Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Canarias antaño: impresiones naturalísticas. (y II)

Lunes, 24 de Julio de 2017
Fátima Hernández Martín
Publicado en el número 689

Los dromedarios se utilizaban para la roturación de tierras, aportando trabajo barato y preciso. En 1564, John Sparke se extrañaba ante los numerosos dromedarios, pues la población utilizaba para alimentación, haciendo además velas con la grasa de las jorobas.

 

 

(Viene de aquí)

 

 

Andrés Bernáldez (1495), en su obra Memorias del reinado de los Reyes Católicos, hablando de Lanzarote señala: … tiene muchos conejos e palmas y buenos pescados… destacando la importancia íctica de la isla, que se mantiene en la actualidad. Según Domenico Silvestri (1335-1411?), escritor que formó parte (según algunos) del estudio Florentino, círculo literario instituido por Boccaccio de quien fue discípulo y amigo, al hablar de Canarias nos dice: La isla Canaria tiene gran número de aves, arbustos, palmeras que producen dátiles y pinos. Posee cursos de agua salobres en las que abundan sabrosos peces… Estos cursos de agua salobre (desembocaduras de barrancos) se hallaban provistas de abundantes anguilas (Anguilla anguilla) que hoy en día, debido a la acción antrópica, son más difíciles encontrar.

 

Precisamente, en relación a lo anterior, es extraño la ausencia en yacimientos (hasta el momento) de restos de Anguilla anguilla, especie hoy en día considerada vulnerable toda vez que sabemos que, dadas las condiciones climáticas, un grado o dos de temperatura ambiental menos que en la actualidad por esa época, según trabajos de predicción de Moberg (2005), y con los cauces de barrancos rebosantes de agua -al menos algunos- debidos a probables e intensas lluvias, no sería de extrañar la presencia en dichos cauces de estos curiosos peces, cuyas larvas realizan enigmáticos viajes que las vinculan entre el lejano Mar de los Sargazos, allá en el Atlántico Central, hasta las costas europeas guiadas, según recientes estudios, por el campo magnético terrestre (Cresci et al., 2017). En la actualidad, según el Banco de Biodiversidad de Canarias, las anguilas (Anguilla anguilla) se hallan en las islas de Tenerife, Gran Canaria y La Gomera, estando ausentes en El Hierro, La Palma y Lanzarote. Se hallan incluidas en el Anexo II, con la categoría de Vulnerable, BOC 112 de junio de 2010. Hay referencias de su existencia desde el siglo XVI y con diversas utilidades para los pobladores de las Islas.

 

Más tardío en tiempo, Vincenzo Coronelli (1650-1718) relata allá por 1696: .el mar no es menos fértil (lo está comparando con el medio terrestre) en apreciados peces, baste decir que el esturión es tan común que alimenta a los pobres… Evidentemente se trata de una errónea identificación, dado que este pez de agua dulce (Acipenser sturnio) en peligro de extinción, no está en Canarias. Creemos que pudiera deberse a una confusión con Anguilla anguilla o bien con alguna de las especies de lisas presentes en fondos lodosos, en aguas salobres, peces de morfología similar (con presencia de barbillones). Sobre todo si tenemos en cuenta que una lisa amarilla o especie afín, ya era mentada en algunos relatos del siglo XVI (ver Valentim Fernandes) cuando se hablaba de la manera de pescarla (con ayuda de delfines) en la costa de Arguín, y se secaba a modo de jarea. La especie abundante (al migrar) era muy valorada por su carne y por sus huevas (de ahí quizá la confusión en este texto de la época). Se hablaría de Liza aurata (Risso, 1810), llamada lisa amarilla o tabaga, considerada frecuente, demersal en aguas costeras, a poca profundidad (menos de 20 metros, por tanto de fácil visión y captura), y que se puede hallar en lagunas litorales (salobres). También de la especie Chelon labrosus presente en Canarias.

 

En relación a obras menos conocidas, hay que señalar a Gaspar López Canario (médico y aventurero, secretario del duque de Osuna, que incluye en sus crónicas descripciones sobre fauna marina, hablando de pejeperros, cabrillas, viejas y tollos). Un ejemplar de su libro In libros Galeni de temperamentis noui et integri commentari, in quibus fere omina quae adnaturalem medicinas partem spectant continentur, escrito en latín, se encuentra en el Archivo del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario (Universidad del Rosario) ubicado en La Candelaria, Bogotá. Dicho volumen fue llevado desde España por un predicador del rey, llamado Fray Cristóbal de la Torre, en la segunda mitad del siglo XVII, existiendo otra copia en la Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid.

 

Dromedarios y conchas. Respecto a la presencia de dromedarios (Camelus dromedarius) es especialmente interesante. Según algunos autores, fue introducido entre 1556 y 1569, merced a las expediciones de Herrera a Berbería. Dicho animal se utilizaba para la roturación de tierras, aportando trabajo barato y preciso. En 1564, John Sparke se extrañaba ante los numerosos dromedarios, que la población utilizaba para alimentación, haciendo además velas con la grasa de las jorobas.

 

Según Mesa Hernández (2008), desde la época prehispánica las conchas marinas de Canarias tuvieron un gran significado para los habitantes de las Islas. Destacan el género Patella, los discos de Bolma rugosa (antes género Ostrea), Conus sp., ostrones (Spondylus senegalensis) o los burgados (ahora género Phorcus, antes Osilinus). Las conchas procedentes de Canarias se convirtieron -otrora- en un bien lucrativo, pero ¿de qué especie se trataba? En relación a esto se han barajado diversas hipótesis: lapas (Patella sp.), caurí (Cypreaea sp.), ostrones (Spondylus senegalensis), Conus pulcher, Bolma rugosa, Phorcus sp... No obstante, la importancia comercial (cualquiera que fuese la especie) no debió traspasar la primera década del siglo XVI, cuando entra en declive, de acuerdo con Rumeu (1996)… por la competencia de otros centros de exportación dentro del área del imperio lusitano, que las hizo innecesarias…

 

Respecto a las llamadas conchas coloradas, según puede leerse en el texto de Alonso de Santa Cruz (El Islario)… conchas coloradas tenidas en estima para rescatar en Guinea... cuando se habla de Lanzarote. Según el Dr. García-Talavera (com. personal) se trata del ostrón, Spondylus senegalensis, presente en fondos someros (hasta unos 10 metros de profundidad). Para este autor, el género Spondylus tuvo en la Antigüedad una gran importancia. En las playas de las Islas, sobre todo en las orientales, suelen aparecer concentraciones de conchas de este género después de producirse grandes marejadas. Spondylus senegalensis vive en todos los archipiélagos macaronésicos y en la costa atlántica africana desde Marruecos hasta Angola. Muy valoradas antiguamente en regiones del interior del continente, como Malí o Burkina Fasso, eran hasta hace poco un símbolo de poder. Se sabe que antes de la conquista de las islas realengas, los portugueses comerciaban con tribus africanas en La Mina (Guinea), cambiando ostrones recolectados en Canarias y Cabo Verde por su peso en oro.

 

 

Referencias al clima. En relación al clima, según opinan algunos autores, caso de Martín Moreno (2010), ya a finales del siglo XVI se hablaba de una montaña en la isla de Tenerife, a la que denomina pico de Terraira, a la que únicamente se podía ascender en julio y agosto, porque los demás meses estaba cubierta de nieve (Jan H. V. Linschoten, Una breve descripción de las islas Canarias (1579-1592) lo que significaría que, de acuerdo con dicha crónica, la cobertura nival tendría una duración permanente de diez meses en las fases iniciales de la llamada Pequeña Edad de Hielo (conocida con las siglas PEH, período frío que abarcó desde comienzos del siglo XIV hasta mediados del XIX y que puso fin a una era extraordinariamente calurosa llamada óptimo climático medieval (siglo X al XIV) con tres picos: sobre 1650, alrededor de 1770 y hacia 1850). Según Martín Moreno (op. cit.), esta descripción sobre la duración de la nieve en el Teide coincide con los textos de un tío del Licenciado Valcárcel también del siglo XVI, hasta tal punto que tal vez estuviesen basadas unas en otras (práctica habitual, no obstante, entre los cronistas de la época). Es Teide una montaña casi redonda y que arriba cubierta de nieve y así no se sube a ella sino es en el mes de julio y agosto que suben algunos ombres a sacar piedras de açufre de lo más alto della, dicen que es lo mejor que se save… (Descripción de las islas Canarias en virtud de mandatos de SM: por un tío del Licenciado Valcárcel (siglo XVI) en Revista de Historia (La Laguna) n.º 63, 1943. Aunque una de las fuentes más fiables del siglo XVI, la obra de Torriani (1590) no hace mención a la cobertura nival, sí señala las condiciones atmosféricas de la cumbre del Teide durante el verano. Este ingeniero no encontró nieve y por eso pudo ascender al Pico. Esto coincide con lo descrito por Scory que, en su obra de 1626, ya recomienda emprender la ascensión por mediados del estío, por no dar con los barrancos llenos de nieve. También Gaspar Frutuoso en 1590 habla de nieve en las cumbres hasta San Juan (hasta finales de junio).

 

Asimismo, en el trabajo ya mentado de Aznar Vallejo (2003), El capítulo de Canarias en el islario de André Thevet, se hace alusión a la climatología (página 849), cuando puede leerse en relación al Teide: …tiene ésta siete leguas de circuito y seis del pie a la cima. En todo tiempo está nebulosa, obscura y llena de grandes vapores y exhalaciones, y también de nieve, aunque no se vea fácilmente dado que se aproxima más que las otras a la región del aire… Respecto a otras menciones, en Anónimo Salazar (1550) se puede leer que tiene una sierra muy alta (en referencia a Tenerife) que está nevada todo el año.

 

Interesante, por otro lado, la reseña de Martín Ignacio de Loyola, sobrino de Ignacio de Loyola, quien, en 1581, en ruta hacia Filipinas y China y habiendo hecho escala en Canarias, nos describe su impresión de Tenerife: no se puede subir al Teide salvo en julio y agosto, el resto del año hay nieve. Desde la cima, con buen tiempo se pueden ver las siete islas…

 

René Goulaine de Laudonnière (1529-1574), explorador francés y hugonote que, en 1564, organizó una expedición a Fort Caroline (Florida), de su paso por Canarias relata: escarpado como un pico (se refiere al Teide) y a la parte superior no se puede subir si no es desde mitad de mayo hasta mitad de agosto, debido al frío que hay el resto del año. Lo vimos cubierto de nieve y era 5 de mayo…

 

Guillaume Coppier, en su Histoire et voyage des Indes occidentales et plusiers autres régions, en torno a 1645, expresa respecto a Tenerife lo siguiente: llegamos a la isla de Tenerife donde hay una montaña inaccesible con una cumbre escarpada que respira incesantemente humo mixto a llamas y llamas mixtas a humo y no dejan estos valles de ser por lo ordinario llenos de nieve, aunque se encuentre en clima cálido…

 

Pero no son las únicas alusiones sobre esta nieve permanente en el Teide. Otros cronistas la señalan para cumbres de otras islas, como es el caso de La Palma. Alonso de Santa Cruz en el Islario general, páginas 348 y 349, describe las montañas de La Palma (a mediados del siglo XVI) como una gran sierra, casi siempre cubierta de nieve. En 1627 (casi cien años después) el cuaderno de noticias del archivo del marqués de Guisla, titulado Cosas notables, habla de una gran nevada acaecida el 27 de diciembre: llovió en esta isla un aguacero tan grande con el cual cayó tal cantidad de nieve que se hicieron y congelaron torales tan grandes como pipas, y en lo que hay más que reparar es que en la costa de la mar nevó en la forma dicha… (Noticias para la historia de La Palma, tomo I, 1987). En relación a lo mentado, algunos autores creen que se hace alusión a granizo, no a nieve. Según Martínez de Pisón (fide Martín Moreno, 2010), cuando los europeos llegan a Canarias en el siglo XVI se encuentran unas islas con vegetación propia de periodo climático óptimo.

 

Según algunos estudiosos, parece que durante la Pequeña Edad de Hielo (PEH) se produjo un descenso térmico, lo que se tradujo en un sensible incremento de las precipitaciones nivales en zonas altas. Además la presencia de nieve en el pico del Teide queda mencionada en la práctica totalidad de las crónicas de los viajeros durante los siglos que abarca la PEH. La mayoría de ellas describen un manto nival regular, al menos durante la mitad del año, cuando no lo hacen durante periodos superiores de hasta diez meses. Según Martín moreno (op. cit.) es posible que, durante la PEH, Canarias estuvo más afectada por sistemas atlánticos de origen SO que en la actualidad y no tanto por los alisios, lo que repercutió, junto al descenso térmico, en incrementar las precipitaciones en forma de nieve en zonas elevadas de las Islas. Sin embargo, otros autores (Martínez de Pisón et al., 1995) señalan que no habría que suponer un cambio cualitativo en las condiciones climáticas en los altos de Tenerife durante la PEH. Según estos investigadores, no parece que se modificara el régimen pluviométrico y la nieve sería consecuencia de un ligero descenso térmico, únicamente apreciable en las áreas más elevadas de montañas… Ahí lo dejamos.

 

Es curioso destacar algunas referencias al mal de altura, en este sentido Thomas Sprat (1560) expresa que durante su subida a las cumbres de Tenerife: nuestros compañeros (de viaje) se pusieron pálidos, enfermos, sufriendo trastornos con vómitos y calenturas… o al llamado sombrero del Teide, detallando el mismo autor que, cuando sopla viento del noroeste, las nubes envuelven al Teide. A esto le llaman sombrero y es pronóstico seguro de tormentas…

 

Materiales geológicos. En el aspecto geológico hay numerosas menciones en relación a productos de origen volcánico que se sacan de las Islas con distinta finalidad. Así, en Anónimo Salazar (1550) puede leerse: Se recoge arena muy negra, menuda, que sirve de polvos de cartas a manera de limaduras de azero…, piedra cufre muy fina… También González de Mendoza (1580) expone que se coge en la cumbre de este cerro toda la piedra azufre que viene a España… que es mucha cantidad… (referencia al Pico del Teide). J. H. Von Linschoten (1610) escribe: … se encuentran piedras de azufre que son enviadas a España…

 

Asimismo, del trabajo de Aznar Vallejo (2003), El capítulo de Canarias en el islario de André Thevet (1503-1592), cabe señalar lo que escribía el franciscano explorador y cosmógrafo sobre material geológico (página 852): En ella se encuentran piedras porosas como esponjas, muy ligeras si se considera su proporción, de las que por curiosidad traje algunas, junto con otras muy raras, que todavía están en mi despacho. Estas piedras tienen un olor sulfuroso, lo que procede de la naturaleza del lugar, que es una mina de sulfuro… Precisamente, según Aznar Vallejo (op. cit.), las posibilidades mineras del Teide alentaron -erróneamente- grandes esperanzas, aunque nunca tuvieron consistencia real. Caso de la concesión en 1515 de las minas de oro, plata, alumbre… de la Sierra del Teide, a favor de los licenciados Zapata y Aguirre (Aznar Vallejo, 1981).

 

Conclusión. Para concluir, la historia natural, tal y como la abordaron los europeos a partir del siglo XVI, se presenta como una fascinación por lo lejano, raro y desconocido. Precisamente, Canarias no estuvo ajena a esta curiosidad e interés que -evidentemente- no se hallaba exclusivamente enmarcada en el estudio de la naturaleza, sino que tenía un enfoque comercial. Sin embargo, las Islas iban a tener, especialmente a partir del siglo XVIII, un papel muy importante en el campo de la observación científica, convirtiéndose en destino deseado para toda suerte de expediciones, investigadores y naturalistas que encontraron -en el Archipiélago- el laboratorio donde dar rienda suelta a su pasión por la naturaleza, impactados, diríase subyugados, por una natura canaria que hoy soñamos -otrora- tan fascinante o más que en la actualidad.

 

 

Fátima Hernández Martín es directora del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife.

 

 

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Comentarios
Martes, 25 de Julio de 2017 a las 23:08 pm - victorio díaz marrero

#01 Para la Revista y todos sus lectores, es un lujo tener colaboradores de la talla de Fátima Hernández, que nos ilustra con una información magnífica sobre aspectos interesantísimos, y generalmente desconocidos, de nuestro Archipiélago. Lo único que nos quedaría por decir, después de disfrutar y aprender es: gracias.