En dicho grupo cabría citar a Sergio Ruano, a Ulises Parada o al pintor Rafaely. González Barrera propiciaría el montaje de Oí crecer a las palomas, poema escénico de Manuel Padorno*, en El Museo Canario* de Las Palmas, del que se hizo responsable Juan Marrero Bosch*. En 1964, se reencuentra en La Laguna (Tenerife) con Eugenio Padorno*, en una lectura pública de poetas de las dos provincias, organizada en el Colegio Mayor San Agustín de aquella ciudad universitaria, al cual concurriera también Juan Jiménez*. Entre ellos, se va conformando la idea de reunir las voces diferenciadas de la más reciente poesía escrita por entonces en Canarias. Será ese el germen de la generación de Poesía Canaria Última* que, con sucesivas incorporaciones, se dará a conocer públicamente a través de la antología del mismo título, aparecida en 1966. González Barrera será uno de los miembros más activos de aquel grupo generacional. Su participación sería muy notable en las diversas lecturas públicas, en las polémicas acogidas por el suplemento Cartel de las Artes y las Letras, del Diario de Las Palmas, y en los juicios críticos que, en la segunda mitad de la década de 1960, se celebraron en el Real Club Victoria de Las Palmas de Gran Canaria. Premio de Poesía Alonso Quesada de 1963, en 1964, y en la colección Mafasca* aparecerá el libro premiado entonces, que es su primer poemario, Mar humano. En 1966 verá la luz su segundo libro, Afirmación y acercamiento de mi isla. Poemas suyos se publican también en diversas antologías, revistas y suplementos literarios de las Islas. Hacia el final de la década de 1960, traslada su residencia de Las Palmas de Gran Canaria a Arrecife de Lanzarote y se abre para él un largo período de silencio poético que coincide con la escritura de Guía turística no oficial, que no verá la luz hasta mucho después, cuando el autor inicie una nueva aproximación a la escritura poética, integrada en el volumen de su obra reunida, Otra vez el mar (2003), pero que tendrá una segunda edición en 2009. Su último libro será Esto que la luz me dicta ahora (2011), aparecido en la colección La llama sin brasa*, a través de la cual se quiso dejar testimonio de la trayectoria seguida, desde su lejana aparición pública en 1966, por los miembros de aquella generación poética de la que González Barrera es una de las voces más personales.