Revista n.º 1065 / ISSN 1885-6039

Miguel Brito Rodríguez: pasión por la imagen.

Martes, 16 de febrero de 2016
Miguel A. Gutiérrez
Publicado en el n.º 614

Hablar de la llegada de la imagen a las Islas es hablar de Miguel Brito Rodríguez. Un fotógrafo palmero imprescindible para Canarias en la historia e inicios del cine. Nuestros antepasados le deben a él algunos de los espectáculos visuales y sonoros que pudieron disfrutar en el Archipiélago a finales del siglo XIX y principios del XX.

Detalle de un retrato del fotógrafo Miguel Brito.

 

 

Este palmero ilustre ve la luz el 27 de septiembre de 1876 en Santa Cruz de La Palma, creció al lado de un estudio fotográfico establecido en la parte baja de su hogar familiar. Quizás en esos años ni se imaginaba que montaría su propio estudio a finales del XIX: Fotógrafos y Dibujantes.

 

La juventud de Miguel Brito estuvo marcada por su interés por los inventos. Fue un hombre preocupado por los adelantos técnicos de finales del siglo XIX, sobre todo por aquellos relacionados con la imagen y el sonido. A él le debemos la llegada del fonógrafo, del Kinetoscopio de Edison y del proyector, aunque los investigadores no se ponen de acuerdo en señalar la "marca" del mismo: Lumiére, Edison o Demany, entre otros. Algo complicado, ya que la prensa de la época da nombres diferentes al aparato que Brito trae de Cuba.

 

Fotos de la Fedac de Miguel Brito.

El éxito de su estudio, Fotógrafos y Dibujantes, fechado en 1898 por el investigador Carmelo Vega, le obligó a abrir un nuevo estudio en Los Llanos. El buen hacer como fotógrafo le dio fama en todo el Archipiélago, de hecho, fue nombrado fotógrafo oficial de la Casa Real. A él le debemos muchas de las fotos que se conservan de la visita de Alfonso XIII a Canarias.

 

Hasta la fecha, la labor del artista palmero no ha sido del todo reconocida, salvo escasas excepciones, en la que hay que destacar la publicación, 1898 El siglo de la imagen 1998, realizada por Loló Fernández y que, de alguna manera, hace justicia a la trayectoria de Brito. El trabajo de la autora nos ubica perfectamente en el contexto social de finales del XIX en Santa Cruz de La Palma, la capital más avanzada de Canarias durante varias décadas.

 

La primera proyección pública realizada por Brito en el Archipiélago tuvo lugar el 13 de febrero de 1898 en la sala Electrón del Círculo Mercantil de Santa Cruz de Tenerife. Unos meses más tarde exhibía el invento en su ciudad natal, Santa Cruz de La Palma.

 

Fernández sospecha que Brito realizaba sus propios montajes con los fragmentos de películas que proyectaba. Una crítica en el periódico El Zurriago delata este hecho acusando al Sr. Brito de poner repetidas las escenas variándoles los títulos para que resultase más estrambótico.

 

Se sabe que Miguel Brito viajó por las diferentes islas, teniendo constancia de su presencia en La Palma, Gran Canaria, Tenerife, El Hierro y La Gomera. Una vez que se desplazaba a una se dedicaba a recorrer sus municipios con el proyector y el fonógrafo.

 

En Gran Canaria, por ejemplo, realiza uno de sus más brillantes trabajos con fotografías de exteriores e interiores de edificios ubicados en la calle Triana de la capital. Pero es Tenerife la que se convierte en su segundo centro de negocios detrás de La Palma. De hecho, allí estrena el Kinetoscopio en 1897 y el proyector en 1898. Otro dato importante es la presencia de una clientela fija en La Laguna, donde Miguel Brito alquiló varias habitaciones en el número 43 de la calle Carrera en octubre y en noviembre de 1899.

 

Brito pasa largas temporadas fuera de La Palma y le encanta viajar; precisamente, cuando sale de la Isla Bonita deja los estudios a cargo de su hermana Rosario, la cual se encarga de llevar el negocio.

 

La pasión se apaga. Brito abandona la proyección ambulante con los años e incluso deja de lado la fotografía a finales de los 20. A este respecto, su mujer, Ana Rosa Padilla, con la que contrae matrimonio en 1941, declaró que, el que fuera uno de los mejores fotógrafos de Canarias, no le sacó ni una sola fotografía en su vida.

 

En Tenerife trabajó como proyeccionista en el cine La Paz, propiedad de Ramón Baudet, quien había colaborado con el palmero amenizando las escenas que este proyectaba décadas atrás. El cine La Paz se inaugura al aire libre en 1928 y es cubierto desde 1929. Actualmente está desaparecido.

 

Durante varias décadas trabaja como proyeccionista en salas de cine. Una entrevista en el periódico La Tarde nos revela que en 1965 trabaja en un estanco en la Rambla de Pulido de la capital tinerfeña, última dedicación que se le conoce antes de que se le apagara la luz el 24 de mayo de 1972. Muchas gracias por todo, don Miguel.

 

 

Publicado previamente en el número 33 de la revista de JuventudCanaria (2009). Imágenes de la Fedac.

 

 

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