosch fue Jefe del Servicio de Medicina Interna del Hospital de Gran Canaria, profesor de la Facultad de Medicina de la ULPGC y perteneció a diversas sociedades científicas, entre ellas la Real Academia Canaria de Medicina, Asociación Española de Gastroenterología, Sociedad Española de Patología Digestiva, El Museo Canario y otras internacionales como American Gastroenterological Association (AGA), y fue socio de honor de la Sociedad Canaria de Patología Digestiva.

 

Juan tenía una personalidad tranquila y serena, buen conversador salvo que estuviera con el ánimo sombrío, con especial sentido del humor que era seguido a veces con una risa contagiosa. La cortesía, el respeto y la educación no eran para él palabras anticuadas. Si un día tenía el ceño fruncido y parecía estirado, pronto aparecía una sonrisa. Juan Bosch tenía una curiosidad insaciable y un gran amor por la cultura y, ante todo, por la música.

 

Y termino con palabras del Dr. Juan Bosch Hernández al confiar «poder encontrarme, en compañía de tantas personas amadas, especialmente la simpar María Cristina, en la Casa del Padre, en quien yo creo».

 

 

Manuel Herrera Hernández forma parte de la Asociación Española de Médicos Escritores.

 

 

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