Icod, con sus tradiciones seculares, contribuye ostensiblemente al acervo patrimonial de la historia popular de las islas Canarias. Tierra aculturada por el cariz misceláneo de otras civilizaciones que, desde los albores de su conquista, han ejercido gran influjo en los usos, costumbres y modos de vida, que por sus singularidades todavía siguen sorprendiendo hoy, tanto a los lugareños como a los foráneos que se acercan a conocer nuestras más preciadas y añejas manifestaciones folclóricas, que se representan, vivamente, por los diferentes barrios, caseríos y núcleos poblacionales que conforman la ciudad de Icod de los Vinos.
Desde tiempos muy remotos se viene coreando la siguiente copla popular, que en mi niñez aprendí de labios de mi padre, y de alguno de sus coetáneos, que la entonaban para referirse a alguna festividad concreta.
San Felipe está en la Hoya,
san Antonio en el Pinar,
san Bernabé en La Vega,
cada santo en su lugar,
y la virgen del Amparo
en el Camino Real.
Y precisamente, el Pinar de San Antonio es uno de los lugares primigenios del trazado urbanístico icodense, comprendiendo el mismo como una prolongación desde la zona del Tránsito, para discurrir hacia arriba, en busca del abastecimiento propio de los nacientes, y con este propósito se delinean las pronunciadas calles de San Antonio y del Amparo, siendo la primera de ellas la protagonista de la historia que nos ocupa. Célebre fue desde los incipientes del siglo XVI el boyante negocio de las maderas, para la edificación de las casas señoriales de la entonces Villa, y para la construcción de las embarcaciones, que servirían para las transacciones comerciales con el resto de Europa, Inglaterra y el Nuevo Mundo. La presencia lusitana en Icod, y el positivo influjo de la misma, ha legado mayormente el cultivo de las cepas, que le dieran renombre universal y, posteriormente, el merecido apelativo de los Vinos que aún, en tiempos presentes, sigue distinguiendo a esta histórica localidad.
En el campo de pinos, inmediaciones del actual Cam-pino, hubo una serrería, de la cual se nos lega el camino del Aserradero, por el que discurrían ladera abajo los troncos y maderas para los fines arriba citados. Pero era en las postrimerías de noviembre, cuando los bodegueros de las zonas altas se disponían a lavar sus bocoyes con el agua salada de la caleta de San Marcos, con el fin de expurgar cualquier resabio de los mismos y preservar así el embase en el mejor estado posible. Esta práctica consistía en deslizar sobre tablones las pesadas cargas, o bien llevadas a la corsa, bajando las pendientes de San Antonio, actual calle de Hércules y la calzada de Alzola hasta la bahía de San Marcos. Debido al aspecto lúdico de esta actividad no es de extrañar que los mozos de aquel entonces aprovecharan para arrastrarse mientras cumplían su cometido, instituyendo, inconscientemente, una de las tradiciones más atávicas de la localidad icodense. Bien es cierto que por coincidir con la festividad de san Andrés hayan trascendido en el tiempo como las tablas del referido apóstol, pero hay que apelar al origen pagano de tal evento, dado que hasta el año 2003, en Icod, no hubo ningún templo dedicado a dicho mártir. Cierto es que el atributo característico de San Andrés es la cruz de tablas aspadas de su sacrificio, pero que nada tiene que ver, como se ha llegado a pensar, con el origen de esta costumbre.
San Andrés apóstol, parroquia de La Centinela
En el martirio de san Andrés no hay atisbo alguno de que fuera llevado a rastras atado en su cruz, sino que fue cautivo, previamente azotado, en medio de la multitud hacia el aspado madero, al que ataron fuertemente, estirándole las extremidades con el fin de prolongarle aun más su agonía, la cual aprovechó para predicar durante tres largos días, con sus correspondientes noches, la palabra de su maestro. No es de extrañar el cruce expositivo de ambas versiones, dado que hay muchas festividades adoptadas por el cristianismo que hunden sus raíces en las prácticas paganas, como la Navidad y la Epifanía; el Año Nuevo; la Noche de San Juan Bautista; la propia Semana Santa; la Pascua de Resurrección; la celebración del 15 de agosto, y entre alguna festividad local más, la del Día de Todos los Santos y el de los Fieles Difuntos.
Disquisiciones aparte, es congruente resaltar el perfil ecléctico de esta ancestral costumbre, y no entenderla como el simple reverso de lo pagano, dado que, a día de hoy, durante los días veintinueve y treinta de noviembre, en la ciudad de Icod de los Vinos, el paganismo y el cristianismo van indisolublemente unidos. Prueba fehaciente de ello es la iniciativa tomada por Santiago Rodríguez Luis-Ravelo (Santy) junto con su hermano Miguel Ángel y el resto de amigos del Caballero 2000, que en el año 1996 decidieron adquirir una pequeña talla que representara al santo que le da nombre a estas fiestas. Para ello contactan con Julio Juan Domínguez Polegre, encargado de la mediación para la adquisición y compra de la misma. La imagen fue bendecida por el sacerdote Sergio Tadeo Santana, que oficia la Santa Misa, entre otros lugares en la vecina ermita de Nuestra Señora de los Afligidos, en El Calvario, muy próxima a la calle Antonio González, popularmente conocida como la calle del Plano, punto neurálgico de esta festividad.
Curiosamente, las personas que rehúyen de la centralidad de los primeros planos son aquellas que portan gran valía, hacedoras de bien que con la humilde suma de pequeños gestos, viviendo su particularidad intrahistoria, contribuyen a mantener la esencia del arrastre de las tablas para que algún día sea contada como historia. Santy relata en amable conversación que en el día de san Andrés volvió a nacer, porque hace cuarenta y seis años, en 1971, siendo bebé iba en brazos de su madre y esta fue arrollada por una tabla al cruzar la calle, y un vecino de Icod, del que no se conoce su identidad, salvo que era portero de fútbol, lo cogió por los aires. Quizá a través de estas líneas podamos identificar a tal persona.
Sigue relatando Santy que el primer tablón que hizo, con tan solo ocho años, fue El Misil, al que le ató en la traviesa trasera una serie de latas de jugo con la intención de hacer ruido y ocasionar chispas, simulando el fuego del ideado cohete. En este tablón podían ir hasta nueve ocupantes y recuerda que los incondicionales eran sus amigos Isidoro, Francisco (Fico), Miguel, hermano de este último, Nicomedes... Desde esa temprana edad, ya Santy sentía el influjo de la moda por los grandes tablones, como en el que se arrastraba su tío Santiago, el pintor, que se llamaba el Iberia y que muchos veteranos todavía rememoran hoy.
Concretamente en el año 1983, con doce años, Santy, en compañía de su buen amigo Enrique Ravelo Sierra (Enrique Perdigón) dieron forma al afamado Caballero X 2000, que posteriormente pasaría a ser simplemente el Caballero 2000, que el año próximo cumplirá 35 años de historia. Digno de homenajear. A lo largo de este tiempo ha habido cinco prototipos, y uno de ellos por ser el más largo, veloz y pesado, decidió llamarlo el Caballero 3000, en el que cupieron veintidós ocupantes y medía seis metros. El que hoy perdura es el Caballero 2000, de cinco metros de longitud y 400 kilos de peso, ya que está compuesto por las vigas completas, de tea negra, de la desaparecida casa de Patricio Lynch, sita en la calle Siervo de Dios, antiguo número 20, contigua a la vivienda de los herederos de José Julio Perera (Panchito, el de la máquina, hijo de don Pancho, el de la máquina).
Santy evoca, con justificada nostalgia, el ambiente festero vivido en su niñez en la calle del Plano, donde los vecinos espontáneamente asaban castañas que solían acompañar con el vino recién estrenado y que no dudaban en invitar a quien por allí estuviera. Bien es cierto que la calle desprendía el olor característico de san Andrés, que era el exclusivo de la tea, corazón del pino canario, que al estar en constante fricción con el firme de la calle, de un asfalto más granulado que el actual, dejaba una particular estela.
El Caballero 2000 de Santy ha trascendido más allá de las fronteras españolas, porque él comenta que en su tablón se han aventurado a arrastrarse turistas de las más diversas nacionalidades y recuerda, con asombro, a un curioso japonés que mostró gran interés por esta fiesta. Aparte de la nacionalidad nipona recuerda haber subido al tablón a belgas, italianos, rusos, polacos, finlandeses… convirtiendo indirectamente al Caballero 2000 en un claro embajador de la ciudad icodense. Y no solo eso, porque además, para sufragar los gastos que le ocasiona la celebración de esta festividad, dado que no recibe ninguna ayuda del gobierno municipal, Santy, acompañado de sus amigos, vende varios souvenirs, principalmente llaveros de madera que representan las tablas de su querido municipio y que seguramente se encontrarán repartidos por muchos lugares del mundo.
Souvenirs del Caballero 2000
Bien es cierto que esta celebración está adquiriendo gran realce y popularidad, lo que se traduce en una mayor proyección internacional de esta práctica, por eso es congruente la tramitación que está llevando a término la concejalía de Fiestas del excelentísimo ayuntamiento de Icod de los Vinos, de otorgarle a esta enraizada tradición el título que la declare como Fiesta de Interés Turístico de Canarias, que si por suerte fuera en 2018, coincidiría con el treinta y cinco cumpleaños del Caballero 2000, efeméride más que justificada para reconocerle a Santiago Rodríguez Luis-Ravelo su grandísima dedicación y desinteresada entrega en pro de la conservación y difusión de estas ancestrales fiestas de interesante valor etnográfico.
Carlos González Ávila es licenciado en Filosofía, licenciado y doctor en Ciencias de la Información. En la imagen de portada aparece el Caballero 2000 en la calle del Plano.