Se trataba de cuadernillos de muy cuidada presentación, en forma de encarte, que incluían junto al texto -generalmente un poema o una breve serie poética- un grabado del pintor Antonio Padrón, correspondiente al retrato del autor objeto de la publicación. A lo largo de esos cuatro años de vida, la colección publicaría las siguientes entregas: Los caminos perdidos, de Pino Betancor* (1962); El corazón en el tiempo, de Arturo Maccanti (1965); El funeral, de Luis Feria* (1965) y Oda a Lanzarote, de Pedro Perdomo Acedo* (1966).